JORGE ANTONIO GARCÍA PÉREZ
Maestro, Escritor y Narrador Oral, Progreso, Hidalgo, México, 1956. Premio Nacional CREA en CUENTO, POESÍA, DECLAMACIÓN y TEATRO PARA NIÑOS (1986). Becario: del Centro Mexicano de Escritores del INBAL (1987), CECULTAH (1994 y 2004) y GENTE DE PALABRA (1988 y 1990). Libros: La Lotería Hidalguense (1988) Los pájaros duermen en el suelo (Cuentos), Meztli, (Poesía), Canciones para detener el mar (Poesía), Camino a Birikuta (Poesía, Premio Efrén Rebolledo 2006, México) Poemas para niños: Dos corazones, (publicado en EE UU), Cuentos para niños: La Chata, Este es el punto, dijo Euclides, Ayelén y los conejos de colores, Ayelén y la caja de colores, Novelas: Amor entre letras y Sheila, Semáforo de medianoche. Ha musicalizado más de 200 poemas para niños y grabado 12 CD`s. Incluido en el libro y CD Latinoamérica en Voces (II) Colección Abran Cancha, en Argentina (2008). Invitado virtual de la cátedra Gretel, de Barcelona. Fundador del Centro Educativo CALIPEDIA JEAN PIAGET. Creador de la modalidad bilingüe de títeres RETABLO ÑHÂHÑÚ. Creador del concepto MATROLITERATURA, para bebés de 1 a 6 años. Siete bibliotecas escolares en Hidalgo llevan su nombre. Además de México, ha mostrado su trabajo en 14 países: Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Perú, Colombia, Ecuador, Costa Rica, Nicaragua, Guatemala, Cuba, EE UU, Puerto Rico y República Dominicana. Formador de docentes, figura en el libro Educar es el camino (biografías de 200 maestros eméritos de México, prologado por el Presidente de México). Director Fundador del Festival Internacional de Narradores Orales CUENTO A CUENTO, MANO A MANO, en Hidalgo, México. A partir de Julio 2013, animador principal del Programa Televisivo MESTER DE JUGLARÍA y próximamente MESTER DE JUGLARÍA RADIO en Hidalgo, 98.1, HIDALGO.
DESDE ISLA NEGRA
En estas rocas, la pasión del mar pinta toda su sombra
con los vegetales le dan nombre a esta playa,
la comuna de Tabo donde el poeta construyó su refugio.
Imagino las huellas y los ojos de Matilde contemplando el mar,
o esta mies sepia coralina que se llama arena,
apenas machacada por mis huellas
en esta isla -que no hay tal pero que ya me esperaba.
Nadie más ahora que mi soledad sobre la roca oscura frente al mar,
buscando las palabras, una pronunciación que rasgue,
que escriba sobre una escultura de siglos como sobre un acantilado.
Es así: nos encontramos solos en la búsqueda de Dios.
Para eso la distancia, para eso el viento, el vagabundear al pairo,
la barquita de pescadores que ruega al marycielo por el pez de cada día,
esa niña que parece que se comen el oleaje y sus bravuras.
Ya el mar ha trazado su inmenso camino de sal y agua,
su infinito concierto sexual contra las rocas.
Vine aquí a testimoniar que todo amor
se rompe siempre en un brutal exceso,
en caricia total como esta que se estrella frente a mis ojos,
que retiembla en mi corazón, en mis oídos hoy lejanos
y estremece la mano y el pecho sonando en estas letras. ¿Ya le escuchas?
Toda ternura es hoy pulida arena, lasca fina -o fiera, qué más-
que desmoronan los besos del amar, de la mar que canta.
Toda amargura es señal del que navega.
¿Por qué la roseta de los vientos tan negra si aún es mediodía?
Hace treinta y tantos años yo te encontré, poeta, aquí, desde ese libro.
Hoy vine a ceremoniar nuestro reencuentro.
Tenía que ser el día, la hora y la soledad de encontrarme con tu isla,
Aquí, en la casa de las olas, en la casa de las odas,
donde se encuentran y se pierden mis canciones y mis pasos.
¿Quién me trae ese viento generoso
y me cobija con una ruana de alpaca, azul y blanca?
El mismo viento que amenaza a los mismos barqueros
viene aquí multiplicando la vida por cinco mil de pan y pez.
Las gaviotas y yo somos testigos.
Es la primavera que me sorprendió dócil en este lado del mundo,
en tu hemisferio.
Allá, las araucarias en sus puestos vigilantes.
Tu cabeza colosal, labrada, mirando al violento mar que se hace Pacífico
a momentos sólo para escucharse.
Mientras el mascarón de proa,
sigue gritando ¡A babor! para que cante el viento
y tu sangre de mar siga escribiendo sobre la roca sólida.
Fue cosa de años y de fe.
Recojo unos granos milenarios, arribados en esta tarde de arena.
Los guardo en mi bolsita de viaje.
Los sargazos arropan de negro las plántulas del mediodía.
Y el mar canta. Mientras yo dejo mis huellas en tu playa.
B A R B I E D O L L
Erase una vez un poeta,
qué digo un poeta;
un arlequín postmoderno –
que tuvo como musa a una muñeca.
(Pero no una muñeca cualquiera,
sino la “muñeca más muñeca”,
la “muñeca perfecta”, vaya,
importada del primer mundo,
con un cuerpo, como se sabe.
de Miss Primera División;
– de súper tazón – qué digo)
Delgadísima, como está de moda, por supuesto,
con licencia para flotar sobre el piso alfombrado
y la cadera
marcando suave
el contoneo del mejor marketing-sexy-light.
Largas y hermosas piernas
untadas con pantimedias de mírame y no me toques
y una pastilla de Panadol
permanentemente
paseada entre las dos rodillas,
que, como toda Barbie que se respete
debe cargar en el bolso.
Fotogénica cintura
formateada al amparo
del
Tratado Internacional de Libre Comercio Sexy-naif.
Fue fugaz su amor, Barbarella;
como pedirle un deseo al meteoro,
a la estrella de la Navidad Suburbia,
a un flirteo vía satélite,
fugaz
como estar de moda una mañana de cincuenta y cinco minutos,
o haciendo pasarela una tarde en el café,
disfrazando la mano en el mercado negro
para rodear su cintura
y embalsamarse en su aroma de Chanel númber guan.
Así (debió reconocer él)
pues se quedó impregnado de su estampa y de su forma
(a pesar de los pasitos
de virgen Made in Taiwan.) (¡Qué rima!)
Cabe decir, o contar,
que al apretar sus huesitos
supo él que ella ¡tenía vísceras!
y una Física y Química
a prueba de Mentiras Piadosas
(Con el permiso de Joaquín Sabina)
Pero, ay… las muñecas perfectas
no entienden mucho de metáforas
ni de patologías cósmicas o malditas.
Mas, cuando una de ellas está a menos de veinte centímetros de tu vida;
te hunde en ella más que el wisky auténtico,
(a propósito de abismos.)
Sobre todo, su cabellera (¡embriagadora..! diría él)
después del segundo orgasmo (simultáneo, diríase)
la susodicha cabellera (muñequil, reitero)
te embruja
te petrifica
cual Medusa a los infelices
precursores de Perseo.
Y su no tan plástica humanidad sobre la cama,
ay…
despierta los más variados y amenos juegos de muñecas;
aunque a veces ella diga:
– I’ m funny, Ken.
(Y no es que se confunda o te tenga mala fe)
Sucede que te ha idealizado
o que de a de veras te ama.
Además, debes notar, es justo,
que es tan comprensiva y generosa
que no te pide ipso pacto un auto deportivo.
Y hay que considerar también
que a veces se le acaban las pilas
y no habla.
Fue patético ese melodrama, Barbie Doll,
Bárbara, sexy light.
Pudieron haber vivido del aroma, del aplauso,
de la etiqueta más o menos sexual
en una orgía de maniquíes.
Es más, con un poco de vocación comercial y cariño
pudieron haber encargado de París
preciosos y prósperos
hijitos
de plástico.
A R C O I R I S
Las nubes son pocas en el verano.
Lluvia: manto que se divorcia de las nubes.
fornicio con el sol para inventar colores.
El viento del poniente le trae una cópula dichosa.
Cielo:
¿Quién dice que las nubes cargan
su alambique de amor
para destilarse a sí mismas?
Velo binúbil, celaje,
caireles que se hacen y deshacen para desmantelar la tarde
en órbitas de colores.
Coloquio de pinturas amantes:
Índigo que abraza a la montaña
o centro perdido en confusiones.
Y e l h o r i z o n t e a l f i n s e t i e n d e
en arco de amor sobre la tierra.
Acabo de leer en un libro de lluvia
que el sol más joven se atraganta con mil sandías.
Así nace el rojo.
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