Nicolás Labarca
(Santiago, Chile 1986) Es estudiante de Licenciatura en Literatura Hispánica de la Universidad de Chile. Participó durante el año de 2007 en el taller de poesía "Códices" de la Facultad de Filosofía y Humanidades. Actualmente es colaborador del Encuentro Internacional "Poesía y Diversidades en América y España: perspectivas críticas en el bicentenario" y ayudante del "Taller de relectura y reescritura de La Araucana", ambos proyectos de la misma universidad. Ganador del primer lugar del concurso de la revista Grifo 2009, categoría poesía.
fábula de no: una fábula de no
Por Javier Bello
El poema, como la sed, baja a buscar agua. De puntillas, no quiere despertar a nadie, sale sin ser notado. Sabe que es una emanación, una solicitud reverberante, oye respirar lo ausente. Con sed ensaliva el barco, se da vuelta, se vacía entero en su propia boca, su paladar retráctil, reversible. Como presa se entrega, se abandona. Lame y relame, se zampa entero el anzuelo. Deja pozas, deja la piel, se deja hacer. Vierte, vuelca, entierra, desperdiga: éstos son los verbos. Alma en pena, pequeño prófugo, se va por ahí. Pero también destila, algo elabora y guarda, vigila lo que muda. Conversión de fuerzas, transubstanciación de materiales, alquimia del cuerpo: escamas, saliva, costras, grumos. Electricidad, tablas del aserradero. Auscultación y labor sobre sí mismo, testimonio de su propia factura. A veces muestra los dientes, amenaza, toma algo prestado. Hay hurto, delito, tibio crimen marossiano en la pelusa del bosquecillo. Nervioso, el poema muestra la hilacha. Aquí hay arrecife, dice. Se retira el oleaje. Entonces algo encuentra y, por delicadeza, lo olvida. La vida se pierde, la presa se desangra, helada. El aforismo se hace pedazos, esquirlas que el lenguaje no puede atrapar. Las persigue hasta el desfiladero. ¿Desembarco o desbarranco? La abstracción es palpable, el pie del pensamiento en la huella arcillosa. Va vestido de fuego. Seso y testículo arden. Es la hora de inyectar metal a la vena. Es la hora, diserta el impostor: ¿Hay un revés? ¿Existe un original? ¿Un doble? Lo que se estanca, empoza y permanece, se disfraza. El diente se quiebra en el diente. No es el mismo, quiere serlo, pero no puede engañarnos. La silueta se separa del traje. ¿Qué comes que adivinas? Adivina: se come a sí mismo. Miente, ejecuta, casca el aire, puede matar a palos. Es mi manera de ser, confiesa. Aserradero, sala de tortura, esta casa estuvo dedicada a la labranza y la muerte. Entierra mástil, provisiones, velas: un cementerio, un huerto. Construye con su cuerpo el barco para un viaje hacia dentro. Perforando las últimas resinas, cofres de hígado y pulmón: el re-conocimiento nunca se desprende de la carne. Cómo decir, entonces, con la lengua pegada a la lengua. Aporía de Pizarnik: explicar con palabras de este mundo/ que partió de mí un barco llevándome. El rumor lo ensordece. Suenan vértebras lijan/ retumba el clavado/ saca costras a ver/ qué queda. Muestra entonces/ lo que permite el bisturí// ser de fuera/ no de adentro. Las sustituciones lo ahogan. Quiere mirar por dentro ese adentro ese afuera ese afuera ese adentro ese afuera ese adentro ese afuera. La familia dispone la cena y él no pertenece, siempre en tránsito, la pena de extrañamiento. No importa, sus vísceras son hermosas. Codicia, quiere adornarlo, ponerle cascabeles, hacer joya del ser: órgano, entraña. Para que no se pierda, montaraz. Para que permanezca como ofrenda. A lo lejos, brilla el aroma del trauma. Arrastra un saco negro y una palabra radiante. Va hacia el cráneo y el padre. La encrucijada cruza la puerta, el mar, el bosque, el patio. Cuidado de irse por ahí, sendero no es sendero delicado. El viaje abre sus fauces, amenaza. Ocurre un lobo, una cigarra, así el poema. Es una fe, una utopía y una decepción: una desesperación. Un poema es una cosa que será. Un poema es una cosa que nunca es, pero que debiera ser. Un poema es una cosa que nunca ha sido, que nunca podrá ser. El viaje se perpetúa en el tedio. Los cuentos y el mar/ me cansan. Como una proyección en un cine vacío, sobre el mueble y puesta la mortaja/ pasan tibios trozos de costa. Antes de enfriarse el cadáver del paisaje, a la momia le brotan raíces/ manos imperfectas. Puerto Supe: en todo origen confusión, en cada casa incesto, en las piedras pacto. Ven aquí esta noche, pide. Apenas soltará su peste, su fábula de no querer, de no morir, su fábula de no. La crueldad ilumina el desastre: sóplame un nuevo lugar/ y destruirlo. Construir en el aire, sobre la humedad del aliento, su resoplido nos deja en el aire, en lo abyecto, lo precario, lo deletéreo. No quiere contarnos su vida, se exhibe y se esconde en el cómo. Lo que queda: un puñado de versos, una tensión desmesurada, hace mucho no vista. Su vestigio crítico: la mordida ácida contra la lepra dorada del neobarroco, a su vez la infección para esquivar el agobio del confesionalismo sin tapujos, síntoma de la pobreza de nuestra época. El poema, estos poemas, son la perla del cáncer.
Selección de poemas Nicolás Labarca
fábula de no (Santiago: cuadro de tiza ediciones, 2010)
. .. . .. .. .. . .. .. .. . . .. a javier bello
está enterrado en el patio
había muerto siempre
lo crucé un día
por vértice o vestíbulo
mientras sus branquias susurran en los pabellones
estelas de escamas
de espinas
voy hacia el cráneo y el padre
arrastro un saco negro
una palabra radiante
para saltar un muro
sus vísceras son hermosas
le pondremos cascabeles
lo miraremos por dentro
*
ven aquí esta noche
pasa a la habitación
prende una vela
voy a soplar un poco
mear un poco
soltar la peste apenas
hay fósforo en las dunas
lumbre en los dientes esta noche
esta noche
un trozo de carbón
algo de pus
un ardid puesto a cantar
su fábula de no querer
*
va de bajada al pozo
han encargado para beber
asoma
repasa un puñado de piedritas
entre bichos y liquen
juega a cascar el aire
la partida se ejecuta
la filigrana corta la espuma
a puntas de pie
proa ensaliva
volcando un paladar
*
cuidado de irse por ahí
sendero no es sendero delicado
destila escamas
suave saliva
tenues costras de sal
grumos de atollo
el cuerpo escarcha
lames
de una zampada
el anzuelo
*
con cuidado no sé
aullar no es lo mismo
un cuerpo no es lo mismo
cae espesa
agua que estanca
el diente se quiebra en el diente
*
entonces la puerta
cruza aserrín la ventolera
se seca
deja algunas pozas
deja la piel
crujen tablas a un costado
tengo madera tengo
puedo matar a palos
(sin embargo
este ejercicio de crueldad
no implica que sea necesario)
esta casa
en este aserradero
*
a manera de barco
confundió en principio
procesión de tablas
precisa herramienta
al comenzar la faena
suenan vértebras lijan
retumba el clavado
saca costras a ver
qué queda
carpintero pajarito o
martín pescador
en la obertura
decidiendo
pequeños modos de enterrar
mástil
provisiones
velas
*
bocado a bocado
la cena se dispone
qué comes murmura
qué adivinas en la mueca
(a veces miento
pero como sabes
es mi manera de ser)
muestra entonces
lo que permite el bisturí
ser de afuera
no de adentro
*
hora de inyectar metal a la vena
perforando las últimas resinas
cofres de hígado y pulmón
de inyectar además
un poco de agua fría
aún cuando licúen los enjambres
y disloque el fémur su lado brillante
unto los dedos en los pozos de lodo
los huecos son rojos
el calor animal
del hierro brota humo
sangrecita
hace arder el seso
también el testículo
*
sobre el mueble y puesta la mortaja
pasan trozos de costa
lima uñas
cabellos
tal a huesos o ramitas
raspa láminas
gusta de los cajones y la arqueología
a la espalda zurce
un cuaderno de colorear
un caligrama de polvo
sus vértebras
los cuentos y el mar
me cansan
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