viernes, 25 de julio de 2014

ALONSO RABÍ DO CARMO [12.479]


Alonso Rabí do Carmo 

(Lima, Perú   1964), estudió literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y en la Universidad de Colorado, en Estados Unidos. 
Ha publicado Concierto en el subterráneo (1992), Quieto vaho sobre el espejo (1994), En un purísimo ramaje de vacíos (2000), Poemas (1992-2005) y mantiene inéditas dos colecciones de poemas. Ejerce el periodismo desde 1989. Actualmente es profesor en la Universidad de Lima y es editor del suplemento cultural El Dominical, del diario El Comercio.





Del capítulo: "Una impecable tristeza"

Este es mi oficio: escupir estrellas cada tarde
Y con cierto desdén nombrar las cosas
es la única manera, digo y me digo, de olvidar
las penurias que paso en la oficina.
El sonido de mi anexo,
la sonrisa de mi jefe,
la buena marcha de la empresa.
Y evitar también las normas de conducta,
los malditos reglamentos,
el trato con clientes anónimos y estúpidos.

Mi oficio es mi destierro,
pero a nadie asombro ni quiero.

Poemas (1992-2005)




Concierto el subterráneo (1992)



El joven Benny Goodman 

Un buen día de 1926 
Benny Goodman 
realizó su primera grabación 

Antes de ingresar en la cabina 
limpió cuidadosamente 
cada una 
de las piezas de su clarinete 
—cambio las almohadillas, la caña 
y dejo reluciente la boquilla— 

luego 
engominó y peinó sus cabellos, 
se coloco los quevedos 
en su carita de niño judío 
mirando de soslayo 
su partitura 
empezó a soplar 
los primeros compases 
de He’s the last word

Días después, 
el tema se escuchaba 
en salones y callejones 

Y desde entonces 
no hubo, 
en toda la ciudad de Chicago, 
un solo gato 
que no quisiera bailar 
antes de hacer el amor








El hermanito Coleman Hawkins 
estuvo un día y varias noches en París 
Sólo tú hermanito Coleman 
podías atreverte 
a sacar del cuadro 
a la Gioconda 
y hacerla danzar 
bajo la lluvia 
hasta que el alba 
se anunciase 
Sólo tú 
podías embrujar 
a todas las ratas de París 
ver crecer una amapola 
en medio de un basural 
apaciguar 
—tocando por ejemplo  
The man I love—  
el agitado,
el inexplicable, 
el hermoso corazón 
de alguna muchacha suicida 
Sólo tú 
con tu sombrerito de mago modesto 
y tu chalina de paisano 
y tu abrigo largo como cualquier noche 
podías concebir 
este entrañable desorden







De vez en cuando Monk se quita el sombrero 
Nunca para hacer una reverencia 
ni cuando hace demasiado calor  
tampoco cuando lo aplauden­ 
Monk se quita el sombrero 
a menos que 
una hermosa mujer 
lo mire perpleja 
al otro lado del piano 
Monk la corteje
                  la desnude 
                               y le haga el amor 
Entonces 
ella lo corona 
y Monk 
triunfante 
vuelve a cabalgar 
sobre las teclas





Quieto vaho sobre el espejo (1994)



Pound 

Parecía que todos se habían puesto de acuerdo, 
De buen talante estaban para cazar al monstruo. 
Aristócrata, fascista y decadente, le dijeron, 
Y entre mugrienta hojalata lo encerraron. 

Le fue negado recordar un verso de Li Po, 
Una antigua canción de juglaría 
O el aroma de un dorado espumante. 

Así dinamitaron su dulce soberbia. 

Pero quedo su voz, 
Más alta que el aliento de la noche 
Y la felicidad de saber que Dante 
Si lo hubiera perdonado.






Chopin 

Yo prefiero recordarlo 
Como un bello y espigado muchacho, 
Con esas suaves maneras 
Y esa fundamental tristeza en las manos. 
Recordarlo sin palabras impuras 
Ni gestos indecorosos, 
Comiendo una manzana bajo la lluvia 
—por ejemplo— 
o tal vez adivinando 
el repentino perfil de una muchacha 
que va con regocijo hacia la muerte.






En loor del caracol 

De qué servirá 
toda esta redondez, 
vísceras de ensueño 
y tanta baba






El señor de las moscas  

                    A Juan Carlos Galdo  

Un hombre apenas, 
comiéndose a otro, 
apenas hombre







En un purísimo ramaje de vacíos (2000)



He invocado la noche en tu nombre 
y en las palabras que definen tu lentitud de astro. 
Procuraré escribir, desde ahora, bellas canciones 
para alabar tu don inapelable: esa súbita gracia 
con que contemplas el crepúsculo.






Apuntes para un movimiento triunfal 

Aún en medio de puertos asolados 
por la peste o los corsarios oiría tu nombre, 
profanando dulcemente el último vocerío 
de los muertos, el silencio feroz 
de los escombros. 

Podría adivinar tu música de navío extraviado 
resonando en el aire impuro de tabernas 
y suburbios fantasmales. 

Podría reposar en tu sombra, 
límpido espejo del ocaso. 

Oiría yo tu nombre, criatura perfecta 
empuñando un clarín o el aire 
de un tambor legendario. 

Oiría yo tu nombre, 
inclinado ante el inmenso péndulo del mar






Origen 

Naciste bajo la desnuda torre del alba 
De ahí tu voz frágil, ese fabuloso aullido de cristal






Viñeta 

Un animal herido por la lluvia. 
Gemidos entre las gotas






Arte de soledad 


Existir y cantar, 
de cerca conozco 
este antiguo cansancio. 


II 

Mil zancudos 
se aferran a mi cuello, 
felices moscas zumban 
sobre mi abdomen. 


III

¿Exigen comercio 
con mi angustia 
y mi desgano? 


IV

Bien, 
tengo ahora 
crecida la pelambre 
y el ritmo podría ser, 
por qué no, algo disoluto







He de admitir que no sé decirte. 

Poca cosa son estas palabras 
mientras todo verdor perece 
y la lluvia difunde tu nombre 
por todas las calles 
de la ciudad






Meditación sobre el heroísmo




Bandera 

(Un héroe antes de la batalla) 
El miedo, 
la incertidumbre 
y un corazón. 

Un corazón blando. 

Un corazón blando 
e imbécil. 

El miedo, 
la incertidumbre 
y un corazón blando e imbécil 
es lo que tengo por toda libertad






Clase maestra 

Un gris maestro me habla 
de los héroes muertos en la mar. 

Relata en gris letanía 
bravíos combates, 
el estruendo de los arcabuces. 

Imita incluso el fino trinar de sables 
trenzándose en cubierta, 
el sordo honor 
de los pocos puñales 
que pudieron alcanzar al enemigo. 

Pero —me digo— los héroes 
están muertos 
y su ejemplo muerto también.

Miro la pizarra. 
La mano gris ha pergeñado 
algunos nombres, 
una que otra fecha, 
el movimiento de las fragatas, 
la estrategia de defensa. 

Miro nuevamente la pizarra. 
La boca gris describe 
un uniforme de gala, 
el porte de nobleza, 
la caballerosidad, 
la valentía. 

Ahora sé 
que el mármol y los libros 
han pervertido su muda belleza




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