Mayda I. Colón Pagán
Poeta nacida en San Juan, Puerto Rico (1975). Ha participado en innumerables congresos y lecturas de poesía en la Isla, en la República Dominicana, Perú, México y Estados Unidos. Sus poemas están publicados en diversas revistas impresas y revistas virtuales.
Ha sido presentada en varios programas televisivos, incluyendo el del afamado escritor Antonio Skarmeta. Fue parte del comité organizador del V Encuentro Internacional de Escritoras que tuvo lugar en el 2003 en la isla. Sus publicaciones incluyen varias antologías y los libros Dosis y Prosac.
Está sensación
Está sensación ser mi propio circo
sostener el trapecio con los dientes
amamantarlo con vehemencia casi ciega.
El teatro en su urgencia impostergable
exorciza al perfecto dolor de mi sombrero
Él volverá a despertarme.
Se meterá sigiloso en mi cama
sin que nadie sepa
me despojará de mis pequeñas ropas
como entonces
se paseará con sus pequeñas muertes
y me dormiré siempre en aquella imitación de ovillo sobre la cama
Mis padres duermen
la noche se burla del silencio de esta casa
Y sé que volverá
presiento su venida
y sé que volveré a tragar
que vestiré mis gritos de paredes
que cambiaré mis puntos cardinales
para acunarlos justo allí
a nivel de mis rodillas
Y sé que vestiré mis mortales suspiros
me derramaré por entre la risa de todos los payasos
para imitar su mueca con mi cara
Detendré su semen a nivel de mi ombligo
pues las niñas fantasean bien lo dijo Freud
con llevarse el semen de su padre a la cara
Y es que en esta noche ya no tengo la fuerza de escupirte
ni las ganas de ser nadie
ni la astucia de confiar en ninguna promesa que se encarame a mi garganta
Esta noche fingiré como todas desearlo
esperar su abrazo, su beso en la frente
como toda fiera domesticada para el vicio de soñar con la ternura.
Esta noche, seré yo el trapecio.
Serán sus manos trapecistas sosteniendo mis lánguidas caderas con furia
Y volverá a ser él, quien se deslice traveseando por mi cuerpo
Como si sostuviera el hambre de una cuerda
con el credo con que los humanos atraviesan los principios
Viajará por mi silencio a la deriva y tan ajeno
como mago que pretende arrebatarle al tiempo su obligatoria expiación de conjeturas
y volverá sin saberlo de entre mis senos
con el horror de encontrarse con tanta inocencia con tantas miserias juntas
amotinadas al vértigo del aliento que dejó en sus malabares sobre mi espalda
Estoy noche sin agua flagelando la sed
mi sexo abierto ya no volverá
a conmover el desierto de sus ojos
a asomarse a intimidarme mientras esconde su lengua en mi entrepierna
mi eterna nostalgia
ya no vendrá en auxilio de mi grito desquiciado y ausente
Se trata de mí y decido esconder aquel maldito tatuaje en la piel
que nunca nadie viera decido ser mujer
y no la esclava sumisa que inventaste muerto mío o la niña desvalida de tus tardes
no esperes mendigo, que te llame por tu nombre.
Porque se trata de mí. esta noche
voy a destilar mis olores
iré a la cama desnuda descalza de sombras desarmada.
Como toda mujer
entraré en la recámara del laberinto donde el miedo se yergue.
Ahuyentaré la soledad con todo aquello que me queda
y aprenderé, a sonreír a veces
a servirme en la cena
a traficar con mis pedazos
Abuela tu piel
hace que me duela la ciudad en todo el cuerpo.
Se me fracturan las sílabas con el viento
aunque me jure que guardé en los zapatos
los residuos del asfalto que pisamos
para calentar las mañanas.
Si vieras la catedral
es viernes y ha decidido emprender silencio
ha guardado sus luces al fondo en la escalera
como lamentándose por la muerte de Cristo.
Si supieras lo triste que es el caer de la tarde
sobre la ciudad desnuda.
El sol se asoma a los tejados
buscando lo que quedó de la lluvia
y muere rojo, mientras la niebla se evapora.
Yo sigo en pausa
estrangulo unas cuantas palabras
encubiertas por el vértigo,
sirvo como manto de Turín a mi propio esqueleto
que se enrosca a tu ausente sombra
cada vez que oscurece.
La ciudad se viste de un recuerdo que se inmola
desde que no estás.
Desde que te fuiste llevándote contigo la inocencia
y tatuándome la certeza de que la felicidad
se inaugura y culmina en el andén de tus manos.
del libro Prosac
Traducción de poemas al italiano Andrea Zurlo / Valentina Dicci
Te recuerdo así
en un intento de deletrear tu mirada sobre el cemento.
La ciudad duerme
tu recuerdo despierta si cierro los ojos
y apago el día para soñarte
y golpeo la distancia contra mis versos.
Te hago el amor de esta manera
fundo la llovizna con el mar
abro los poros para que penetres entre las grietas
como hace el agua.
Yo soy la sed... y tu el agua.
También soy el muro de una catedral que silencia
un
verso
que
se
d e r r u m b a
cuando no encuentra la piel de esa ciudad que eres
y que me habita.
Ti ricordo così
nel tentativo d'interpretare il tuo sguardo sul cemento.
La città dorme
il tuo ricordo si sveglia quando chiudo gli occhi.
e spengo il giorno per sognarti
e batto la distanza contro i miei versi.
Ti faccio l'amore in questo modo
amalgamando la pioggerella con il mare
aprendo i pori per farti penetrare in mezzo alle fessure
come fa l'acqua.
Io sono la sete ... e tu l'acqua.
Sono anche il muro di una cattedrale che ammutolisce
un
verso
che
si
a b b a t t e
quando non trova la pelle di quella città che sei
e che abita in me.
La mujer de mi vida
Prendió la radio. La India cantaba la misma canción una y otra vez. Me cansé de ser la otra... de ocultar mis sentimientos y callar... me cansé de ser segunda y que te empapes de mis sueños...
Ella lloraba. Sobre la hornilla había colocado una sartén llena de aceite. Decidida emprendió el camino con el líquido que hervía, hasta los desfiladeros del sofá. Llevaba consigo llaves y cartera. Rápida vertió los lípidos sobre la carne que dormía.
11 de mayo de 2007. Ana Josefina Betances amanece en la lista de las más buscadas. Tiene la piel morena. Mide 5'3 de estatura. Es natural de República Dominicana.
El volumen de la eufonía ahogó los gritos y las lágrimas. Nadie creyó que estaba cansada. Ni siquiera el rumor del cadáver que aún se quema en el sofá.
Moraleja: Ejerza precaución si es que escucha esta música.
La donna della mia vita
Accese la radio. La India (1) cantava, ancora e ancora, la stessa canzone. Sono stanca di essere l'altra ... di nascondere i miei sentimenti e tacere... stanca di essere la seconda e che tu t'imbeva dei miei sogni...
Lei piangeva. Aveva messo sul fuoco la padella piena di olio. Decisa, percorse la strada con il liquido bollente fino alle cascate del divano. Portava con sé le chiavi e la borsa. Velocemente lasciò cadere i lipidi sulla carne addormentata.
11 maggio 2007. Ana Josefina Betances si sveglia sull'elenco dei ricercati. La sua pelle è scura. È alta un metro e sessanta. Originaria della Repubblica Dominicana.
Il volume dell'eufonia affogò le urla e le lacrime. Nessun credette che lei fosse stanca. Né tantomeno il rumore del cadavere che ancora brucia sul divano.
Morale: non credete a ogni storia, ma... siate cauti se ascoltate questa musica.
"La India"(1) Linda Viera Caballero, più conosciuta per il suo nome artistico La India, è una cantante di salsa portoricana.
Quedan rastros de ceniza en mi papel
El surco de la dermis terminó
por fusionarse con las letras.
El amo y el perro aceptaron por fin
transformarse en palabra:
que tibia se lanza desde las comisuras del balcón
en una de esas tardes en que al miedo
se le ensancha la boca
y resbala sobre esta inercia marchita
que aglutina la noche en un bostezo.
Desando su piel.
Despierta la sed
y dudo de la circunvalación precisa de sus piernas
de sus largas hebras de silencio y mantequilla
de su manto pesado
y la cima de sus pétalos carcomidos
por las miserias del hambre.
La ciudad está lloviendo.
Mis pupilas amplían las fotos
de miles de incidentes planetarios.
Bajo las cuencas de los ojos
ha transitado el esqueleto podrido
de lo que fue de una paloma.
Nadie la mira.
Su piel como la ciudad misma
se han hecho un muro en las pálidas encías del cemento.
No es la inocencia hilando lo que quedó de un verso
a centímetros de salvarse de las gotas.
No son el ramillete de manos cerradas
lo que zurce el frío desfile de las calles.
Se trata de todo lo que no fuimos y nos negamos a ser
antes de que la lluvia cayera
y el mar se mudara a nuestros cuerpos
y el agua nos desgarrara los ojos.
La ciudad está dormida, María Merced,
no me pidas que calle para que duerma
no me impidas que la nombre.
Rimangono tracce di cenere sulla mia carta
Il solco sulla epidermide finì
per fondersi con le lettere.
Il padrone e il cane alla fine accettarono
di tramutarsi in parola,
che tiepida si lancia dall'estremità del terrazzo
in uno di quei pomeriggi in cui la paura
allarga la sua bocca
e scivola su questa inerzia appassita
che raccoglie la notte dentro uno sbadiglio.
Ripercercorrendo la sua pelle.
Si sveglia la sete
e dubito della circonvallazione precisa delle sue gambe
dei lunghi fili di silenzio e burro
del suo manto pesante
e la cima dei petali consumati
dalla miseria della fame.
Sta piovendo la città.
Le mie pupille allargano le immagini
di mille incidenti planetari.
Sotto le orbite degli occhi
transita lo scheletro putrido
di quello che fu una colomba.
Nessuno la guarda.
La sua pelle, come la città stessa
hanno formato un muro nelle chiare gengive del cemento.
Non è l'innocenza che continua a filare ciò che è rimasto di un verso
a pochi centimetri dal salvarsi dalle gocce.
Non è la marea di mani chiuse
ciò che rammenda il freddo sfilare delle strade.
Si tratta di tutto ciò che non fummo e ci neghiamo di essere
prima che la pioggia cadesse
e il mar traslocasse nei nostri corpi
e l'acqua ci strappasse gli occhi.
La città è addormentata, María Merced,
non chiedermi di tacere per farla dormire
non impedire che dica il suo nome.
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