Foto: Eduardo Corral
ILIANA ROCHA
(EE.UU.)
La obra de Iliana Rocha ha aparecido anteriormente en Puerta del Sol y Yalobusha Revisión. Obtuvo su maestría en la poesía de la Universidad Estatal de Arizona, donde fue editor de poesía de Ferry Revisión de Hayden. Enseñó composición y retórica en el Estado de Arizona y la escritura del desarrollo en South Mountain Community College.
Premio de Poesía Salón Donald Winner, Iliana Rocha es estudiante de doctorado en la UFM y es directora asistente en el centro de la escritura de Western. Su libro karankawa se dará a conocer el próximo otoño.
ME VOY
Y el cielo se rompe en claveles grisáceos
después de 120 días de sequía, mientras que la arena de cuarzo se curva
sobre sí misma imitando una ola.
Me voy y las montañas están arrugadas
y dúctiles como una bolsa de papel marrón transpirable que contiene
un galón de leche y plátanos. Dejo las montañas
con la huella de desaliñados graffiti, tatuajes:
«Me encantó». «Nunca estuve aquí».
Dejo la puesta del sol, velas rojas y blancas sobre una estantería de madera
por horizonte, quemándose hasta que sus cabos
se han agotado. Dejo correr su tinta naranja,
a medida que se consume. Me voy y pienso en ti huyendo,
ahora conmigo en algún lugar del cielo, brillando con
la aureola invisible de la tierra.
Versión de Carlos Alcorta
LA ESTRELLA
Cuando la Estrella Polar descienda, mi abuela
llorará en el centro de la tierra, su pena
un telescopio gigante
expandiéndose
a través del manto, la litosfera, la corteza
—un grito.
En su mano, un espejo de obsidiana pulida
—la reacción de la lava con el agua. En su mano, reflejos:
una serpiente emplumada,
una mandíbula,
un rosario,
el espíritu del cardo,
frambuesas y berilio de plata,
lluvia congelada.
Cuando fue su marido, era el tablero de la Güija,
sus hijas dando vueltas
al ojo imperial.
Cuando llegó el huracán, estaba en el ático
de su casa
su canario Pepito, el pájaro
que guardaba en su jaula, incluso después de muerto.
Ella conservará la estrella también,
cuando muera,
convertida en polvo
la pondrá en la garganta
de su pistola,
toserá en el cielo.
Versión de Carlos Alcorta
ELEGÍA 2
Hay una máquina perforando la tierra.
Los ángeles rodean
el lugar como buitres, curiosos
y hambrientos, lloran la desecación
de una charca. Un cúbito
condujo a los investigadores aquí—
el pulido brazo
que quedó varado en las playas
de Las Piedras.
El cacillo muerde el polvo
como si recordara, No te olvides
del dinosaurio,
cuando el terreno está seco, tupido—
en la indecisión, se obstruye
con coriáceos lagartos y espinas de pescado:
Hay algo que no quiere
mostrarse ¿Se trata de una isla
y la amenaza constante del agua
que engendra el blando corazón
del cactus, los endebles
caparazones de las cucarachas,
cuando con facilidad destruye
solamente las cosas jóvenes abandonadas?
Debemos estar cada vez más cerca
de la fragmentación
del núcleo. La máquina
cava, mientras que nosotros esperamos
y pedimos que nos digan
cuál es el tesoro.
Versión de Carlos Alcorta
Elegy 2
for Natalee Holloway
There is a machine digging into the earth.
Angels surround
the spot like vultures, curious
& hungry, as they mourn the death
of a pond. An ulna
led the searchers here—
the arm-tusk
that washed up on the beaches
of Las Piedras.
The claw chews the dirt
as if to remind, Don't forget
your dinosaur,
as the ground is dry, dense—
in hesitation, it chokes up
leathery lizards & fish bones:
There is something it does not want
to give. What is it about an island
& the constant threat of water
that breeds the cactus' soft
heart, the careful
shells of roaches,
as well as destroys
the only young things left?
We must be getting closer
to cracking
the nucleus. The machine
digs, while the rest of us wait
& say, Tell us
what the treasure is.
I Leave
& the sky breaks into gray carnations
after 120 days of drought, while the quartz sand rolls
over itself imitating a wave.
I leave & the mountains are wrinkled
& soft like a brown paper bag that carries a sweating
gallon of milk & bananas. I leave the mountains
with the weight of careless graffiti, tattoos:
“I loved.” “I was never here.”
I leave the sunset, red & white candles on a wooden shelf
of horizon, burning until their braids
are exhausted. I leave their orange ink as it is spilled,
as it recedes. I leave & think of you leaving,
somewhere now in the sky with me, glowing with
the earth's invisible halo.
La Estrella
When Polaris falls, my grandmother
will mourn in the center of the earth, her grief
a giant telescope
expanding
through mantle, lithosphere, crust—
a grito .
In her hand, a mirror of polished obsidian—
lava's reaction to water. In her hand, reflections:
a plumed serpent,
a jaw,
a rosary,
a spirit of thistle,
silver raspberries & beryllium,
frozen rain.
When it was her husband, it was the Ouija board,
her daughters circling
the imperial eye.
When it was the hurricane, it was the attic
of her house,
her canary Pepito, the bird
she kept in its cage even after it died.
She will keep the star too,
when it dies,
grind it into powder
she'll put in the throat
of her pistol,
cough into the sky.
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