GROVER GONZÁLEZ GALLARDO
(Cajamarca, PERÚ 1971)Ajedrecista, abogado y poeta. Egresado de la PUCP en la especialidad de Derecho, es miembro del Liceo Poético de Benidorm, España y del novísimo grupo poético Rara Avis.Ha publicado su primer poemario “Manantial en el espejo” en el 2,013 por la editorial Pasacalle.Se dedica a la poesía y la difusión cultural a través de la Peña Poética El Rincón Guapo.
LOGOS
Lágrima de luz,
ceguera de estériles naufragios.
Contemplar las mareas,
el vaivén inasible del verano.
Se desata sin pausa
la metamorfosis de los astros
cuando el viento invade
la morada de tus labios:
Jamás habrá ternura,
sólo gráciles acantilados;
jamás habrá dulzura:
el caos desplaza
la belleza del orden planetario.
ONTOLOGÍA
Se trenzan nuestros cuerpos
corceles copulando a la intemperie
Dormidos florecemos
flameando en crepitante nieve
Celebración inagotable
dispersión de pliegues
Se reúnen las nubes
que humedecen nuestras mentes
Si mutamos con la aurora
todo cambia y enmudece
Se bifurca sin cesar
un brotar de suculentos peces
Somos dichosos
inmortales
feraces sierpes
Primavera imperceptible
saciedad sin dientes
Sólo nos conmueve
la despiadada perfección
la palabra que subvierte
VÉRTIGO
Hay cuerpos que desnudan
sus colores imperfectos,
la tierra que los perpetúa
bajo el prolífico firmamento.
Hay pieles que bifurcan
árboles eternos;
melodías fantasmales,
constelaciones diseminadas en el hielo.
Existen voces que irradian
aves arrancadas a los lienzos;
ecos de flores azules,
fósiles engendrados por el fuego:
auroras donde astros
se vuelven vórtices de avernos.
¿Podría haber algo más incierto
que las palabras pronunciadas
como miríadas de insectos?
No en vano se presencian flamas,
cardúmenes fieros;
el tiritar de cometas sobre abismos,
voluptuosidad atrapada en truenos.
Nada se podría advertir entonces,
salvo un reverdecer ubérrimo:
hemos de sucumbir durante la noche
eclipsados por nuestros propios sueños.
SINO
Acrisolar el cielo
al eclipsar tu cuerpo:
caricia insomne,
unánime sendero.
Purificar la noche,
el furor
que impulsa nuestros huesos:
una flama despierta,
un crepúsculo enmudece;
tu piel oscila
entre alboradas
y níveos destellos:
desnudez
cosechada como jardín
crecido en confines etéreos:
mi ceguera serpentea
sin límites ni consuelo:
oscuro es el ámbar
que nos fosiliza los sueños.
DE "Manantial en el espejo"
LA DESNUDEZ DEL FUEGO
Reposas tu cuerpo,
arco iris perpetuado en espejos;
yacente pedregal que se difumina
en la fugaz longitud de los senderos.
Cegado por relámpagos perfectos,
tanteo los orígenes,
la progresión armónica del universo.
Se agolpan mis labios
sobre colinas y despoblados reinos;
se restituye la luz
atrapada en oscuros filamentos.
Tus pechos, guijarros soberbios,
moldean mis manos, las nubes,
racimos de obsidiana y alabastro
que funden sus colores adversos.
Nido de incesantes crisálidas,
tu vientre aviva el furor
que enciende ramadas encarnadas:
presiento la parpadeante redondez
de perdurables ensueños;
presencio el vasto alborear
de una desnudez que se deflagra
en su apogeo palpitante y etéreo.
DISECCIÓN DE UN SUEÑO
¿Qué es lo que yace aquí,
a salvo de la despiadada dureza del tiempo?
¿Qué discurso inefable ha relumbrado en la boca
del hacedor de tantos portentos?
Sombras saladas desbordan ríos eternos,
aguas parlantes gobiernan pupilas y versos.
Se podrían descifrar enigmáticos tormentos,
distinguir mil voces y reinos;
enumerar presurosos nacimientos,
naufragios imperfectos, cavernas fantasmales
donde hemos contemplado a ciegas el firmamento;
pero no hay hallazgo más dulce
que el desvelar nuestros propios cimientos
si la paz no anida más
fuera de estos paisajes ubérrimos;
si sabemos que no podremos zarpar
en la nave vacía del entendimiento.
EVOCACIÓN
Se despuntaba
un nuevo día
devorado por el viento.
Se escindían los colores
que moraban espesuras
y silentes interregnos.
Tu mirada era un cantar
desgarrado por el tiempo;
un suspiro,
un pálpito indefenso.
Nuestras pieles
se fundían
como racimos
de islas primordiales:
yacíamos absortos,
vislumbrando
pedrerías cenitales;
irreal era la ceguera,
la certeza inalterable.
Poblábamos penumbras
y oquedades feraces;
gravitábamos
como estrellas ateridas
que hibernan en gélidos parajes.
Excelentes poemas.
ResponderEliminarGracias por leerlos, Anónimo...
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