ANA MARÍA VEAS GONZÁLEZ
Nace en Viña del Mar, Chile en 1947. Estudia Filosofía siete años debido a dos reformas pero es expulsada luego del Golpe Militar. Es troskista con tres estudiantes, uno muerto en tortura y de los otros nunca supo. Vivió en un exilio interno por diecisiete años orando en las cumbres aledañas a su casa. Convertida al Cristianismo el mismo día del Golpe. Luego de una visión de Jesús. Pero nunca pierde su espíritu crítico y su anarquismo. No logra permanecer en iglesias e instituciones. Profesa un cristianismo sexualizado. Es inédita salvo por medios virtuales (artecomunicarte.com) Algunos Primeros Premios en lírica y prosa por universidades chilenas entre los cuales están:
Primer Premio Concurso de Poesía “Luis Hurtado” convocado por la Asociación de Escritores de Valparaíso, 1970. Primer Premio Concurso de Poesía convocado por la Federación de estudiantes de la Universidad de Chile, 1971. Primer Premio Poesía Lírica en el Séptimo Concurso Literario organizado por el Departamento de Ciencias del Lenguaje y de la Información de la Universidad de Playa Ancha. Año 1991. Primer Premio Mención Cuento en el Séptimo Concurso Literario organizado por el Departamento de Ciencias del Lenguaje y de la Información de la Universidad de Playa Ancha. Año 1991. Gana en “Concurso Publicaciones de Libros de Poesía y Cuento” convocado por la Intendencia Regional de Valparaíso. Chile.Año 1999. Se le publica su cuento “El Poste” en la “Antología de Narradores de la Quinta Región”.Ediciones LOM.1999.
Aprender
Aprender de las aves risueñas que no siembran ni
cosechan y el Padre llena sus alas de alados vuelos
de sangre.
Instruirse de los perros mahatmas que siempre duermen bien
replegando sus velas.
Hasta del cielo con su gema encima que sólo puede mirarnos nos enseña
la absoluta y cósmica confianza, ensimismándose y aceptándose.
El arco entregado del pecíolo nos dicta una cátedra de belleza bullente.
El desierto florece y abre sus manos con sus sibilinas joyas encima. Y nadie sabe cómo pudo ser el prodigio, es el docto mensaje que hemos de colgar
en las perchas del espíritu.
Por los gorjeos, saber. Las montañas maestras emiten
sus palabras de piedras azules donde el ocaso vierte sus semillas bellas.
Si no hay nadie, pero está el collar de los trinos en la ventana vetusta
y qué dice sino del resucitante amor.
Y el agua. Qué dice el agua ondulante dándose siempre mientras
se deshace en nuestras manos como la mejor hermana que tiene la tierra.
Oíd al planeta lleno de mansedumbre que se deja hollar por nuestros pies más frágiles que un ramo de aire.
Todo ora. Todo nos envuelve en su evangelio perenne.
Sea coronado el universo con nuestros himnos o latidos.
El alma de hinojos se alimente de estos signos, de estos símbolos.
El sonido del otoño
Entre tus dedos yazgo. Soy tu hoja de otoño. Mírame. La más pequeña brisa me hiere.
A tu aliento voy mientras me aduermo. A tu mar entro como otra gota sencilla y mansa.
Me han dejado así los días y las lluvias. Mi pecíolo se arrastra sobre la arena del mundo.
Estuve en la cumbre y me bañaba la luz y sonreía. Brillaban mis mejillas
en el dorado beso transestrellas. Hoy vivo en Tu respiro y por tu amor existo todavía.
Si no me besas me deshago como la ola que se vuelve al horizonte.
Como la aurora tímida de los planetas obscuros. No hago mi palacio sonrosante, mi arco triunfal.
Sólo puedo ir hacia Tu Pecho. En Tu Abrazo existo y soy y tu susurro respondo.
Hago los giros que me dictas. No puedo más. Porque escribes en tu palma conmigo tu poema.
Creas la Belleza con mi cáscara herida y con mi sombra.
Bajo tu mirada me acomodo y Tú haces de mí tu poesía. Como bordas el desierto. Decoro
Tu universo.
Y así me amas.
En tus manos
En Tus manos se disgrega el otoño. Cierra lentamente
sus ojos sobre Tu Corazón. Sólo yo veo
los párpados cerrados de las hojas. Siento
el musitar de despedida de ellas, en las ramas como signos
escritos por Tus manos. Porque me envuelvo en la inmensa capa de silencio
que tiene el universo bullendo luz. El mundo no sabe que pisa un templo
y que tiemblan las hierbas sacrosantas. Bala la cabra montaraz entre las ráfagas rojas
perdida en los túneles de la guerra.
No sabe el mundo que es sagrado
el suelo que pisa, de esta tierra encinta. Oh cómo doblan el cuello del bosque
y de los pecíolos infantiles a sus pies.
El sol eucarístico posa sus hostias de luz
sobre los pétalos. Pero sólo yo celebro
esta liturgia. Alrededor
los ritos del infierno donde todo tiembla. Tiembla todo
como un ángel cazado.
BIENAVENTURANZAS
Me hice un hogar más hermoso que todos los hogares.
Me hice una felicidad más hermosa que todas las felicidades.
Me hice un silencio más hermoso que todos los silencios.
Mi oído escucha un oleaje de mar, sereno, calmo, batiendo su hoja.
En mi mejilla me susurra un follaje tan tranquilo como una nube
de verano que danza su vals y se deja.
Tengo piares tibios adormecidos en mis manos.
Nada retumba salvo mi corazón gozoso como late un sol en su éter.
Yazgo en mi caverna de luz y hago mis pulsos
como en la estancia luminosa respira una rosa.
Quedó atrás la guerra y sus medallas de sangre.
La cabeza asomada al viento esperando los cuervos del placer
de raudo volar luego que dejan su hueso.
Coronada con los lauros del cielo me recuesto
en la riqueza infinita del instante
salido de las manos del Padre.
Y yo alabo en el coro del cosmos mientras él brilla
con mi misma felicidad de agua pura rodando entre las hierbas.
BRACEANDO EN EL DÍA
Braceando en el día dejo que los elixires del sol
me penetren y me urdan. He abierto mi ventana y mi rostro
asoma a las miríadas ebrias de ansias. ¿Quieres saber cómo
he nacido, hoy? Soltándome de unos labios que tenía
en el abigarrado continente de la memoria, el que,
en nombre de todos los encuentros,
me traspasó su savia como por los cables
los eléctrico pulsos se convidan .Yo no he estado tan sola
ni he sido siempre esta cariátide que la arena
de las ciudades golpean. Es más, yo he sido la fragua
donde los cuerpos ateridos se tatuaban y mi boca
ponía sobre el universos esos arrullos
que ha hecho las civilizaciones. Y la casa se llenaba
de pasos y de alientos, por obra mía como por trabajo de Dios
existe todo lo que envuelve. Y nuestro pecíolo mismo es su hiladura.
He sido roja como la amapola con las cadencias del mar. Entonces
me recuerdo y me empujo. Porque no quiero ser la novia
en su cajita de vidrio que hace llorar a las madres
en la sombra más húmeda del camposanto. Le he pedido al sol
como en la caverna se le pedía. Y a los ríos que se columpian sobre la tierra
y enhebran los cuerpos y los viven, les he rogado.
Vivir oh vivir es mi consigna y por mis ojos pasarán bandadas de pájaros
risueños y mi sangre será de nuevo la saliva de mi corazón volcánico
que nutre la tierra con su calor de resuellos.
DENTRO DE MÍ
No me atenaza la muerte ubicua.
Porque una resurrección me lucha.
Me enhebra savias inmortales
que me levantarán.
Otra túnica me aguarda.
El cielo musicalizado me espera.
El altar de los bosques imperecederos.
Los riachuelos a los cuales los presentes
anunciaron.
Después de este atalaya
que los astros adornaron
mi nombre innombrado dirán.
Mi pecunio de polvo
tendrá el emplasto que las estrellas cubren.
Si me yerguen todavía los sagaces átomos
es porque me construyen mi nido entre los mundos
que nunca agonizaron, ni sombra alguna
hirió sus arco iris sempiternos.
Y de sus olas gozarán sólo
los de la sombra llena de mansedumbre
que nunca asustaron a los angélicos árboles
que agonizaron de soledad en las soleras grises.
Y para entrar sólo ése fue el precio...
LAS GIRÁNDULAS
Cuando vienen las girándulas el alma ríe y baila. Hace pasitos
de arroyo. Se desposa con la brisa. Ama aun al escarabajito que pasa apenas
porque ha conquistado la libertad de los dioses.
El alzar de velas en medio de la vida, sábanas rientes, abrazos
de selva, pletóricos gestos que ninguna civilización ha perdonado
es ponerse laureles debido a esta rueda sacra que nos brinda su torbellino loco y
feliz .Oh miradas que se tejen y entretejen. O saltos de delfines
en la pieza que toda plenitud enciende. Son las girándulas, repito,
que nos caen encima como capas de auroras. Perseguidas
por el apagador de antorchas; rosa que tritura el inquisidor
con su filuda ira en contra del hombre y su alegría. Oíd al poeta
que en la cúspide del mundo os invita a adorar las girándulas.
Son las fiestas del cuerpo con su alma. Son los brindis del alma con su cuerpo.
Es el vaso del universo en alto. Es la selva, la selva la que se expresa
más limpia que la nieve de las cimas altas a las que hollan las aves
de cumbre con sus pensamientos. El poeta os enseña. Dejar los patios de criptas.
Clamad por las girándulas.
AMOR
Grabo los rostros que vienen a mí.
Los esculpo, los acaricio, los rememoro, oro por ellos.
Como si nos los fuera a ver de nuevo.
Cada detalle de los ojos quedan en mí y me suplican.
El rictus de la boca se me prende en la memoria.
Es la Humanidad que me rodea.
Son los miles de corazones que laten y por ellos es el Cielo.
La gran propuesta, la dádiva, el sentido.
Como aves abandonadas en un desierto interminable
me parecen los hombres y mujeres que me llegan
como preciosas ovejas sin pastor
que balan en la lluvia de sombras.
Y mis pupilas les dicen en silencio: allí, allí, está el que calla.
Búsquenlo y hallarán reposo para vuestras almas amadas.
Qué hermoso es el temblor de una mano a la que palpo
y yo trasmitiéndole mi amor en ese roce pequeño.
Tal vez mi rostro también se vaya con ellos.
Como una estampita de Jesús envejecido.
Y el invierno haciendo sus caligrafías tristes.
ACCIÓN DE GRACIAS
Gracias. Sabes que no puedo sentir el frío de la tierra,
la dureza ploma de las calles infinitas
y el invierno colgando en los muros llorosos.
Los párpados pesados de dolor. Y la esquina haciendo su grito.
No me es posible hacer el signo en el hielo de la noche destechada.
Hasta los astros me clavan sus agujas de luz
en su inmensa soledad flameando encima.
No. Me has dado un lar luminoso más acá de la luz,
más allá de esta vida.
Un hogar tibio que me entra al corazón en plena noche de universo.
Yo siento los toques suaves de vellones celestiales en mi pecho.
Yo no soy de este mundo que corroe los pasos
y parte el alma con sus tétricos silbidos.
Si alguien quisiera abrazarme tendría que ser latido
de corazón y yo dentro de sus brazos tutelares.
Sólo Tú puedes sacudirme tanta orfandad y esta arenilla acumulada
en mis párpados líricos.
Sólo Tú que eres Dios y Hombre.
Y la calle esta noche está mojada y roja como los ojos de la viuda
en la oquedad tremenda.
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