Rafael Pérez Castells
Nace en Madrid en 1955, es Doctor en Ciencias Químicas y ha dedicado su vida profesional a la investigación y a la empresa privada. Ha publicado La Torre Dinamitada (1997), Diccionario de días Premio SIAL de poesía en 1999 y Poesía (2000-2006) en el año 2007. Desde entonces han aparecido poemas suyos en revistas como Cuadernos del Matemático, Luces y Sombras, Poeta de Cabra, Prima Littera, y en "Ariadna-rc" de la que es miembro fundador. También aparecen poemas suyos en las antologías "Aula CEU de Poesía", Ed. Universidad S.Pablo CEU 2000, "La voz y la Escritura", Ed. Comunidad de Madrid 2000 y "Entonces y ahora", Ayuntamiento de Rivas-Vaciamadrid 2003. Ha sido co-director de los ciclos de poesía de la Universidad San Pablo CEU desde 1998 a 2001.
DE LA TORRE DINAMITADA
LAS MURALLAS DE JERICÓ
Os recitaré una y otra vez
las puertas de la memoria
puertas de Jericó
guardadas en su laberinto
hasta que caigan sus sellos.
a jan garbarek
Sobreponiéndose al murmullo
de la brisa, el rumor del viento
al rumor
el aullido de la galerna
al aullido
el golpear de los postigos
a los golpes
los ojos ensanchados por el miedo.
Sobreponiéndose al destello
del rayo, el contraluz del cuarto
al contraluz
la sombra del baobab en la roja sabana
a la sombra
la oscura boca del pozo de los sin luz
a la luz
los oídos asombrados por el silencio.
A la rosa
la fragancia de una judería
a la fragancia
el olor del agua balsámica
a los bálsamos
el salobre océano en los olivos
a la resina de sus troncos
como un trasiego de vino.
Al vino
el sabor de lenguas bulliciosas
a los labios
otros labios combativos
a las uvas
por sus manantiales dulces
a la sangre
el aleteo de la venganza.
A la piel
que recubre los senos las manos
a las manos
la piel sumergida
a la piel
y sólo a ella el sonido
de tu aliento malva.
CASTRARON MI PROMISCUIDAD
y me convertí en onanista
ilimitado
y en el viento que comba palmeras
y en la serpiente que arquea columnas
y en la frente apoyada en la vitrina
rendida a la evidencia del placer.
Qué más emascularon que no siento
por que ya puestos por qué no cortar
las alas que apuntaban en mi espalda
o el fiel donde equilibran nuestro baile
las palmeras y muelles amarillos
o lo fugaz.
GÓLEM
Inadmisible eras tú, pues ya no eras tú
separado por muros cimentados con moho.
Inadmisible era tu ritmo lacerando
mi aliento, derramándome.
Sorprendiéndote en mí.
Y aquel poema de verso alejandrino
espejo impertinente
como un pozo vacío que me seca, me asusta
y me retiro
hasta cuando no puedas defenderte.
OJOS DE CLEPSIDRA
Estábamos todos en las fotos de ayer
esparcidas blanco y negro por la cómoda
al azar como lápidas en un campo inglés.
Nuestras caras risueñas
calcinados sarmientos en tus ojos claros.
DE DICCIONARIO DE DÍAS
EL VIAJE
Dicen que los viajeros tienen ojos de arena,
y entre la gente fueron siempre extraños,
porque ninguna piel, ningún lugar,
les ofreció esperanza.
Dicen que cuando quedan detenidos,
sin ganas, sin dinero, o sin salud,
se sientan en cualquier rincón de un sueño,
y mueren de tristeza.
Dicen que el viaje es una gran mezquita de oro,
de donde parten
los áridos senderos de uno mismo.
UNA MAÑANA EN EL MERCADO
Rojos labios sobre el hielo, luces al día robadas, los
símbolos del calígrafo enloquecido en el aliento
de las palabras.
Verberan los asentadores un rap, cobre y poliuretano.
Se alejan dos marinos abrazados por los
laberintos del agua.
Mar trasvinado de los muelles a esta madrugada
sedienta, antes del sushi, antes de ti.
LOS COMERCIANTES
Compramos y vendemos todo el género
hilado en los talleres de Damasco,
juegos mentales, vírgenes impúberes,
diseños cibernéticos del Siglo
XX, o un asteroide vagabundo.
Su visita mantiene la esperanza
de cierta inmunidad a la desidia,
no importa que revuelva nuestra tienda,
podría estar buscando un talismán,
un objeto perdido hace algún tiempo…
…el regateo que precede al trato.
¿ O simplemente usted ya se murió,
y viene a reclamarnos una deuda ?
TERMINAL ONE
Entre las blancas sedas de mujer
se acomodan los negros sacos de hombre,
como encajes que cubren un diván,
que extraviado florece en esta playa,
llamada Singapore Terminal One.
Su presencia, - en la sala de los sueños
a deshora, del tránsito y del viaje,
de la gente que espera una llamada,
y pasa sin dejar huella, recuerdo,
o sombra, en Singapore Terminal One -
ha traído el ecuador exuberante,
y el sabor compartido de ese fruto
que es sexo de mujer, carne de piña.
Y el ruido de los muelles carcomidos,
lejos de Singapore Terminal One.
Jet lag
Salimos hacia a algún lugar lejano,
y es el tránsito el fin que no el destino,
bambalina que realza
las inmóviles horas.
En el útero cálido del cielo
la azafata regala sonrisas y licores,
mientras a nuestro paso
despiertan las estepas azuladas.
Mañana la ciudad, ahora recuérdame
lo que sé de sus calles,
para que deje atrás lo cotidiano,
y camine por ellas igual que antes hacía,
pues mi alma necesita
más tiempo que mi cuerpo,
para llegar y sentir que ha llegado.
Leí que al viajero siempre le precedía su alma,
y así le recibían las ciudades
de acuerdo con su rango,
porque el alma anunciaba a sus espías
a un peregrino, un príncipe, o un mercader.
Eso debió de ser en otras épocas,
ahora abandono el cuerpo en cualquier sillón
de hotel,
y allí la espero,
porque ella llega tarde y tropezando,
con las noticias viejas
de mi llegada.
Poca importancia
Y nos hacemos viejos.
Como a los viejos gatos
nos echan a patadas de todos los salones.
Jubilarse es así, sentirse gato
en un mundo de perros mimados y fascistas,
que gustan reventar gatos viejos, rendidos.
O sentirse hombre anuncio,
con un "A este le queda un cuarto de hora"
colgando de tus hombros, de tu fama.
Pero lo peor de todo es la certeza
de saberse esperando lo infinito.
No son los homenajes de tu gusto,
donde hay gente que ensaya luto y pésame,
para un día cercano y previsible,
y donde otros te olvidan con urgencia,
como si de verdad hubieras muerto.
Y no te queda más remedio que seguir
como siempre, viviendo sin saber,
fingiendo que le das poca importancia.
La moraleja
A David Torres
Estoy viviendo un tiempo antiguo, vosotros ya lo recordáis
de alguna manera,
como nosotros recordamos el vuelo de un dirigible
o las viejas revoluciones de octubre y los acorazados
rebeldes de Einsestein,
con la misma melancolía de lo que quiso ser y nunca
terminó siendo.
Tanta rosa marchita en los fusiles,
tanta rosa acabada en anagrama,
tanta tormenta huérfana de viento.
Recordáis un inmenso valle y los hongos grises que cubrían
las ciudades
y a lo lejos el mar llevándose el resto de aquel gran festín
y a los hombres contradictorios que ansiaban el sentido de
las cosas
y no se conmovían con el anuncio de la extinción del tigre
para el año dos mil quince.
Y a los que vinieron a la nueva Bizancio para aprender de
sus códices y comer en sus despensas
- fue imparable como los ciclos que mueven la naturaleza,
nos entregaron la esperanza y ninguno la reconocimos -.
Las religiones convocaban espadas y las multinacionales
compraban estados,
pero también había gente sin nombre que calmaba las heridas
y el desconsuelo,
- aquellos que guardan las trincheras del hambre y la miseria,
haciéndonos sentir menos culpables -.
Cuando conoces el final de una historia, conoces su moraleja
y entonces, - si nos encontráis -
quizá recordaréis la anécdota que nos resume:
"Aquel murió colgándose de un sueño,
a ese no le alcanzó la gratitud
y esa pantera un día se hizo puma".
Esos serán, esos son vuestros recuerdos, no los míos,
y os atraen como las raíces tiran de las hojas, hasta secarlas
en otoño.
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