Jorge Hübner
Jorge Hübner Bezanilla (Petrópolis, Brasil 1892-1964). Poeta, nace en Brasil pues su padre, el también escritor Carlos Luis Hübner fue Encargado de Negocios de Chile en aquel país. Fundó junto a Vicente Huidobro la revista "Musa Joven". Aparece en antología Selva Lírica (Pág. 182).
AL ÁRBOL
Árbol que, como el hombre, te alimentas de lodo,
pero que alzas al cielo los brazos retorcidos
y, apretado a tus ramas, mantienes alto todo
lo que amas: hojas nuevas, botones, flores, nidos.
Quiero tu paz severa, tu fe en orar en vano;
tu esperar, cuando emigran, que las aves regresen;
tus silencios, más hondo que mi cantar humano
y tu ardor por cubrirte de flores, que fenecen.
Tú te bastas: tú creas la flor que lleva un germen
que, en cualquier campo sano, perpetuará tu ser:
el hombre, tras de angustias de amores que le enfermen,
pondrá en su sangre obscuras influencias de mujer.
Tú das tu sombra a todos los seres: tu perfume,
por el amor del viento, se puede disfrutar;
pero el hombre, en sus ansias de darse, se consume
por ofrecer un bien que no puede formar…
Buscándolo, recorre los valles; su destino
obscuro le hace ser eterno vagabundo
y tú, inmovilizado junto a cualquier camino,
le dices que encontraste tu sitio en este mundo.
PLEGARIA
Virgen, tus ojos mártires
rezan, como las llamas de los cirios,
Virgen, tus manos pálidas y trémulas
piensan, como las manos de los ciegos.
Por tu fervor, mi beso se hizo hostia
y llevó toda mi alma a tus entrañas.
Nuestras vidas serán como dos manos
que se unirán apasionadamente.
Mis estrofas serán como esas naves
que parten, silenciosas, en la noche,
y me entraré contigo en el silencio
de las pasiones grandes…
Prosa y verso
Autor: Jorge Hübner
Santiago de Chile: Impr. Moderna, 1909
CRÍTICA APARECIDA EN EL DÍA EL DÍA 1909-12-03. AUTOR: ANÓNIMO
Es un simpático librito de 123 páginas que han mezclado las producciones de su espíritu dos jóvenes llenos de idealismo, de esperanzas bellas y de frescura del alma.
El señor Hernán Díaz publica cinco cuentos y algunas poesías; el señor Jorge Hübner, nueve poesías.
Aunque les falta a ambos mucho para que se les pueda considerar escritores completos, se vislumbran sin embargo un espíritu sobrio, reflexivo, capaz de detenerse un momento ante el misterio de la vida humana y expresar con sinceridad sus íntimas impresiones.
El señor Hernán Díaz posee un espíritu más tortuoso, y es más imaginativo y romántico que su amigo Hübner; este otro en cambio, tiene un alma clarita, un estilo fácil, fluido y lleno de expresiones que revelan un gran temperamento artístico y un gran poder de expresión.
De los cuentos del señor Díaz el que más me agrada y el que considero más completo en todo sentido es “¡Salva tu alma!”. La coordinación de las ideas, el proceso general de la trama, el desenlace, lo mismo que el estilo, forman una sólida armonía, la cual, como es de suponer, prestan encanto a la narración.
En los demás cuentos flaquea bastante, sus finales son vagos y el lector queda confuso, preguntándose cuál puede ser el verdadero alcance que ha querido darles el autor. Entre estos cuentos los que más valen son “No es cuento…” y “Luz y Sombras”.
El tema del “Faro”, lo mismo que el de “La Vengadora”, me parece inverosímil lo que es peor, el autor no ha sabido explicar la inverosimilitud (si es que esta pueda tener lógica explicación).
En cuanto a los versos del señor Hübner Besanilla nada tengo que agregar a lo dicho. No distingo ninguno de ellos: todos me producen un claro y fresco encanto, una especie de tranquilidad y seguridad de encontrarme junto a un alma sana y rica en vida.
Copio a continuación una de las composiciones del señor Hübner, no porque sea la mejor (repito que todas las encuentro colocadas al mismo nivel), sino porque es la más corta.
Sentimientos
Siento a veces que oprimen mi pecho
Los hondos sollozos;
Que el dolor con sus velos obscuros
Anubla mis ojos;
Que la sangre me hierve en las venas
Y deliro con ansias de loco;
Y entonces, doliente
Maldígolo todo:
Ese mundo que veía risueño
Me parece calvario angustioso…
La ciencia, lo bello
Fantasmas insólitos;
Y los lirios del valle miro
Con un cáliz manchado de lodo,
Siento a veces de santa alegría
Henchírseme el pecho,
Y brillar mis pupilas que alumbran,
Centellean de fuego;
Siento a ves que bulle mi sangre
Y deliro con loco contento
[…]
Siento a veces hastío en el alma
Allá en mi pupilas
Ni el dolor ha marcado su huella
Ni luce alegría;
En mis venas no bulle mi sangre,
Que circula lentísima, tibia…
Entonces hastiada
La mente dormita;
Ni siquiera los goces la mueven,
Ni siquiera el dolor la aniquila:
La ciencia, lo bello,
Su vida no excitan;
¡La fragancia del lirio del valle
Cuando menos mis horas reanima!
Yo quisiera a esas horas de gozo
Tomar tan risueñas….
Y adormirme, soñando a la gloria
La gloria hechicera
Yo quisiera tomar a esas horas
En que dudas al sueño develan
Sufrir mis dolores,
Sufrir mis tormentos,
Arrancando el dolor a mis ojos
Ese llanto que tanto consuela…
¡Venid horas tristes!
¡Venid horas bellas!
Lejos, lejos las horas malditas
De esta calma que acaba y enerva!
En resumen me atrevo a asegurar a estos dos jóvenes, un brillante porvenir literario si perseveran en el camino que con tanto éxito han comenzado. Con paciencia, procurando dominar la forma rebelde, amplificando los conocimientos, viviendo con amplitud de vida y estudiando con amor, estas bellas que flores de hoy se tornaras en sabrosos frutos.
CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1909-12-20. AUTOR: OMER EMETH
“Prosa y Verso”, por Hernán Díaz Arrieta y Jorge Hübner Bezanilla, es un simpático librito vestido de los colores de la primavera y digno de la juventud de sus autores.
Todo en él es joven y primaveral, lo cual explica sus defectos y motiva sus encantos.
Desde luego hallo encantador el verlos presentarse ambos (Arcades ambos) al público, poniendo en común sus ensueños y sus esfuerzos. ¡Cómo habrán limado y pulido a ese librito! Paréceme verlos y oírlos cuando lo proyectaban y escribían. ¡Qué de afanes! ¡Qué de cuidados! No sé si me engaño, pero creo que cuando lo vieron en letras de molde, nadie fue más feliz que ellos en el mundo. ¡Ah! ¡Juventud!
Lo mejor del caso es que este libro denota talento y promete muchísimo, no solo considerado en relación con la corta edad de sus autores, sino en sí y por sí mismo.
La prosa de H. Díaz Arrieta tiene, a pesar de sus defectillos, bastante soltura, y la tendría mayor si no abundaran tanto en ella los términos abstractos.
Dice, por ejemplo, al empezar su hermoso cuento “Luz y Sombras”, que “la luna tenía un brillo especial” y que el tuvo “la sensación casi material de estar palpando cuanto lo rodeaba”. Más abajo le dice “ella”: “¿Recuerdas cuántas veces habíamos pensado efectuar un paseo así?”
“Especial”, “material”, “efectuar”… No… Este no es estilo descriptivo, y muy seguro estoy de que el autor pudo, con un poco más de trabajo, expresarse en forma más real y más viva.
Y si no, léase esta “salida del sol”. “¡Ah! Dice el autor, cuán incapaz me siento para describir esa incomparable maravilla.
La majestuosa montaña, con sus nieves eternas fulgurantes de luz, dejando escapar de su seno resplandores de gloria, y las nubes y los lejanos cerros teñidos de mil bellísimos colores, y los montes y los valles y la ciudad inundados en raudales de luz y la Naturaleza entera bañada en claridad y en vida…” (pág. 25).
Hermosa es la frase y lo sería aun más si el pintor hubiese indicado algunos de esos “mil bellísimos colores…”
Esto, lo repito, nos promete un escritor.
Solo agregaré, antes de hablar de los versos de Jorge Hübner, que los de Hernán Díaz reflejan cierto pesimismo, muy ajeno de aquella primavera.
“El esperar eterno de la vida
al fin terminará
más allá de las sombreas de la muerte
¿se encontrará lo Ideal?” (pág. 28).
¿Lo duda?... ¡Ah! Juventud de hoy en día. ¡Cuán diversa de la que conocimos nosotros!
Puedo asegurar que en esos tiempos ya lejanos, se esperaba eternamente, pero sin pesimismo y que los puntos de interrogación nada tenían que ver con las sombras de la muerte. No… ¿Por qué no dejan nuestros jóvenes esas preguntas para los viejos?...
Pesimista es, naturalmente, Jorge Hübner, como su compañero.
“Siento a veces hastío en el alma
Allá en mis pupilas
Ni el dolor ha mareado su huella
Ni luce alegría;
En mis venos no bulle mi sangre
Que circula lentísima, tibia…
Entonces hastiada
La mente dormita;
Ni siquiera los goces la mueven,
Ni siquiera el dolor la aniquila;
La ciencia, lo bello
Su vida no excitan
La fragancia del lirio del valle
Cuanto menos mis horas reaniman” (pág. 123).
Lindos son los versos; versos de poeta; mas yo no creo palabra de lo que tan armoniosamente dicen. Y ¡cómo ha de ser tanta la pena y tanto el hastío cuando de las nueve poesías, la mayoría llevan por título: “A ti”, “Ella” y “Con Ella”!
De lo que felicitaré al autor es de sus versos “a María Santísima”, no por ser los mejores de su libro, sino porque pintan todo un carácter. No es cualquiera, en efecto, el poeta (y el joven) que hoy por hoy, tiene el valor de hacer públicamente un acto de fe.
“Quiero la paz y la quietud. Las amo.
Quiero adormirme en tu materno seno;
Quiero en las luchas con tu amor cubrirme…
Sálvame, Madre!” (pág. 125).
A esto solo agregaré que no le oirá María Santísima, pues para un joven de talento y de valor como nuestro poeta, no serían gracias del cielo la paz y la quietud. La verdadera gracia es la lucha que hace a los poetas, a los escritores y a los hombres.
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