David Omar Juárez
Nació en la ciudad de Apopa, San Salvador, el 18 de septiembre de 1978. Graduado en Psicología por la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”.
Cultiva la poesía, la narrativa y el periodismo cultural. Ha publicado en antologías, suplementos culturales y revistas impresas y/o virtuales de su país, Argentina, España, Estados Unidos, México, Perú y Venezuela.
Miembro de Fundación Metáfora, colectivo organizador del Encuentro Internacional de Poetas “El Turno del Ofendido”, que se realiza cada mayo en El Salvador. Forma parte del equipo de redacción del Suplemento Cultural Tres Mil, que se publica cada sábado en el diario Co Latino de San Salvador.
Secretos de la humedad
sobre esta página en blanco
ha chocado la marea
en el agua que salpica mi rostro
se revelan las raíces de un helecho
y la figura del incienso
lejos del plástico y los des(h)echos del siglo
la marea ha dejado sobre esta página
el descanso de los corales
y las huellas más emocionantes de la espuma
paso la lengua sobre el papel
para llenar el gusto con la soberbia de la sal
con la mínima preñez del mar
que adivina el final de las trampas
y la salvaje decencia de la primera lluvia del año
cuando quiero caminar sobre la página
descubro mis pies cubiertos de arena
Calidad de urgente
caiga sobre mí el secreto
para desnudar un río
y bañarme en su reposo
todos los días
Despedida (De todas las cosas a Dylan Thomas)
las despedidas son coartadas para no marcharse nunca
por eso el aterrado humo del café te busca los ojos
cuando se despide de la taza con rumbo a tu resaca
cediéndose con abandono a las manos de esta tarde
y los muchachos ríen como si hoy fuera el verano
cuando miran la fotografía del calendario
y las muchachas asolean por entero sus piernas
y posan caldosos lirios de cara a sus sexos
una diminuta ave / quizás un insecto / se desnuda
frente a la mirada ciega de un gigante vestido de palmera
que declina su rostro para convertirse en noche
Adiós Dylan Thomas
adiós
ya no te veremos llorar agachado
junto a la flor más nueva de cada mañana
ni resucitando pocillos de cigüeñas
en tus caminatas de las cinco de la tarde
ni copiando nubes en lienzos epifánicos
desde tu terraza atacada por la escarcha
Adiós Dylan Thomas / nos vamos de aquí
nos espera un tren infinito
con destino al diario recorrer de los otros
nos vamos / nos espera la maravilla del siglo allá afuera
donde somos productos de la arcilla
Adiós / Dylan Thomas / nos vamos de aquí
te dejamos con nada nuestro
en este infierno que ibas modelando
para el tamaño adecuado de tus ojos
Te dejamos tus ataúdes vacíos
tu viento cenando en tu plato
tu caverna de osadía y castigo y belleza
tu templo de fuego y carne intuitiva
tu montaña de calvicie prematura
tu espuma robada de la primera ola que tocó tu isla
tus amantes amando la cerámica de la cama
el apetito de tu osamenta por ser humus de la argamasa
y el musgo que acontece en tus pupilas
Poema callejero
me detengo para escribir un poema que hable de esta plaza
de la gente que transita por aquí a esta hora / con rumbo a otra hora
de los mendigos que piden pan y no les dan
de los borrachos que viven en esta orilla
de las prostitutas que hacen negocio con banquetas desiertas
de los jubilados que vienen a hablar de nietos / y de esos nietos
jugando en casa
de las ventas callejeras en estas cuadras
de los ojos de los niños que venden chicles y cigarrillos
y de los que tienen un ojo de venado amarrado a sus muñecas
y de los ojos de una joven que su recuerdo suele azotarme como a un cristo
siempre a esta hora
Y un perro callejero pasa frente a mí
y entra impúdico al papel en blanco
y ya no escribo nada
Ese perro es copia del corazón de un poeta
Vigilancias
los himnos del terruño se confunden
con la voluntad sedienta
de los corazones más antiguos
en los ojos del maquilishuat
se entretiene la bruma
a contemplar los colores de la noche
en esta ciudad con aroma a jaula de coyote
emerge la rabia de un venado en el olvido
el esqueleto de un brujo se emborracha
con la línea del horizonte
esa mujer trae una antorcha para prender fuego a los volcanes
las mismas piedras para las lapidaciones
sirvieron para construir esta ciudad
de naturaleza tan intensa
como las lágrimas de una niña
la vigilancia nos obliga a volvernos
hacia las torres de hierro de esta edad
atado a esta sangre de asfalto
la pupila debe ser más aguda
que la carne gorda de la paz
Austral
a Sandra
un contrabajo bicéfalo
una trompeta de émbolos meridionales
el saxofón epigráfico
un piano con teclas cuaresmales
(un sueño oreado)
...después aserrín atómico
A las seis de la tarde
encima de las tejas del café
retoñará tu asombro
mi vena surge
como un golpe en tu frente
tu vena es una triste bofetada
sobre mis labios
Vete tranquila / amor
yo distraeré a los lobos
Extraño
y pensar que un día fuimos seres extraños
viéndonos extrañados a los ojos
en el contorno de la desnudez
y de los dientes extranjeros
y después aparecimos extrañamente
delineando la extraña curvatura de la sábana
en los bosquejos de lo próximo
y del ahora pendiente
y hoy sospecho que no soy un extraño
en el molde cansado de tu puerta
como tampoco sos una extraña
en el cotidiano refugio de mi olfato
y a pesar de todo
tu presencia se extraña tanto
como extraño tus ausencias
Perecedero
I
¿en dónde se ha de depositar la confianza?
aquella que te entregó la mañanera yema del huevo
tamizada en la misteriosa humareda del café
que repetía tu nombre convencido de la hora /
si después esa estrella fugaz
no te cumplió lo que le pediste
se deberá contener la saliva
para una noche que ya tiene nombre
guardar el cáliz de la caricia
para los vinos que vienen en camino
verter el vidrioso desmayo
en el recuerdo de los muros blanqueados
romper el molde de la bebida
con finos quebrantos de la cosecha…
salir a tiempo
en silencio / sin ropas
por la puerta de atrás de las cosas
II
¿posar la pequeña esperanza
en una región de tu cuerpo
donde también / hace unos días ya
plasmé mi mano cansada?
y en el oculto cotejo de los amaneceres
que fijaba en mi calendario sin depósito
me he dado cuenta
que mi mano se ha decolorado
III
¿cómo era aquella palabra...?
¿en dónde perdimos la ternura?
¿en cuál ácida calle la derramamos sudorosos en alevosía?
¿bajo qué canto la censuramos en nuestras bocas y en nuestras manos?
¿cuántas veces jugué a ser el emisario de Cerbero?
para quedarme mudo en los inicios del presentimiento
te espero pronto
con tu nombre ceñido al rostro / sortilegio de las épocas
sé que la ternura viene escondida
e inquieta
pegada a una esquina de tu espalda
Sedimento
a Liz
se olvidó el tiempo en un cepo de nube
sembró para su gesto
nuevos ojos y nueva boca
una suerte de pardo verso
no logra propiciar su mirada
camina descalza queriendo ver
las acuáticas piedras / el edénico vidrio
y los duplos pétalos
El otoño de mis huesos
Parece un embudo triste
la caída de las hojas
llora la calma de las ramas
colgada de un cuello quemado
por la venida de la llamarada
Si removiéramos la casa
saldría apenas por la ventana
una famélica larva
con cara de resaca asesina.
Aviso de desalojo
Señorita:
hacedora de la felicidad al mediodía / creada con manos de la inocencia
joven astro de la noche fulminante / hechicera de mi vista
doncella de los pasos callados / distinguido músculo del corazón
exacto latir del vuelo indescifrable / sorpresiva claridad en la lejanía /
muchacha al fin de cuentas
me dirijo a usted con la atención debida
para notificarle la irremediable decisión
de ser desalojada de la habitación que tan amablemente
se le ha arrendado en mi pecho
y que usted ha logrado decorar tan bellamente
con la imaginación de sus ojos /
tiene hasta mi última exhalación
(y que esto sea claro)
para hacer efectiva esta decisión,
caso contrario se procederá a derrumbar mi pecho
sin contemplaciones de ninguna índole hacia sus pertenencias
y su mirada.
Atte.
su casero
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