Raquel Weitzman
Raquel Weitzman. Abogada, poeta y narradora. En 1962 publicó “Poemas”, libro que logró el Premio Literario del Club de Abogados de Santiago; además, publicó: “Otros poemas” (1966), “5” (1966), “Poemas?” (1971), “Sensaciones” (1974), “13 cuentos” (1974), “Algunos poemas de amor y otros de muerte” (1975), “Algunos poemas a mano” (1975), “Más poemas a mano y otros a máquina” (1980).
Bibliografía de Raquel Weitzman:
Poemas (1962)
Otros Poemas (1966)
5 (Cuentos, 1966)
Poemas? (1971)
Sensaciones (S. José De Costa Rica, 1974)
13 Cuentos (S. José De Costa Rica, 1974)
Algunos Poemas de Amor y Otros de Muerte (Quito, 1975)
Algunos Poemas a Mano (Quito, 1975)
Más Poemas a Mano y Otros a Máquina (Maracaibo y Puertos de Altagracia, 1980)
Raquel Weitzman o el amor como eco del primer estallido
Por Virginia Vidal
¿Por qué se borra a una mujer del mapa? ¿Por qué se borra del mapa a una poetisa audazmente erótica? ¿Qué razones políticas hay para borrarla? ¿Acaso la izquierda enmudece a una escritora que considera inconveniente como la derecha las enmudecía mandándolas al Convento de la Preciosa Sangre?
Cuando Raquel Weitzman dice maravilla, es maravilla. Su lenguaje sin subterfugios, claro y directo, carece de rebuscadas metáforas; tampoco recurre a ese arsenal de dagas, espadas y obeliscos que proporcionaron tanta gratificación a Freud.
No hay en nuestra literatura una poetisa como Raquel Weitzman tan trasgresora y con tal vocación de amor, exenta de lamento, nostalgia y despecho. La Biblia, Federico Engels y Edgard A. Poe son sus amigos. En ellos encuentra respuestas y afinidades.
Se dan en literatura asombrosos misterios de marginación y olvido, por ejemplo el caso de Emily Dickinson, esa secreta mujer que vivió en Massachusetts (1830-1886). En nuestro país, pocos conocedores de la literatura chilena saben de la poetisa Raquel Weitzman, valor de la generación del 60, justamente apreciada por Carlos Droguett, Ricardo Latcham, José Donoso y Nicanor Parra. Al revés de Emily, que publicó en su vida cinco poemas y dejó mil setecientos setenta y cinco en papeles de envolver, sobres y pedazos de cartas apretados en cincuenta ataditos, Raquel ha publicado varios libros: pero la Biblioteca Nacional guarda sus trabajos jurídicos y apenas uno solo de sus conjuntos de poemas.
Según Carlos Droguett, la posición predilecta de Raquel es estar sentada. Así se convierte en un alambique caldeado de silencio para destilar un lenguaje poético de sencillez y rigor. Su persona y su poesía rezuman ternura, fortaleza, generosidad, humildad y dignidad. Esta mujer guarda su obra con displicente recato y ha sido, sin proponérselo, la precursora de un erotismo de alto vuelo cuyo escenario privilegiado es la ciudad de Santiago. Sus cuentos que llevan el parco título de 5 son inquietantes por su franqueza y por la intrepidez en asumir la aventura amorosa.
Difícilmente las causas de su segregación residan en su interiorización de la realidad, en su temporalidad, en su clarividencia. Raquel demuestra que el apasionado compromiso con la vida no excluye la lucidez, la distancia crítica, el humor y el pensamiento profundo; todo esto puede horadar las costras del silencio manejado.
Si agradable y rica es su conversación, no resulta fácil entrevistarla: a Raquel Weitzman no le interesa figurar en letras de molde. De todos modos, resulta grato evocar algunas de sus reflexiones:
* Sigo escribiendo. Escribo en hojas sueltas, en servilletas; a veces tengo la billetera llena de papeles y en ocasiones los boto. También me los roban. O se quedan por ahí y se pierden.
* En el fondo, no he tenido nada que decir. Cuando chica me decían la muda, porque cuando estaba con gente me costaba tanto hablar algo. Es tan complicada la palabra. Hay tanta falsedad en las palabras. Sí creo mucho en el lenguaje del amor, en la comunicación.
* En mi poesía trato de describir una porción de amor. Tal vez ese sea el momento en que una se siente más viva. Esto no tiene nada que ver con la literatura: la vida es otra cosa. En un tiempo me aferré mucho a la poesía, pero después la subestimé. Sin embargo, me ha ayudado a no a aclarar las cosas sino a expresar con palabras que no son aclarables esa actitud frente al vivir y al morir.
* En mi poesía está siempre presente la muerte no como un desastre sino como realidad. Siempre me asombra que la gente tome con tanta naturalidad la vida. Me parece muy extraño estar vivo.
* Una relación amorosa verdadera es una de las cosas más perfectas que puedan concebirse. Cuando un hombre y una mujer se encuentran de verdad, resulta una maravilla que alguien sienta como uno en un momento determinado de la vida y coincidan ambos en el tiempo y el espacio.
* El acto de amor te soluciona cosas, porque no piensas: sientes. Es un poco como cuando te ponen anestesia.
* Sigue impresionándome una obra de José Carlos Mariátegui: La comedia de la vida. He leído entero a Mariátegui, es uno de mis grandes amores. Esta novela la escribió cuando estaba en Europa. Usa la expresión "pazzo per amore" que también usa Octavio Paz. Qué certera es: "loco de amor". Logra significar ese estar fuera de ti. Qué síntoma de vida. Después del amor, la soledad es un desastre.
* Lo más impresionante que pasa en Chile son los crímenes de amor. Qué diversidad de formas de la muerte, de la locura por amor.
* Creo que soy muy rebelde, pero me lo trago. Admiro a los anarquistas, a Reclus y Malatesta, y los he leído por años. Sus vías son ideales. Es terrible, pero la burguesía ha cagado a la humanidad. El anarquismo es la verdadera libertad y los anarquistas, los únicos que han sabido vivir. Evolución y revolución, de Eliseo Reclus, es un libro que tiene que ver con la felicidad y los verdaderos valores. Kropotkin, Bakunin eran tipos fantásticos que no le tenían miedo a nada y poseían una forma de creer que no he visto en ninguna religión.
* Qué gran verdad dijo Federico Engels en Sobre el origen de la familia, etc": se necesita ser hetaira o prostituta para saber lo que es ser mujer.
* Creo que Chile es un gran país. Creo que los chilenos son estupendos. Le tengo respeto a este país, primero, por la geografía que es cruel, grandiosa, sorprendente. Los obreros son tipos extraordinarios, puros, auténticos. Cómo me siento bien entre ellos. En mi oficina de abogado nos encontramos a menudo. Admiro su falta de arribismo, son directos, saben comer, saben vivir.
* No programo nada. Vivo al día: no hay otra forma de vida.
* ¿Me habré excedido en los excesos? Somos tan cobardes los seres humanos. Todos tenemos miedo. Uno tiene que conciliar con el miedo, es una forma de vida. Se palpa en la noche, cuando sopla el viento.
* La soledad verdadera es una forma de descansar. Como el paraíso.
* Eso que los hombres tienen de tierno, desvalido y cobarde lo encuentro fantástico.
Y de todo lo vivido, Raquel ha ido dejando algunos hitos que son sus poemas. En su Oración al amor furtivo acopia toda la humildad para expresar el más intenso anhelo entreverado con el temor-deseo de ser obnubilada:
Dios mío
haz que venga
(haz que no venga)
Dios mío
haz que me llame
(haz que no me llame)
Dios mío
haz que me ame
(haz que no me ame)
Dios mío
haz que venga
(haz que no venga)
haz que venga...
Nunca teme expresar la esencia de un sufrimiento o una emoción y se esmera por depurarla de todo hipócrita encubrimiento:
cada
soledad
que
dejo
me
deja
más
sola
Esa síntesis de pensamiento para expresar un cúmulo de experiencias la consigue sin afán retórico, acudiendo a las palabras más exactas y sencillas:
no quisiera decir como un poeta
la tarde es triste
y he leído todos los libros
ni escribir como emily dickinson
la vida entera a un amor imposible
ni quisiera sentir que ya todo ha pasado
los lejanos azules, la ilusión compartida
ni quisiera saber que
por buscarte vida
me he quedado sola!
Además, Raquel Weitzman ofrece un singular poema de amor maternal, donde no es ella la protagonista vocera de su sensualidad por haber gestado y dado a luz y criado, sino la emisora de una emoción genuina de admiración por otro ser en toda su independencia y plenitud:
A Claudio
Mi milagro
mi continuidad
mi asombro
mi alegría
mi temor
mi hijo
mi sueño
mi realidad
no hay una expresión
no hay una forma
para decirte
mi diaria sorpresa
maravillada
por tu existencia
Pero el erotismo supremo lo manifiesta cuando antes que cantarle a un hombre, prefiere cantar al deseo: singular elemento que le permite disfrutar de su pareja sin intento alguno de coto o cerco ni cortapisas ni dueñez:
antes que la piel te olvide
como todo en la vida se olvida
deseo, te voy a recordar
porque
sin ti ¿Qué sería del amor?
Hoy, mientras las manos
de mi amor
me recorrían
mientras sus labios me mordían
mientras su peso
dulce y poderoso
caía sobre mí
mientras fuimos uno
tú
deseo
estabas ahí
con nosotros
brillante
fragante
tembloroso
Otro aspecto notable de su creación es la presencia de la ciudad como escenario erótico. En la poesía nacional es tardío el rol protagónico de la ciudad, no así en la prosa. Ya la monja Ursula Suárez (1666-1749) deja vívidos bocetos de algunos lugares de la Santiago colonial. De niña, se va a escondida a los burdeles de extramuros como mirona de los “casamientos”; imagina el paraíso extendido a la vera de las faldas andinas y con un criollo lúcumo en el medio, acaso sustituto del árbol del bien y del mal. (1). Pero en la poesía la ciudad se va asomando con cierta timidez: antes del smog invasor, sus gloriosos crepúsculos visto desde algún balcón de la calle Maruri. La presencia de la ciudad, tan fuerte en los poetas de los 80, como Eduardo Llanos Melussa, Elvira Hernández, sólo fue afianzándose a partir de la segunda mitad de este siglo. Uno de los primeros poetas en rescatarla para la poesía fue David Rosenmann Taub (2), quien develó un melancólico paisaje citadino
Donde chocan compuertas, a un costado
de la calle profunda, entre dos bloques... (poema XXX)
Y la aridez fabricada se vuelve a alzar interrumpiendo la chatura de
Goteantes calles sórdidas
con huesos y sin lámparas
y con grietas que queman
las plantas del viajero
y gatos vespertinos
perdidos entre bloques..." (poema XL)
Hasta que el poeta no puede eludir la sagrada calle-cuna:
Echaurren, calle dormida,
Echaurren, calle sonámbula:
que no enturbie tus veredas
el barro de mis pisadas. (poema LIV)
Raquel Jodorowsky confiere a "la ciudad inclemente" universalidad dolorosa y alucinante, escenario de la más profunda soledad e incomunicación.
Pero es Raquel Weitzman quien la recupera como espacio erótico. Ella recuerda con cierto pesar que una vez le habló a Pablo Neruda de esta estupenda cualidad de Santiago, pero el poeta no la comprendió y le dijo que para el caso, mejor ciudad era Atenas...
Kavafiana 'avant la lettre', Raquel presintió desde temprano que la ciudad no la abandonaría jamás, donde quiera que fuere. Empieza por descubrirle a esta ciudad concreta y específica la calidad de estupendo y privilegiado espacio para el encuentro amoroso, de alcahueta y cómplice de la vida:
en santiago, el amor se hace a cada rato
edificios enteros, parques y cerros
ocultan el amor
qué pueden hacer el hombre y la mujer
mejor que el amor?
todo está dado.
hay camas, sexos, calor, ropas que se sacan
deseo infinito,
se habla del amor, se sonríe al amor,
se peca por amor, se lucha por amor,
y hay amor oficial, legítimo y dulce,
y hay amores extraños y ocultos
y hay amores llamados normales
y hay amores llamados anormales
pero siempre, siempre hay amor.
La poetisa va más allá y, sin omitir la presencia fuerte y viril de su fundador, reconoce en este Santiago del Nuevo Extremo, lugar, cuyo nombre y apellido legitiman su género masculino, un verdadero objeto erótico digno de ser apreciado en su fisonomía, su textura, sus aromas, sus contrastes y transformaciones, su animación resultante de la lucha callejera:
a veces pienso,
santiago de chile
que en definitiva
mi amor eres tú
cuando oigo
que alguien
dice por ejemplo
que eres feo
sucio
sórdido
desordenado
triste
opaco
sin forma,
sufro.
no puedo oír
hablar mal de ti!
veo en matucana
tu horizonte naranja
tus barrios
con calor humano
tu olor
a hojas quemadas
en otoño
tu primavera de cerezas
el viento
en el crepúsculo.
y siempre la cordillera
el amor en todas partes
en los extraños hoteles.
en los parques
la alegría
en las fuentes de soda
los gritos en los bares
los desfiles
con banderas y
antorchas en la noche.
y así camino por tus calles
sintiendo al lado mío
a pedro de valdivia
En otro poema, su evocación del pasado de la ciudad no sólo es la recuperación de la memoria histórica sino también reiteración de inagotable amor y constatación dolorosa de ese "querer más antes", fenómeno no sólo inherente al amor sino también su esencia fantasiosa y fantástica:
Te acuerdas
de tus viejas calles
las Ollerías, las Neverías?
Te acuerdas
cuando el cerro Huelén
lloraba entre sus piedras?
y después
creciste
como un niño
con muchas madres?
todavía se oyen
a veces
los pasos
en el empedrado...
te quise más
antes
siempre quiero más
antes
(...)
Otros poemas
Raquel Weitzman humana a la ciudad y le otorga ánima. Materia de su golem, como ser vivo y digno de su amor, le causa sufrimiento si lo siente víctima de maltrato o menosprecio. Caminarlo es recorrerlo como se recorre el cuerpo amado. También es el más constante de sus amores y el más digno de su fidelidad.
La libertad es para Raquel un espacio permisor del logro de la alteridad y ese alterarse y "dejar de ser yo" –pazza d’amore-, le permite alcanzar un muy específico objetivo:
siendo otra, por ser de otro,
en ese segundo, sólo en ese segundo,
por dejar de ser yo, angustia te olvidé...·
Alterarse: ser otra, para olvidar la angustia y ser libre, por eso la subleva la sola idea de que se pretenda regir y constreñir esa libertad:
Con qué derecho
me pregunto
alguien se permite
conducir
la libertad
de los demás?
(...)
en la llamada libertad
yo sólo he sido libre
en la locura
y en la locura
libre he sido apenas
en instantes...”
Asombra descubrir en Raquel su trasgresión mayor que es la total carencia del sentido de culpa y la incapacidad de lamentación por pecados cometidos o no cometidos. Tal ausencia de culpa, limpia su poesía para llegar a expresar la preocupación última. Tampoco tiene nostalgia por no haber logrado plenitudes ni remordimientos por haber sabido ser:
amo a todos los hombres
me entregaría en cada instante
porque tú
me llevaste a ese fondo total
en que todas las ataduras del mundo
se deshacen
Una voz
Todo esto es nimio ante el asombro ético provocado por la gran angustia. ¿Por qué la angustia? Más que el temor a la vejez cuyo acercamiento gradual constata con leve ironía, más allá de la amenaza que se cierne en la soledad después del amor, la angustia reside en el no hallar respuesta al porqué de la existencia de la vida total, de la vida como "derivación de derivaciones" que ya no será "nunca la gran única cosa".
Sólo el amor puede ser el eco de "el primer estallido", percibido en el instante de la alienación profunda, de la alteridad. Apenas y sólo apenas en ese instante es posible olvidar aquella angustia que se arrastra inevitable como el propio destino humano y la condena a muerte:
“La embriaguez de esta vida
momento en lo infinito
nada explica nacer
o morir
el amor...
veneración a las madres!
madres
amor
no veis que procreáis la muerte?
Otros poemas
Si su concepción de la certidumbre de la muerte trasciende el mero acto de morir y la lleva a inquirir y formular a las madres la más desoladora y trascendental de las preguntas, la rebeldía de Raquel Weitzman obliga a repensar el mito de Luzbel y ¿por qué no? El mito de la primera ángela, la Lilith capaz de rebelarse con la palabra. Entonces todo acto de amor sin miedo ni culpa sería la rebelión contra la muerte y la protesta porque la vida no es sino mísero eco del "primer estallido".
Notas:
(1) Ursula Suárez: Relación Autobiográfica
(2) David Rosenmann Taub: Cortejo y Epinicio (Cruz del Sur, Santiago, 1949)
(3) Raquel Jodorowsky: La ciudad inclemente (Ed. El Oso y la Pajarita, Lima, s/d)
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