Elvira Sastre
(Segovia, 1992). Reside en Madrid, en cuya Universidad realiza Estudios Ingleses. Desde los 15 años, edad a la que recibió su primer premio, publica poemas en su blog y en distintas revistas de poesía. En 2012 publicó el poemario Cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo, con una gran acogida por parte de los lectores. Baluarte es su segundo libro, editado por Valparaíso Ediciones, 2014.
Quiero hacer contigo todo lo que la poesía
aún no ha escrito
Cualquiera diría al verte
que los catastrofistas fallaron:
no era el fin del mundo lo que venía,
eras tú.
Te veo venir por el pasillo
como quien camina dos centímetros por encima del aire
pensando que nadie le ve.
Entras en mi casa
-en mi vida-
con las cartas y el ombligo boca arriba,
con los brazos abiertos
como si esta noche
me ofrecieras barra libre de poesía en tu pecho,
con las manos tan llenas de tanto
que me haces sentir que es el mundo el que me toca
y no la chica más guapa del barrio.
Te sientas
y lo primero que haces es avisarme:
No llevo ropa interior
pero a mi piel le viste una armadura.
Te miro
y te contesto:
Me gustan tanto los hoy
como miedo me dan los mañana.
Y yo sonrío
y te beso la espalda
y te empaño los párpados
y tu escudo termina donde terminan las protecciones:
arrugado en el cubo de la basura.
Y tú sonríes
y descubres el hormigueo de mi espalda
y me dices que una vida sin valentía
es un infinito camino de vuelta,
y mi miedo se quita las bragas
y se lanza a bailar con todos los semáforos en rojo.
Beso
uno a uno
todos los segundos que te quedas en mi cama
para tener al reloj de nuestra parte;
hacemos de las despedidas
media vuelta al mundo
para que aunque tardemos
queramos volver;
entras y sales siendo cualquiera
pero por dentro eres la única;
te gusta mi libertad
y a mí me gusta sentirme libre a tu lado;
me gusta tu verdad
y a ti te gusta volverte cierta a mi lado.
Tienes el pelo más bonito del mundo
para colgarme de él hasta el invierno que viene;
gastas unos ojos que hablan mejor que tu boca
y una boca que me mira mejor que tus ojos;
guardas un despertar que alumbra las paredes
antes que la propia luz del sol;
posees una risa capaz de rescatar al país
y la mirada de los que saben soñar con los ojos abiertos.
Y de repente pasa,
sin esperarlo ha pasado.
No te has ido y ya te echo de menos,
te acabo de besar
y mi saliva se multiplica queriendo más,
cruzas la puerta
y ya me relamo los dedos para guardarte,
paseo por Madrid
y te quiero conmigo en cada esquina.
Si la palabra es acción
entonces ven a contarme el amor,
que quiero hacer contigo
todo lo que la poesía aún no ha escrito.
Sin orificio de salida
Esta mañana, al despertarme,
creí que llovía.
Luego abrí la ventana y no,
no era lluvia,
eras tú,
que te alejabas,
que ya no volabas,
que ya no estabas.
Y ya no pude volver a dormir.
Yo que siempre pensé
que besándote te huiera convencido:
a ti de quererme,
a mí de no dispararte,
pero mil poemas tristes nunca fueron suficientes
para alguien que desprende primaveras
al abrir las alas,
ni siquiera versarte los labios cada mañana,
ni quitarte el frío de las manos,
ni cargarte a mi espalda
mientras me rompo el cuello intentando mirarte
-si supieras lo que echo de menos mirarte,
casi tanto
como a ti-,
ni ser el preludio de tu música,
es decir,
de tu risa,
no fue suficiente abrirte mi carne
para que la llenaras de la tuya
bloqueando cada esquina con el recuerdo de tu cara,
ni llamarnos de mil maneras diferentes
con el único propósito
de ser únicas
la una para la otra.
El mundo se dio cuenta
de que cada vez que venías
yo adelantaba las manillas del reloj
para ver si mi futuro llevaba tu nombre,
de que te robé todos los relojes
para que así no agotaras tu tiempo conmigo,
y destrozó mis horas,
el muy cabrón,
como quien aplasta lagrimales,
y yo miré suplicante a tus muñecas desnudas,
a la pared vacía,
a tus mañanas entre mantas sin horario,
pero la habitación se llenó
del jet-lag que sufren mis sueños
desde que abandonaron tu cama,
y todos los intentos de sostenernos fueron en vano,
de repente la vida pesaba demasiado
y tú eras más grande que la lluvia.
Y no fue suficiente para mí,
y tuve que deshacerme de los segundos que dejaban tus minutos.
Yo, que te llené de palabras,
me cansé de que las tuyas solo fueran de ida
y no pude evitar mirar la última página,
donde tu pelo ya no estaba.
Donde mis dedos ya no estaban.
Y leerte despacio
para engañar al reloj,
dejó de funcionar.
Y silenciar el temblor de mis manos
para que no te fueras,
solo hizo más ruido.
Eres tanto
que cualquier cosa que no sea tenerte al final del día
no resulta suficiente.
Y eso no es culpa de nadie.
Así que perdóname
por no conseguir
que fuéramos suficiente.
Por llenarte el cuerpo de adioses,
vestir mis dedos de balas
y dispararte
-aunque te lleve tan dentro
que dispararte a ti
sea como dispararme a mí,
pero sin orificio de salida-,
por empujarte hacia el abismo de mis labios
y suicidarte antes
de olerte,
por odiarte un poco
porque llueve
y no vas a aparecer,
porque mi reloj ahora solo me diga
que es hora de marcharme,
por sacarte de mis ojos
para poder dormir,
por quedarme
a ver cómo nos ponemos la ropa la una a la otra
sabiendo que no volveremos a desnudarnos,
y después irme.
Perdóname,
por no encontrar otra manera de salvarme
que no implicara abandonarte.
Y aunque esto sea un poema triste más,
tienes que saber
que hacerte el amor fue como empezar una frase,
y terminarla.
Abandonarnos ahora
es dejar inacabado el poema.
Pero recuérdalo,
una vez al día
te cambiaría por toda la poesía.
Yo no quiero ser recuerdo...
A la mierda
el conformismo:
yo no quiero
ser recuerdo.
Quiero ser tu amor imposible,
tu dolor no correspondido,
tu musa más puta,
el nombre que escribas en todas las camas
que no sean la mía,
quien maldigas en tus insomnios
quien ames con esa rabia que solo da el odio.
Yo no quiero
que me digas que mueres por mí,
quiero hacerte vivir de amor,
sobre todo cuando llores,
que es cuando más viva eres.
Yo no quiero
que tu mundo se dé la vuelta
cada vez que yo me marche,
quiero que darte la espalda
solo signifique
libertad
para
tus
instintos
más
primarios.
Yo no quiero
quitarte las penas y condenarte,
quiero ser la única
de la que dependa
tu tristeza
porque esa sería
la manera más egoísta y valiente
de cuidar de ti.
Yo no quiero hacerte daño,
quiero llenar
tu cuerpo de heridas
para poder lamerte después,
y que no te cures
para que no te escueza.
Yo no quiero
dejar huella en tu vida,
quiero ser tu camino,
quiero que te pierdas,
que te salgas,
que te rebeles,
que vayas a contracorriente,
que no me elijas,
pero que siempre regreses a mí para encontrarte.
Yo no quiero prometerte,
quiero darte
sin compromisos ni pactos,
ponerte en la palma de la mano
el deseo que caiga de tu boca
sin espera,
ser tu aquí y ahora.
Yo no quiero
que me eches de menos,
quiero que me pienses tanto
que no sepas lo que es tenerme ausente.
Yo no quiero ser tuya
ni que tú seas mía,
quiero que pudiendo ser con cualquiera
nos resulte más fácil ser con nosotras.
Yo no quiero
quitarte el frío,
quiero darte motivos para que cuando lo tengas
pienses en mi cara
y se te llene el pelo de flores.
Yo no quiero
viernes por la noche,
quiero llenarte la semana entera de domingos
y que pienses que todos los días
son fiesta
y están de oferta para ti.
Yo no quiero
tener que estar a tu lado
para no faltarte,
quiero que cuando creas que no tienes nada
te dejes caer,
y notes mis manos en tu espalda
sujetando los precipicios que te acechen,
y te pongas de pie sobre los míos
para bailar de puntillas en el cementerio
y reírnos juntas de la muerte.
Yo no quiero
que me necesites,
quiero que cuentes conmigo
hasta el infinito
y que el más allá
una tu casa y la mía.
Yo no quiero
hacerte feliz,
quiero darte mis lágrimas
cuando quieras llorar
y hacerlo contigo,
regalarte un espejo
cuando pidas un motivo para sonreír,
adelantarme al estallido de tus carcajadas
cuando la risa invada tu pecho,
invadirlo yo
cuando la pena atore tus ojos.
Yo no quiero
que no me tengas miedo,
quiero amar a tus monstruos
para conseguir que ninguno
lleve mi nombre.
Yo no quiero
que sueñes conmigo,
quiero que me soples
y me cumplas.
Yo no quiero hacerte el amor,
quiero deshacerte el desamor.
Yo no quiero ser recuerdo,
mi amor,
quiero que me mires
y adivines el futuro.
Baluarte, editado por Valparaíso Ediciones, 2014.
DOBLE O NADA
Todos estamos enamorados.
Solo algunos estamos despiertos.
El amor es un paréntesis abierto.
- ¿Me quieres?
- Más que a mi vida, dijo el suicida.
Supe que aún la quería
porque la odiaba con una brutalidad de ensueño.
Supe que ya no la quería
porque el odio desapareció.
Doble o nada.
Sé que me haces feliz
porque mi tristeza no te reconoce.
Estaba tan guapa que me hizo dudar:
¿Iba a quererla por fuera
o a quererme por dentro?
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