Arturo Troncoso
Arturo Troncoso (1902 - 1939). Poeta, autor de "Solvieg" (1924).
Fuente: La poesía chilena moderna. Rubén Azócar (comp.). Santiago: Eds. Pacífico del Sur, 1931.
Arturo Troncoso y María Rosa González, representan la poesía penquista anterior al terremoto del 39. Él murió en la catástrofe, ella se fue y no regresó más. Sus poemas dan cuenta de una ciudad que ya no existe, “una ciudad antigua, enredada en gruesos muros oscuros, casa de dos pisos cuando más, ventanas y balcones de reja, doce cuadras de largo y diez de ancho”.
ANILLO
A tu frágil corola
yo le alcanzo el rocío.
Dedos de agua impolutos
en tus sienes de estío.
A tus ojos desnudos,
pozo del mar y el cielo
va mi beso hecho nudo
a sumergir su anhelo.
0 su lento tatuaje
en tu piel caminada,
mi caricia en su viaje
dejó huellas rosadas.
Transcurso del cariño
haciendo su andamiaje.
Con mi amor yo te ciño
su sombrio espionaje.
NOCHE PARA LA PEQUEÑA AUSENTE
Negras paladas de sombra
cubriendo la superficie.
El silencio sucesivo
y su cercado de goma.
Pero el campo, el campo mío,
oh, forestal magazine,
y su retrato querido.
En la escarcha de cristal
lacraba el eco sus pasos.
Y su soledad de helechos
subiéndonos el barranco.
O de olores sus cabellos
los boldos se los tejían!
0 también hasta sus manos
a entibiarse iban las lluvias
y amarrarse a nuestros brazos
venían las noches puras.
Oh, soledad campesina,
soledad de noche y luna,
tú la pintabas de ausencia,
tú la horadabas de fugas.
En el trapecio del aire
su recuerdo hoy se equilibra.
El viento se hace más blando,
la noche se hace más tibia.
Como una hoja madura
cae el silencio de arriba.
Yo la apretaba, temblando
en mi manta se escondía.
Ahora es ella una estampa,
es el campo su hornacina,
los robles los candelabros,
mientras en la lejanía
una muralla de Kumo
sujeta al bosque en su huida ...
A veces, sobre la era,
en el tiempo de la trilla,
cuando dormíamos juntos.
un caballo nos traía
entre sus cascos el alba.
Después el día, los días
y sus cordeles profundos,
laceada su sombra tibia
junto a mi voz que hoy la llama
subiendo por la colina
a la que a menudo fuimos
haciendo un collar de espigas.
Oh, mi ausente, mi pequeña,
la que construyó mi vida!
Con su gran cesto de lluvias
el invierno se aproxima.
Y no estará su ternura
abriendo sus alas suaves
ni abrigándome en su gruta.
Oh, soledad campesina,
soledad de noche y luna,
tú la pintabas de ausencia,
tú la horadabas de fugas. . .
EL VIENTO ANTERIOR A LA TORMENTA
El viento avanza corno una hoguera frenética.
Confuso hervor, latiente hervor desesperado
poblado de hojas vivas y argonautas
y de largos silbidos en retorno,
El viento, potro ansioso, que galopa bufando.
Barriendo los rastrojos, herencia de trigales.
Por el barbecho pasa como si fuera arado.
Con su espada cortando cabelleras de árboles.
Arañando la noche con sus manos pujantes.
Hará bajar las nubes por !a lluvia de alambres.
Amontonándose, cruzándose y partiéndose,
rebota, corre y baila desde el valle a los cerros
o ronca en la humedad de la hondonada
y de aullidos le preña la garganta a los perros.
El viento negro, obscuro, lo mismo que humareda
por el boscaje llueve estremeciéndolo.
Saltan las ramas ágiles, los búhos centinelas,
toda la selva mía de vertientes y pájaros,
de boldos y de robles que levantan la tierra
y del río, y sus peces que algunas noches claras
se roban las estrellas.
El viento va enrollándose, enrollándose,
hasta hacerse una inmensa pelota rodadora,
patinando en el verde parquet de la montaña.
Entonces, más ansioso, más hirviente, más hondo,
gimiendo hacia la muerte, incierto, a tropezones
se apresura ioh puñado de tumultos vencidos!
cayendo en el mar,
llamarada incendiando sus ebrias convulsiones.
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