Rafael Correcher
Nació en Valencia el 27 de Noviembre de 1962 y es diplomado en Relaciones Laborales por la Universidad de Valencia, (1998-2001).
Antologado en “Polimnia 222” del Aula Taller de la Universidad Politécnica de Valencia, en “Por donde pasa la poesía” de editorial Baile del Sol, en “En legítima defensa” de Bartleby editores, y en la antología sobre el haiku “Un viejo estanque” publicada por la editorial Comares. En el año 2008 obtiene el VI premio de poesía César Simón con el poemario “El azul de los lápices” publicado por la Editorial Denes. En 2009 participa en el proyecto itinerante “Artistas por la Declaración Universal de los Derechos Humanos”. Con el poemario “El nadador nocturno” (Editorial Germania, 2014) ha sido finalista de los premios LOEWE y Ciudad de Badajoz en sus ediciones del año 2012. Sus poemas han sido traducidos al italiano en la Antología " Buena Letra" editada por Commisso Editore en 2014.
NUBES
Son otras sendas de fugaz
espuma.
Dejan sus gestos
bajo el cuidado de los pájaros,
toman del sol tardío
luciérnagas sin rumbo.
Su movimiento, tan hermético,
crea un nuevo paisaje:
esta cambiante geografía,
metamorfosis
en el escombro silencioso
de las alturas.
ÚLTIMA CERTEZA
Jamás reconocemos
la verdad que revela la locura
hasta que llega el alba
del tercer día.
Es como si la muerte
llevase entre sus manos
una navaja abierta
con tu nombre
sólo por el placer de recordarte.
VI
La voz de los semáforos.
Un destello que ignoras,
esqueletos de luz
bajo la lluvia.
IV
Las moscas,
en su exilio de sal,
tejen las redes
del pescador.
V
La mañana es un hilo
que no penetra
el ojo de la aguja de tus sueños.
PARADISE NOW
(Palestina 2008)
I
No es posible que seas sólo polvo.
Para qué te ha creado
ese dios
sino para ser mucho más que rastro
bajo vientos que encuentran su paisaje
oculto cada día en las arenas.
Cómo puede negarte
sus ojos para ver morir el sol
justo cuando los surcos
del camino atraviesan tu inocencia.
Inquieta no saber decir lo exacto,
el dolor huele a sal,
es una nube densa, no deja de crecer
en las espinas.
Y sin embargo vives como un punto de luz,
bajo tus puentes gritan
los frutos invernales del olivo.
Lisboa
Las calles de Lisboa
son como un acordeón desvelado,
un gato taciturno
y una anciana que espera
en esta oscuridad de sus pasajes;
mirar al suelo o mirar lejos,
no ver nada salvo un bastón de luz,
entonces descubrir el sol;
la solitud aquí
nunca será un árbol sin hojas
sino sueños veloces
o tranvías pintados de amarillo;
y tú y yo somos hoy, en la ciudad,
un trepar de escaleras;
no disfraces, palabras.
Una vez y su intento;
otra inmensa pregunta,
tan sólo dos respuestas.
Sobrevivir
(XXV)
Para sobrevivirte es necesario
pensar
todo de nuevo,
utilizar
las frases más valiosas de los locos,
hacer de su escritura travesía,
vela nocturna,
acomodarse siempre
a la distancia y a la noche,
desdeñar el agua quieta
en los sudarios,
y, sobre todo,
abrigar
con las palabras vírgenes
la dolorida piel de los mártires
AGUA
Porque el agua carece de memoria
reparte sus sentidos,
busca tras los espejos
discretos minerales
como la plata antigua de los peces.
Y todo para qué
si el iris,
presencia última,
ya descubre en el ámbar de las gotas
el aliento sin fondo de la lluvia.
Los ojos tan abiertos en este jardín líquido
son labios sin pasado.
Y volverán de nuevo
los nombres que no olvidan,
porque en el agua
desconocen lo frágil,
sólo cubren las cosas, erosionan
con transparencia nueva
lo inútilmente frío.
EL NADADOR NOCTURNO - Rafael Correcher
I. LA PUNTA DE LOS DEDOS
Y tan pronto como sus vuelos;
anteriores a la escritura; las precipitan
en el papel, se comienza a escribir
Carlos de Oliveira
El nadador
Te gustarán los minaretes,
las cúpulas brillantes
al sol, que no conoces.
No mires mis pies sucios
mientras atravesamos este río
de azul mecánico.
Razones algebraicas tus brazos y mis brazos.
Alambre maleable, la nube taciturna
tiende sus redes.
Tengo la boca sin perfil.
Mi tiempo está vacío.
Mi casa sola.
Matizaciones
A Antonio Cabrera
Lo bueno es ser la lluvia
y no esperarla
cuando nos sobra luz
para entender que no podríamos
ganar la redención con un poema.
Pero nunca me escuchas
y recuperas otra vez de tus anotaciones
esa tranquilidad tan apacible
de las ventanas limpias
o aquel cuidado repertorio
de hallazgos minerales
que tanto celebraba tu inocencia.
No puedo describirte
la imagen que proyectas
aferrado a la piel de las palabras;
un lápiz ya cadáver en tus dientes,
y la mirada roja
del hombre que ha vendido sus demonios.
Círculos
Por tu pupila,
en círculos,
un pequeño albatros
trasparente
vuela.
Desvelo
Qué soy en estas manos,
en esta idea
de carne y sangre
enfrentada a un espejo.
Qué cinta
sostiene en vilo
esta corona imaginaria
de palabras.
Del otro lado de la puerta
Orgánica
alumbras
la llama del candil.
Fuera la noche dice
que las vides
serán el movimiento,
La simetría
viva
de tus gestos
del otro lado de la puerta.
Palabras
A Miguel Veyrat
La palabra muerde como un pez
Stephen Spender
Nunca son las palabras
exactamente dóciles;
bajan las escaleras
y miran los peldaños
como si fueran
los nervios de este cielo de cartón.
Te asomas al jardín, el humo de la hoguera
da forma a lo que piensas;
un aire viejo impulsa
el tronco del laurel,
lo vuelve cangilón de viento.
Nunca son tus palabras
precisamente dóciles,
se quejan en silencio como madera vieja.
Insomnio
Sarajevo, invierno de 2012
Fueron soltándose, una a una,
las cuerdas de tu piano
mientras el fuego las mordía.
De fondo la ciudad,
la nieve y ese reflejo del incendio
en los cristales
del autobús que ardía calle abajo.
Entonces recordé cuando era un niño,
y en el bosque jugábamos,
los pies desnudos, tan fríos como témpanos.
También ahora hace frío y ya oscurece;
un pájaro
se refugió en la cañería.
Dadme alguna palabra en la que pueda descansar.
Estoy aquí.
El tiempo se quebró como una rama.
Plaza vacía
A veces es tan bella una plaza sin nadie, que duele meditarla.
José Ángel García Caballero
Son mis recuerdos y los tuyos,
a salvo hoy de la memoria,
acotaciones en un libro
dispuesto sin querer entre los bancos
tan amigables de la plaza.
Fotografías que tú no has visto
y ahora por fin descubres en mis ojos:
acantilados blancos
o mariposas
perdidas en la luz artificial.
Ellos reciben el calor de mis preguntas,
la niebla torrencial de los regresos,
esa asonancia
cuando el pasado llora su luz en los portales.
Sísifo
La luz quema las páginas del libro
y fija su ceniza en las palmeras.
Es esta somnolencia de la tarde
un cielo rojo y el sudor
de Sísifo arrastrando
oraciones e insomnios.
Y esa piedra redonda
es un arado
que traza su camino en torno a mí.
Arte Poética
A Rebeca Díaz y Mar Busquets
Cansado de los nombres asumo nuevos riesgos
y aparto
el horizonte blando de la niebla.
Invoco soledad
donde agrupar mis multitudes
y olvido notas previas, también caligrafías.
Desesperadamente extraño
y sin remordimientos,
descubro nuevas ecuaciones
en los ojos biográficos
de los puentes.
Lloro sin rabia
sobre estas dos mejillas de papel.
Ausente hoy de mí, no de los otros,
al fin regreso,
con esta incertidumbre contagiosa.
Febrero en Tracia
“Pero cuando los dioses cayeron de rodillas ante él,
se asustó y les rogó que se levantaran”
Elías Canetti
El viento suena ahora diferente,
tal vez sean los dioses,
suplican y nos llaman en Tracia a la oración,
a ese peregrinaje mejilla con mejilla.
Hay rosas en los muros
pero el viento en la noche
se llevará tus sueños,
mi poder de invocarlos.
Un hombre reza y llora,
no conoce
la luz tan germinal de estos prodigios.
También los dioses huyen con pesar,
aún brilla su fulgor
en las columnas rotas;
y esa luz va ganando los días que me quedan.
Perdido en la traducción
He visto un dinosaurio reflejado
en los cristales de tus gafas,
no es una broma:
miro tus manos tan pequeñas,
ese paraguas transparente
-lo acabas de comprar hace un momento-
y me imagino otro viaje
mientras intento descifrar
la lógica final de los suicidas.
Y es cierto, hoy tienes tú razón,
todo es muy discutible
pero también a veces es la nube
un olvido imprevisto
y regresar
a esa ciudad a medio hacer
donde no existen diccionarios;
y como de costumbre,
porque ya me conoces,
perdido en la traducción.
Nocturno
Pone la noche
un brillo de bengalas en la acera.
Destello
Aquella diminuta espuela rubia
marca en mis ojos
una herida tan simple
que sana sin saberse herida.
La mirada detenida
La batería de los platos
contra la cafetera;
algún mantel perdido entre limones
y aquel jarrón
inmóvil
no cesan de decirme
que el gas que flota en la cocina
es gris como esa nube.
Farolas
No dejes que te engañe el espejismo
porque su espectro es sólo barro.
Este fulgor a medio hacer
bendice humilde
la luz de las farolas
una oración
al color tenue
donde
algunos de nosotros existimos.
Desde la calle
La calle está vacía,
su pulso verdadero
toma la luz a sorbos
y, mientras duerme en el asfalto
un viento
horizontal e inmóvil,
arriba el sol inquieto
enciende las debilidades.
La joven de la perla
A Juan Pablo Zapater
Tiene sus límites
en el talco
de tu mirada.
Y a la luz de las velas
se mantendrá inmóvil
con ese gesto
de claridad segura.
Sus ojos
otra vez,
como un rasguño de inmortalidad;
lo que dure,
bajo este pensamiento,
un cielo de papel azul turquesa.
Taller de poesía
A Elena Escribano y Polimnia 222
Es arrojar el lastre por la borda
y disolver
la sal de tus palabras más pesadas;
cortar su ligadura con la tierra
o definir
desde su base,
un arco de incerteza en cada sílaba.
Secundaria
A José Ángel García Caballero
El lápiz distraído en el pupitre,
astillas de madera silenciosa.
Temblor y picadura de mosquito
en el papel.
Los años son de tiza en los pasillos;
soldados de fortuna color plomo
se hunden en el blanco de esta página.
De nuevo
Para sobrevivir es necesario
pensar
todo de nuevo,
utilizar
las frases más valiosas de los locos,
hacer de su escritura travesía,
vela nocturna,
Acomodarse siempre
a la distancia y a la noche,
desdeñar el agua quieta
en los sudarios
y, sobre todo,
abrigar
con las palabras vírgenes
la dolorida piel de los mártires.
Dylan
Son siempre mis alrededores;
un paisaje de trazos amarillos.
Pregunto al jardinero el nombre de estos árboles;
nunca recuerdo nombres ni ciudades.
Miro un gorrión que bebe
-es un pequeño péndulo con plumas-,
y me observa.
Su silencio
es la cuchilla de afeitar
que rompe con su brillo entre las hojas.
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