miércoles, 9 de julio de 2014

MIGUEL ÁNGEL LEÓN [12.240]



MIGUEL ÁNGEL LEÓN PONTÓN

POETA.- Nació en Riobamba, ECUADOR  el 22 de Abril de 1900. Hijo legítimo de Belisario León Nájera y de Tomasa Pontón Rodríguez, naturales de Riobamba y Penipe respectivamente.

Niñez rural y feliz, montaba a caballo y se iba por allí a los campos y montañas, luego entró al "San Felipe Neri" de los jesuitas, pero su innata inconformidad le acarreó roces disciplinarios y tuvo que cambiarse al Pedro Vicente Maldonado y luego al Mejía; finalmente se graduó de Bachiller en Noviembre de 1920.
"Era un muchacho soñador y aventurero que se sentía tentado por la melancolía y el cansancio que el modernismo había puesto de moda"...Pequeño, gordo, tímido, introvertido, despreciaba el cuidado del pelo y del vestido, viviendo por costumbre, hundía la cabeza en una alzada de hombros, sin pena, sin tristeza, envuelto en un olímpico despego de la vida que quería dejarla correr inadvertida" ... "Y no se inició en las faenas agrícolas de la estancia de la familia, tan provechosas como eran y tan adecuadas a su recia complexión de campesino. Ni fue doctor, ni Notario Público, que tanta honra y provecho prestarían a la parroquia y a la familia".

"Entre tanto se había convertido ya en el poeta. Despertaba bastante admiración y no poca envidia, ganaban todos los concursos literarios que se promovían. Y su nombre aparecía entre los mantenedores de Acuareika y en las páginas del diario Los Andes, fundado por un grupo de jóvenes valientes, donde escribía bajo el seudónimo de Reveur. En Acuareika, revista de tendencias modernas y renovadoras, figuraba con Miguel Ángel Zambrano, Rafael Vallejo Larrea y Gerardo Falconí.

Entonces decidió viajar a Quito a estudiar Jurisprudencia en la Universidad Central, pero chocó contra la aridez de los Códigos y prefirió desviarse hacia la vida bohemia, que compartió a plenitud con otros jóvenes poetas como él, se hizo amigo de Jorge Carrera Andrade, Hugo Alemán, Gonzalo Escudero, Raúl Andrade y en un rapto de escapismo escribió /Quiero cambiar mi vida que me aletarga, vulgarona y panzuda, sin mujeres ni vino./

El 21 había vuelto a Riobamba después de renunciar al título académico y a un puesto en la burocracia. En su poema "Yo nací para vivir" dice: Fragmento / Yo nací para vivir una vida tranquila / para ser bueno como los campesinos / levantarme con la voz de la esquila / y andar con mi perro por todos los caminos / "su inteligencia, ajena a toda formación sistemática y a toda disciplina de erudición, extraería de su propia cantera, todos sus materiales, ufana de bastarse a sí misma".

El 22 entró de secretario al Colegio Maldonado, hizo carrera como profesor y a ese plantel dedicaría el resto de su vida, bien es verdad que él avizoraba que no sería larga. / Y he de morir joven./

Había sido llamado al Concejo Cantonal de Riobamba, se opuso con otros concejales a la venta mañosa de la plaza de San Francisco e intervino en la inauguración del parque 21 de Abril.

El 23 editó su primer y único poemario, de título simbolista, "Labios sonámbulos", que hasta la presente ha visto cinco ediciones. Augusto Arias indica que es de sugerencia cósmica y de gran talento poético, pues halló en el símbolo la fuerza vivificante de su temperamento. Al mismo tiempo, su poesía tiene una visión plenaria y pánica de la muerte, una percepción escalofriante del viento que toca la puerta, la soledad, el frío, la lámpara que cierra los ojos y las palabras que andan de puntillas.

"Labios sonámbulos” contiene poesía modernista, algunas de tintes bucólicos y otras extrañas, muy extrañas, en mitad del camino a la vanguardia, por el uso de las metáforas y cierta libertad en la versificación.

Ese mismo año cantó a la reina de la fiesta del trabajo, dictó conferencias y escribió para los obreros el drama "Lo irreparable". El Municipio le encargó la gestión de llevar adelante la educación nocturna para los artesanos. El 24 colaboró en "La Razón".

En Junio del 25 fundó con varios intelectuales y obreros el partido Social Demócrata y a fines de año comenzó a dirigir el periódico "Tiempos Nuevos", de esas tendencias. Ese año ocupó la presidencia del Concejo Cantonal, organizó las I Olimpíadas Nacionales, que se realizaron en Riobamba en Marzo del 26 y contribuyó a la construcción del edificio del Colegio Maldonado, inaugurado en 1927 con notables veladas artísticas y concursos y con la revista "Plus Ultra". Igualmente ese año tomó la palabra en la inauguración del monumento a Pedro Vicente Maldonado. Riobamba conocía por entonces una etapa de auge urbano y comercial.

Entre el 25 y el 29 envió composiciones a la revista "América", órgano mensual de la Sociedad Amigos de Montalvo.

En 1930 fue designado Sub-Director de la Asistencia Pública y pudo iniciar el servicio de "La Gota de Leche" a varias docenas de niños, la Sala de la Maternidad y la de Aislamiento en el Hospital General.

Hasta ese año Riobamba había visto un auge sin precedente en su historia. Luis Eduardo Game Castro y la Bancaria del Chimborazo invertían ingentes cantidades de dinero y las principales familias tenían una vida cómoda y social. Los Cordovez, Dávalos, Orozco, Araujo, Chiriboga, Borja, Larrea, León, Moncayo, etc. formaban un grupo compacto y era usual que se invitaran a sus haciendas, pero desde el 30 en adelante la situación cambió y todo empezó a deteriorarse. La miseria se enseñoreó en el país pues la curva económica había tocado fondo. León se dio cuenta y escribió: "Hay una abulia que nos va volviendo seniles".

En 1931, en uno de sus viajes a Quito, formó el partido "Transformación Social" de índole socialista, con Miguel Angel Zambrano y Angel Modesto Paredes. El 32 estuvo entre los promotores del "Círculo de la Prensa" de Riobamba. El 33 participó en una fracasada revuelta contra el régimen del presidente Martínez Mera. Los revolucionarios eran partidarios del Coronel Luis Larrea Alba y se enfrentaron a efectivos del ejército nacional en las llanuras de Tapi, siendo desbandados tras un corto tiroteo. El 34 figuró como antivelasquista furibundo.

El 35 asumió el rectorado del Colegio Nacional Pedro Vicente Maldonado donde había sido profesor de Filosofía, Castellano y Literatura, "y desde ese puesto impulsó la vida cultural del plantel y una labor editorial sin precedente ni continuación. Creó la Editorial Siembra y él mismo publicó en ella, en 1938, su obra de teatro "Héroes Anónimos", en tres actos y dos cuadros, sobre los tiempos de la independencia de Riobamba, que fuera premiada postmortem en 1942, en un Concurso del Ministerio de Educación.

El 37 había contraído matrimonio con Beatriz Velasco Montesdeoca y tuvieron tres hijos. En Diciembre del 41 participó en el Congreso de profesores reunidos en Guayaquil con motivo de las celebraciones del I Centenario de creación del Vicente Rocafuerte y bohemio al fin, pudo hacer un alto en sus labores y en un canchón de barrio, alzando un vaso de buen vino, escuchó a su amigo Hugo Mayo (Miguel Augusto Egas) que leía "Hierbabuena para el chacarero". Al terminar, le abrazó, sacó un lápiz y sin más, puso al margen del poema que temblaba en las manos de su dueño: "A Miguel Angel León".

Poco después, la tarde del 7 de Enero de 1942, fallecía intempestivamente en Riobamba a causa de paro cardíaco. Dejaba dos obras de teatro para su publicación "Hacia el oriente" y "Tarqui", ésta última se había representado en su ciudad. La primera trata de la defensa de los territorios amazónicos y fue escrita para la invasión peruana y la segunda es un episodio grancolombiano igualmente de tinte patriótico y pedagógico. Aparte de los versos contenidos en "Labios Sonámbulos dejó unos pocos más como su canto al Chimborazo, a Bolívar, Canto Ruso y su Elegía de la Raza. El 42 llegó tardíamente una oferta de una editorial norteamericana y varios homenajes de instituciones y amigos, la mayor parte de los cuales habían emigrado a Quito. Como educador tuvo una visión del quehacer educativo libre de modelos extraños a nuestras raíces. Creía en un nuevo tipo de hombre apto para el trabajo productivo, duro, sano, todo un hombre; solidario y sin egoísmos, luchador con la naturaleza y unido en la colectividad. Fue el creador de los cursos de comercio, transformados en escuela profesional de Peritos Contadores Mercantiles. También creó el Centro cultural de los estudiantes y el Club de los Profesores y la revista "Siembra", cuya dirección confirió a Rafael Vallejo Larrea. Como escritor y crítico dejó numerosas páginas antológicas. En "Nuevas Rutas" trató de las tendencias literarias europeas e hispanoamericanas v hasta llegó a polemizar con el Padre Luis Gallo Almeida, S. J. autor de una "Literatura Ecuatoriana", arcaizante y perdularia, cuyo único aporte son las fotografías que trae, muchas de ellas, difíciles de conseguir.

EL VIENTO. // El viento como un ciego va buscando las puertas, / el viento por las noches en la calle tirita / y se entra a las alcobas como se entran las muertas / personas familiares que vienen de visita. // El viento es un fantasma. Tremola bujía / de miedo, y como un niño se acurruca en la sombra. / El viento es un fantasma y de pavor enfría / la estancía. El viento nombres desconocidos nombra. // Nos trae el olor fresco de las vecinas frondas; / desata las cortinas de la estancia callada / y las cortinas vuelan, como dos crenchas blondas, / sobre el áurea cornisa de la puerta asustada. // Mueve los lamparones como largos badajos, / contorsionando sombras en el tapiz obscuro. / ¿Qué insectos misteriosos zumban, y qué escarabajos / invisibles arañan las espaldas del muro? // La ventana, entreabierta de luna, parpadea, / Da alaridos el viento entre los rendijones; / abre los libros, lee, cierra, gime, hojea / y se arrastra buscando algo por los rincones ...//

"Yo nací para vivir" // Yo nací para vivir una vida tranquila / para ser bueno como los campesinos; / levantarme con la voz de la esquila / y andar con mi perro por todos los caminos. // Para tener una novia sencilla, / que todas las tardes baje con su cántaro a la fuente / y al pasar el río sentir como se ovilla / en nuestros pies desnudos la corriente // No es para mí esta vida vulgarmente extraña //yo nací hermano de la estrella y la flor / Mi alma debió ser caña / musical, en los labios de un viejo pastor//.




El agua

El agua fluye,
el agua huye
por la campiña
y va cantando bajo la fronda
como una niña.  

El agua huye sobre la gualda
alfombra de hojas de los eneros
y va cogiendo
dentro su falda
rosas marchitas, luna y luceros.

El agua corre por la campiña.
El agua lleva,
y a tientas busca el verde estanque
como una niña
que fuera ciega.  

El agua sueña, bajo la sombra,
en torsos blancos, flores y nidos.
El agua nombra
nombres de amantes desconocidos.

  




El fuego

El fuego araña el aire negro de la estancia,
y, cual gato diabólico, hacia el tejado brinca.
Tremola de coraje, se arremolina de ansia.
El fuego hasta en la piedra sus finas garras hinca.

Como un labio beodo bebe sombras, a tragos;
luego se desparrama en mil lágrimas rojas;
luego, cual sauce loco, sobre los quietos lagos
de la noche, hace caer sus cristalinas hojas.

Chirría el fuego, mordiendo como una fiera el suelo;
se inclina al latigazo del viento que le reta  
y, cual sierpe, se ovilla para picar el cielo.

Como una cabellera, al viento, se desgreña,
se revuelca, se arrastra, palidece, se aquieta
y muere como un mártir abrazado a la leña.

 




Renovación

Abre bien la ventana
que no quede un residuo del aire de ayer,
que se renueve todo con este aire de la mañana,
lleno de risas de niño y voces de mujer.

Está el sol tan joven y tan contento
que parece un canario en el jardín
y es en las rendijas hasta el viento
una sonrisa, un leve si de violín.

Abre la ventana
que se entre toda la mañana,  
con su sol juguetón y sus gorriones...
Así, bien abierta,
que se llene la estancia con la esencia
suave de magnolias que respira la huerta.
La mañana tiene la gracia de la inocencia  
porque es el día niño.

Estábamos tan tristes anoche: aún en el ambiente
flota sangre de palabras. Se siente
el aire humedecido por los ojos de Ella;
ojos de ángelus, ojos llenos de almas de campana.  
Abre la ventana
que no quede una huella
del aire de ayer;
que se renueve todo con este aire de la mañana,
lleno de risas de niño y voces de mujer.




Elegía

El padre de la casa ha muerto...
Hoy le llevaron en la carroza;
los ojos dieron lágrimas y el huerto
dio su mejor rosa.

Lívidos espectros andan por la casa.
El perro el silencio hiere con aullidos.
Nadie va al mercado ni enciende la brasa
todo lo acabaron en droguería:
hoy día
nadie va al mercado ni enciende la brasa.
Va a morir de astenia su mejor hija.

Ayer llevaron a la prendería
la última sortija,
el reloj de mesa y hasta los espejos.

Y busca y busca la absurda mirada  
que llevar hoy día...
¡Oh los muebles viejos! ¡Oh los muebles viejos!
Ya no valen nada.

La hermana mayor cogida de sus hermanas
más pequeñas mira sin rosas el huerto  
y gimen al ver cómo las campanas
que lloran, no lloran por el recién muerto.

  



Criollismo

Catarata:
bufanda de los huracanes.
Relámpago:
lazo de plata
lanzado hacia los cuernos de la luna.  
Se oye un largo bufido,
grita el torrente como un vaquero
y sus ondas retorcidas son como un vestido
de piel de cordero.

La noche es un gaucho
que tuviera por falda de su sombrero
los bordes del horizonte
y por cinta de su cintillo
la vía láctea.
El planeta Marte es una rodaja  
roja, de tanto hincarse en el hijar de la nube.

La tormenta galopa: se hacen astillas
bajo sus cascos negros las estrellas;
y sólo entre un aprisco de sombra
se ven los pitones de las siete cabrillas.

Mostrando sus colmillos de rayos al oriente
la tormenta eriza su piel de lluvia,
y agazapada, en los chaparros de la sombra
se arma como un tigre para cazar el sol.





Se derrama el silencio

Se derrama el silencio de este jardín de seda.
Tus pupilas como aves silenciosas han vuelto.
Enciendes la estrella de tu lágrima, y tu lágrima rueda
por las nubes nocturnas de tu cabello suelto.

Revuelan mariposas de alas iluminadas;  
y como en tu pupila hay rocío en la rosa.
En tu cabello duermen estrellas apagadas.
¿O es que de cada lágrima nació una mariposa?

Es un milagro que hace Amor, cuando mojas
de estrellas tus pupilas y cuando en tu cuello hago
caer mis besos cansados como caen las hojas
del rosal, en las ondas enlunadas del lago.

Mi alma como una lámpara de perfume, enciendes.
Hay la estela en tu labio de una sonrisa muerta.
Y la estrella de plata de tu llanto suspendes
en la noche cerrada de tu pupila abierta.

  



Canto al chimborazo

Montaña:
cimborio de platino.
Campanario de los huracanes.
Te oriflamas de crepúsculo en las tardes,
te incendias con fogatas de estrellas en las noches.
Campo de aterrizaje para cóndores,
abanderado de nuestra América,
que llevas en el pecho como una medalla
la huella dorada del pie de Bolívar.
Carpa más alta del vivac de los Andes
donde acampó la raza del indio.
Cubierto con el manto de piel de oso del polo
y con el iris curvado hacia atrás
me recuerdas la gloria de tus caciques bravos.

Montaña:  
paracaídas de nuestros panoramas:
en las cuerdas sonoras de tus ríos
te pasas la vida cantando paisajes.

Montaña:
el trópico es un cinturón de sol
que sostiene la falda de raso de la tierra
y tú eres la hebilla.
En tu cima TA-HUAN-TIN-SUYO
gira la giralda de la rosa náutica.

Montaña:  
ovillo del que se desovilla la vía láctea.
Carabela de tres velas
en el oleaje crespo de los horizontes;
sobre tu popa
iremos cantando nuestra canción autóctona.  
Parábola de la altura,
mi alma disparada por ti
ha hecho blanco en el sol.

Montaña:
tu copa  
en las manos de América
es una copa de champaña.

  



Jaula dorada

Jaula dorada: Canario.
Evocación de madrugada: Sol, brisa.
Jaula dorada: incensario
de armonía
bajo la sonrisa
de la puerta.
Canario:
llama de sol que danza
entre un humo de música:
loanza del jazmín de la huerta.  
Pico: grano de trigo.
Ojos: rocío de estrella.
Canario, buen canario amigo
de la mañana y de sus manos de Ella.






Elegía de la raza

Era recio, el más recio de todos los vaqueros.
Bajo este sauce, como
bajo una jaula de jilgueros
habíamos plantado nuestra choza.
La vida me pasaba haciendo risas en su boca
como se pasa el río haciendo rosas en la campiña.
Yo le daba mis brazos para que con ellos se ciña,
como se ceñía la beta cuando se iba a luchar con los toros.

Venía con la tarde y con los ruidos sonoros
de su brava espuela.  
La choza bien abierta, abierta como el día
sonreírle parecía
con sus menudos dientes claros de candela.
Yo sola, yo sola y mi perro,
cerca del fogón preparando la hogaza;  
siempre me traía del cerro
plumas de cóndor y pieles de chacal,
adornos propios para mi raza.

Era de verle vestido, su vestido de cabra,
tenía rosas y espinas como tiene el rosal  
y era un lazo de amor blandiendo su palabra.

Era recio, el más recio de todos los vaqueros.
Era de verle domando los potros más fieros.
La arcilla de su cuerpo estaba fundida en las candentes
fraguas de los volcanes;  
de tanto darse contra los torrentes
se había endurecido
su carne bruñida;
le abrían paso hasta los huracanes,
y no le importaba dejar la vida
como una cinta de sangre
en la punta de una lanza.
Apto para la guerra;
apto para la labranza
hacía de un puñado de tierra  
un océano de maíz;
agarrado a su chacra como una raíz,
afilaba el machete de venganza
en la piedra negra de su orgullo;
su palabra de odio era como un capullo  
escarlata en la boca.
Esbelta su figura, bronceada la piel,
así era él.
Indio e la raza pura,
hijo legítimo del sol.

Un día, lo recuerdo, un día,
el amo hizo chasquear la rienda en el granito
de sus espaldas. Se oyó un grito,
un grito de coraje, un grito fiero
que parecía  
vibrar entre sus dientes como una hoja de acero.
Ése grito, era el grito de aquel hombre mío,
que al sentir el rayo de la rienda en la cara
lanzose contra el amo
con los ojos cerrados  
como se lanzan los toros
a embestir en el páramo.

El amo volviose del color que tienen
los pétalos de las retamas.
Dio un paso, un trágico paso,
trémulo hacia atrás y de repente,
sacudiendo su melena de llamas,
del cinturón de cuero
salta la fiera de una pistola...
El balazo  
al sembrarse en la cara del recio vaquero
hizo brotar una amapola
de sangre.
Era la última víctima de la guerra
de la conquista;  
sus labios besaban la tierra
y era como dos lucecillas
moribunda su vista;
sus ojos que tenían el color de las uvillas
se habían enverdecido
y como los tigres moría
mordiendo un bramido...

Cómo me pasé toda la noche hasta la madrugada
con el oído
puesto en su pecho oyendo su vida.  
Después... todo fue nada.
Murió el más recio vaquero de las vaquerías,
el que tenía
las espaldas anchas como los troncos de pino.
Después... todo fue nada.
El amo ese día, como todos los días,
bebió leche fresca y un vaso de vino.
Después... todo fue nada.

Sólo yo en las noches oigo el ruido de su bocina
y siento que por los caminos camina  
arrastrando su poncho;
y tengo envidia del perro de ojos de fósforo
que debe de verlo en el concho
de la nube, muy al fondo,
porque aúlla tan negro, porque aúlla tan hondo.

Canta mirlo negro; di tu de profundis torcaza.
Río que vienes gritando desde arriba
llora mi dolor y el dolor de la raza,
de esta raza vencida,
que juro que era fuerte como fue el hombre mío.
Que juro que era bello como los búcaros
de las aguacollas rojas;
juro que era bravo, por eso le domaron
como se doma a los chúcaros
con el látigo y la rodaja;  
juro que tenía los músculos anchos
y duros como las chontas;
juro que algún día,
del bronce de su carne,
como de un pedrisco tiene que brotar la luz...

Pobre indio, pobre raza,
hasta de Jesús
no le enseñaron más que la cruz
y la corona de espinas,
nunca le dijeron que era hermano
del hombre que habla castellano
y a golpes como de las minas
extrajeron de su cuerpo el oro,
por eso no tiene más amigos
que el asno, el perro y el toro,
el que barbecha las tierras
y el que hace brotar los trigos.

Canta mirlo negro, di tu de profundis torcaza;
río que vienes gritando desde arriba,
llora mi dolor y el dolor de la raza.  



Epílogo

Vivo como en un jardín entre los escombros
de mi juventud sin historia;
todo lo he borrado con una alzada de hombros
y amo más a mi perro que a la gloria.

El dolor, en mi pecho el dolor ya no vive:  
todos los velos cayeron ante mis ojos claros;
mi corazón es un papel rugoso donde escribe
un muchacho travieso versos locos y raros.

Y he de morir de joven. Es tan triste esperar
que por falta de aceite se termine la lumbre;  
para mí la vida es como una costumbre
que hoy, mañana -¿quién sabe?- le habré de abandonar.











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