Andrea Naranjo Merino
Escritora colombiana (Cali, 1974). Es abogada, egresada de la Universidad de San Buenaventura, de Cali. Reside en Estados Unidos, donde trabaja como instructora de español en James Madison University. Textos suyos han aparecido en el diario El País y en su magazín dominical La Gaceta, diarios El Tiempo y Occidente, y en las revistas Magazín Dominical del diario El Espectador, En Contacto y Arena, del diario Excélsior (México), así como en la revista Nexus, de creación propia. Textos suyos han aparecido en los libros I Concurso de Crónicas, Cuentos y Poesía para Autores Inéditos (Editorial Gestores del Cambio, 1993) y Universos (Ediciones Embalaje del Museo Rayo, 1996, 1997, 1998 y 2000). Ha publicado el libro Espejismo (Ediciones Embalaje Museo Rayo, 1997).
MUJER LUZ
Defines
un camino desconocido
y un río
que se lleva el sueño
de la lumbre
junto al castaño.
Las almendras,
duras y prohibidas,
ciñen el deseo
de dos cuerpos ciegos,
tormento de un viaje
que aún no comienza.
DUERMEVELA
Duerme la luciérnaga
junto al cuerpo de la mujer
tendido en el espanto.
Acaricia sus alas
en la sombra de cada parpadeo,
en el musitar insomne,
en el grito de las doce
del tic-tac, tic-tac
que marca la vigilia.
Duerme la mujer
junto a la lumbre
de la luciérnaga
y la pesadilla
de no haber sido nunca
de nadie.
MUJER ROCA
¿Sentirás el olor de la papaya
en una puesta de sol?
¿Abrirás los ojos para llorar
y sentirte que vas en un bote a la deriva?
Te permitirás extender las alas y volar
sin que te importe el final del viaje?
¿Cuándo mujer roca
Cuándo?
Futuro II
Partiré a las montañas,
el invierno
detendrá mi vida
y por un instante
seré la cumbre instalada
al final del hielo.
Retornaré con los árboles
de cristal
al final de cada diciembre,
¡nieve el delirio!
de los cantos
que permanecerán,
cuando la noche
sea la única
que defina los caminos.
Lloraré de nuevo
al girasol
olvidado a veces
por el tiempo,
el agua escasa
y la garganta ya seca
y sin palabras.
Olvidaré los versos
escritos,
me habré mudado
por fin
a la dimensión
que me pertenece.
El hombre del ocaso
Sangraba su alma
y atornillado a la vida
se aferraba al cemento
de la calle.
En una esquina
parpadeó por última vez
y susurró al viento
El Poema de los Dones.
La sombra lo envolvía
y los rostros
ya difusos en su memoria,
se tornaban grises
y amarillos
como el amarillo tigre
de la infancia.
El hombre de la esquina
lloró para siempre
por todas las voces,
ahora,
abaleadas también
por el silencio.
Girasol de humo
Volveré,
a esa ciudad de humo
que se esconde en mi cabeza
sin soñar otra vez
esta mentira de sangre
dibujada desde el cielo...
¡Cómo lloran los ángeles!
porque todo se deshace
porque al insinuar la muerte
se parten los delirios
y el girasol en llanto
deja su reloj sin arena.
Verde
Un árbol se sostuvo
conservando intactas
sus hojas.
Se silencian
las campanas
y en la iglesia
¡todos!
me recuerdan
verde.
Parálisis
Las horas se agrandaron
por un instante
se pensó que el tiempo
iba a estallar
y tendría alguien
que inventarlo
todo de nuevo.
Se contuvo la respiración
el aire sostuvo
su mirada fijamente
al azar y al no-viento.
Alguien caminó
soñaba las flores perdidas
y el mar
lo tenía ya seco en su memoria.
Le sonrió al hielo
del alma
mirándose por dentro
y siguió en silencio
señalándose desde el cielo.
Futuro
Cambiaré de piel
para no recordarme
pero tendré como siempre
el alma compartida.
Me mudaré a las montañas
donde los peces
olvidarán el agua
y los animales que vuelan
detendrán su libertad.
Llevaré por dentro
el vacío de una caverna
que comienza a gestarse
y el rugido de la vida
que me llama
a veces por mi nombre.
(Publicado en la revista Arena, diario Excelsior, México, enero de 2006).
Ruina
Qué otra ruina
pudiera tener el alma
sino las alas quebradas
de un ángel.
Otro ensueño
perdido en la penumbra.
Otra máscara
titereando la vida.
sin título
La vida es el sueño
en el que desplegamos
esta tierra que ya no es de nadie,
el lamento de las hojas
cuando traen de la historia
el tiempo de los imperios que han caído
El sueño
es la manera que tenemos de vivir
encerrados en una torre
de ventanas menguadas
por el mismo pensamiento
La vida es el sueño
del que salimos y llegamos
en un solo instante,
la pesadumbre de la guerra y el arma
que nos dicta en la memoria
lo inolvidable del río
que recorre al anverso el continente.
sin título
La traicionó el mar,
se la tragó entera
y desvaneció de la playa
los sueños que en forma de luces
había prolongado con su tiempo.
Esa mañana
dejó servido el desayuno
y se fue a caminar
por la malvarrosa,
nunca volvió a la mesa
y desde el fondo
se percibía ausente
y sentía la soledad de su casa
y veía en las pinturas de su casa,
cómo el mar
se iba también desbordando
Ella era como el recuerdo
de los navíos en primavera
y en una lágrima
el mundo des-dibujándose,
el recorrido de la palabra
y la pincelada
cuando vuelven eternos los pasos.
Desplazados
Descalzo el viento
huye con los desplazados
a una tierra
que ya no es de nadie,
el olor del cansancio
y las papayas
abandonadas en los cestos,
definen una historia
que ya no toma las mismas calles;
todos,
se dirigen hacia el borde
sin pensar que un día
volverán al atardecer.
La misma muerte
Ha vuelto la lira
a tocarle a la muerte,
en un campo
que quiso extender la vida,
cuando menguaban
las esperanzas
y las oraciones a un dios
que se define
más allá del pensamiento.
Es la misma muerte
con otra cara,
con cara de soldado
exiliado a la fuerza,
con cara de madre
extendida en el recuerdo,
con cara de niño
ultrajado por el aire...
y descalzo,
atento al “bum”
del arma y la locura.
¿A qué dimensión
pertenece entonces
esta marcha
que nos lleva al fondo,
al fondo, al fondo?
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