LI PO
LI PO o Li BAI (chino: 李白, pinyin: Lǐ Bái, Wade-Giles: Li Pai) (701-762) fue un poeta chino considerado el mayor poeta romántico de la dinastía Tang. El carácter 白, pronunciado bái en mandarín moderno, tenía en el pasado una pronunciación alternativa bó, motivo por el cual su nombre se transcribía antiguamente como Li Po, representación según el sistema Wade-Giles de esta pronunciación obsoleta.
Conocido como el poeta inmortal, se encuentra entre los más respetados poetas de la historia de la literatura china. Aproximadamente mil poemas suyos subsisten en la actualidad. El mundo occidental introdujo los trabajos de Li Bai a través de muy liberales traducciones de versiones en japonés de sus poemas, realizadas por Ezra Pound. Li Bai es mejor conocido por su imaginación extravagante y las imágenes taoístas vertidas en su poesía, a la vez que por su gran amor a la bebida. Al igual que Du Fu, Li Bai pasó gran parte de su vida viajando, situación que se pudo permitir gracias a su relajada situación económica. Se dice que se murió ahogado en el río Yangzi, habiendo caído de su bote al intentar abrazar el reflejo de la luna, estando bajo los efectos del alcohol.
"En la noche tranquila"
静夜思 jìng yè sī Pienso en la noche tranquila
床前明月光 chuáng qián míng yuè guāng delante de la cama la luna brilla
疑是地上霜 yí shì dì shàng shuāng encima de la escarcha está la duda
舉頭望明月 jǔ tóu wàng míng yuè miro arriba y hay luna llena
低頭思故鄉 dī tóu sī gù xiāng miro abajo y añoro mi tierra
Li Bai o Li Po, contemporáneo de Wang Wei, fue el hijo de un mercader rico. Su lugar de nacimiento es incierto, pero un candidato es Suiye en Asia Central (en las cercanías del actual Tokmak en Kirguistán). Cuando tenía solo cinco años de edad su familia se mudó a Jiangyou, cerca de la moderna Chengdu en la provincia de Sichuan. Fue influenciado por el pensamiento confuciano y taoísta, pero finalmente su herencia de familia no le permitió grandes oportunidades dentro de la aristocrática dinastía Tang. A pesar de haber expresado su deseo de convertirse en funcionario, no se presentó al examen de servicio civil chino. En cambio, a la edad de 25 años, se dedicó a viajar por China, desarrollando una personalidad salvaje y libre, muy al contrario de las ideas prevalecientes de un caballero confuciano correcto. Esta imagen fascinó tanto a los aristócratas como a la gente común y Li Bai fue finalmente presentado al emperador Xuan Zong en 742.
Le fue otorgado un cargo en la Academia Hanlin, que formaba a intelectuales expertos para la corte imperial. Li Bai permaneció durante menos de dos años como poeta al servicio del emperador, pero fue finalmente despedido por una indiscreción desconocida. En consecuencia, vagó por China durante el resto su vida. Conoció a Du Fu en el otoño de 744 y lo volvió a encontrar el año siguiente. Éstas fueron las únicas ocasiones en que se encontraron, pero su amistad siguió siendo muy importante para Du Fu (una docena de sus poemas hacia o acerca de Li Bai existen aún, comparados con solo uno de Li Bai a Du Fu). En el momento de la rebelión de An Lushan se involucró en una revuelta subsidiaria en contra del emperador, aunque no se conoce con seguridad en qué medida se trató de una acción voluntaria -Li Bai supo mantener una posición ambigua mediante la elaboración de poemas que no determinaban claramente su postura hacia los sublevados-. El fracaso de la rebelión tuvo como consecuencia su segundo exilio hacia Yelang. Fue absuelto antes de que el tiempo de su destierro terminara.
Li Bai murió en Dangtu, actual Anhui. Algunos eruditos creen que su muerte fue el resultado de un envenenamiento por mercurio después de un largo historial de consumo de elixires taoístas para la longevidad, mientras que otros creen que murió por envenenamiento con alcohol. La leyenda romántica sobre la muerte de Li Bai habla del fallecimiento de un poeta, cuando una noche paseaba en barca, ebrio, y se lanzó al agua para abrazar el reflejo de la luna, ahogándose.
POEMAS DE LI PO
¡Cuánto amo el monte Tong! Es mi alegría.
Pasaría en él cien años sin pensar en la vuelta.
Me gustaría danzar agitando mis mangas
y, de una sola vez, rozar todas las copas de los pinos.
A mi amor lejano
Cuando estabas, las flores llenaban la casa.
Y al aire, dejaste el lecho vacío.
La manta bordada, doblada, permanece intacta.
Tres años ya han transcurrido,
pero tu fragancia no se disipa.
¿Dónde estarás, amor mío?
Te añoro, y de los árboles caen hojas amarillas
Lloro, y sobre el verde musgo brilla el rocío.
Conversación en la montaña
¿Me preguntas por qué habito
en estas colinas verdes jade?
Yo sonrío. No hay palabras para expresar
el sosiego de mi corazón.
¡Que fascinante la flor del melocotón
arrastrada por la corriente del agua!
Aquí vivo en otro reino
más allá del mundo de los hombres.
Un día de verano, en la montaña
Agito suavemente un abanico de plumas blancas,
sentado, la camisa abierta, entre las hojas verdes.
Me quito el sombrero y lo cuelgo de un saliente en la roca;
Desde los pinos la brisa se desliza
sobre mi cabeza desnuda.
Nostalgia en una noche silenciosa
La luna, sobre mi lecho sus luces proyecta.
Me parece escarcha sobre la tierra.
Contemplo la luna al levantar la cabeza,
y, al bajarla, añoro mi aldea natal.
Visita infructuosa a un taoísta de la montaña Dai Tien
En medio del murmullo del arroyo ladra un perro.
Tras la lluvia se abren con vigor flores de durazno.
En lo más hondo del bosque, corre uno que otro ciervo.
Y junto al agua, ya es mediodía, aún no oigo campanadas.
Cortinas de bambúes separan las densas nieblas,
y de la esmeralda cumbre pende una cascada.
Nadie sabe adónde ha ido el ermitaño.
Triste descanso, recostado en un pino.
del libro “Segunda antología de la poesía china” Marcela de Juan.
Me preguntáis por qué estoy aquí, en la montaña azul.
Yo no contesto, sonrío simplemente, en paz el corazón.
Caen las flores, corre el agua, todo se va sin dejar huella.
Es éste mi universo, diferente del mundo de los hombres.
Al viento favorable, el navegante de los mares leva el ancla y emprende un largo viaje.
Pronto se pierde hasta su estela cual pájaro en el cielo.
En el azul del cielo clava sus pabellones
el inmenso palacio.
Los dragones de oro escoltan las columnas
brillantes como estrellas.
Detrás de la cortina, ligeramente alzada,
festejan las doncellas al soberano sol.
Y sus gráciles manos arrancan armonías a las cuerdas
y a las piedras sonoras.
Esta noche duermo en el templo erigido
en la cumbre del Monte Sagrado.
Desde aquí podría coger las estrellas con la mano.
No me atrevo a elevar la voz en este silencio
porque temo turbar a los moradores del cielo.
Toma vuelo hacia Oriente una cigüeña por encima del mar.
Sin rumbo, sin cuidado, sin fatiga.
Los inmortales me reclaman con su canto vibrante.
Para esperarme con paciencia, se encaraman en árboles de jade.
Una jarra de vino entre las flores.
No hay ningún camarada para beber conmigo,
pero invito a la luna,
y, contando a mi sombra, somos tres....
Mas la luna no bebe,
mi sombra se contenta con seguirme.
Tardaré poco en separarme de ella;
¡la primavera es tiempo de alegría!
Si es la vida un gran sueño,
¿para qué atormentarse?
Yo bebo todo el día.
Cuando me tambaleo,
me duermo al pie de las columnas,
despierto bajo el sol;
oigo cantar un pájaro oculto entre las flores.
¿Qué hora será?
El viento de la primavera
difunde la canción del ruiseñor.
Me siento conmovido y pronto a suspirar,
más me sirvo otra copa.
Y canto yo también como los pájaros.
Cuando la noche llega a relevar al sol,
se agotan mis canciones,
mas he perdido ya de nuevo
la sensación de lo que me rodea.
¿Cuánto podrá durar para nosotros el disfrute del oro, la posesión del jade?
Cien años cuando más: éste es el término de la esperanza máxima.
Vivir y morir luego; he aquí la sola seguridad del hombre.
Escuchad, allá lejos, bajo los rayos de la luna, al mono,
acurrucado y solo,
llorar sobre las tumbas.
Y ahora llenad mi copa: es el momento de vaciarla de un trago.
Por la maña chapoteo en un morado mar de lino.
Por la noche, me envuelvo en nubes rojas.
Cojo una rama del divino árbol
y abanico con ella el sol poniente.
Tendido en una nube recorro el universo.
Tengo mil años y mi cara tersa está como el jade.
Ingrávido, flotando en un mundo muy alto e infinito,
me prosterno y saludo al rey del cielo.
Me llama a sí y me manda visitar sus sagrados imperios
y me ofrece un transparente líquido en una taza de jade.
El ágape ha durado dos mil años del calendario humano.
¿Para qué tornar ya al país donde nací?
No: siempre he de seguir al viento que no cesa;
navegaré sin rumbo y a placer por el vacío del cielo.
El pescador en un día nevado¡Ah, qué corto es el día!
y aun cien años son nada.
El firmamento azul asciende al infinito
y el tiempo es sólo inacabable lucha con los elementos.
Maku, reina de los inmortales, ostenta sus eternos moños,
pero en ellos abundan los cabellos de nieve.
Y el rey del cielo, al ver a las vírgenes de jade,
ríe a carcajadas, mil, diez millones de veces.
Y yo intento enganchar los seis dragones al carro solitario para subir a Oriente.
E invitaré a los dragones a beber un exquisito vino
en la Osa Mayor, inmensa copa;
no busco la riqueza, no busco los honores:
puesto que soy mortal, sólo pretendo vivir en juventud.
El que vive es un viajero en tránsito,
el que muere es un hombre que torna a su morada.
Un trayecto muy breve entre el cielo y la tierra,
¡Ahimé!, y ya no somos más que el viejo polvo de los diez mil siglos.
El conejo en la luna busca en vano el elixir de la vida.
Fu Sang, el árbol de la inmortalidad, se ha desmoronado en un montón de leña.
El hombre muere; sus blancos huesos enmudecen
cuando los verdes pinos sienten el retorno de la primavera.
Miro hacia atrás y suspiro; miro hacia delante y suspiro.
¿Hay algo sólido en la vaporosa gloria de la vida?
I
Ni el agua que transcurre torna a su manantial,
Ni la flor desprendida de su tallo
vuelve jamás al árbol que la dejó caer.
II
Aquí la morada antigua del rey de Wu;
libre crece la hierba hoy sobre sus ruinas.
Más lejos, el inmenso palacio de los T´sing, antaño tan suntuoso y tan temido.
Todo eso fue y no es, todo llega a su término.
Los hechos y los hombres viajan hacia el morir,
como pasan las aguas del Río Azul a perderse en el mar.
III
Fugitivo relámpago es la vida,
que apenas si da tiempo a sentir su pasar.
Inmutable es la faz de la tierra y del cielo;
mas cuán súbito el cambio de nuestro propio rostro.
Del libro “Poesía China Elemental”y "Li Po: Cien poemas" de Guojian Chien.
Sentado, solo, en la montaña de Jingting
Se pierden en el cielo pájaros en bandada.
Perezosa, la última nube se aleja.
Oh montaña, eres mi única compañera.
Ni a ti ni a mí el mirarnos nos cansa.
Balada de Qiupu
Mide mil varas mi blanco cabello,
y mis tristezas son igual de largas.
Ante el brillante espejo, no comprendo
de dónde viene esta otoñal escarcha.
Respondiendo desde la montaña
Me preguntas por qué vivo
en la montaña esmeralda.
Sonrío callado,
corazón en calma.
Las flores de duraznos
que se lleva el arroyo
me abren un mundo nuevo:
otra tierra, otro cielo.
Inscrito en el templo de la cumbre
Paso la noche en la cumbre, en el Templo.
alzando la mano palpo las estrellas.
Mas no me atrevo a levantar la voz: temo
molestar a los moradores del cielo.
Alegría del viajero
El viajero cabalga al viento,
que lo lleva a lejanas tierras,
como un ave que emprende el vuelo
sin dejar en el cielo ni huellas.
Escuchando a Jun, el monje de shu, tañer su laúd
El monje de Shu desciende,
con su laud bajo el brazo,
al oeste del monte de Emei.
Apenas pone sobre las cuerdas sus manos,
oigo un coro de mil pinos en los barrancos.
Las aguas que fluyen purifican mi alma.
El eco se funde con las campanadas
del templo cubierto de escarcha.
No advierto el ocaso que cae
en los montes de jade,
ni que se hacen plomizas
las nubes otoñales.
Balada corta
¡Qué cortos son los días!
Raudos pasan cien años,
aunque llenos de sufrimientos.
La bóveda celeste, un mar sin límites.
El mundo, viajero que ha recorrido
un espacio de miles de siglos.
Ma Gu, la legendaria inmortal,
ve sus cabellos ya escarchados.
El Dios del cielo ha soltado millones de carcajadas
en juegos con sus doncellas de jade,
riéndose de sus desaciertos.
Deseo atrapar los seis dragones
que tiran del carro del sol,
para que me lleven a Fushan,
lugar de origen de éste.
Oh, dragones, les voy a servir,
con la Osa Mayor, un vaso de vino.
quiero que beban,
no por mi prosperidad o riqueza,
sino por que no pasen
los años por mí ni para mí.
Difícil el camino
El vino de mi copa dorada
vale diez mil monedas,
y los manjares de mis platos de jade,
otro tanto,
pero no los puedo tomar:
abandono la copa y los palillos.
Desenfundo mi espada
y miro alrededor
perplejo y confundido.
Quiero cruzar el río Amarillo,
pero está congelado.
Quiero escalar el monte Taishan,
pero las nieves nublan el cielo.
Ocioso, me siento a pescar
en un arroyo diáfano.
De pronto, sueño que llego,
en una barca, a la capital.
¡Qué difícil es el camino!
¡Qué arduo el sendero!
¡Qué numerosas las encrucijadas!
¿Cómo voy a encontrar la salida?
Más, algún día, navegaré viento en popa,
Balada de Lu Shan, dedicada al censor Lu Xuzhou
Desde siempre, soy un hombre altivo de Chu,
que se burla de Confuncio
con una balada irónica.
De madrugada, empuñando
un bastón de jade verde,
abandono el Pabellón Grulla Amarilla.
Busco entre los Cinco Picos
el arcano de la inmortalidad,
recorriendo una enorme distancia.
Toda la vida he anhelado
pasear por montañas legendarias.
Lu Shan se yergue seductora
al sur de la Osa,
velada por nueve biombos
de nubes coloreadas.
Su silueta se hunde en la laguna,
que refleja sus lados sombríos.
Frente a la Puerta Dorada,
se alzan dos altos picos.
En el arroyo plateado,
el puente Tres Rocas se encuentra
con la lejana cascada Incensario.
Verdean riscos y precipicios,
cuyas sombras y nieblas rosadas
iluminan el sol de la mañana.
Ni las aves pueden pasar
por estos cielos de Wu.
Trepando a la cumbre, contemplo
el majestuoso panorama
del cielo y de la tierra.
El infinito río corre hacia adelante
para jamás volver.
Nubes amarillas flotan
y recorren un largo espacio.
Nueve corrientes de ondas blancas
parecen dimanar de un monte nevado.
Lu Shan me regocija el corazón.
Me alegra dedicarles una balada.
Ocioso, contemplo el "Espejo de la Roca",
y se purifican mis pensamientos.
Las sendas recorridas por Xie
están cubiertas de musgo.
He ingerido la droga taoísta
de la inmortalidad,
y se han extinguido las llamas de mi alma.
Dominada del todo mi mente
y alcanzada la vía,
vislumbro a los inmortales
entre nubes multicolores:
con la flor de loto en la mano,
se dirigen a la Ciudad Celeste.
Tengo una cita con ellos
más allá del mundo.
Quisiera dar un paseo junto a Lu Ao
a través de la paz del firmamento.
Las siguientes versiones de los poemas de Li Bai son de Guojian Chen (Cholon, Vietnam, 1939) reconocido hispanista, escritor y traductor español de ascendencia china. Residente en China desde 1948 y profesor de Español en su alma mater, la Universidad de Pekín. Durante 1981 cursó estudios en El Colegio de México.
***
Li Bai (Shuiye, China, 701 – Dangtu, 762) Poeta chino considerado el mayor poeta «romántico» de la dinastía Tang. Conocido como el poeta inmortal, se encuentra entre los más respetados poetas de la historia de la literatura china. Aproximadamente mil poemas suyos subsisten en la actualidad. El mundo occidental introdujo los trabajos de Li Bai a través de muy liberales traducciones de versiones en japonés de sus poemas, realizadas por Ezra Pound. Li Bai es mejor conocido por su imaginación extravagante y las imágenes taoístas vertidas en su poesía, a la vez que por su gran amor a la bebida.
Al igual que Du Fu, Li Bai pasó gran parte de su vida viajando, situación que se pudo permitir gracias a su relajada situación económica. Se dice que se murió ahogado en el río Yangzi, habiendo caído de su bote al intentar abrazar el reflejo de la luna, estando bajo los efectos del alcohol.
La vida es un largo sueño.
¿para qué abrumarla con fatigas?
Por eso todo el día estoy ebrio.
Bebiendo solo bajo la luna
Rodeado de flores, libo solo,
ante un jarro de vino.
Alzando la copa, convido a la luna.
Con mi sombra, somos tres.
Aunque la luna no puede beber,
y mi sombra en vano me sigue,
las tomo por compañeras transitorias.
¡Divirtámonos antes de que pase la primavera!
Canto, mientras la luna pasea.
Bailo, mientras mi sombra vacila.
Antes de mi embriaguez nos solazamos juntos.
Cuando estoy ebrio, se deshace nuestra compañía.
¡Oh luna! ¡Oh sombra! Seréis mis inmortales amigas.
Ya nos reuniremos algún día
en el cristalino mundo de las estrellas.
Contemplando la cascada de la montaña Lu Shan
El sol enciende el Incensario,
que exhala un vapor violáceo.
Lejos una cascada
cuelga de la montaña.
En un vertiginoso vuelo
rueda mil pies hacia abajo.
¿Estará la Vía Láctea cayendo
de lo más alto del cielo?
Despedida en una taberna de Jinling
Las flores de los sauces
se mecen con la brisa
e inundan la taberna de fragancia.
Mis jóvenes amigos de Jinling
vienen a despedirme.
Una hermosa doncella nos escancia el licor.
Entre «adiós» y «adiós»,
apuramos una copa tras otra.
Preguntad, ¡oh amigos!, al gran río que corre hacia el este:
¿qué acabará primero, su curso o mi añoranza?
Graznidos nocturnos de los cuervos
Amarillas nubes flotan
encima de las murallas.
Los negros cuervos que tornan
graznan sobre las ramas.
Tras la nebulosa cortina,
murmura la joven esposa,
sumida en la melancolía.
Abandona la lanzadera,
y añora al amado que corre tierras remotas.
De noche, sus lágrimas caen cual lluvia
en la soledad de su alcoba.
Balada de las estaciones
Primavera
A la orilla azul del agua,
la doncella Lo Fu, del país Qin,
recoge moras.
Sus manos blancas brillan
entre las verdes hojas.
Bajo el fulgor del sol,
luce aún más radiante su ropa de grana.
«Tengo que irme —dice—,
mis gusanos de seda tienen hambre.
Y usted, con sus cinco caballos,
no demore en volver a casa».
Verano
En el extenso lago del Espejo,
los lotos florecen alegremente.
Es mayo. La bella Xi Shi los recoge.
En ambas orillas, se aglomera
una multitud para contemplarla.
Su barca regresa
sin esperar el claro de luna
y se desliza
hasta el palacio del rey de Yue.
Otoño
La ciudad de Changan se baña en luces de luna.
Se golpea la ropa en miles de casas.
La brisa otoñal no puede barrer.
Las añoranzas del Paso de Jade.
¡Ay! ¿Cuándo derrotarán a los invasores tártaros?
¿Cuándo tornará el amado del campo de batalla?
Invierno
Mañana partirá el correo a la frontera.
Ella cose toda la noche un abrigo de soldado.
Trabajando con la frígida aguja,
sus finos dedos están helados,
y apenas pueden manejar las tijeras.
¡Ay! ¿Cuándo llegará el envío a manos del amado?
***
Nostalgia en primavera
Las hierbas de Yen
son hilos de seda esmeralda.
El peso de las hojas
inclina las verdes ramas
de las moreras de Qin.
Mi corazón anhelante ya está destrozado.
Y sólo ahora piensas tú, mi amor,
tornar a casa.
¡Oh viento de primavera!
Tú, que eres un extraño,
¿por qué levantas
mi cortina de raso?
La luna en el paso montañoso
Entre un mar de nubes y neblinas,
la luna surge del Monte Celeste.
El viento recorre miles de leguas
y azota el Paso de jade.
Guerreros chinos marchan por el Blanco Camino.
Tropas tártaras merodean el Lago Azul.
De esos campos de batalla nunca ha regresado nadie.
Los recién llegados, triste el rostro, contemplan la frontera,
pensando en el hogar,
en las que suspiran y lloran esta noche,
en la soledad de sus aposentos.
Difícil el camino
El vino de mi copa dorada
vale diez mil monedas de cobre,
y los manjares de mis platos de jade,
otro tanto.
Pero no los puedo tomar:
abandono la copa y los palillos.
Desenfundo mi espada
y miro a mi alrededor
con el corazón perturbado.
Quiero cruzar el río Amarillo,
pero está congelado.
Quiero escalar el monte Taishan,
pero las nieves nublan el cielo.
Ocioso, me siento a pescar
en un arroyo diáfano.
De pronto, sueño que llego,
en una barca, a la capital.
¡Qué difícil es el camino!
¡Qué arduo es el sendero!
¡Qué numerosas son las encrucijadas!
¿Cómo voy a encontrar la salida?
Mas, algún día, navegaré viento en popa,
y atravesaré el inmenso océano.
A mi amor lejano
II
¿Dónde está mi pabellón verde?
Está entre las nubes azules.
Un río de otoño cuelga
de su mágico espejo.
La brisa de primavera
agita mi traje de seda.
Bien ataviada, me siento
frente al sol poniente.
Melancólica, contemplo
mi alcoba solitaria.
Te envío mis añoranzas en una carta;
si pudiéramos ser una pareja de aves
que vuelen siempre juntas.
VI
El río Chu me separa de ti.
Las hierbas de la primavera
reverdecen las riberas del río Amarillo.
Mis nostalgias no cesan de día ni de noche.
Impetuosas, se convierten en olas
que se precipitan hacia la mar.
Anhelo verte,
pero no puedo.
Tengo que conformarme con enviarte, a ti,
mi lejana belleza, una lágrima.
XI
Cuando estabas, las flores llenaban la casa.
Al irte, dejaste el lecho vacío.
La manta bordada, doblada,
permanece intacta.
Tres años ya han transcurrido,
pero tu fragancia no se disipa.
Te añoro, y de los árboles caen hojas amarillas.
Lloro, y sobre el verde musgo brilla el rocío.
Cacería
Los jóvenes de la frontera
pasan su vida sin leer una letra.
No saben sino cazar,
orgullosos de su agilidad y presteza.
En otoño sus caballos tártaros,
fuertes, necesitan pastos.
Entonces montan sobre ellos,
soberbios y raudos relámpagos.
Sus látigos dorados
acarician la nieve silbando.
Medio ebrios, llevando sus halcones,
se van a las afueras.
Tensan sus arcos,
y nunca yerran el blanco.
Al lanzar una flecha,
caen dos grullas juntas.
Al borde de la laguna,
los espectadores quedan boquiabiertos.
Su bravura y valentía
estremecen el desierto.
Encerrado entre cortinas
hasta que blanqueen sus cabellos,
¿cómo podrá el inútil letrado
igualarse a los caballeros?
Delante del vino
Vino de uva… Copa de oro…
Una doncella de Wu de quince años
llega sobre un airoso caballo.
Sus cejas están pintadas de negro,
y sus zapatos son de satén rojo.
Habla con una pronunciación extraña,
pero canta con una voz que acaricia.
En el espléndido festín,
se embriaga en los brazos de mi amigo.
Y, bajo el toldo color rosa,
éste no sabe qué hacer.
No inspiración
La brisa otoñal refresca.
La luna brilla.
Las hojas caídas,
amontonadas, se mueven.
El cuervo, ya recogido,
sale asustado de su nido.
¿Dónde estarás, mi amor?
¿Cuándo volveré a verte?
¡Ay! Esta noche me duele el corazón.
Nostalgias otoñales
Las montañas de Yanzhi
se visten de hojas amarillas.
Una mujer joven,
desde la terraza Baidian,
contempla el cielo
cuajado de un mar de nubes oscuras:
el otoño ha llegado a la verde estepa.
¡Mirad, tropas tártaras se agrupan
en la arenosa llanura!
Nuestro mensajero torna presuroso
para anunciar la noticia.
«Ay, cuando regrese mi esposo de la guerra,
hallará, triste, marchita mi belleza».
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