Mauro Quesada
Nació en 1979 en Haedo, Provincia de Buenos Aires, Argentina. Es profesor de Castellano, Literatura y Latín. Coordina talleres de poesía y organiza un ciclo de lecturas de poesía. Actualmente reside en Luis Guillón, Provincia Buenos Aires. Publicó Bajo una extraña nevada (El ojo del mármol, 2013) y Fiebre (El ojo del mármol, 2014).
Postales
I
Algunas madrugadas de invierno
las bocas de tormenta
despiden un vapor inaudito
y ya no me siento en Buenos Aires
sino en un sórdido bar de New York
de melancólicas melodías de jazz
donde tomo un whisky tras otro
y al salir me acomodo el sombrero
el sobretodo y me marcho fumando
rumbo a mi solitario departamento
II
Qué extraño es el momento
en que dos jóvenes amantes
se despiden
con un beso de película
y ella sube al colectivo
en Flores o Lanús
y él la mira como si se marchara
en un tren que parte desde París
hacia alguna ciudad extranjera
III
No me gusta ir a los bares los domingos
sin embargo estoy aquí
calmo el calor con varias cervezas
aunque afuera esté tan frío
como en Londres o acaso Manchester
donde evito pelearme
con borrachos pelirrojos
a los que no se les entiende una sola palabra
mientras Ian Brown canta
I wanna be adored
IV
Saliendo de esta disco
siento que las pocas personas que quedan
me observan cerca del final
como a un Elvis transpirado
en Las Vegas
cantando My way
con una toalla en el cuello
(de Bajo una extraña nevada, 2013)
jamás me olvidaba
los lentes negros
ahora recuerdo
como fotografías fuera de foco
a aquellos viajes en colectivo
ya de mañana
cuando de una vez por todas
regresaba de las noches
siempre desplomado
en el último asiento
con mi cara entregada al aire
fresco que se metía por la ventanilla
compartiendo el mundo
con quienes iban
a trabajar
¿vas a venir?
me preguntó cecilia
por teléfono y
al instante abandoné
a mis amigos y a un campari
a medio tomar
por la lejana y urgente esperanza
de llevarla
a ese hotel
del que todos hablaban
***
conté los pocos billetes
las monedas
traté de recordar cuánto quedaba
en la tarjeta de débito
y al fin entramos en la habitación
del hotel maximum
sentimos el olor a desinfectante
a jaboncito barato
y a nosotros mismos
invadidos por la inminencia
de lo que estaba
a punto
de ocurrir
***
una hermosa humedad
va uniendo el rompecabezas
de nuestros cuerpos
que se completa súbita
dulcemente
en un temblor
en un susurro que
nos toca desde lejos
***
con solo espiar
apenas
por el ojo
de nuestra parte más lejana
nos lleva a ese otro mundo oculto
temido
amado
al igual que despertar
en una cama desconocida
o volver de un sueño
tan dulce que duele
***
fue una noche
tan divertida como extraña
y así terminamos
junto al sol en el auto
confesándonos
entre besos y fotogramas borrados
lo que nunca nos quisimos
o pudimos
decir
***
ramos mejía un domingo
a las 10 de la mañana
gaona desierta
y las panaderías llenas
los únicos
sobrevivientes de la noche son
una pareja besándose en una esquina
un borracho durmiendo
en la puerta de un edificio
y las veredas repletas de bolsas
negras y millones
de botellas
las persianas bajas de los bares
y la claridad furiosa
avisan que al menos por unos días
todo se terminó
***
muere toda expectativa
cotizan
en alza los deseos
ese instante en que
alguien
corta la música
y enciende las luces
definitivamente
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