martes, 21 de octubre de 2014

ERNESTO FERNÁNDEZ ARRONDO [13.773]



Ernesto Fernández Arrondo

7 de enero de 1897 - 26 de julio de 1956
Destacado poeta de Güines. Autor del poemario titulado “Bronces de Libertad”, que, como rareza bibliográfica, prologó don Fernando Ortiz.

Nació en Guines, CUBA  el 7 de enero de 1897, al umbral de la ocupación militar norteamericana que a su vez dio paso a aquella república de dudosa independencia.

Infancia y Juventud

A pesar de las manquedades de una libertad condicionada al arbitrio de los Estados Unidos, en virtud de la Enmienda Platt (1901), la producción poética de la época reflejaba, en mayor medida que las demás creaciones artísticas, el triunfo del ideal nacionalista. Los más jóvenes aprenden a versificar con el poema “Mi bandera”, de Bonifacio Byrne o el soneto “La más fermosa”, con el que Enrique Hernández Miyares celebrara la protesta de Manuel Sanguily en el senado contra el Tratado de Reciprocidad Comercial. No por azar en Bronces de Libertad se incluyen sendas composiciones tituladas “La más fermosa” y “A la bandera”.

Pertenece a esa primera generación poética de la república, aunque algunos de sus cantos se prolonguen más allá de su tiempo. Su universo expresivo está junto a Botti y Poveda, pero sin trascender las viejas formas poéticas en que discurría la poesía insular. Su lírica traza una especie de puente entre el modernismo y la naciente vanguardia, aunque conservando más deudas con aquel que con esta.

Relevancia de sus obras

El primer éxito del poeta güinero fue el triunfo en los Juegos Florales de Oriente, en 1921, con su canto “Al Grito de Baire”, que dedica a la “fecha gloriosa que señala /…/ aquel gesto atrevido que iniciara /…/ tres años de espartana rebeldía”.

Al año siguiente gana el premio único en los Juegos Florales de Cienfuegos y es laureado también en los de Cárdenas. En el primero tañe la lira para cantarle al amor, en una amplia acepción que incluye el amor a la patria:

Amor… ¡el de la patria!... amor glorioso, bendito amor, de adoración, que encierra, en su nimbo de sol esplendoroso, el triunfal simbolismo de la tierra: ¿qué armó el brazo del noble y valeroso mambí de nuestra redentora guerra, haciendo que en los cielos soberana fulgiera otra bandera, la cubana!

Bronces de libertad

En Cárdenas eleva sus preces a la patria y utiliza por vez primera la imagen que dará título al poemario publicado en 1923, “Bronces de Libertad”. La aparición de su libro coincide con la clarinada revolucionaria de la intelectualidad cubana más joven: la Protesta de los Trece, que fue un ejemplar impacto en la conciencia patriótica y revolucionaria de esa sociedad. Fernández Arrondo, sin embargo, está al margen de esos sucesos.

En este libro de 1923 sorprende que Fernando Ortiz haya detenido momentáneamente sus indagaciones etnográficas y antropológicas para prologar un cuaderno de versos: “Nunca en mis años, -escribió-, pude pensar que un día me viera en trance de prologar un libro de versos.”

Un lamentable suceso lo obligó a ello: Raimundo Cabrera, el ilustre literato tan ligado a Güines, y uno de los intelectuales más importantes y destacados del país, y suegro de Ortiz, -ya que estaba casado con Lidia Cabrera, hija de Raimundo-, fallecía antes de poder escribir la nota introductoria. “Raimundo pasó a lo incognoscible –escribía Ortiz- y el último escrito que pensara quedóse sin escribir.” Y confiesa que “mis aplausos, aunque sentidos, serían siempre desautorizados; mis juicios, por ser un profano, o se tendrían por desconcertados o habrían de serlo en realidad”.

De forma tan grata, quedó para la historia “Bronces de Libertad”: “Mi tierra amada: de tus hermanas, de todas eres, tú, la más bella, la más fecunda, la luminosa de una alborada fulgente estrella, pues te engalanas, vestal hermosa, como la reina de un cuento de hadas, con las orquídeas de tus vergeles, con los penachos de tus laureles y los cintillos de tus cañadas.”

Posteriormente, el poeta de Güines obtuvo otras importantes nominaciones como el Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Educación correspondiente a los años 1940-1942 por su libro "Poemas del amor feliz".

No faltan en sus tañidos los cantos a Güines, la sultana de sus amores.

Fernández Arrondo es, en resumen, uno de los representantes de las capas medias ilustradas de principios del Siglo XX cubano, que se expresa en un aliento nacionalista y enarbola el modernismo de Casal, como estandarte frente a un pasado colonial, “con ardiente inspiración y santa furia, -al decir de Fernando Ortiz-, la del ingenio La Demajagua en aquella aurora de libertad cubana…”

Muerte

Ernesto Fernández Arrondo falleció el 26 de julio de 1956 en La Habana.





PREMONICIÓN

...Y sin saber que nos llegó el momento,
nos quedaremos solos... Habrá como un silencio
tan hondo, que las almas
palpitarán de miedo... Lentamente
mi mano irá a la tuya, y en mis ojos
fulgirán tus radiantes ojos negros...
Cruzarán los instantes, por milagro... En el cielo
se fugará una estrella, dejando en su partida
una rúbrica audaz... y el azulejo,
pobre pájaro mudo que no supo de trinos,
gorjeará mil arpegios...
...Después, en el misterio de la noche feliz,
con suavidad de arrullo, dirás trémula: -Sí...





La muerte del Titán

¡Silencio!...Es el momento... Trae la nube
en su vientre negruzco una centella,
y  cual mágico rostro de querube
asoma en el crepúsculo una estrella!

¡Es la hora!... Pasan los libertadores
en raudo tropelaje...
                                 Se diría
que es un desfile, en sueños, de visiones 
heroicas: en lo alto el paraguayo,
como un índice rudo;
las frentes sudorosas; las melenas 
dispersas en el viento; los corceles
inquietos, indomables,
ávidos de rienda ...y formidables 
asaltos donde crujen los aceros, 
en satánico idioma, bronco, fuerte,
la rapsodia del odio y de la muerte!

El Cíclope delante, majestuoso, 
como Olímpico Dios...su tez de bronce 
bajo el sol lo destaca fulgurante.
La montaña, a su paso, se estremece
de júbilo, y el valle y la llanura 
recogen su extensión como queriendo
formar un pedestal...
                                 Radiante pasa
al frente de sus Bravos...
                              ...¡ Cae la tarde
haciendo, de fulgor, supremo alarde!

La nube acecha, y el instante aciago 
paraliza el reloj...
...                    ...   Es inquietante
 la hora.... 
                                      Zigzaguea 
su látigo implacable y furibundo
la Parca,y su chasquido 
arranca de la nube la centella
que al Cíclope fulmina...
                                  ¡ Cae vencido
el excelso Mulato!... pero su alma,
por el hilo de luz de la centella,
hacia los cielos vaporosa sube,
y, olvidando la saña de la nube,
se refugia en el alma de la estrella!





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