Camilo Muró
Camilo Muró (Mauricio Bustamante), Nace en San Felipe, Chile el 20 de mayo de 1974.
1994. Escribe artículos literarios en la sección Martes Líricos en Diario El Valle.
1995. Participa en diversos encuentros y recitales en la región y el sur de Chile.
2000. Funda junto a amigos y escritores, la Sociedad de Escritores de Aconcagua.
Ha oficiado de presentador de Poemarios de otros poetas como Cristian Cruz y Patricio Serey.También es comentarista radial en la comuna de Santa María, prologuista y seleccionador de textos para antologías.
Obras publicadas
“Un poema se levanta” Trabajo inserto en la antología poética Clepsidra, de cuyo grupo es fundador. 1997
“Alamo”. Ediciones Casa de Barro. 2002
“Mi preterir”. Ediciones Casa de Barro. 2005
NADA DE LA TREMENDA BOCANADA
Nada aun tiene forma en lo escrito
como nada en la opereta satírica
que el tiempo maneja en nosotros.
Abastecer de colisas el territorio puede no ser más
que un impulso sobre la potestad
que siguiendo el emigrar desesperado
se aferra duro a los alambres
con la decisión
de que huya su pequeño
ya tremendamente agotado.
A ningún guerrero de estos,
los dotados con el dedo del cesar
se les incinerará sobre la embarcación al siempre jamás
Esta tarea en su fin
la tachará solamente la maestra
junto al bobalicón dé las trenzas laureadas.
Este fin en su premonición
abandonará, como se puede ver
la empresa del hedor
con su gran patrón de fundo alborotado
(Este torpe guerrero aposentado sobre la barca
será inútil como la forma de sus escritos).
En la hervidura de su asiento
la maestría taciturna resolverá
con la sangría de su pluma de ganso
el devenir que calibre sin idioteces /
la palabra de tanto transeúnte.
y ellos como letras desesperadas
cada vez mas ciegas
resumirán sobre el papel
la peste de sus caudillos
bajo el dictado fétido de sus psiquis.
un desasosiego en definitiva
arrebatado por no poder hacerlo
ni tragar en el respiro nada
de la tremenda bocanada.
Texto públicado en la revista La Piedra De La Locura
edición verano del 2006/ Nº 7
Texto: Felipe Moncada Mijic
Camilo Muró quien a la fecha tiene dos libros publicados: Álamo (2002) y Mi Preterir (2005), ambos por Ediciones Casa de Barro. Si bien sus poemas antologados en Clepsidra, bajo el título de El Poema se Levanta, mostraban una preocupación por temas históricos, enfocados en la figura del héroe romántico de la independencia, hace un rápido viraje hacia un estado nostálgico de la experiencia y un uso del paisaje que nos recuerda a veces la estética de lo sublime, pero con elementos naturales del valle de Aconcagua. En sus libros el paisaje de aldea es fundamental, pero con sus correspondientes actualizaciones, por ejemplo se habla de un hombre de campo sin amor al campo, como ocurre, sin ir más lejos, en las erradicaciones de los campamentos, que trasladan al habitante de una población periférica de una ciudad cualquiera a una ruralidad forzada y muchas veces al descampado, en un páramo solar, al golpe de los vientos, en una intemperie a la que el sujeto traslada su cultura citadina, alimentada por los mass media y ahí se ve obligado a relacionarse y sobrevivir en un choque natural parecido al de todos los desplazados del mundo. Cuando conocí a Camilo, vivía en una población de esas, en la localidad de Calle Larga, aldea de Almendral: una ramificación urbanística logró construir una población en medio del valle, de manera que la montaña entraba por la ventana de la casa con sus infinitos cambios de luces, mientras los gansos se bañaban en una pileta bajo un duraznero y los vecinos escuchaban en la radio la música del momento. Así, fiel a la experiencia, el paisaje y su componente de choque social son elementos importantes en la poesía de Camilo Muró, por ejemplo en su poema:
Ritual de los Sueños, del libro Álamo, nos habla de sacrificios ancestrales o cuatreros en un ambiente onírico:
Dejemos que la bestia se desangre sola
en el corral oculto entre los espinos;
no seremos más cómplices que los poemas
alumbrados por el invierno de la aldea.
Nos detendremos en el sendero
a esperar el mensajero del norte;
una señal en el monte, un fuego quizás
nos lo traerá veloz por los campos de almendros;
la bestia agonizante a nadie le indicará
el poema que cargamos en el pecho;
el mensajero no se detiene por nadie,
el poema debe seguirlo entonces;
el poema debe seguirlo entonces;
caemos al corral del cual huimos tras el ritual
nos repetimos que nuestra alma sigue pura,
que de nada somos cómplices.
Es el pasado con la presencia incaica o la actualidad clandestina la que revive en los territorios, más allá de las panderetas de las islas urbanas, así se crea un lar atravesado siempre por la melancolía de la belleza en su estado de amenaza por el progreso:
Bebo el vino untado en charqui,
esto se convierte en un sueño conocido y necesario
en el país honesto y real que me he formado;
me despido del valle.
esto se convierte en un sueño conocido y necesario
en el país honesto y real que me he formado;
me despido del valle.
En su libro Mi Preterir aumenta el clima trágico y el lenguaje se hace brusco, menos narrativo, utiliza elementos del habla local, arcaísmos, se vuelve una atmósfera mucho más densa en el relato visceral y turbio, pero siempre con la visión de la belleza como una alucinación o visión de los paisajes que desaparecen. El párrafo que transcribo comienza con una cita a la única novela de Iván Teillier y es una especie de despedida de la aldea, de todas las aldeas, de la idea de habitar una aldea con su naturaleza agreste de animales en el patio, para ello Camilo utiliza un lenguaje que se torna violento ante la expulsión de ese segundo paraíso que es el lar:
Como un decaído son de piano silvestre
se me va la naturaleza que tanto amo,
se apaga de hambre la voz de los gansos en el patio
la sangría poderosa de la hierba en el patio,
la voluntad perra del hombre en sus destrucciones;
de todo esto el canto agoniza,
el canto como palabrón verdadero hasta sacarme las uñas,
el canto como único remedio
para no desahuciarme en la misma voluntad,
todo mal hecho en el epílogo de las palabras
que sin ser diminutivas jamás en mis años
alcanzaron a decirme algo
con la claridad de las montañas que prevalecerán
por encima nuestro
como para olvidar que moriré y en mi
y en los años la mal parida ruca en la que te alojas
sucumbirá ante los grandes troncos vencedores.
se me va la naturaleza que tanto amo,
se apaga de hambre la voz de los gansos en el patio
la sangría poderosa de la hierba en el patio,
la voluntad perra del hombre en sus destrucciones;
de todo esto el canto agoniza,
el canto como palabrón verdadero hasta sacarme las uñas,
el canto como único remedio
para no desahuciarme en la misma voluntad,
todo mal hecho en el epílogo de las palabras
que sin ser diminutivas jamás en mis años
alcanzaron a decirme algo
con la claridad de las montañas que prevalecerán
por encima nuestro
como para olvidar que moriré y en mi
y en los años la mal parida ruca en la que te alojas
sucumbirá ante los grandes troncos vencedores.
Se trata de un canto de agonía, del avance de las destrucción sobre la villa rural, sobre el tiempo manso de ver luz en los callejones de quinchos, en esa congoja se lamenta de la pérdida que persigue al sujeto por haber extraviado su lenguaje, su pequeña patria de remanso, por ser cada prójimo un habitante de la Babel tercermundista y apocalíptico en su ignorancia de rechazar el terruño, el que ya no es mítico, pues se ha vendido en oscuras transacciones, el paisaje se hizo leña y el poeta derrama su copa con un gesto de asco. Así Camilo deja un registro de la pérdida.
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