Oscar “Puky” Gutiérrez Peña
(La Paz, Bolivia, 1970). Poeta, comunicador y guerrero.
Sus libros publicados son: “3 al hilo” (junto a Alejandra Barbery y Alfredo Rodríguez, en 2003); “Sobrevuelo en la ciudad de los anillos” (con el que obtuvo el Premio Nacional de Literatura “Santa Cruz de la Sierra”, en 2007), el mismo que luego fue publicado con el nombre de “Sobrevuelo 2.0” en 2008 (agotado y reeditado en 2011), “Ciudades Interiores”, poemario con el que obtuvo el Premio “450 años de Fundación de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra” convocado por la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno y “Bitácora del asombro”, una suerte de antología personal y la primera de sus publicaciones independientes (2014).
Es “culpable” de numerosas hibridaciones artísticas, tales como: “Sobrevolando el Vaginario” (canción, cuento y poesía), “Primavera cruceña 2.0” (canción y poesía), “Ciudades Interiores” (pintura y poesía), “Lady Gladys en la ciudad de los anillos” (canción, novela y poesía), “Una travesía al centro del fuego” (poesía, historia y canciones) y “Santa Cruz: Letra y música (siglos XIX al XXI)”.
Su poesía sucede adentro y en los alrededores del asfalto, la risa y el estupor que esta ciudad concéntrica nos produce a todos.
También es gestor cultural. Forma parte del grupo “Escuchar Poesía 2.1” el mismo que, a lo largo de todo el año, promueve experiencias poéticas en la Plazuela Calleja.
Su poema titulado ‘Primer arribo’ expresa:
“Debió ser verano
y debió ser mediodía
sólo así se explica
esta endeble mancha de humedad en la memoria.
Recuerdo a mi altísimo abuelo anunciando, conmovido:
‘mañana nos vamos a Santa Cruz’
y de repente
una extraña sucesión de vértigos
la excitación de preguntar
la maleta de meter
la noche de no poder dormir.
Cuando las ruedas al fin se detuvieron
y la compuerta de sólido metal se abrió
me recuerdo llegando –pigmeo de siete años-
a ese rectángulo de luz
para ser irremediablemente
invadido
acosado
aturdido
devorado
zarandeado
puesto patas arriba
y finalmente deglutido
por el feroz beso del trópico
por la humedad de la selva
por la promesa erótica que trasunta el Amazonas colosal”.
LIBROS
Poesía:
Sobrevuelo en la ciudad de los anillos (2008).
Ciudades interiores (2012)
Turismo de vos
Quizá comience visitando la plazuela de tu boca
sus mutuas calles
sus ocho esquinas
su doble callejón rosado.
Ascenderé luego
sin prisas
hasta el arenal de tus ojos
y me demoraré inventariando
una a una tus pestañas.
Descenderé entonces
por la doble vía de tu cuello
hasta trepar a las altas torres de tu pecho
visitaré sus mínimas catedrales
y las sentiré erguirse
como un par de promesas
como un par de duendes
como un par de tempestades
como un par.
En mi inexorable viaje hacia el sur
me demoraré
silente y minucioso
en cada una de las siete calles que conducen a tu ombligo
esa mínima rotonda
ese círculo de fuego
ese trémulo mandala
eso sol en miniatura.
A estas alturas
supongo
habrán ferias en tu plaza principal
festividades del arroz con leche
lluvias con sol
mares de chilchi
enjuagues de tímido vegetal.
Deberé entonces averiguarlo
por mí mismo
es decir
por mi boca.
Deslizaré mi lengua
lúbrica y descafeinada
por entre los pliegues de tu centro
desatando
hábil serpiente
desconocidas lluvias privadas.
Degustaré el jugo de tu cántaro
ese maracuyá angélico
el cantar de los cantares
ese tujuré bendito.
Luego mi lengua
ya ávida
ya sabia
ya cansada
levantará testimonio de tus piernas
de tus pies
de tus dedos.
Finalmente (tengo la certeza)
terminaré tropezando
cara a cara con tu alma
mientras recorro
los suburbios de tu cuerpo.
Al César lo que es del César
Lo primero que quiero agradecerte
son tus pestañas
con las que sembraste manzanas
en el centro del Paraíso
y tus labios
que supieron deletrear
el hermético abecedario de mi cuerpo
y tu ombligo
capital de ese país
que me dio cobijo
tiempo, humor y miel
y el apretado recinto de tu centro
donde enterré
impúdico y alado
todas las urgencias de estos tres inviernos
y tu alma
laberinto insomne
trampa de arena
cadalso sumergido
y
claro
(nadie es perfecto)
tu fe
tu albahaca
tu gesto
tu grito
tu odio
tu adiós.
Inevitable
Podríamos hablar de política
o de arte
o del esquivo amor
pero
a lo sumo
ésas solo serían bellas palabras vacías.
Podríamos citar a Borges
o a Sábato
o a Saramago
pero esos antídotos contra la estupidez
tampoco servirían de nada.
Podríamos disimular
entonces
bebiendo cerveza Huari (bien fría)
o adormecernos frente a la pantalla
o escribiendo poemas como éste
y eso tampoco cambiaría las cosas.
Afuera está la muerte
mi muerte
acercándose a la casa
lenta
decidida
inexorable.
Y se va a entrar.
Infancias
En algún rincón de mi alma sigue llorando
inconsolable
el niño que fui.
Ése al que le mintieron
que en su tercer cumpleaños
su madre volvería.
Juro que hay noches
en las que aún escucho su llanto.
La noche del alma
Ojeroso
temblando
tieso de saudade
él cierra los ojos
vanamente invoca el nombre secreto
del Padre de todos los dioses que en el mundo han sido.
Y en eso también nos parecemos
porque atronador le responde
el devastador eco
del silencio de Dios.
Adentro
Adentro mío hay un país al que viajo constantemente.
Cuando el mundo extiende sus alas
y éstas son de repentino murciélago
rápido emprendo la ruta
hacia la ciudad sin nombre
de mi silencio interior.
Allí está la cordillera del deseo
la planicie del olvido
la bruma del encuentro
el altar de mi fuego.
Allí hay hondonadas y cicatrices
selvas, soles y tundras
y como 365 razones para volver
una
y otra
y otra vez.
Teología doméstica
Si Dios es ese viejito barbado y neurótico
que desperdicia su eternidad
contabilizando mis faltas y pecados
entonces no
no gracias
no creo en él.
Y si su hijo es ese cadáver
eternamente sangriento
eternamente roto
eternamente derrotado
entonces
disculpen
tampoco creo en él.
Pero como yo intuyo
o —a lo mejor—, sé
que entre ambos son culpables
de la existencia de las mariposas
y el arco iris
de la simplicidad de una galaxia
o del esplendor de una uña
de la imposible fiesta que es un pavo real
un atardecer en el trópico
o los ojos de Danáe
entonces
no me queda otra
y me inclino
reverente y agradecido
ante el más grande
soberbio
y loco
par de artistas.
Al futuro cadáver
Alguno me dice
“pariente
su poesía es muy feliz.
Vos sos un optimista
lo que escribes no es real”.
Yo miro entonces al futuro cadáver
huelo su descomposición inevitable
escucho los inútiles rezos
las fatuas novenas
y sonrío
(en estos
y en tantos otros casos
lo inteligente es callar)
De todos modos,
¿qué podría decirle?
¿Qué ya lo sé?
¿Qué no lo he notado?
¿Qué yo mismo reniego de mí?
Pero no
para qué.
Mi único mérito consiste
en saber que nos estamos muriendo
y en actuar
como si eso no importara.
Credo urbano
Creo en el color padre todopoderoso
y en la palabra que nos acerca.
Creo en la primavera y otros milagros.
Creo en los domingos
en la pedagogía secreta de un abrazo
sobre todo
creo en el Ser Humano.
Abandono las ciudades de la queja
las urbanizaciones del espanto
las catedrales de la melancolía.
Dejo atrás el traje de la tristeza
los zapatos del quebranto
el maquillaje del desánimo
las sonrisas de utilería.
Vestido de indulgencias
abandono el paraje de lo huraño
el oprobio
la angustia
y la ceniza de los años.
Ataviado de colores
ensombrerado de cariños
hoy
simplemente vivo.
y la tristeza (esa perra hambrienta)
y los famélicos roedores del invierno
y los pálidos suchas del insomnio
ésos
que esperen sentados.
Hoy no comerán de esta carne.
He resucitado.
Certeza póstuma
No morirá realmente
quien sea capaz de sonreír
en la solemne hora de su muerte.
El que no se arrodille.
El que no maldiga.
El que conserve la lucidez.
El que tenga el coraje suficiente
como para mantener los ojos abiertos
y compruebe así que
al otro lado del telón
a la izquierda de la muerte
ése a quien llamamos Dios
es apenas un impredecible niño azul
jugando a ser
—muy seriamente—
el Creador del Universo.
Oscar “Puky” Gutiérrez: el navegante de la palabra /218
2017-01-30 14:19:19
Hay instantes de lucidez en los que desfilan algunos puntos cardinales de nuestra existencia para trazar un mapa de nosotros mismos; en tales instantes se hace inevitable preguntar si ha valido la pena haber vivido, si vale o no la pena seguir viviendo… pero un balance de este tipo no tiene un sentido contemplativo, sino que se liga a un proyecto que consiste en vislumbrar los caminos que se abren a partir de lo ya recorrido. Este parece ser el hallazgo fundamental que recorre los versos de “Bitácora del asombro” de Puky: su propia lucidez.
Este poeta boliviano nos invita a leer las anotaciones que ha hecho en su propio viaje para que nos atrevamos a emprender el nuestro, a sabiendas de que nunca dejaremos de estar a la deriva, pues ¿acaso no podría ser ese el sentido de una bitácora: un conjunto de experiencias que nos retan a seguir las rutas que solo aparecen cuando los barcos surcan el mar? Porque quizá la metáfora de la bitácora no lo sea tanto, quizá la referencia es más literal de lo que pensamos y, en efecto, la vida es un océano en el que todo intento por dejar un rastro se borra inmediatamente, en el que las migas de pan con las que marcamos el camino son devoradas por las olas que logramos esquivar.
“Vivir es un peligro dichoso”, dice Puky, “un milagro que duele/una ruleta rusa”. Su poemario señala los problemas fundamentales de la existencia (el amor, la muerte, los amigos, la literatura, el arte, la política, dios…) y encuentra la manera de dejar pistas sobre los pasos ya dados para mirar hacia delante, pues parece saber que es imposible mirar atrás, que la mirada retrospectiva es en sí misma una experiencia nueva y que lo importante es enfrentarse alegremente a la vida, aunque por ello nos aceche la muerte. No estamos vivos sin ser, de manera simultánea, la cena futura de los sepulcros:
“Mi único mérito consiste
en saber que nos estamos muriendo
y en vivir
como si eso no importara”
Mérito nada pequeño el que se atribuye el poeta, pero que refrendamos sin dudar, pues hace falta valor para no ser un “poeta maldito”, para reírse cándidamente del llanto y para no resbalar cuando caminamos con la cruz a cuestas en la que muchas veces convertimos la vida.
Puky es una mala compañía, porque de su poesía habría que decir, con sus propios versos, que “hay palabras de las que nunca se regresa”. Solo queda invitar a leer a este náufrago navegante, no para que nos eche una mano, no para que nos enseñe una dirección, sino para reírnos con él del naufragio mismo. Leamos su poesía en la tempestad…
Diego Alfonso Landinez Guio
Malas compañías
Mis amigos poetas son
por lo general
tipos y tipas formidables.
Va por la Vida
(como quien no quiere la cosa)
tejiendo admirables filigranas del lenguaje.
Libran encarnizados combates con las palabras
(“cógelas del rabo/ tuérceles el gaznate/ desplúmalas”)
son capaces de no dormir y hasta de no soñar
por encontrar la palabra precisa
el adjetivo perfecto.
Se les perdona sus súbitos cambios de amor
de temor
de fervor
de humor
sus tantas veces (tantas)
insoportables maneras
porque en un poema suyo encontrás
de pronto
una metáfora admirable
de ésas que te sirven para entender lo inentendible
o para hacerle una gambeta
al naufragio nuestro de todos los días
o para hacer que por fin te sonría
devotamente
la morena escurridiza.
Con la muerte tienen citas casi cotidianas
a veces vuelven
en otras ocasiones
se internan nomás
por la blanda arena que lame el mar…
porque hay palabras de las que nunca se regresa.
Cierto día decidieron internarse en la noche
jugarse la existencia al todo o nada
intentar hacer que llueva en el desierto
y que “las mañanas se llenen de jardineros”
y ahí van
malabaristas al borde de un abismo
con su procesión por dentro
sus intransferibles precipicios
sus súbitas primaveras
pagando con preciosos centímetros del alma
el precio de hacer lo que nadie osa:
andar sin armadura
y con el corazón expuesto
en un mundo preñado de aceradas bagatelas
y muchedumbres de ciegos hostiles.
Retrato (con fondo de violín y piano)
Cierta devoción por la belleza.
Una melancolía innegociable.
El desarraigo como patria.
Ganas perpetuas de llegar a la paz.
Atroz militancia de las cosas.
Búsqueda irreductible del mejor ombligo.
Amistades peligrosas.
Y el nombre de Ella, claro, impronunciable…
y un poco de vino
y un poco de azul
y un poco de muerte.
Eso es el poeta.
Del porqué no quiero ser un poeta maldito
Créanme
yo también podría escribir versos oscuros
hijos de las tinieblas y de la muerte
verdaderos rosarios del dolor
trémulas saetas del invierno
letras paridas al borde de un inodoro.
Si las escribiese quizás dirían:
“¡qué profundo! ¡qué inteligente!
¡no se le entiende nada!
¡este sí es un verdadero artista!
¡que vivan las vanguardias…”
y allá, en la ciudad del frío
a 3.617 metros sobre el nivel del mar
quienes pretenden detentar el monopolio de la metáfora
probablemente me aplaudirían…)
Lo siento.
Sucede que yo veo a la gente masticando su pena honda
golpeada su frágil fe
en una dieta no elegida de besos mutilados
con su brebaje de miedos
su cena sin esperanzas
su jardín mustio
sus ojos vacíos.
Es por eso que elijo para mi poema
sol y alegrías
besos, orgasmos y otros heroísmos
azules antídotos contra el invierno
en estos extraños tiempos de la ceniza.
Bienaventurado el poeta que deambule por el asombro
que comparta domicilio junto al fuego
y que produzca así una sonrisa
esa noble cicatriz
que acaso
en la noche de los tiempos
(recién expulsados del Edén)
fue de Adán para Eva
el primer poema.
Naturaleza humana
Yo, ¿juzgar a alguien?
Es decir, ¿someterlo al patíbulo de mis opiniones?
¿A la silla eléctrica de un criterio?
¿Al paredón de mis limitaciones?
¿A la inyección letal de un prejuicio?
No, ni idea.
Si ni siquiera sé de qué historia viene ese fulano
de qué patio triste
de qué infancia desolada
de qué novia huidiza
de qué luto
de qué bandoneón
de qué pistola.
Huérfanos somos todos.
Náufragos sin fe y sin fósforos.
No voy a ser yo el que arroje la primera piedra.
Made in heaven
Anoche dormí con un ángel
(y no es metáfora).
Besé devotamente sus blancas alas
acaricié su aureola
exorcicé su noción de virtud
su certidumbre de pecado.
Inauguré el territorio de su azar…
Por setenta veces siete
fui Dios.
Keep walking
Ya está bueno
(me digo a mí mismo)
de andar pateando piedras
de andar repitiéndome historias tristes
de repasar mitologías familiares
sin pies ni cabeza.
Ya está bueno
de crear sombríos pronósticos
de destruir abecedarios
de caminar calaveras
de redactar epitafios
de habitar esta vida
como si fuese prestada
ajena
de otro.
Ya está bueno
(me repito)
de coleccionar cicatrices
rencores
Creo que es hora de dejar la infancia
y empezar a ser un hombre.
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