Haviva Pedaya
Poeta, escritora y crítica cultural. Nació en Jerusalén en 1965 en el seno de una familia de rabinos y cabalistas. Vive en Beersheba. Ha estudiado en la Universidad Hebrea y en la Escuela de Artes Visuales de Jerusalén. Haviva Pedaya se desempeña como profesora de historia judía en la Universidad Ben-Gurion del Negev y preside el Centro Elyachar de Cultura Sefaradí. Ha publicado artículos acerca de religión, sociología, arte, historia y misticismo, así como también tres poemarios. Participa también en proyectos musicales y artísticos y ha fundado el Yonah Ensemble, que ha buscado revitalizar la música mística y litúrgica del cercano oriente. Obtuvo muchas distinciones, entre ellas el Premio Harry Harshon, el Premio Warburg, el Premio Bernstein de Poesía (1997) y el Premio Presidencial de Poesía (2004).
Suavemente, te pido
Suavemente, te pido.
Por favor, con firmeza.
Libera mi alma prisionera.
Nostalgias y suspiros, te imploro:
los necesito más que los que hallo.
Que ansíe algo y nada llegue
y aún así que no cese en mis ruegos.
Regrésame, te suplico, las puras palabras que me diste
y diré
por la gracia, apiadate.
Hoy. Hoy - no mañana.
Anuncia, te lo ruego, que aunque demore
me dejaré en mi verbo expuesta.
Recuérdame, te pido,
por cuanto te deseé para mí y no
por ser humana y haber muerto,
por golpear mi alma los muros de este cuerpo,
por el deseo de arrancarme
que me he herido a mi misma y he clamado.
Suavemente, te pido.
Bendíceme, por favor,
comprende que estoy sola,
que no sé a quién pueda mostrar mi enfermedad,
que no comprendí a tiempo que yo soy mi cuerpo
y que cuando lo supe extravié mi alma;
no hallé un cauce para el llanto
cuando irrumpe
pues nada hay.
Compréndeme, necesito algo de tiempo
para calcular las chances de florecer
si es que aún quedan.
Desfallezco de terror,
vomito todas las mañanas
y noche a noche el tacto amenaza:
conozco el infierno de conocer infiernos.
No podré ya crear palabras a imagen y sangre mías
e insuflarles mi aliento.
Aquello que pedí, por lo que rogué.
Horadaste en mí, me diste un alma
por la que lloré al recordarme
pues nada, al implorar, me has negado
y ahora que no deseo nada
todo en mí es pisoteado.
Concédeme la gracia, apiádate,
bendice mis días, límpialos,
críame como un hija,
llórame como a la niña de tus ojos.
Por favor, si puedes.
Traducción: Gerardo Lewin
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