JORGE CASTRO VEGA
Escritor uruguayo (Montevideo, 1963). Crítico literario y teatral. Abogado de profesión, ingresó al Poder Judicial en 1998 y actualmente es juez en Montevideo. Ha publicado Primera línea (1983), Poesía de sitio (1985), Poesía involuntaria (1987), Poesía certificada (1989), Poesía arbitraria, antología personal (1989), Con motivo de Ana (1991), Un poco de sol (1993), Cosas que pasan (1997) y El mismo río (2017).
Sus textos han sido incluidos en diversas muestras y antologías, entre ellas Antología plural de la poesía uruguaya del siglo XX ( Seix Barral, 1995), Poésie uruguayenne du XXe siècle, (Éditions Patiño, 1998), Poesía uruguaya, antología esencial (R. Courtoisie, Visor, 2010).
CONFESIÓN DE FE
Vana labranza aquesta del lenguaje
Aceptar el relámpago de un nombre
La sinrazón que a mi razón se hace
Negocio obscuro para el bien del alma
Ahora incendio papeles
Reniego de la sombra de mi sombra
Y del pájaro idéntico a su ausencia
Y aunque vano el lenguaje y la labranza aquella
El poema que no escribo me desmiente
ODISEO, CANTO XXV
Te mando noticias de la noche
La noche salió de mi cuaderno
Y sin que pudiera evitarlo
Se perdió en el mar
He luchado con el mar
Toda la noche
MIENTRAS ESCRIBO
Mi sobrina entra al escritorio
con un cenicero limpio.
con un cenicero limpio.
Lo pongo sobre la mesa.
Me agacho a darle un beso
y desordenar su pelo.
En Bizancio, hay una mujer
increíblemente bella
que me espera después
de una batalla de final incierto.
La niña entorna la puerta
y se queda allí unos segundos
mirándome escribir. Finjo
no verla. Su mirada
me hace hermoso.
FAR WEST
Me acercaba a ella
forastero derrotado por el polvo
arribando a un pueblo fantasma en el desierto.
Decía su nombre en voz baja
y acometía tareas salvajes:
falsificar un mapa de sitios invisibles
proyectando una ciudad con estandartes
caballos blancos y árboles ingleses.
Pronuncié su rostro más de lo prudente.
Razón tienen los dioses
para olvidarme a la hora del poema.
NUNCA CONTÉ OVEJAS
Porque no sabría que hacer
con la pata lastimada
de aquella que miró tan mansamente
cuando la separé del rebaño
y le ordené saltar con ojos llenos
Cuentos las camas en que he dormido
por más de una semana. Es eficaz
y ajeno al asunto del madero
la esponja con vinagre y todo eso.
THE REST IS SILENCE
Después de tanta partitura
tanto signo, tantas señales
ocultas en la arena
ya no es posible pronunciar palabra.
Nadie encontrará la isla
donde el viejo inventa su historia del tesoro:
la clave muda
en una botella Stradivarius.
HEXAGRAMA 49
I
Rezaban al dios del lugar
y cambiaban de lugar constantemente.
Vieron dioses que desaparecieron
como desaparece un puño
al abrir la mano.
II
Hemos perdido
las cosmologías y los barcos.
Esta no es una iglesia
con altas camas de hospital.
El gallo duerme.
Ahora todo está por inventarse
de nuevo.
EL PAYASO MÁS TRISTE DEL MUNDO
Aclaración.
Por si hubiere sensibles
en esta carpa.
Se les recuerda
que el número del cachetazo dura
varias vidas
y el pobre se olvida siempre
de agacharse.
EJERCICIO DE ALQUIMISTA
Cuando se niega
es un águila aguijoneada por su ayuno.
Te adivina.
Te muerde.
Te escarba.
Justo cuando faltaron
las palabras esas que saben escribirte.
Cierra los ojos. Huele
estas manzanas.
Respíralas: piedra
enterrada; árbol
que descansa en su semilla.
BLANCO
La cuerda no.
Ni el arco. La mano
acaso. Seguro
el aire, su música inaudible
hilando la eterna textura del instante.
Como si apareciera
una vasija con agua en el desierto más duro
y bastara con pronunciarla palabra
para que la sed claudicara.
Tiene mucho de milagro
el viaje de una flecha.
VISIÓN DEL DESIERTO
Una piedra lisa y negra
en la que un dios pequeño dice
con el dedo: estrellas
extinguidas hace millones de años
que saben el futuro, pero sobre el pasado
dudan y, a veces, mienten.
Encima de esa palabra, el agua
blanda, blanda, transcurriendo
como un pez.
LA VICTORIA DEL PEZ
Ni el paladar partido por un gancho
irregular de fierro, ni el filo experto
intimando en sus entrañas. No
siente nada.
Salvo el ojo.
Una aguja de luz en el iris
se le clavó; arena sucia.
AVISO
1.
Antes de que la pintaran de azul, de un azul
amarillito nublado
como el miedo en Shakespeare
la luna se estaqueó en el alfiler
del campanario de una iglesia submarina
-sandía feliz
con su hipodérmica rota.
2.
Hasta nueva lluvia, la mayor
cautela.
Un silencio en falso
cerraría las heridas del mar
con el dolor adentro.
PESADILLA DE BUCANERO
No es el viento
el que golpea las persianas
como un animal que se da
una y otra vez contra
los postes. Es el tintineo borracho
de la llamita del farol colgado de un tirante
con su vestido rajado, con la mirada
en celo cuando acaricia sombra
y el beso sinuoso y circular
de su navaja como una ofensa añeja
que no ha sido perdonada. No es la luz.
Es algo parecido, más espeso; menos real.
Algo que leemos en las vísceras
del pescado abierto y nos ayuda a recordar
que la lluvia es tiempo que pasa en otro lado.
BAQUEANO
Se sabe. De noche, todos los gatos
son hombres. Pero hoy parecen
virgencitas que nunca han ensayado. Dicen
que la noche salió
rara, con una luna oscura
que no alumbraba a nadie
como prepoteando a los insomnes
por mirones.
Para mí que la noche
tiene los días contados.
SECRETO A VOCES
Quede claro: yo mismo vi
cuando la luna cabeceó como el equilibrista
que miró hacia abajo.
Y es cierto
que casi se cae. Se habría caído
si la noche no hubiera hecho
lo que hizo.
EN EL MISMO RÍO
El fuego es pobre
cuando se trata de complicidades
con la noche.
No hay ceniza entre las cosas
que nombro. Hebras raídas
telar incoloro
de lo que no empecé a decir
y aquello que de escribir nunca termino.
Es tan redonda la infancia
que no cabe en ninguna palabra.
Apenas la caricia
de una vela
reflejada en el estanque: un verbo
desterrado de su idioma, caligrafía
nuestra
de gatitos ciegos.
LO QUE CONTÓ MÁS TARDE LA SERPIENTE
Desde luego, grita
golpea, destruye. Incluso
ha llegado a dormirse de puro enojado.
Dormirse durante siglos, sin soñar nada
nada en absoluto
y de repente despertar
entre aullidos, empapado en vinagre
con un par de clavos en las manos.
En cuatro palabras:
vive furioso consigo mismo.
Y ya no queda nadie en el Edén
(salvo la música de Bach)
a quien pueda achacársele la culpa.
Desde que los echó, no juega
no canta, no baila.
Y ha dejado de rezar.
LA PUERTA DEL CIELO
El rico mira al camello
y al ojo de la aguja.
El camello observa el ojo de la aguja
y de reojo
al hombre rico.
-Maldita bestia- grita el hombre.
Y le hace chasquear la cara de un latigazo.
-Si él fuera un poco menos obeso –piensa
el camello, lamiéndose la sangre.
Finalmente, obedece. Todo camello
encuentra su forma
de traicionar la revolución.
(al maestro Lenny)
MISERERE
Era tal y tan precoz
mi conciencia del asunto
que podría decirse que aprendí a leer
a los solos efectos de escribir
mi biografía.
Lo supe desde siempre, desde
antes incluso de saberlo. Una vida llena
de palabras perennes y redondas, una vida entera
me esperaba, con sus 33 velitas, para ser
contada con crueldad barroca.
Y poner un punto.
O dos.
Iba a ser
extraordinariamente interesante.
Como la de todos.
Pues bien
ahora que todo ha sido consumado
permíteme olvidar, Señor. Déjame ser
ese amputado
que siente el dolor del pie que ya no tiene.
FOGATA
Mientras arde
el leño recuerda
todas las cruces que fue
cuando era niño.
El fuego lo escucha.
Lo escucha y baila
lamiéndose a sí mismo
como un madero más.
VIDAS PASADAS
Traspasé, limpiamente, la médula de un hombre
con mi espada druida. Registré con minucia
los movimientos que iba haciendo su cuerpo
hasta morir.
Eran tus profecías sus espasmos.
Emborrachado de ti, lapidé adúlteras y vírgenes.
Carpintero desde niño, fui
famoso por mi esmero en la construcción
de cruces. Me dejé clavar en el madero
para complacerte. Cuando todo había sido
ejecutado de acuerdo a tu diseño, arranqué
con manos agujereadas corazones infantiles y
grabé tu nombre en ellos
con cuchillos de obsidiana, para que no
te apagaras como bombilla vieja. Estallaré. Para que brilles
como nunca. Seré tu fiesta de fuegos de artificio
en medio del estruendo de tu infinito amor en el que todos
seremos arrastrados. Por fin, comprenderás que no
existes sin nosotros. Apiádate
de este humilde guerrero que te encomienda su alma, Señor.
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