Andrés Kischner
Nació en Buenos Aires, Argentina, el 29 de abril de 1978. Es profesor de Filosofía y se encuentra investigando y compilando la obra de Enrique Santos Discépolo. Administra el blog A las cinco en punto de la tarde:
http://taller-filosofia.blogspot.com.ar/
cuaderno violeta
estoy lleno de una pregunta que no sé responder...
(Pasolini, Teorema)
I
Cantar de los cantares
(variante de G.K. Chesterton)
Hay un pecado, sí: conocerse a sí mismo
(es como estar muerto). Y hace palidecer al sol.
Hay una forma de blasfemia: orar pidiendo
la mesura; sólo lo que desborda es asunto divino.
Hay una verdad: todo es un exceso
sobre la noche de Delfos.
Una sola cosa es necesaria: vivir poéticamente.
El resto es necedad de necedades.
II
cada mañana despuntan sobre el río
unas violetas de una belleza aterradora
pero la bestia calculadora anda muy distraída
muy ajena para abrir su herida frente
al milagro que estalla sin testigos.
III
a Paola
Entre naranjos
que desnudan su brusco prodigio,
la tierra se moja antes que la lluvia.
Asumo que sólo un ángel
puede curar
el zarpazo
de otro ángel.
IV
Templo
No vas a encontrar a Dios
en la pulcra certidumbre dominical de sus testigos, no.
Dios habita en la incertidumbre,
en cada extravío / en cada desgarro.
Ama los dientes sucios…
Aquí en este sótano,
como impúdico corazón delator,
el latido de esta ciudad
está a salvo.
Cuando ya no quede nada,
de la destrucción total,
del estallido del verbo,
alguien recogerá del templo
todos los besos negados,
la semilla fértil
para un religar post.apocalíptico.
El hombre ya no será hombre.
Será poeta...
Y la vida
finalmente polinizada.
V
Barro / tal vez
Habrá que darse, entonces, un nuevo nacimiento
-al que asistir por privilegio de las heridas y las esperas.
Habrá que desconocerse, declararse extranjero,
y asumir la errancia con una convicción:
que entre las voces y gestos que se persiguen
puede desprenderse,
como la más pura, arcana y propia,
una palabra.
Apenas un latido
que es posible regalar
-sin orgullo,
sin deuda-
porque no tiene dueño,
sólo cuerpo.
VI
en la nube espesa
la soledad insondable
de un dios.
un fondo naranja se confunde
con la vida.
donde estaba el hombre,
el paraíso.
VII
extasiante otoño
hazte digno de la lluvia.
muerde la carne...
te encontraremos
temblando
con sagrado temor.
VIII
Confesiones de una máscara
El alba acecha ya la puerta.
Como una bendición que cae sin piedad,
vence la penumbra de la cerradura.
Una vez más
apostamos al fuego.
No hubo premio,
tampoco castigo.
Todavía es ayer -dijiste en algún momento de la noche.
Y trepamos al cielo /
y por llegar lo apagamos.
Del otro lado de las fotografías,
quedamos nosotros, alegres sombras
entre paredes de intemperie,
vomitando amor
en la boca de los tibios.
IX
Post tenebras lux
Lo real vaga en los bordes
dispuesto a fagocitar la escena.
Mártires sin fe se debaten
sobre el crudo crujir de la madera.
La noche cae azul.
Merodean animales,
también la tormenta.
Junto al peligro,
un último religar
se da nacimiento.
X
Della parola amore
Traducirse es traicionarse.
Mejor entregarse con devoción
a la palabra amor.
Malgastarla rabiosamente
hasta quedarse sin saliva.
Hasta vaciarla de sentido.
Sólo ahí, quizás, perdida,
podrá decirnos algo
o incluso todo.
XI
Paraná
a Alejandro Ricagno
Sólo por gratitud a su ofrenda
me gustaría atrapar la pubertad
del tilo en primavera,
para nombrarlo
(en plena comunión).
Y luego olvidarlo
sin culpas.
O atrapar la tierra que anuncia húmeda
la tormenta que cura
como abrazo antes de la lluvia.
Pero ya ves…
No puedo hacerlo, mi amigo.
(Juanele pudo).
Posiblemente me sobran letras.
En la escultura,
en la tarea humana,
en la poesía es preciso quitar.
Quitar y quitar
hasta encontrar en el abismo la palabra prescindible
que se vuelve necesaria.
Y gritarla!
Y romperse.
Como la semilla que nada sabe
y alcanza el silencio.
Poema silencio en la intemperie
Poema cuerpo
Poema templo
Poema abierto
Poesía que sangra
(Desde el Amor).
No importa que todo
o nada
esté ya dicho.
Importa que se encuentren las palabras en lo más bendito u oscuro de la materia,
como en una misa pagana de domingo.
XII
Las cenizas de Pasolini
Fue i-legal, extra-legal, diferente, no-ciudadano.
Pero un compañero...
(Gianni Scalia, 1976).
1
algunos poemas demandan
un tiempo que quizás no existe.
son fetos adultos, palabra en el desierto
huellas de lo que no sabe volver /
pero no está todo perdido...
no perdimos la inocencia,
todavía hay que conquistarla.
2
todo poema es un montaje
todo poeta un montajista
para cada hombre su misterio,
su puerta / su guardián.
3
después de auschwitz
la poesía...
sin adornos.
XIII
Tal vez se trataba de llegar aquí...
de recibir este soplo tibio sobre la herida
y celebrar la comunión de la parte
al amparo de los soles caídos.
Tal vez se trataba
de llegar aquí...
para devolvernos la bienvenida
y curar a la Tierra
de nosotros mismos.
XIV
Todavía duerme la mañana.
Una inclaudicable y blanca persistencia
se deshace lentamente de la noche.
Es (una vez más) la hora de la poesía,
del destello que asalta temprano
a quien ya nada espera.
Apenas un susurro certero,
un lamento ronco de pájaro.
Hay quien oye un eco pretérito,
la tristeza de animal enfermo,
el último soplo
que abandona sus alas
para reunirse
con las primeras luces del día.
XV
mil años secos en una única contracción,
una fuerza centrífuga que
devoró el tiempo,
su refugio, su registro,
empujando las ausencias
a un abismo inevitable...
mejor hacer silencio
para sentir el ruido
de un corazón
que se rompe.
XVI
Una antigua melancolía habita la letra "Z".
Basta con prestar atención a su grafía:
no hallarán jamás una más doliente.
No es difícil ver en su silueta un suspiro que se desvanece.
Ella trae consigo el signo de todo lo que termina para ensanchar la nada.
De ahí su tristeza.
Paradójica última sílaba “za”:
¿qué es aquella maldición que pugna por volver a comenzar?
¿Un don?
XVII
niño semilla
que anidas en un vientre blanco,
viste el alma de tu madre
allí encontrarás tu alimento.
tú nadas descalzo en la intimidad del agua tibia,
yo -ya sin nombre-
te observo desde la otra orilla.
XVIII
tu nombre aún
ilumina, luciérnaga,
la oscura noche.
XIX
Onomástico
El hombre
conocedor de caminos
cuida el templo.
XX
Adotiana
el árbol se arquea alto
conquista sus gotas de sol entre las medianeras
en la ochava la tarde hace el otoño.
XXI
Tiemblo
como una hoja
como un niño
como Dios.
XXII
Lumbre
a Pepe
Como gotas oblicuas,
caen los ideogramas desde el Oriente
en esa primera luz que despeina las pestañas de los desprevenidos.
Por qué habría de detenerse aquella tarde
que es continua mañana…
puente sin fin que nunca comienza
por donde se desliza la palabra
y con ella, la exhalación.
Y en la exhalación una entrega,
un rumor de hierba buena,
fragmento infinito, efímero
de un jardín sustantivo que
esconde un cauce hondo.
Tan hondo como un fósforo que penumbra un abismo.
Y allí…
allí la oscuridad sienta bien,
hasta es amable
y ya no hay temor.
Sólo un reparo de profundidad
de uno sin uno,
un fósforito en la inmensidad,
en el misterio que apenas puede nombrarse
porque el nombre… lo oculta,
lo apaga con su soplo
y el poema hace silencio.
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