Juan Salvador Polizzi
(Concepción, CHILE 1946)
Escritor, poeta y narrador. (Concepción, 1946). Activo gestor socio-cultural, uno de los fundadores del Taller Mano de Obra del Tasys (Taller de Análisis Sindical y Social ), espacio cultural de Concepción. por el cual han pasado más de 40 escritores de todas partes del país. La primera publicación del Taller Mano de Obra fue editada en el año 1984. Ha publicado seis libros de poemas, todos autoeditados y distribuidos mano a mano, una característica del escritor de la periferia a los cuales apunta este programa de Literatura en TV.
ELEGÍA
a Domingo Gómez Rojas
poeta anarquista,
muerto en la tortura el año 1920
Aquí vamos los viajeros incansables
en brazos de la perpetua sonrisa
tenemos jardines lejanos
y tesoros enterrados en otras islas
vamos siempre tras el mismo norte
desde el primer zarpe, hace tanto tiempo
buscando el mejor lugar para nuestra siembra
encontrando puertos abandonados
donde hombres y mujeres muertos
pasean descalzos por la calle fría
y tañen campanas de duelo en cada esquina
somos nosotros; los malditos
llevamos banderas bordadas en la piel
y la voz gastada de tanto cantar
inmóviles se diluyen los sueños
hay un viento gris que todo lo arrasa
buscamos amor y chocamos con piedras
hay una cárcel en cada alma viajera
que imprime a la vez alegría y tristeza
con tanto viajar almacenando recuerdos
se nos fue la vida sin construir los sueños
y al irnos nosotros no cambiará nada
partirán de otros puertos
los nuevos viajeros a buscar esperanzas
y encontrarán hombres y mujeres muertos
paseando descalzos por la fría calle
NI LOS PERROS LADRAN AL FRÍO
Escucho murmullos
Sospechas de intenciones obscenas
Ponen mi mente y mi cuerpo en alerta
Allí van los malos me susurran al oído
Y no veo mas que las hojas arrastrando el otoño
Me duele la paz que no encuentro
Me equilibro en el péndulo del reloj
Caigo y la rama que aferro se rompe
Sigo cayendo al abismo interminable
Donde hierve mi sangre y me duelen los ojos
No veo, por ver, por tratar de ver, no veo
Me falta el tiempo liviano de la sonrisa
Me acorralan estas líneas que pasan
Se atraviesan y vuelven y no puedo avanzar
Se cortan los caminos en muchos cuadrados
En donde no caven los dos pies juntos
Hay mil bocas riendo a carcajadas
Me salpican sus babas mal olientes
Mil, dos mil, tres mil malas intenciones
Se cruzan y recruzan, me ponen rejas
Me rompen las manos, la cara, los pies
Se crispan los odios
En el tablero roto de ajedrez
Se equivocan las piezas
Entre alfiles y peones
Se rompe y corrompe el mármol
A los pies de Rey y cae
En el sopor gris de la tristeza
Irene, Irene mi madre me cubre
Con el abrigo de grandes solapas
Me aferro a su cintura y lloro
Un frío de sepultura me llama
¿Será este el último invierno?
Un reflejo de asfalto y de tiempo
Cubren la noche
sin estrellas, sin luna,
ni los perros ladran al frío.
Y las camelias de Margarita
Marchitas en un rincón enmudecen
Y aportamos a este juego la pobreza
Violenta y necesaria para los que son felices
Y ese olor a cesped recien cortado
Impregna la plaza mientras arrullan las palomas
Y al viejo que luchó toda la vida
Acumulando los años y los dolores
Y llueven los días en el sur
Aburridos de fritanga y vino
Y los cerezos en flor a la muerte del invierno
En libertad la calle de lo oscuro.
Y azotase el barco en medio de la tormenta
Agudizando el deseo de hundirse y desaparecer
Loco me dicen, porque miro el espejo y me desdigo
Buscando las verdades que atormentan
Y el mármol blanco te eterniza para amarte
Como tantos otros te amaron en el tiempo
Y me dicen que olvide y perdone
Mientras el mar sigue su baile infinito
Y ahora en esta esquina de historia
Qué haremos ahora, qué haremos.
Casi un Hombre
Bajo el manto triste de la lluvia
Pasa un hombre casi un hombre
Prolonga sus raíces en el cemento
El agua invade su pelo, su barba, sus orejas
Lleva en la suma de sus heridas
El dolor del nido de la calle
Las alas de la noche en el alma y
El vino que pudre sus entrañas
La lengua feroz de un perro azul
Lava las huellas de los tiempos
Quién podría decir quién es culpable
De la tormenta eterna en su destino
Al valle silencioso del otoño
Arrastra sus pasos ya cansados
Las golondrinas en la primavera
No serían las mismas que lo vieron
Los dioses se ocultan en el bosque
Llevan en sus manos los designios
Los aromos se esparcen como trigo
Manteniendo el ritmo de las aves
No habrá ni una cruz de madera
En la tumba que culmine su camino
No habrán campanas de difunto
Ni flores, ni carro, ni palabras
Nadie sabra al otro día
Que un hombre casi hombre pasó por la vida
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