DAVID BONELLS ROVIRA
(Chía, Cundinamarca, Colombia 1946). Primaria y secundaria en el Colegio Calasanz de Cúcuta (sus padres, nortesantandereanos). Arquitecto de la Universidad Piloto de Bogotá. Estudios de desarrollo y política cultural con la Unesco y Colcultura. Funcionario de este instituto y consultor de la Unesco. Director de planeación municipal y secretario general de la alcaldía de Cúcuta. Gerente de Cenabastos SA. en la capital nortesantandereana. Director de la revista Letras Nacionales y jefe de redacción de Arco, de Bogotá. Secretario general de la Comunidad Colombiana de Escritores. Director del Instituto de Cultura y Bellas Artes de Norte de Santander. Pertenece a varias asociaciones de escritores y artistas, arquitectos, urbanistas y periodistas.
Integrante del grupo de los Nadaístas en Bogotá.
Libros: |La noche de madera (1965); |Poemas de hojalata (1970) y |La carcoma y el tiempo. Seleccionó |Poemas al padre (1972) y |Nueve poetas nortesantandereanos. Con su primer libro obtuvo el premio nacional de poesía «Jorge Gaitán Durán» en 1963.
Álvaro Cepeda Samudio escribió: «Así como la Costa Atlántica se ha apropiado de la narrativa y de la pintura, los Santanderes dan a Colombia, y a la lengua castellana, la gran poesía de este país. A esta tradición que se inicia con Cote Lamus y Gaitán Durán, y como para reafirmar lo irreversible de este hecho, se agrega ahora el nombre de David Bonells Rovira, quien con su último libro, |Poemas de hojalata, se instala dentro de las fronteras geográficas y las dimensiones poéticas establecidas por Cote Lamus y Gaitán Durán. Los nuevos poemas de Bonells son eso precisamente: poesía de nuestro tiempo, que refleja las inquietudes de hombre que está viviendo hoy, no ayer ni mañana, sino hoy que es cuando importa, cuando toca. Ya que fuera de hoy nada tiene razón de ser: es muy cómodo, no se expone a nada: apenas la memoria y la clarividencia, atributos ambos que sólo sirven para escapar de la tremenda realidad que nos rodea y nos acosa a vivir, así sea en calma o desaforadamente, pero a vivir».
LA CARCOMA Y EL TIEMPO
Mi recuerdo está lleno
de cosas en desorden:
ciudades donde alguna vez estuve
y quedan lejos.
Calles por las que anduve solo
y no he vuelto a recorrer.
Cuartos de hotel,
rostros de amigos que se fueron.
Ahora me doy cuenta
que todo es pasajero:
las fechas,
los lugares,
los objetos.
Vivo hoy el futuro del ayer
y ya es pasado.
La vida se me va,
el tiempo se diluye entre mis dedos.
"La Carcoma y el Tiempo".
Las horas de este día
Como perro que se muerde la cola,
las horas de este día
dan vueltas en redondo.
Como la sombra al cuerpo,
el tiempo nos persigue sin sosiego,
nos marca con su hierro candente,
nos consume,
y no nos deja más, sino los huesos.
Venimos y nos vamos en silencio
–nada tiene sentido sin la muerte–.
Como esperando a alguien
Las hojas del otoño
caen sobre mis hombros
mientras suben palomas
por el cielo.
Paso las horas del día
caminando bajo los árboles,
deshaciendo lo andado
sosegadamente,
sin prisa,
como esperando a alguien
que no sabe,
que cumpliré puntual
con esa cita a ciegas
que tenemos.
Las cosas pérdidas
Hundí los ojos
en el mar
y vi los peces
tras los barcos
perdidos.
Miré el cielo
y vi los pájaros
tras los vientos
perdidos.
Volví los ojos
hacia dentro
y vi las sombras
persiguiendo
muertos.
Restos del tiempo soy
Como un árbol caído
sobre mi sombra estoy
sin sabia, ni raíz.
Poco a poco
me voy desvaneciendo.
Restos del tiempo soy,
fuego sin leño.
Igual que caminar contra un espejo
Igual que caminar contra un espejo
y verse regresar,
el tiempo se vuelve cauce arriba,
en sentido contrario
al curso de los días,
y a medida que se acerca al pasado
lo hace ya muchos años sucedido,
lo jamás recordado,
lo perdido,
vuelve de nuevo a la memoria
y se repite como un disco rayado.
El paso del tiempo
Como el insomne
que mira su rostro
en el espejo,
y ve pasar los sueños
debajo de la piel,
en la palma de mi mano,
veo pasar el tiempo:
los días que se fueron
y aquellos que me deben
en las cuentas
de señalar la fecha
cuando debo partir
Todo en la vida es pasajero
Mí memoria está llena
de recuerdos en desorden.
Ciudades donde estuve
y quedan lejos,
calles por las que anduve
y no he vuelto a recorrer,
cuartos de hotel,
rostros de amigos que se fueron.
Me pregunto
si todo en la vida es pasajero,
si las cosas que he conservado:
libros, postales,
objetos en desuso, trastos viejos,
se irán conmigo, cuando yo me vaya
o seguirán viviendo,
ignorando mi ausencia.
Postales
Las postales me traen de España:
las callejuelas de Peñiscola,
entre geranios,
el Paseo de las Ramblas
y, las casas encaladas de Cadaqués
recortadas sobre el azul Mediterráneo.
Si pudiera volver a esos lugares,
no dudaría en escoger:
de Peñiscola el mar,
de Cadaqués la luz
y, de las Ramblas
la sombra de sus árboles.
Carta a Mario Rivero
Cuando los muchachos del barrio fuimos al circo,
expectantes asistimos al espectáculo.
Después de la fanfarria, apareció el elenco,
y comenzaron a desfilar por la arena
los enanos en zancos,
los payasos con sus caras de harina,
el domador de mansas fieras,
la amazona y sus potros,
y el caballero de frac y flor en el ojal
que remedaba al mago.
Tras un redoble de tambor, los maromeros
en los trapecios ejecutaron sus acrobacias,
en medio de nuestro asombro convertido en aplausos.
–Yo deseaba locamente caminar por la cuerda floja, pero el
león no me quitaba los ojos de encima.
La gallada
Los de la gallada
eran pelados de quince años
que azotaban al barrio.
Todos conocían sus andanzas.
Metían basuco y música rock
junto a los pistoleros
en las películas.
Eran malosos
esos pelados,
donde ponían el ojo
ponían también la bala.
Distintos soles
Tres soles brillan
en la chaqueta del General.
Parece irónico,
pero en el cielo
basta con uno solo
Muy interesante... Por favor, si tienen el teléfono o el correo de David Bonells, ¿podrían enviármelo a savonarola01@gmail.com?
ResponderEliminarGracias, Miguel Paz Bonells
Poesía que como el nadaísmo no estalló desgraciadamente cuando se necesitaba,cuando todo mundo entró en la adoracion del becerro de oro, el dinero mercantil, sobretodo el usurero que no sacia la codicia a la que rinden pleítesía distintamente la plutocracia y el miserable de debajo de los puentes incluso.
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