Luciana Reif
(Avellaneda, Buenos Aires, Argentina, 1990)
La zafra
La vida durante la zafra
es una dulce y triste refracción del mundo.
Todo comienza en los cañaverales
donde hombres de lugares lejanos
desnudan el campo en un lento y precioso juguetear
con sus dedos, adultos y ásperos por el paso del tiempo
saben más que nadie como tratar la caña,
hábiles para sacarle todos sus secretos, quedan
exhaustos después de cosecharla; el calor tucumano
se entrevera en forma de gotas que brotan de las manos
ajadas y dolidas de un peón que no ignora que ese fruto vital
concebido con sus fuerzas, será después de todo
azúcar que se derretirá en otra boca.
Peón golondrina, conoce más que cualquiera el sabor
agridulce de la tierra después de despojarla, terminada
la zafra, partirá a otros suelos a cosechar amargos sabores
¿Acaso no es esta la verdadera tristeza,
la de un hombre que llega a abrazar la dulzura toda
y se desprende de ella sin apenas saborearla?
AUSENCIA
Me levanto de mi cama, tu cara sigue asfixiando la almohada
como si quisieras descubrir un mundo subterráneo
debajo de mis sabanas, y escurrirte por allí,
desvanecerte hasta volver la siguiente noche a encontrar
mis muslos entre tus manos
que me aprietan y desvisten,
hasta dejarme sola con mi boca y el resto en tus labios
Ayer de nuevo durante el coito, volviste a sumergirte
aunque te pedí que no lo hicieras, mientras tu mano derecha
jugueteaba con mis senos y me mantenía distraída,
empezaste a descender por las sabanas, el laberinto
que tejí para evitar tu escape fue en vano,
en vano mencione tu nombre y pedí que te quedaras
Pero mientras me hacías el amor, se hundía el colchón,
se abría un surco que empezaba a devorar todo tan lentamente
que yo era la única que no me enteraba,
se iba todo, primero sabanas y almohadas
y luego te ibas, pierna a pierna hasta que tus manos que me seguían
tocando se vaciaban de vos
Hoy me levante de mi cama y tu cara seguía asfixiando la almohada
una mueca sonriente en tu rostro,
y yo me pregunto
donde te iras cuando estas conmigo.
Entrada en calor, El Ojo del Mármol, Buenos Aires, 2016.
AMÉN
En Cali
conocí a una mujer
que tenía la habilidad de rezar
con una sola mano.
Para sentirse más cerca de
dios
le bastaba con hundir sus dedos
bien profundo debajo de su falda
Rezaba de día
rezaba de noche
en el nombre del padre
del hijo y del espíritu santo.
Amén
1
Desde que nos separamos
perdí la costumbre de descolgar la ropa
cada vez que llueve
dejo que el agua pase con fuerza
que la vida se asiente de nuevo sobre las cosas
ya no limpio el polvo que se junta
sobre la superficie de los muebles
abro las ventanas para que el aire entre y se quede
vibrando en el ambiente.
Creo que todo lo nuevo oficia de despedida,
por eso cada tanto dejo que un chico
me agarre de la mano y me bese.
Cuando mi hija con su cepillo de pelo nuevo
Cuando mi hija con su cepillo de pelo nuevo
le pregunte a su abuela si la puede peinar,
cuando tome entre sus manos el pelo de mi mamá
y lo acaricie con el peine desde el cuero cabelludo
hasta las puntas, desenrede lo que es necesario
desenredar, se detenga con cuidado en los nudos
más enmarañados y despacio los desarme para que vuelvan
con el resto del cabello a caer en línea recta;
yo me preguntaré si son estas las raíces que nos unirán
al suelo materno, el pelo lacio y elástico
de todas las mujeres de mi familia.
Yo también peinaba a mi abuela: mientras ella tomaba mates
en el living de casa, me subía a una banqueta con el cepillo
para alcanzar a jugar con su pelo.
Hacía y deshacía a mi antojo, trenzas de princesas guerreras,
amazonas enormes capaces de dar la vida por los suyos,
colas de caballos indomables que cuidan a sus potrillos
pero les enseñan también a galopar lejos
del potrero que les dio alimento.
Caza una mariposa al vuelo
Caza una mariposa al vuelo
y se la guarda en el bolsillo de su uniforme
mientras corre a esconderse
en la esquina de casa, porque hoy tampoco
quiere ir a la escuela.
Es mi hermano del medio y se llama Lautaro
yo lo admiro por todo aquello
en que no me le parezco.
Él no habla con nadie y aunque mamá lo obligue
no quiere ir a los campamentos del colegio.
Siempre pienso que su mundo interior
es tan grande como el barrio en donde vivimos.
Pero para su mundo exterior, le alcanza
con sus libros y su cuarto.
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