Luis Bugarini
(Ciudad de México, 1978) publicará en breve su primer poemario, Hora líquida. Recientemente vio al luz su novela Estación Varsovia. También es autor de Álgebra y Perros de París, novelas aún inéditas. Mantiene la columna “Asidero” en Nexos y “Sinapsis” en Círculo de poesía.
Luis Bugarini es escritor y crítico literario. Realizó estudios de derecho y letras hispánicas en la UNAM y cursó el diplomado en la Escuela Dinámica de Escritores de Mario Bellatin. Igualmente, el Certificado en Teoría Crítica del Instituto 17. Textos suyos han aparecido en suplementos culturales del país—El Ángel, hoja por hoja, Crónica Cultural—, en revistas electrónicas—Círculo de Poesía, eSpiral—, así como en revistas como Letras Libres, nexos, Replicante o La Tempestad, tanto en su edición impresa como electrónica. Coordinó la sección "Libros" del suplemento cultural La Nave, que dirigieron Sergio González Rodríguez y Mauricio Montiel Figueiras.
Es autor de Álgebra (2006) y Perros de París (2009), inéditas. Trabaja en un volúmen de relatos, Término medio, y en los Ensayos imaginados.
Es colaborador de la revista nexos, en donde alimenta un blog hospedado en su página web: http://asidero.nexos.com.mx/
Instante 5
Abre
la mano:
libera la
estrella.
Reja
Tengo la palabra
que convoca
y nos llega
desde un mar remoto.
El insomnio es gratis,
la devoción abre la angustia.
El infeliz
se desangra
y la sepultura
es dolor vacuo.
Arde
la vocación
de lo único
posible.
Espesura
Se derrumba
el cimiento
que inaugura
un dolor de espalda.
Sabiduría
de cocina
que deriva
y culmina:
habitaremos
el ángulo
que conforta
al necesitado.
un fragmento de Cabuyero práctico, poemario aún inédito:
Cabuyero práctico (Fragmento)
[ x ]
vocaliza el petirrojo
y se eleva en el horizonte
el tenedor y la cuchara
murmullo que anuncia
el bloqueo del sol
me estreso más de la cuenta
porque sólo es un trabajo
humor, tranquilidad y genio
para los adversarios
no todo se encuentra perdido
si la distracción es solemne
por un futuro incierto
deberé pronto afiliarme
a la cuadrilla de tenues
al granizo que nos pone a prueba
pasión por vivir y conocer
en Turín cantaba por sopa
adolescencia de escupitajos
el Papa está muerto
y me atemorizo con facilidad
pues el destino fragmenta
la palabrería de salón
ese ángel de la guarda
es un detalle incandescente
y no baja la luz del sol
¿hacia dónde caemos?
se planea el día siguiente
en el aire de la caída libre
¿de dónde vienen las cosas?
avanzamos a tientas
y ya nos cuentan los días
respirar sin preocupación
saberlo no tranquiliza
los días vuelan inciertos
nadie preparó el salto
adormecer a los hijos
de manera paulatina
retirarles dolor y fiebre
adelantarse no ayuda
nadie experimenta
en caída ajena
pues lloramos en vilo
en la senda de los precios
que anhela el sometimiento
y la pobreza fiel de batallas
que se pierden sin suerte
no se fuga el escenario griego
faenas de la extinción
brillo que nos consagra y permea
en el escenario del fracaso
¿qué nos depara la vitrina?
es natural el deseo de vislumbre
el porvenir es otro día
abre la mañana y se extingue
el horizonte de nubes
visión del interés humano
por contener la rabia
del pensamiento posible
vivencia anónima de aire
manifiesto y esplendor perplejo
incidente de sentirse vivo
en el decoro de un aliento
que nos roba el vértigo
colgado por una música
que acontece al fondo
pero los ojos te traicionan
ganas de beber y fornicar
la mejor dama es ajena
cópula sin protecciones
inyección seminal a fondo
fusión atómica de abrazos
bestialismo que es decoro
la muerte cara a cara
bofetón al rostro del tiempo
hombres – palpitación en la cabeza
inmersa en la vanidad
del número que no sirvió
río que se desborda célibe
la orquesta se diluye
después del sonsonete
palabras que van y vienen
por la inclinación de la pluma
decreto el silencio en la urna
cadencia romana que huye
rimas que prepara el juez
abre la boca y mueve el bigote
pentagrama estelar
que circula petrificado
en un movimiento de reloj
que se altera sin mecanismo
color – vacuidad – sensatez
el cristal roto ya no es
trozo – aditamento – partitura
es una frontera sin valla
sobrevivir en el interregno
objeto depreciado sin coraje
detritus de un acto ciego
en las manos del insensato
es un arma y un silencio
peligra el diablo y la puta
también el ebrio y tu madre
banqueta y observatorio
asfalto tropical con margaritas
la gran ciudad es un perfil
del espejo y el asombro
anteojos que destellan presunción
transparencia, grito al mundo
pieza de ingeniería y belleza
arte funcional que logra
su espacio en ese margen
de perfección en el aullido
de sombras y sugerencias
ojos de piezas renegridas
logística del cuerpo
que dibuja su anticipación
en el acto que nos vence
indicios de novedad
destello sublime que nos altera
corre una lágrima por la mejilla
la grieta no se termina
andar hacia el borde
separar para restablecer
imágenes que se agolpan
en el sentido del destello
me encuentro con un fantasma
que me asegura ser tú
deja su huella en la copa
y el vino se transforma
en una cabeza que baja
olor lento de la ostión
que se mueve en el paladar
comisura de consejos
libreta para contener las dudas
pertinencia de vivir
en ese lenguaje con forma de diente
que muerde la noche
observo las manos
de los grillos pero tienen prisa
¿qué los atrae de la luz?
desaparición del objeto
la tienda es un museo
curaduría de consumibles
el elevador nos aprisiona
todos te miran de soslayo
por el color de la camisa
desconocidos y totales
Max Ernst nos observa
desde un eje de temor
morir de angustia los lunes
ojo que brota del precipicio
cuadro inmóvil sin cromatismo
desmemoria como vacuna
adorna la sala con recuerdos
mudanza hacia la otra esquina
optar por la disolución
de las consecuencias iniciales
¿no basta la experiencia?
escribir lo que se vive
rematar la fuerza de los giros
fugacidad que insulta
la configuración del mundo
en una costra de memoria
agarrada al tejido en vilo
mordedura que demuestra
la vida se derrite en las manos
corazón de la vivencia oculta
manifiesta saciedad que vaga
para organizar la muerte
y poner bisagras en la puerta
despertar al silencio y al eco
que se harta por no ser feliz
alcanzar la cima modélica
pulcritud – colmo – impaciencia
bostezar ante el mural
pues no extraña que la liendre
elija la sombra y la sangre
estrategia de rastreros
perros de lengua negra
desgracia llamar al rey
correr tan rápido como veraz
¡ocultar cabeza y oídos!
andar en bicicleta para huir
de la infelicidad satisfecha
nadas contra la resignación
ruina que nos asedia
mejillas redondas en el metro
usa el dinero para la nada
¿hay otro modo de coexistir?
el aire se trastorna en Bucarest
nombre de lugar mágico
de lumbre que no quema
todo es transparencia a lo lejos
el lodazal nos espera libre
pacto macabro para distinguir
al inevitable y perecedero
entregarnos al vicio y a la virtud
mueca de odio que se desmorona
palpita la circunstancia
de quien sufre delicadeza o candor
partir hacia la atmósfera que deriva
Etopeya vertical
varias decenas, varias centenas de acciones simultáneas, micro-acontecimientos, cada uno de los cuales implica posturas, actos motores, gastos específicos de energía:
Georges Perec, Tentativa de agotar un lugar parisino.
El espejo, la forma de mi cuerpo —que me contiene—, y todo aquello que no se ve pero existe con más consistencia que ese quimérico “yo”. Sigamos.
Mensaje en la contestadora.
Película de Gregg Araki.
Orinar en la calle y ensuciarse los zapatos.
Días que se van; noches que se quedan.
Errata en Narciso y Goldmundo de Herman Hesse, página 19.
Jaroslav Hašek ordenó, durante la guerra, “un número bastante elevado de ejecuciones”. El artista y la urgencia de sobrevivir en un mundo de cuentas que no se pagan solas. Palabras de su traductora.
Fito Páez, director de cine.
Píxeles en los genitales en la pornografía japonesa.
Ya no caben los libros en el estante. Se desbordan, tan dueños de su destino.
Pretendo utilizar las creaciones de Karlheinz Stockhausen como música de fondo, pero es una fuerza que se impone. Se yergue en medio de la sala y salta.
Documental sobre Maya Deren.
Cortos de Maya Deren.
Maya Deren: Eleonora.
Salgo a la tienda. Compro pan sin verificar su frescura.
Nunca he tenido gatos e ignoro si deseo su cercanía. La ignorancia es perniciosa.
Jean Cocteau era mejor dibujante que William Blake. Y más versátil.
Aprecio mejor las películas si estoy bebiendo, lo cual no me parece irónico.
Relectura de Las puertas de la percepción de Aldous Huxley. Me asombra su conocimiento de El libro tibetano de los muertos, que tengo en casa en una edición impecable.
La primera calada es todo el cigarro.
El ajedrez te provee de sexto sentido.
Escribo cinco libros al mismo tiempo, más éste que se me interpuso y exige atención. El registro es diferente en cada uno.
El artista tiene el deber de la excentricidad. Y que no se note.
Con más recursos a mi alcance, hubiera elegido el oficio del cine o la fotografía —qué duda.
Son los lugares que no conocemos los que nos alimentan la imaginación y no los otros, tan familiares.
Mirar el océano implica un reajuste. De ahí los suspiros.
El hallazgo de Berlin Alexanderplatz fue una larga inmersión de apnea. Cuando se agota el oxígeno y regresas angustiado a la superficie. Lo mismo sucedió con la lectura de La muerte de Virgilio.
En esta casa hay cintas magnetofónicas que ya no puedo reproducir. ¿A dónde va a parar aquello que dejamos de utilizar y no es basura en sentido convencional?
Hoy murió un familiar más joven que yo. Fue durante la noche, en el sueño. Te obliga a acelerar el paso en los pendientes.
Deren hizo cuatro viajes a Haití.
El olvidado Hesse y su interés por la filosofía oriental.
Imposible escribir con dolor de muelas. No me atendí a tiempo y la consecuencia es natural.
Me rodeo de objetos e imágenes. Los muros no admiten otro cuadro colgado.
¿Qué misterio habita en las plantas? ¿Por qué tantas personas las procuran? Compraré un cactus.
Encuentro una fotografía de una visita a Topolobampo.
Puedo escribir con más precisión con uno de mis perros cerca de mí.
Me entero que sufro de ataques de pánico y, en especial, de “parestesia”, cosquilleo en manos y brazos.
Hans Richter y Jean Vigo en el mismo día.
Tengo sueños que me hacen imaginar cómo sería no tenerlos.
Hay libros a la vista que he escrito para contarle una historia al lector. Ya me siento lejos de ellos.
Roncar es otra prueba de vida.
Tres tequilas, cuatro cervezas, cinco cigarros…
En una sala de velación creí distinguir el rostro de mi abuela, tal como la recordaba de niño. Acaso era ella y nada más.
Tengo pelos de perro en toda mi ropa.
Obras de Thomas Pynchon como libro-objeto, ilegible e intransitable.
Cualquiera puede escribir un libro, pero el derecho a ser leído se gana con la obstinación.
Me pregunto si la actividad cardiovascular afecta la práctica del zen, que exige control de la respiración.
Que no podamos experimentar la muerte sino hasta que sucede es lo mismo una perplejidad que una tentación permanente.
La lectura es una disposición interior, lo mismo que los celos.
Anales del acantilado azul (1128).
Suena un mariachi en la calle. Alguien cumplió años.
No disfruto los boleros. Es mejor olvidarse del amor.
El café mancha los dientes.
Rainer Werner Fassbinder y un recuerdo del Rin.
Franz Biberkopf: “el hombre necesita dinero”. Pierde un brazo.
No conocí los marcos alemanes.
Tengo una corbata idéntica a una utilizada por Hemingway. Guardé la fotografía.
Hacia una estética del capricho.
Empieza a llover, pero hay moscas. El mundo y sus misterios.
Me pregunto si tengo la fuerza necesaria para estrangular a una persona. Quizá a una mujer muy delgada.
La vida es un camino a la deformidad y, no obstante, es la certeza que nos anima.
No viviré la experiencia de afiliarme a un partido político.
Una borrachera ofrece la ocasión de refundarnos, como cualquier otro evento de la vida.
Geoffrey Firmin: “el infierno es mi hábitat natural”.
Difícil imponerme un orden para las lecturas. Libros se abren y cierran, al azar, repartiendo líneas de felicidad.
La tentación experimental es invencible.
Resistir a la pachorra del tiempo.
Fermat era un matemático aficionado.
Quien se suicida con hijos pequeños jamás mereció la vida.
Proyecto: combinar álgebra con geometría. Estatus: ya se hizo antes.
Disimular el color de los objetos móviles.
Se fracturó mi relación con el sueño. Los ansiolíticos me acompañan de manera permanente, aunque me intranquiliza reconocerme incapaz de conciliarlo de manera natural.
Conjeturar es el verbo.
La ceniza y el polvo terminan por confundirse. Acaso terminan enamorados.
Los perros jamás especulan.
Es posible generar objetos a partir de la dispersión. La obra de Walter Benjamin lo prueba.
Escribir sobre Aldous Huxley.
Vittore Carpaccio y su San Jorge y el dragón.
Ya me pasa que no recuerdo haber escrito tal o cual línea.
Referir que una persona es un escritor “tardío” implica haber resuelto la naturaleza del tiempo. Deslealtades de las cronologías.
El vuelo de un pájaro me sugirió la forma de un libro.
Todo me admira y me consterna. Todo se nos fuga de las manos.
Tiendo a pensar que un matemático es mejor poeta.
El lenguaje colisiona a partir de categorías que determinan nuestro día a día.
Toda ruptura deriva hacia otra confluencia.
La relación con los libros se construye. No difieren de una persona.
Leibnitz fue acusado de plagio. Nadie se salva.
Las grandes ideas subsisten a través de los discípulos.
“Los síntomas son restos de ideas traumáticas”, leo.
Hay sabiduría en el niño, qué duda cabe.
Prometí una nota sobre José Luis Borau y sólo conozco una de sus películas.
Escribí sobre César Aira para detectar qué tan cerca estamos en intención estética. Intuía la proximidad, pero el resultado fue un golpe de luz.
La Torre Gauss está en Dransfeld, Alemania.
Aún no se resuelve el enigma de los puentes de Königsberg.
La curiosidad es el combustible de los días.
He prometido más notas de las que puedo escribir. Me veo obligado a repetirme aunque no siento remordimientos.
Descubro la historia de las matemáticas como fuente de hipótesis y conjeturas. Algo similar a lo que encontró Borges en la historia de la filosofía.
Me reencuentro con la poesía visual, luego de considerarla un juego de palabras azarosas. La intento, incluso. Dibujar con palabras.
Avanzo con la lectura de mis libretas y, de pronto, encuentro una línea que me convence.
El timbre del teléfono ya me azora. Pierdo entereza y seguridad de mí mismo.
Hay días en que la elección de la corbata es el único placer del día. Así de tristes.
Extraño las motocicletas. Acelerar.
Se saturó mi correo electrónico y tuve que borrar miles de entradas del buzón. Ahí se fueron años de historia personal.
Un galerista me vende dos litografías de José Luis Cuevas sin certificado de autenticidad. No los compro.
He escrito mucho más libros de los publicados.
Antes de mis treinta y cinco años publiqué cuatro libros.
Me familiarizo con el tarot.
Arcano mayor.
Arcano menor.
Yo, de nuevo.
Lo más divertido de escribir libros es llegar a su título.
Aprender a escribir en cualquier entorno es una garantía de sobrevivencia.
¿La humildad es inherente al artista? Tiendo a pensar que no. Es atributo del santo.
En una libreta encuentro aquel “Preludio de París”: balance de la visita más reciente.
Atenienses y espartanos por todas partes.
Tardes con libros de poesía concreta.
Encuentro un detalle insólito en La tumba de Hutten de Caspar David Friederich, pero no lo comparto.
Hallo la palabra “economato”, que desconocía.
Deberíamos tener acceso a la amnesia y regresar a placer. Estamos muy limitados respecto de experiencias al límite. De ahí que todo nos sorprenda al grado del asombro.
Siempre que descubro algo llegó a la conclusión de que debí haber estudiado eso. No dura demasiado.
Me asumo melancólico. No es fácil. Colinda con la depresión permanente.
Exilio interior. Desarraigo.
Jean-Luc Godard interviene sus propias películas. Historia(s) de cine.
Semanas de locura. Apenas puedo escribir. Las palabras se alejan.
Retomo el interés en la poesía concreta.
Ceno un vaso con leche, únicamente.
Al fin llegó El libro de los pasajes de Walter Benjamin.
Se problematiza distinguir entre los diálogo que suceden en el sueño y en el mundo de la vigilia.
Compré un sombrero sin saber por qué.
Llegan libros y más libros a esta casa.
Se me van las horas del día en lograr que no le falte nada a la familia.
Películas de Pen-Ek Ratanaruang.
Intenté hojear el periódico y no pude terminarlo. La realidad se aleja.
Entusiasmo con la escritura conceptual. El desenfado es magnético. Asesinar a la expresión.
El misterio de la imagen no termina.
Me queda el cine como refugio para estos días negros.
Ahí sucede el enigma.
La palpitación.
Esto que no termina y obliga a la contención.
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