Julia González
1978, Buenos Aires. Periodista. Publicó el libro de poesía Full of love (2010), con la colaboración de Sebastián Bruzzese y Sebastián Goyeneche, el fanzine Dos o tres palabras, y ha colaborado en distintas plaquetas de poesía y fanzines. Fundó, en 2005, junto con Cecilia Martínez Ruppel, la web de contracultura El Silencio. Actualmente trabaja en el Suple No de Página/12 y edita la revista The Gallery. Actualiza el blog segundoce.blogspot.com
La muerte y la autoestima
Esta será mi banda de sonido de los próximos días.
No me importa si estoy afectada
por mi cercana muerte y las preguntas que me hago,
por las huellas que no dejo en las personas que quisiera.
Esta banda de sonido también habla del fin,
del tiempo, del huracán que todo lo destruirá.
Y eso me está pegando.
No quiero que publiquen mis letras post mortem,
nomás quiero que me extrañen,
que me recuerden sonriendo y se note que falto.
Que piensen en mí y no les dé lo mismo mi cuerpo de fantasma.
Que las chicas de mi vida se repartan mi ropa,
los perfumes, que tengan confianza
para usar mis cosas y que no tengan miedo de mí,
porque estaré muerta.
Que se repartan mis libros y que sean regalos.
No quiero dejar secretos, para eso escribiré en una carta
todas mis contraseñas.
Quiero que me conozcan de verdad.
Un poco de eso hay en los libros subrayados.
Quiero que me recuerden para siempre
y para siempre me parece mucho tiempo.
(Cansa, pero ojalá haya después).
Presente
Yo me enojo
porque
tú te enojas
y
a
él le chupa un huevo.
Entonces, mientras
nosotros nos separamos,
vosotros hacéis sus vidas
y
ellos vienen a ver qué pasa.
Y así
nos llenamos de otros,
de otras,
de colas, de ojos, de pelos, y mates
ajenos.
Olor a cosas
ajenas.
Nuestros almuerzos lejos
por tu carácter de ortiga
por mi carácter de velo,
de hoja que tiemblo,
de insegura de mierda,
me quejo, me duelen los dedos.
Tu carácter filoso me grita
“no te entiendo,
no entiendo,
dejame que lo pienso”.
Me pincho los dedos,
me quemo los pies.
Espero en el velo, en la hoja,
en casas de otros.
Me callo,
es mejor no decir
y seguir en la sombra.
¡Teléfono!
son ella,
es él,
yo atiendo,
no eras.
Nada más quería ser fuerte,
un poco más fuerte, y así:
yo fuerte
tú fuerte
nosotros, un cerro.
Araña dios
Tengo unos derrames zarpados en los ojos,
arañas rojas se cruzan por mis ojos excitados
de tanto mirar el monitor,
de fijar mis ojos tristes en el Word.
La hoja en blanco redondea las pupilas y me da oficio.
Y no porque, como dicen, se deba
a que la tensión sexual es mayor
que el LSD de cualquier cartón.
Pupilas enormes reverencian al pobre.
Claramente mis ojos se irritan de ver,
de tanto ver y
cada vez más,
porque sino me comen las ratas
y ellas no van a pagar las cuentas por mí.
Arañas,
arañas de mis ojos rojos,
las invoco.
Tejan por un mejor pasar,
tejan para mí.
Porque yo digo que
alpargatas sí, pero libros también.
Quiero una tela de las buenas
que le corte la manga al destino
y me saque de pobre.
Efecto Milhouse
Cuando me mirás con esos cuatro ojos
que son como culo de botella
y te reís de vos mismo,
cerrando la puerta, diciendo soy un nerd.
Y yo pienso que cuanto más nerd,
más te quiero.
Sos don Fulgencio, el hombre que no tuvo infancia,
o sos como Borges, que nunca fue bebé,
entonces tengo que contarte las cosas que pasaban
sin que las notaras porque seguro estabas ocupado
en la primaria, pensando en el principio de la filosofía,
contento con la noticia de tener que usar anteojos.
Te quiero porque somos el día y la noche,
el guerrero y el perro,
la serpiente y el humano.
Y si no tuviste infancia, y yo aún la tengo toda,
puedo compartirla con vos y mirar tus cuatro ojos,
para ver el asombro de un niño que se entera recién del mundo
sin la necesidad de entender el por qué de todas las cosas.
La metamorfosis de Julia
Todos los perros del mundo
ladraron a las 6.36,
me estaban llamando.
No puedo ir porque
éste es mi mundo,
tan rígido,
donde no siento nada,
que quisiera ser como ellos.
Envuelta en una manta de lana,
enfrento la madrugada y el rocío.
La computadora huele a motor viejo,
y un vaso de agua
relaja el estómago y suben las arcadas.
Una cortina liviana se mueve
detrás de la bisagra
detrás de la persiana semi-cerrada,
del anuncio de los perros,
y se trasluce una ranura
de plantas de tierra opaca,
y un pulmón de manzana
mojado por la ruina ambiental.
El estómago se relaja,
remueve las nulas emociones.
No siento nada,
sólo un bloqueo de cuerpo muerto,
enroscado en el piso,
mordiéndome la cola,
la manta de lana,
las patas.
Quiero correr,
que me den agua,
salir, hociquear el aire.
Y que alguien
despierte a mi amo.
La evolución de la especie
Soy pájaro yo,
que camino por las barandas
sin vértigo,
y si resbalo
mi cuerpo se propaga,
se vuelve
selva y agua,
tierra húmeda,
mundo habitual,
aunque nuevo y dominado
por especies sin
la comprensión
de los hombres,
que filosos cortaron la unidad.
Yo soy pájaro,
en hábitat original,
en un instante homogéneo
que es sustancia y médula.
No hay razón ni mente
en la nueva geología del tacto
donde late lo que no se ve,
buscando ser núcleo, flor o alas.
Sabrá su novia
que te ve todos los días
y cara con cara se hablan
y hacen el sumario
del próximo magazine?
Que vos le presentaste
a Morrissey
porque él no lo conocía
y cada mañana
le preparabas un té diferente
bailando con la bata desprendida
mostrando tus lindos senos,
paseándote entre gatos y liebres?
Hay algo que ella no sabe
y es que en el tiempo
que él pidió,
grácil y fácil,
suelto de cuerpo,
como si fuera una Coca Cola,
nada más horrible
que la banalidad
de tomar una Coca Cola,
se revolvió en vos,
se mojó con vos,
te buscó con vino
con boca
y con fósforos,
transpiró,
y dijo con su espalda
mucho más que sexo.
Mini segundo de paz
Cae una gotita de agua
sobre mi pie quemándose
a kilómetros del Polo Sur.
El lago Correntoso tiene olitas jabonosas
pero nunca es un mar,
sino una concentración de agua planchada,
turquesa y esbelta.
Esta música me viaja hacia lo salvaje
y esos verdes brillantes al costado de la ruta
me llevan con Alexander Supertramp,
como si fuera una maqueta
tanta belleza no puede ser cierta.
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