Alonso Rabí do Carmo
(Lima, Perú 1964), estudió literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y en la Universidad de Colorado, en Estados Unidos.
Ha publicado Concierto en el subterráneo (1992), Quieto vaho sobre el espejo (1994), En un purísimo ramaje de vacíos (2000), Poemas (1992-2005) y mantiene inéditas dos colecciones de poemas. Ejerce el periodismo desde 1989. Actualmente es profesor en la Universidad de Lima y es editor del suplemento cultural El Dominical, del diario El Comercio.
Del capítulo: "Una impecable tristeza"
Este es mi oficio: escupir estrellas cada tarde
Y con cierto desdén nombrar las cosas
es la única manera, digo y me digo, de olvidar
las penurias que paso en la oficina.
El sonido de mi anexo,
la sonrisa de mi jefe,
la buena marcha de la empresa.
Y evitar también las normas de conducta,
los malditos reglamentos,
el trato con clientes anónimos y estúpidos.
Mi oficio es mi destierro,
pero a nadie asombro ni quiero.
Poemas (1992-2005)
Concierto el subterráneo (1992)
El joven Benny Goodman
Un buen día de 1926
Benny Goodman
realizó su primera grabación
Antes de ingresar en la cabina
limpió cuidadosamente
cada una
de las piezas de su clarinete
—cambio las almohadillas, la caña
y dejo reluciente la boquilla—
luego
engominó y peinó sus cabellos,
se coloco los quevedos
en su carita de niño judío
y
mirando de soslayo
su partitura
empezó a soplar
los primeros compases
de He’s the last word
Días después,
el tema se escuchaba
en salones y callejones
Y desde entonces
no hubo,
en toda la ciudad de Chicago,
un solo gato
que no quisiera bailar
antes de hacer el amor
El hermanito Coleman Hawkins
estuvo un día y varias noches en París
Sólo tú hermanito Coleman
podías atreverte
a sacar del cuadro
a la Gioconda
y hacerla danzar
bajo la lluvia
hasta que el alba
se anunciase
Sólo tú
podías embrujar
a todas las ratas de París
ver crecer una amapola
en medio de un basural
apaciguar
—tocando por ejemplo
The man I love—
el agitado,
el inexplicable,
el hermoso corazón
de alguna muchacha suicida
Sólo tú
con tu sombrerito de mago modesto
y tu chalina de paisano
y tu abrigo largo como cualquier noche
podías concebir
este entrañable desorden
De vez en cuando Monk se quita el sombrero
Nunca para hacer una reverencia
ni cuando hace demasiado calor
tampoco cuando lo aplauden
Monk se quita el sombrero
a menos que
una hermosa mujer
lo mire perpleja
al otro lado del piano
Monk la corteje
la desnude
y le haga el amor
Entonces
ella lo corona
y Monk
triunfante
vuelve a cabalgar
sobre las teclas
Quieto vaho sobre el espejo (1994)
Pound
Parecía que todos se habían puesto de acuerdo,
De buen talante estaban para cazar al monstruo.
Aristócrata, fascista y decadente, le dijeron,
Y entre mugrienta hojalata lo encerraron.
Le fue negado recordar un verso de Li Po,
Una antigua canción de juglaría
O el aroma de un dorado espumante.
Así dinamitaron su dulce soberbia.
Pero quedo su voz,
Más alta que el aliento de la noche
Y la felicidad de saber que Dante
Si lo hubiera perdonado.
Chopin
Yo prefiero recordarlo
Como un bello y espigado muchacho,
Con esas suaves maneras
Y esa fundamental tristeza en las manos.
Recordarlo sin palabras impuras
Ni gestos indecorosos,
Comiendo una manzana bajo la lluvia
—por ejemplo—
o tal vez adivinando
el repentino perfil de una muchacha
que va con regocijo hacia la muerte.
En loor del caracol
De qué servirá
toda esta redondez,
vísceras de ensueño
y tanta baba
El señor de las moscas
A Juan Carlos Galdo
Un hombre apenas,
comiéndose a otro,
apenas hombre
En un purísimo ramaje de vacíos (2000)
He invocado la noche en tu nombre
y en las palabras que definen tu lentitud de astro.
Procuraré escribir, desde ahora, bellas canciones
para alabar tu don inapelable: esa súbita gracia
con que contemplas el crepúsculo.
Apuntes para un movimiento triunfal
Aún en medio de puertos asolados
por la peste o los corsarios oiría tu nombre,
profanando dulcemente el último vocerío
de los muertos, el silencio feroz
de los escombros.
Podría adivinar tu música de navío extraviado
resonando en el aire impuro de tabernas
y suburbios fantasmales.
Podría reposar en tu sombra,
límpido espejo del ocaso.
Oiría yo tu nombre, criatura perfecta
empuñando un clarín o el aire
de un tambor legendario.
Oiría yo tu nombre,
inclinado ante el inmenso péndulo del mar
Origen
Naciste bajo la desnuda torre del alba
De ahí tu voz frágil, ese fabuloso aullido de cristal
Viñeta
Un animal herido por la lluvia.
Gemidos entre las gotas
Arte de soledad
I
Existir y cantar,
de cerca conozco
este antiguo cansancio.
II
Mil zancudos
se aferran a mi cuello,
felices moscas zumban
sobre mi abdomen.
III
¿Exigen comercio
con mi angustia
y mi desgano?
IV
Bien,
tengo ahora
crecida la pelambre
y el ritmo podría ser,
por qué no, algo disoluto
He de admitir que no sé decirte.
Poca cosa son estas palabras
mientras todo verdor perece
y la lluvia difunde tu nombre
por todas las calles
de la ciudad
Meditación sobre el heroísmo
Bandera
(Un héroe antes de la batalla)
El miedo,
la incertidumbre
y un corazón.
Un corazón blando.
Un corazón blando
e imbécil.
El miedo,
la incertidumbre
y un corazón blando e imbécil
es lo que tengo por toda libertad
Clase maestra
Un gris maestro me habla
de los héroes muertos en la mar.
Relata en gris letanía
bravíos combates,
el estruendo de los arcabuces.
Imita incluso el fino trinar de sables
trenzándose en cubierta,
el sordo honor
de los pocos puñales
que pudieron alcanzar al enemigo.
Pero —me digo— los héroes
están muertos
y su ejemplo muerto también.
Miro la pizarra.
La mano gris ha pergeñado
algunos nombres,
una que otra fecha,
el movimiento de las fragatas,
la estrategia de defensa.
Miro nuevamente la pizarra.
La boca gris describe
un uniforme de gala,
el porte de nobleza,
la caballerosidad,
la valentía.
Ahora sé
que el mármol y los libros
han pervertido su muda belleza
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