Nicolás Pedretti
Nació en Mar del Plata, en 1984. Es estudiante de Letras. Publicó Fabián Gianola y otros poemas (Goles Rosas) y Somos de clase media, todos nuestros sueños se hacen realidad (Campotraviesa).
El Jesús de las revistas mormonas
es el mejor. Es rubio, velloso y varonil.
Como el galán de “Lost”.
Si existe Jesús yo quiero que sea así.
Una mezcla de estrella de Rock noruega con Caniggia
en el mundial de Italia noventa
y un poco de William Wallace.
Tu propio planeta
Me gustan los villeros.
Me encantan. Son re piolas.
Me gusta verlos pasar.
A la noche, me tiro en el jardín,
y los observo pasar en sus casillas cohetes.
Sé que un día, vendrá un villero galáctico por mí
y me llevará a conocer los planetas,
las estrellas, el universo.
Y yo le voy a decir, gracias Billiken,
gracias por hacerme conocer los planetas,
el universo, las estrellas.
Y él me va a abrazar y me va a decir,
loco, comete este flan,
que hizo tu amigo villa con mucho amor,
y llevate este paisaje de la tierra que no puede más,
porque lo más importante del mundo
es encontrar tu propio planeta.
La disco de Moria
Moria Casán perdió las piernas en un accidente automovilístico. Lo dijeron por televisión. A Moria le amputaron las piernas. Vi el velorio que les ofreció a sus piernas. Sus dos piernas descansaban en dos pequeños féretros. Dos féretros diseñados por famosos diseñadores de Palermo. Eran muy lindos, una combinación anfetamínica de azul y rojo a rayas blancas. Las piernas estaban un poco amoratadas y achicharradas por el tiempo que pasaron en el freezer. Pero con todo, las medias triangulito y los tacos, una casi no se daba cuenta. El velorio lo realizó en su disco gay. Todo muy glamoroso. Travestis y performance. Estaban todos. Todo pasaba muy lento. Moria se arrastraba o un patovica la alzaba y la paseaba por todos lados, parecía que no le había afectado en lo más mínimo, saludaba y hacía chistes. Se la veía contenta. En los muñones calzaba dos zapatitos de geisha muy hermosos. La gente se acercaba a los féretros y besaba las piernitas. Luego saludaban a Moria.
Me siento en la escollera a mirar los cornalitos
Me encantan las caritas que ponen
cuando saltan entre las olas.
Se los ve felices. Ojalá yo pudiera ser tan feliz como ellos.
Pienso en Brian. Brian odiaba a los cornalitos
desde el día que se rompió la cerradura en el telo,
y nos quedamos cuarenta y tres horas encerrados
en la habitación egipcia.
Lo único que teníamos era una crema Ponds
y una bolsa llena de cornalitos fritos,
que había traído de la fiesta de los pescadores en el puerto.
Desde ese día Brian odió los cornalitos,
y yo tuve la piel mucho más suave.
Lo extraño. Brian tenía un corazón especial,
diferente a los demás.
Tenía las arterias tapadas y murió de un paro cardíaco
hace dos años.
Es increíble, pero cuando veo la carita sonriente
de los cornalitos
pienso en Brian.
Tengo la seguridad de que a pesar de todo,
nada puede separarnos.
De Somos de clase media, todos nuestros sueños se hacen realidad (campotraviesa, 2012)
Merchandising
Mi mamá tiene un Jesús
un Jesús volador
que se compró en el parque cristiano
Vení, me dice, lo tenés que ver.
Nos dirigimos al living y ahí
me muestra al Cristo
es de aluminio y plástico brillante
tiene una hélice en la cabeza
y se maneja a control remoto
las funciones de vuelo son
sorprendentes
se pueden elegir entre
diez velocidades distintas
mamá elige la más baja
y Jesús
vuela en círculos lentamente
alrededor de su cabeza
y eso significa algo
que no puedo explicar.
Robot de flan
Estuve toda la tarde haciendo barro terapia
en la casa de mi amigo hippie buena onda.
Tiene una casita re linda, por el bosque.
Hecha de macramé, semillas y mostacillas.
Pura artesanía.
Las sillas, la mesa, la puerta: todo hecho artesanalmente.
Menos el techo, el techo es de dreadlocks.
Rastas entrelazadas que fue recolectando
durante años y años de viajes.
Toda la tarde nos revolcamos en la pachamama
al ritmo de Manu chao, mano negra y alfa blondi,
re liberador, psicodélico,
un criadero de dengue dijo una señora que pasó.
Después, fuimos a comer.
Comimos brócolis hervidos, cosechados de su quinta orgánica.
En la cena, me explicó la filosofía vegetariana.
Le pregunté, si podía comer cornalitos.
Me dijo que no,
que no come nada que tenga ojos y pueda sonreír.
Ni siquiera una galletita sonrisa.
Después del postre, que era brócolis en almíbar,
charlamos acerca de ser padres.
Me dijo, que si tenía un hijo le iba a poner África.
Le dije que era un ignorante, que África es un país re pobre.
Lleno de afroamericanos que la pasan re mal
y siempre tienen hambre,
porque no tienen para comer.
Que, si quiere ponerle un nombre copado, le ponga twiter.
Nada que ver, me dijo, le voy a poner Aloe vera.
Me volví en taxi.
A mitad de camino, me empezó a doler la panza.
Me bajé dos cuadras antes y caminé hasta mi casa.
Me acosté con fiebre, escalofríos y retorcijones.
Y tuve un sueño muy raro: iba en bicicleta con el increíble Hulk
sentado en el manubrio.
Teníamos que Subirana loma re empinada,
antes que los brócolis, que también iban en bicicleta.
Ellos iban bien, en un ratito, nos habían sacado
un kilómetro de distancia.
Nosotros en cambió, no avanzabamos nada.
Encima Hulk se enojaba y me pegaba cachetadas.
Dale, me decía, apúrate que voy re incomodo
y el freno, que me estoy clavando,
en cualquier momento me va a reventar la próstata.
Yo le decía que no me pegue.
Que, si me quería motivar psicológicamente,
me tire buena onda.
Después llegábamos a la costa,
nos sentábamos y tomábamos mate.
Cuando se nos acababa el agua, le decía a Hulk
que se haga chiquito
y que piense en cosas tristes.
Cuando Hulk se hacía chiquito, lo metía adentro del termo
y Hulk lloraba, lloraba y lloraba hasta que llenaba el termo.
Después salía, volvía a su tamaño natural
y seguíamos tomando mate,
disfrutando de la vista
y nutriéndonos con su angustia radioactiva.
Me desperté temblando de frío.
Llamé a mi mamá y le dije que tenía cólera.
Me dijo que me abrigue y vaya al medico.
Me tomé un taxi y fui al medico.
Llegué y me atendió la secretaria y me dijo:
- tenés que sacar un turno, hay diez personas adelante tuyo.
Estuve diez minutos en la sala de espera
y me fui a esperar a la plaza.
Compré una bolsa de maní
y me senté en un banco de la plaza mitre.
Siempre, cuando me siento triste,
voy a la plaza con una bolsa de maní
y les doy de comer a los linyeras.
Me siento en un banco y les tiro maní, desde ahí.
De regreso a la clínica, me cruce con un compañero de letras,
que recién salía de terapia intensiva.
Me dejó un panfleto para una muestra de fotografía.
Yo le dije que iba a ir, pero no fui.
Porque las muestras de fotografía
me parecen aburridísimas,
siempre son lo mismo.
La foto de una vieja caminando,
un linyera durmiendo adentro de un tacho de basura
o una lesbiana con cara de culo.
Gente de letras
La gente que estudia letras es re ñoña.
Pero este chabón se zarpa.
Es un gordito que cursaba gramática conmigo,
que se sentaba adelante.
Uno de anteojos,
que siempre andaba con riñonera
y camisa adentro del pantalón.
Bueno, a ese chabón, la otra vez
le pregunté
si me podía pasar las consignas
para el trabajo práctico de gramática dos,
y me contestó “etmai lirrei”.
Le dije, que no entendía latín,
porque no la había podido cursar,
que me diga rápido
si las tenía o no
que me tenía que ir.
Me dijo que no era latín,
que estaba hablando en élfico.
¿En qué?
en élfico me dijo,
el idioma que hablan los elfos,
del señor de los anillos.
Yo no lo podía creer, un pete total.
Me dio las fotocopias y me fui.
Me quería acompañar, pero le dije que no,
que iba para otro lado, que se perdiera.
Mamá contra los Billiken
Después de mirar a Catherine Fulop en Fox Sport,
mamá sale volando por la ventana de la cocina.
Flotando, pasa encima de mí como la ballena Willy.
Cruza el patio y encara en dirección a la villa.
Mi madre pasa volando por la plaza hablando sola,
le comieron la cabeza los noticieros, la inseguridad.
Mamá pasa por los pasillos, tratando de hacer justicia
por mano propia, pasa por los pasillos de la villa
levantando pendejos de los calzoncillos,
levantando criaturas de las orejas;
causando la furia de las madres que le sacuden
con lo primero que encuentran. Mamá se esconde
de los padres que abren fuego contra ella,
se esconde de los proyectiles y de la balacera
en un poste de luz.
Sin querer, toca con una teta
un cable pelado de alta tensión, recibe una descarga eléctrica
y cae de espaldas sobre los villeros que la arrastran de los pelos.
Pero mamá logra escaparse de los Billiken
y con dos pendejos usados como chacos
se abre paso como un remolino, como Chuck Norris,
y logra llegar a la avenida.
Mamá voltea a un delivery de pollos y se sube a la moto
y escapa por la autopista con un pollo agarrado a su cintura,
con un pollo de rehén.
A mamá no la volvimos a ver. Pero la Fulop sigue levitando
todos los días en Fox Sport.
Rebotando de una esquina a la otra de la pantalla,
como el logo de DVD.
JESÚS BRILLANTE DE PLÁSTICO JAPONÉS
El abuelo cuelga de su cuello un Jesús falso que brilla en la oscuridad. Un Jesús brillante de plástico japonés, que brilla y es mi amigo. Porque a la noche, cuando el abuelo duerme, mi amigo Jesús se desclava de la cruz, cruza todo el patio a pata y se viene a mi pieza para jugar conmigo. Entra por la fisura liviana de la puerta como bailando limbo, trepa el acolchado y me despierta. Con besitos en el cuello me despierta. Porque le gusta que yo lo suba a mi Harley Davidson en miniatura de los Powers Rangers. Mi amigo es un Jesús brillante de plástico japonés. Y él es feliz así. La moto brilla en la oscuridad de la habitación y su cuerpito brilla lo mismo sobre ella. Ilumina toda mi alma con su sonrisa de Animé. Y a la mañana, cuando despierto, aparece el chico más lindo del colegio al lado de mi cama, con una docena de facturas en la mano. Porque Jesús es así, cumple tus deseos si lo divertís, por más locos que sean.
ROPERO
Conocí a un flaco re copado jugando a la pelota en Boedo.
Le pregunté cómo se llamaba.
Fabián Casas, me dijo.
Fabián Casas y yo, charlamos un montón.
Después, fuimos a mi casa
a tomar un refresco.
Pero apenas entramos, se metió adentro del ropero.
Vení, métete conmigo, me decía,
que si olemos mucho
aparecemos en la comarca del señor de los anillos;
está todo bien, soy amigo del chabón, me publicó un libro.
Zarpado Fabián, a mí me re cabe Tolkien.
Entonces me metí. Empezamos a oler la ropa
y aparecimos en un bosque.
Dejamos el ropero escondido bajo unas ramas
y partimos hacia la comarca.
Caminamos un rato, hasta que nos cruzamos con el
enano Frodo.
Nos saludamos y nos invitó a comer a su casa.
Comimos muy bien, sopa de hongos con pedacitos de
cangrejo.
Cuando terminamos de comer, nos invitó a su habitación
a fumar.
Fumamos un porro galáctico, re fuerte.
La estábamos pasando re bien,
Fabián no dejaba de sonreír y de decir cosas hermosas.
Hasta que de pronto, Frodo se puso en bolas y empezó a
ponerse re pesado.
Estaba re porreado y nos quería dar masa.
Vámonos Fabián, le dije, Frodo está re loco.
Bueno dale, me dijo, éste tiene una obsesión con el anillo,
pero con el anillo de carne.
Corrimos hasta el bosque y nos metimos en el ropero.
Empezamos a oler y volvimos a casa.
Le pregunté si quería salir y quedarse a comer.
Me dijo que no, que tenía muchas cosas para hacer.
Se metió en el ropero y desapareció.
Después, a la semana, iba caminando por la calle
y un amigo me dice:
“mirá, ahí va volando un ropero igual al tuyo,
con unos flacos arriba”.
Y yo le dije, sí, uno se llama Fabián Casas, el otro Frodo
y son los Reyes del anillo.
LUCAS
Piensa que las parejas que se drogan
duran más, porque comparten su miseria.
Hace imitaciones del enano Nelson
con la pija.
SOMOS DE CLASE MEDIA, TODOS NUESTROS SUEÑOS SE HACEN REALIDAD
Hoy me levanté a las diez de la mañana.
Desayuné flan y salí a caminar.
Era un día hermoso de verano.
Caminé unas cuadras y me metí en la playa.
Anduve por la arena y junté caracoles.
Y de pronto, cerca de la escollera, vi a un tipo, un tipo
grande, besando a un nene en la boca.
Me acerqué indignado. Le dije al tipo que era un degenerado
y que dejara en paz a la criatura.
Le tiré arena en los ojos, agarré a la criatura en brazos
y me fui corriendo.
Corrí veinte cuadras sin parar, hasta que llegué a un kiosco. Bajé a la criatura y le pregunté si estaba bien y si se quería comer un flan.
Pero re mal, era un enano. Y me dio un sopapo y me fui
re triste.
Pero el día estaba hermoso. Mucho sol. Nubes. Pasó dios
volando en su nube voladora.
Y me gritó “buen día”.
“Buen día” le dije.
“¿Por qué estás triste?” me preguntó.
Le conté lo que me había pasado, me dijo que no esté triste, me roció con un polvo mágico y se fue.
Y me sentí mucho mejor.
De Somos de clase media, todos nuestros sueños se hacen realidad (campotraviesa, 2012)
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