Hugo Fernando Pereira
(Luque-Paraguay 1992) Estudiante de la carrera de contabilidad siempre ha alternando con los estudios de su carrera y los quehaceres laborales su formación literaria, escribiendo desde los 14 años de edad, participando en festivales del colegio nacional de Luque y en actos culturales en la casona de Julio Correa, con otros poetas de renombre, ha sido publicado recientemente en la revista de poesía electrónica Alcorce ediciones.
Más en la madrugada
Sucumben los cantos de los grillos aplastados
bajo el meteorito del silencio.
bajo el meteorito del silencio.
La esbelta y acogedora cabecera de cedro
se extingue en el centro de la habitación.
se extingue en el centro de la habitación.
Con ojos fisurados va un anciano por lo oscuro
(el único radar con que cuenta es su tacto)
rodeado de esa soledad que es tan fuerte
para quebrar hasta el aire en sus pulmones.
(el único radar con que cuenta es su tacto)
rodeado de esa soledad que es tan fuerte
para quebrar hasta el aire en sus pulmones.
Pero como galopes de una caballería militar en auxilio
suenan los tictacs del reloj en el corredor principal
y el techo detenido sobre mi hogar
parece una mariposa, posando alegre en una piedra.
suenan los tictacs del reloj en el corredor principal
y el techo detenido sobre mi hogar
parece una mariposa, posando alegre en una piedra.
Diagnóstico del olvido
Bruñéndolos el sol se ponchaba en esos clavos semi-forestales,
sobre la comarca una bandada ensayaba su disposición táctica,
el cacarear de un gallo iba en línea directa al flanco del amanecer
sobre la comarca una bandada ensayaba su disposición táctica,
el cacarear de un gallo iba en línea directa al flanco del amanecer
y yacían arenosos los sepultados anteojos del licenciado calculador.
Tenía tiempo para salir y hacerle el mandado a mi madre,
el estadio municipal parecía un enorme lugar teniente vigilando,
iba corriendo entre viejas estructuras de comercio en venta
el viento no imponía impuestos para pasar por sus linderos estivales.
Hasta que mi crimen infantil era inevitablemente delatado por la ausencia de una o dos galletas a la vuelta del mercado.
Hoy recuerdo cuando alguien dijo: parece que fue ayer que de la escuela su abuelo lo traía de la mano.
Con los dedos en el álbum era posible diagnosticarle los síntomas del olvido,
o tomarle a la ajada bolsa de juguetes una muestra de parafina funeraria.
Pasa que a veces abres un álbum o una bolsa de juguetes y estos están tan poblados de fantasmas que agresivos te gritan: ¡Qué es lo que miras!
Un momento pasado
Algunos se topan consigo mismos al caminar.
El gran pedazo de un espejo se astilla en el planeta y sigue,
incluso nuestros secretos pueden verse reflejados ahí
desnudos, entibiados, alargadamente enrojecidos
por los heridos rayos del alba, agonizando en la ensenada.
El gran pedazo de un espejo se astilla en el planeta y sigue,
incluso nuestros secretos pueden verse reflejados ahí
desnudos, entibiados, alargadamente enrojecidos
por los heridos rayos del alba, agonizando en la ensenada.
Los problemas,los números, vuelan también fuera de los libros de
matemática.
Mucho más lejos que de las escuelas y las urbanizaciones
despliegan sus alas mal sumadas
en las tundras semi-blanqueadas, donde los crecidos pinceles
pintan sus tormentas extrañas.
matemática.
Mucho más lejos que de las escuelas y las urbanizaciones
despliegan sus alas mal sumadas
en las tundras semi-blanqueadas, donde los crecidos pinceles
pintan sus tormentas extrañas.
Y son nuestros reflejos los que se deslizan ahora
por esos acantilados fosforescentes.
Lo único tocado es lo visto. Más nada.
Un instante en el que las secas vigas del crepúsculo, comienzan
a desplomarse sobre una costa hirviendo de congoja.
Las nubes que se ensanchan en lo alto,
son las páginas arrancadas de una novela de terror.
son las páginas arrancadas de una novela de terror.
Un alfil de sol avanza trizado, en vano sobre una tabla de hielo.
Más allá perduran atados por el tiempo,
los mismos océanos de siempre
junto con las barreras boreales que yacen,
echadas anulando glaciares.
los mismos océanos de siempre
junto con las barreras boreales que yacen,
echadas anulando glaciares.
Tras la mudanza
El camión de mudanzas paró vacío, como las maletas
que alguien prepara, porque debe marcharse para siempre.
que alguien prepara, porque debe marcharse para siempre.
Con elaboradas fauces el invierno subió a clavarse en el abrigo de los
inmigrantes. Un albino pesca en el día con redes tintineantes, las pestañas.
Y el ventarrón rosa la vela, pero no la apaga,
los remolinos que van tomando el polvo claramente lo avientan.
inmigrantes. Un albino pesca en el día con redes tintineantes, las pestañas.
Y el ventarrón rosa la vela, pero no la apaga,
los remolinos que van tomando el polvo claramente lo avientan.
Impulsada por los pedales de raíces las copas han avanzado,
hacia panteones mudos, donde los muertos son medidos, sastres de argamasa.
hacia panteones mudos, donde los muertos son medidos, sastres de argamasa.
La furia ha dejado a las palabras, al risco de los labios sin arneses, a punto de
caer
sobre un ciego que a pasos dudosos detecta con su bastón un universo: la orfandad. Parpadeos que apedrean los cristales de los relojes, cuando las barreras laten en el pecho de los avaros.
Ella y yo fuimos alguna vez dos personas vendadas al igual que en un juego, intentando encontrarse confiadas, en la muchedumbre de las calles a hora pico.
A esta parte del hemisferio llegaban las tragedias disfrazadas de noticias matutinas,
cruzando los océanos como pájaros migratorios, atraídas a las extensiones de giga bytes.
Los ladrones que forzaron los picaportes de los desamparados,
se han rendido igual que las llaves ante las puertas que tienen trancas. Bóvedas que se sienten prisioneras de eso que conservan,
secretos que baten las contraseñas en las cajas fuertes del pasado.
se han rendido igual que las llaves ante las puertas que tienen trancas. Bóvedas que se sienten prisioneras de eso que conservan,
secretos que baten las contraseñas en las cajas fuertes del pasado.
Las baldosas
Siempre he mirado con poderosa curiosidad
las baldosas en los pisos de los sitios públicos.
las baldosas en los pisos de los sitios públicos.
Tienen tantas formas misteriosas encima de sus capas.
Lo que más suelo ver son rostros enfermos,
que en su mayor parte parecen estar manifestando
una queja de dolor corporal constante.
que en su mayor parte parecen estar manifestando
una queja de dolor corporal constante.
Aun así sus gritos nadie puede oírlos,
ni mucho menos ver sus anatomías.
ni mucho menos ver sus anatomías.
Están mucho más abajo que de las entrelazadas
cañerías del sistema de alcantarillado,
o quizás más allá enterrados como huesos de dinosaurio.
cañerías del sistema de alcantarillado,
o quizás más allá enterrados como huesos de dinosaurio.
Me pregunto de qué lugar tan profundo provendrán.
Solo cuando la actividad cesa y ya no hay nadie
sus gritos paran un instante y sus cuerpos dejan de dolerles.
sus gritos paran un instante y sus cuerpos dejan de dolerles.
Se salen completamente de su entierro
se airean, se extienden un poco.
¿Qué es entonces lo que les produce tanto dolor?
Deben ser las casi dos mil misadas por días con las que se cargan
o acaso los verdaderos gritos son solo ecos que ellas han reproducido
de esos que las pisan por día dos mil veces.
o acaso los verdaderos gritos son solo ecos que ellas han reproducido
de esos que las pisan por día dos mil veces.
Creo que es eso, ya que tan solo con el ruido de la ciudad que se manifiesta
bajo las puertas, incluso antes de cualquier pisada, vuelven a ocultarse
reiniciando sus gritos y quejas de dolor.
bajo las puertas, incluso antes de cualquier pisada, vuelven a ocultarse
reiniciando sus gritos y quejas de dolor.
Luego de un largo andar
Espesura y descampado disputaban la posesión de un gélido hospicio, que forzosamente encostrado entre ambos, se entumecía.
En auxilio de las pupilas intentaban sujetarse, moribundos resplandores expulsados por el atardecer.
Una fuerza desconocida nos llevaba por caminos bifurcados al igual que braguetas descompuestas, que se apresuraban en su competición.
A un lado, pastizales despellejados por el fuego ardían con motivo de la nueva pastura.
Manchando el asfalto, giraban desenrollándose en forma de alfombras las luces que arrojaban los faros del vehículo.
Conmovido y no menos arrugado que un canario en un puño estrujador, dentro del vehículo iba observando.
Asechado por el anochecer, resguardaba sus alimañas la espesura elevando como una fortaleza brunos murallones.
La tormenta se acercaba con su aeronáutica de nubes para bombardear rancias estaciones en desuso, que atraían a las devoradoras ratas de los siglos.
Bajo nuestros pies
20:45 P.m. Recién salgo de la clase de taller de contabilidad.
Atestado de arpones grises
y de barrios que despliegan sus negros parques
en peligro de extinción, Luque parece un cetáceo ancestral.
y de barrios que despliegan sus negros parques
en peligro de extinción, Luque parece un cetáceo ancestral.
No hay demasiado que divisar.
Estrellas tampoco.
Yo debo ir hacia el vértice desboronado de la ciudad,
ahí donde los últimos episodios se multiplican rápidamente.
ahí donde los últimos episodios se multiplican rápidamente.
Solo, bajo la luna que es un círculo rodante ascendiendo
más y más
hay un avión que chilla preludiando su llegada cerca de la pista aterrizaje.
Sin embargo nadie advierte, nadie se inmuta que conforme caminamos,
de entre una extraña congregación que aguarda
tanteando con ojeras sincronizadas,
bajo nuestros pies y con respiración agitada
se asoma obstinado el soldado abatido.
más y más
hay un avión que chilla preludiando su llegada cerca de la pista aterrizaje.
Sin embargo nadie advierte, nadie se inmuta que conforme caminamos,
de entre una extraña congregación que aguarda
tanteando con ojeras sincronizadas,
bajo nuestros pies y con respiración agitada
se asoma obstinado el soldado abatido.
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Al acostarnos
Carriles de acceso temporal por la ciudad se prolongan en su travesía. Restregados en sus posturas transcurren solitarios elementos.
De entre todas las cosas que parecen amontonarse rumbo a un paredón de fusilamiento,
lo que más me sorprende, son esas personas que caminan, dejando puntos suspensivos en vez de dejar marcas de sus pies.
Oigo las palabras que como huellas dactilares de un crimen reciente, siguen intactas en sus lenguas.
Puedo ver sus visibles culpas asediando tras sus rostros,
tenuemente iluminadas por la lámpara
de la tristeza.
tenuemente iluminadas por la lámpara
de la tristeza.
Yo no creo que de esta inevitable redada,
vivir en el segundo piso pueda mantenerlos a salvo
o que ni si quiera a la victoria los conduzca esa decisión de resistencia.
vivir en el segundo piso pueda mantenerlos a salvo
o que ni si quiera a la victoria los conduzca esa decisión de resistencia.
Porque cuando nos acostamos la almohada es un detector
de mentiras que se activa sin que podamos engañarla.
Bajo los parpados a medio cerrar, el cansancio almacena sus despiadadas
granadas.
de mentiras que se activa sin que podamos engañarla.
Bajo los parpados a medio cerrar, el cansancio almacena sus despiadadas
granadas.
Por de pronto hay una crónica escribiéndose para el día siguiente
que dice que el desvelo ha depositado sus huevos en tus ojeras
y que el pasado ha enfilado su coalición de sabuesos rastreadores.
que dice que el desvelo ha depositado sus huevos en tus ojeras
y que el pasado ha enfilado su coalición de sabuesos rastreadores.
¿Qué es lo que deseas entonces? ¿Qué es lo que planeas?
Si me pides un consejo, te diría que devolvieras tu único botín de guerra:
esta insignificante parcela de algodón y tela.
esta insignificante parcela de algodón y tela.
Armadura meridional
Amanece.
El reflujo matinal se desliza por los cristales de la iglesia.
La imagen del bosque nada y se hunde en el lago.
Un peculiar hormigueo zigzaguea por el tape po’i*.
No lo hago con frecuencia
pero amo venir por ese camino, libre del tráfico asolador
mientras se hacen inminentes las formas ante la claridad
y los árboles sobre sus copas llevan al sol en andas
mientras se hacen inminentes las formas ante la claridad
y los árboles sobre sus copas llevan al sol en andas
Pienso que seria un buen lugar para quitarme un día, la pesada armadura de
los años
al igual que Gabriel lo hizo y percibir tranquilamente
a las reverdecidas hojas de la primavera rindiéndole cuentas al viento
cuando la noche se acerca al mundo
como un animal amaestrado se acerca a su comedero
los años
al igual que Gabriel lo hizo y percibir tranquilamente
a las reverdecidas hojas de la primavera rindiéndole cuentas al viento
cuando la noche se acerca al mundo
como un animal amaestrado se acerca a su comedero
y Aregua se ensancha convirtiéndose
en un impune secuestrador de sueños al asecho.
En Guarini el otro idioma oficial del Paraguay significa: camino fino.
La huella de la incertidumbre
Mediados de agosto. Un sorpresivo chaparrón inicia su pesquisa, irrumpiendo inclusive en el alcantarillado.
En un cúmulo inerte de cajas vacías
el moho lleva acabo su carrera armamentista.
el moho lleva acabo su carrera armamentista.
Hay una mujer que ha dejado abiertas las escotillas de sus deseos
(esa no eres tu)
intentando ser inmune ante las restricciones de la piel
por si esta noche el marinero ahogado quiera volver a subir para tripularla.
Yo estoy tras la ventana, mirando la pista mojada
-esperando que llames y digas acabo de llegar-
como un insecto de estación
-esperando que llames y digas acabo de llegar-
como un insecto de estación
que con antenas ansiosas palpa los cristales.
Porque siempre que te vas suenan carros de bomberos,
o ambulancias se ponen en marcha
y los faros bicolores de las patrullas reman por las calles,
antes de que llegue cualquier llamada, hacia quien sabe donde.
o ambulancias se ponen en marcha
y los faros bicolores de las patrullas reman por las calles,
antes de que llegue cualquier llamada, hacia quien sabe donde.
Huelga interior
Prevalece el día sin poder romper su tenaz molde.
Repletos recintos de trabajo
propagan su epidemia incontrolable de quehaceres.
propagan su epidemia incontrolable de quehaceres.
Bajo galpones de herrería, lentamente las herramientas vuelven a cobrar vida.
Y la escarcha que aún forcejea con la aurora sobre el capó de los vehículos, comienza a ser rodeada por paredes de edificios en el que
la humedad sabotea las pinturas.
la humedad sabotea las pinturas.
Pero también estamos nosotros y de pronto somos tantos, tantos como puntos diminutos en un tablero
con los dardos del estruendo asestándonos.
con los dardos del estruendo asestándonos.
De pronto tantos, que un hombre con manos unidas, implora que le reparen la desoldada hojalata de su existencia.
De pronto tantos que se desata un rumor de casería en los armarios.
Sin embargo hay también un momento en que el futuro
se revuelca, se muerde la cola.
Y todo aquello en lo que anteriormente creíamos,
no hace falta buscarlo en otro lado,
siguen aquí, solo que ya no están de acuerdo con nuestras acciones.
siguen aquí, solo que ya no están de acuerdo con nuestras acciones.
Son esos espantosos latidos del corazón que resuenan,
cuando nuestras decisiones toman la posición
de bestias intimidantes.
cuando nuestras decisiones toman la posición
de bestias intimidantes.
Es esa huelga interior con la que cada uno va cargando.
Verano
Cerré los ojos, y fui hacia el frente.
Las campanas de la catedral se volvieron sobre si.
Helicóptero del temporal, grandes hélices de la nostalgia abrieron el cielo como un baúl misterioso.
El río pareció la cicatriz de una herida muy larga, banderas lunares bajaron flameando sobre las aguas.
Se levantó la cerradura helada del invierno.
Fue ruidosa la carpintería de la primavera
las hormigas hacían su interminable mudanza.
las hormigas hacían su interminable mudanza.
El taladro del verano perforo y se apuró hacia abajo calentando el estático circuito de raíces,
y convirtiendo la sombra de los matorrales en símbolos quemados.
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