Diego Mora
(Vásquez de Coronado - Costa Rica, 1983) es poeta y narrador.
Egresado de psicología de la Universidad de Costa Rica (UCR), con una maestría en literatura latinoamericana de la Universidad Estatal de Nuevo México, Estados Unidos, donde ha sido profesor de español y editor de la revista Arenas Blancas. Miembro fundador del Grupo/Taller Literario Libertad Bajo Palabra. Columnista del periódico El Coronadeño. Editor de la Cartonera Tuanis. Finalista del Premio Joven La Garúa (Barcelona, 2007). Su obra ha sido incluida en diversas antologías y revistas electrónicas costarricenses e internacionales. Ha publicado Mono a cuadros (Cuadernillo de poesía, Arboleda, 2006); Tótem Suburbano (Poesía, Andrómeda, 2006) y Estación tropical (Catafixia Editorial, 2010).
NO TODAS LAS CASAS TIENEN UNO COMO YO
Basta de ser lobo macho alfa el perseguidor ser prehistórico abandonado en Chepe Ni madre ni mujer Auténtico y autónomo Que baste conmigo Que llegue y no haya nadie suplantándome
[NOTICIA CENSURADA EN THE TIMES]
El príncipe Harry a sus veintitrés años ya lo había probado casi todo Cansado de los escándalos en centros nocturnos londinenses se le ocurrió otro capricho: matar cruel e impunemente y su abuela siempre complaciente dijo "a Irak" Así la casa real tuvo unos meses de paz mediática y Harry se ganó definitivamente el corazón del feudo al demostrar su patriotismo En Basora una niña aún recuerda al principito rodeado de guardaespaldas disparando como en un videojuego sin percatarse de la sangre persa en sus BatesDesert Boots
CONFESIONES DE UN ADICTO
A Ilama & Ramírez
La poesía es la madre de las drogas Sin ella no habría vicios ni abusos Los alcohólicos no verían elefantes rosados ni flores los jipis En la calle los piedreros no mendigarían y los cocainómanos se acostarían temprano Por eso la poesía sobrevive clandestina por vía intravenosa esnifada ingerida o aspirada Pero los hay que la consumen en su estado puro y pronto se vuelven adictos de la peor calaña Seres despreciables en la esquina contemplando un semáforo en rojo un perro con pulgas o simplemente los adoquines hexagonales del boulevar Es deprimente verlos en las bancas o buses leyendo No tarda mucho en aparecer el síndrome de abstinencia cuando los deberes los alejan por un instante del vicio Entonces mandan el sistema a la mierda y mazcan versos en la oficina para soportar el ruido de las impresoras y fotocopiadoras
Los adictos a la poesía —mal llamados poetas— se reúnen ocasionalmente a consumir sus palabras Se creen los seres más dichosos sobre el planeta cuando deducen que las musas o un enjambre de voces ha bajado o subido (dependiendo de la posición orbital) a revelar profesías y cánticos épicos Más de uno cae en cama ante la severidad de su intoxicación Otros pierden sus empleos y amigos con tanto exceso Quien entra al mundillo poético difícilmente saldrá a menos que choque en moto o reciba el Premio Nacional de Poesía en más de cuatro ocasiones Al final el poeta -para seguir utilizando el eufemismo- sobrevive con sorbos de lluvia cayendo de su cabello Con migas de pan encontradas en el camino y ratas de Hamelín en invierno
Es en noches ventosas que el adicto sufre terribles convulsiones accesos de ira y lucidez que expulsa por vía renal u oral Una materia viscosa se adhiere a las paredes sobre todo al papel Entonces ocurre lo más asqueroso Se tragan su propio vómito o materia fecal y caen de nuevo extasiados por el efecto de sus propias palabras
No vale la pena exaltar esta vida Podrían terminar como pequeños dioses huérfanos en una calle sin salida con fondo de reguetón mientras esperan estúpidamente el próximo Bigbang
BONUS TRACK
Déjenmelo a mí— dice una pero no Tampoco es ella No está marcado mi nombre en su espalda como dijo Gonzalo Rojas No cruza alambradas ni avenidas No es la mesera del Park Avenue —aunque no estaría mal que fuera ella— ni la vecina por suerte Mi mejor amante para no cansarlos con el cuento ni con otro ramillete de mujeres y para desilusión de todas las desilusionadas soy yo que me soy fiel y me doy de comer y me visto Yo que no cambio de cuerpo ni dono sangre y mucho menos mi riñón Yo que espero el tren conmigo y juntos vemos la ventana repleta de paisajes justo antes de besarnos
Cupón de descuento
Entré y de inmediato me di cuenta: ahí estaba yo Y eso no pasa casi nunca Menos en una cadena de supermercados al Sur de los Estados Unidos Me quedé mirando la nada de las cajas registradoras con filas de carritos repletos de todo y yo ahí detenido en el tiempo sin saber por qué me estaba encontrando así en una civilización no muy encontrada que digamos No sé qué iba a comprar pero me llevé a mí mismo y no me costó ni un centavo
A la piedra azul de Paul Auster
Es uno de éstos Pero no sé cuál Ni siquiera conozco el programa Pero sé que es uno de estos códigos De eso no cabe duda En principio servían para instalar un antivirus pero yo estoy absolutamente convencido que hay uno que suena a jazz Suena a Lena Horne cantando Singing in the rain al final de Lulu on the bridge No me pregunten cómo puedo estar tan seguro Un siete Un cero Un guión Una té Una hache Una equis Una eme Una uve Un uno Otro guión Una pe Una jota o una ye Luego una cé Un dos una be un nueve una jota un uno Luego puede ser un cuatro una pe una a o una hache Lo más lamentable es que tal vez el programa que busco no requiera código de acceso Tal vez alguien más lo esté utilizando en este momento Tal vez sea freeware y yo ni lo conozca Talvez.exe se llame el programa Tal vez no se haya diseñado y alguien lea algún día estas palabras y lo diseñe y coloque cualquiera de las opciones como clave de acceso y me regale una copia del programa y yo lo instale emotivo pero demasiado tarde para mi satisfacción orgánica A lo mejor no se trate de un programa y este asunto de los códigos no sea más que un pretexto para llenar de ceros y unos mi alargada espera de su nombre con ceros y unos sonriendo al mejor estilo de Mira Sorvino en una azotea neoyorkina con ese cabello tan sexy al lado de Harvey Keitel repleto de ceros y unos y códigos lamentablemente equivocados
Causas y defectos VI
I
Escena rechazada en Forrest Gump
A cien millas del pelotón soy un soldado que ve la guerra bajo los efectos del LSD Alucino turbas juveniles Sé que perderemos Antes que me traspasen las balas me adelanto a los hechos y sonrío Media vida menos de absurdos sueños americanos
II
Noticia censurada en The Times
Soy el príncipe Harry a los veintitrés años cansado de los escándalos en centros nocturnos londinenses Habiéndolo probado casi todo se me ocurrió otro capricho: matar cruel e impunemente y la abuela siempre complaciente dijo “a Irak” Así la casa real tuvo unos meses de paz mediática y yo me gané el corazón del feudo al demostrar mi patriotismo En Basora una niña aún me recuerda como el principito rodeado de guardaespaldas disparando como en un videojuego sin percatarme de la sangre persa en mis Bates Desert Boots
III
Historia prohibida en la campaña presidencial republicana
Veo la guerra bajo los efectos de la tv No sé si perderemos pero estoy triste desde que nací Entonces como si intuyera la estrategia del gobierno armamentista aprieto el gatillo en mi colegio Muchas vidas menos de absurdos sueños satelitales
Beaumont, Texas
Casas destartaladas Barrios enteros destartalados El pueblo completo destartalado como si America acabara de recibir deliciosos cocteles de plutonio catorce o una sabrosa invasión bacteriológica Estos autos oxidados a la orilla de la carretera son lo único que queda de una guerra perdida con rendición anónima
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