PABLO LACROIX
Escritor y artista performance nacido en San Fernando (Región de O’Higgins), Chile. Estudiante de pedagogía en lenguaje y literatura en la Universidad Alberto Hurtado. Se ha desempeñado en diferentes talleres poéticos, como el dirigido por el poeta Matías Ayala de dicha universidad, el grupo literario Encuentro realizado en la SECH, y en el grupo literario Greda azul en el Goethe-Institut Chile. Desde enero del 2009 es uno de los organizadores del colectivo de arte y acción social Mal de Ojo. Participó en Balmaceda 1215 en el taller de género y performance realizado por la artista Alejandra Ugarte. Se ha desempeñado como columnista en la revista literaria Absenta y fue premiado el año 2010 en el Concurso: Antología de Poesía Regional – Editorial Arte gráfica –, con su poema Cubo de sangre.
Ha publicado en el Anuario poético Márgenes del colectivo Mal de ojo (Ajiaco ediciones) y fue seleccionado para la Antología Iberoamericana -Poesía molotov-, por la Editorial Cascada de palabras (Cartonera), México. Este año, Ediciones Etcétera publica su primera obra, Der Golem, libro objeto de contenido visual y poético.
Obras:
Antología Poética regional. Desde el corazón de O´Higgins (2010) – Editorial Arte Gráfica, Rancagua.
Anuario poético Márgenes – Colectivo Mal de Ojo (2011) – Ajiaco ediciones.
Antología Iberoamericana. Poesía molotov. (Colección 2011) - Editorial Cascada de palabras, Cartonera. México.
Libro objeto. DER GOLEM (2011). Ediciones Etcétera, Concepción.
La situación es esta
Te mostraré unas láminas
me dirás qué ves
PÒRTICO
Despertè nocturno en este hueso mal parido
la puerta chorreante de pupilas atascadas
eras tù, preciosa, cucaracha drogadicta
candelabro tòxico cociendo mis labios.
Saludè al silencio y colguè el telefono
supuse que era tarde, soy presa de esta noche
soy cadàver de tu sombra
y tù, la soledad de mi espejo arrugado.
Recordar fue un desastre, la ausencia llama
calcinando plegarias observo la inmundicia
rasgo mi pecho de bestia legañosa
y escupo al suelo con mi trompa patètica.
Proclamación
Cascada metafísica bañas mis sesos
lubricas cada noche mi esperma alcohólica
chupas de las tripas que defecan mi zozobra
Segmentas mi cráneo en grietas
duermes entre huesos, sarna y leprosos
sanguinaria esotérica, me masturbo con ira
Tú pincelas ilusiones bajo la tumba
entierras agujas y gimes de lástima
gritas como la tormenta que callaba esta úlcera
que sangra indecorosa el cantar de las tarántulas
Esbelta loba te recuerdo en mi lengua profética
recuerdo los versos negros
recuerdo los paganos que codiciaban tu nombre
recuerdo que mi estrofa humedecía tus piernas
Colmillo atascado
Un piojo habló esa noche tus palabras
mi cerebro vomitó los recuerdos de tu muerte
se enredó entre mis liendres la culpa de olvidarte
Deliro tercamente como cuerno embravecido
mis uñas crecen, los vicios me imprecan
y lloro como costra, lloro como cuajo
brindando al eclipse por esta vida lluviosa¡
Muerde mi cuello, muérdelo una vez más!
¿Por qué trato de olvidar la ausencia de tus celos?
Muerde mis tripas, estos gusanos y mi pulmón de Ónix
sólo muérdeme una vez más
tal como en la noche en que nacías bajo un buitre
Ceniza nocturna
Ese rostro en parto prisionero
la muerte del fragmento calcinado por tus ojos
lo dulce de esta sarna que disipa mi plumaje
Muerdo el Silencio/ los abanicos/ las caricias del pantano
los recuerdos cadavéricos/ muerdo danzas cristalinas
de fantasmas melódicos que bailaron sobre vísceras
reflejadas en mi espejo deprimidos por la culpa
He castrado tu sonrisa como plumero ensangrentado
y el silencio malgasta el cigarro de esta noche
la ceniza es liendre estática, el alquitrán un pacto venéreo
en esta suave brisa de otoñales páginas
Sangre llueve en esta lánguida nocturna
caderas suicidas bajo el sarro de tu sombra
son el mismo sarro que sepultará mi estirpe
en noches corroídas por tus mordeduras eclipsadas
tras los ojos de los ojos de una córnea pervertida
Apetito
He vuelto a mi cuarto
ni un coma etílico podría separarme de ti
ni siquiera la muerte
que se esconde en mis dedos
Mi carne pierde peso
-ocupar las mandíbulas perdió el sentido
matar el hambre me dejaría vivo-
Y seguiré hambriento, si, por el tiempo necesario
seguiré aquí sentado junto a tus rasguños
hasta comer y beber de tu cuerpo desvanecido
Der Golem de Pablo Lacroix: Cubo de Sangre y la escritura a través de coágulos
Por Daniel Rojas Pachas
“hay ebriedad en este Cubo de Sangre y un toro acicalado que mastica los cuajos. Soy sangre, costra, cicatrices, soy la soga. Soy lo que construyo, el festín sin cadenas de un mundo sin cuerpo, el postre biográfico que acabo con mi vida” (Lacroix).
Der Golem (Ediciones Etcétera, Concepción 2011) se presenta como un libro objeto y performático, ciertamente es más que eso, a mi juicio es un artefacto metatextual, que revela constantemente sus engranajes, piezas y dimensiones, todo lo que abarca y dónde limita.
“Hay un artefacto, interóseo, invisible, agitante, destructivo, pérfido… un demonio. Hay una voz, que sofoco, que intento apagar, un espacio intranquilo que revive y colapsa, que me colapsa y vivo” (Lacroix, 2011:35).
En primer lugar quiero referirme a las filiaciones ineludibles, tanto extranjeras como nacionales, el elemento en común es lo abyecto, el terror, lo sanguinario y violento, en todo caso no es una violencia gratuita de machetazo y desmembramiento, o sea una violencia bruta, al contrario, es una sinfonía de muerte y sangre en que aparecen coralmente, Poe, Millán, Meyrink, Artaud, Bruno Schulz, César Vallejo, Eduardo Anguita, Mahfud Massis, Tomás Harris y Boris Calderón, en este último me quiero detener, pues es una figura rara dentro de la poesía nacional e injustamente olvidada, y la cual considero poderosamente emparentada con la forma de construir atmósferas que sostiene Pablo Lacroix. Si bien en su versificación Calderón y Lacroix son disímiles, hay en los distintos pasajes de Der Golem una reminiscencia y homenaje a Estio en la materia o el Libro de los Adioses.
Volviendo a las taxonomías de corte hiperbólico, hay que considerar estas como una estrategia que persigue un juego exuberante a fin de afectar de modo directo la conciencia del lector y orientar así sus preferencias. En esto, además del juego intertextual hay un afán selectivo y dialógico, pues estas permiten señalar discrepancias e intereses hacia los elementos enlistados, en ese plano entra en juego la idea de cubo de sangre como el receptáculo o memoria que contiene la materia prima que se sumará a las digresiones, apuntes, versos y diseños textuales, texturas y entramados que Lacroix hace gracias a su talento permitiendo la (re)escritura y liberación del contenido del cubo en una forma original e inesperada.
“Desde el nacimiento de mi histeria no he controlado más mi esperma; ahora soy aquel capaz de engendrar vida. El cubo de Sangre me ha dicho que cuando quiera y cuando desee, podré revivir falsos ídolos, más creaturas insoportables; sólo debo hablar con la diosa Muerte para que se acueste con el Destino”. (Lacroix, 2011:42).
En lo exagerado y grotesco de estas analogías que rayan en lo absurdo e inesperado, hay un orden caótico que también muestra un afán de unidad en la fragmentación y que Cuevas destaca en los siguientes términos: “Este lenguaje hiperbólico irrumpe como mecanismo desestabilizador de la lista misma, de la taxonomía como estructura ordenadora de sentido”. (Cuevas, 2006).
De manera complementaria, la lista entraña la formación de un nuevo canon. Carlos Cuevas al respecto añade lo siguiente: “El canon funciona, no como una revisión del pasado, sino que es un acto fundacional de los lineamientos de escrituras del porvenir, una acción de reciclaje de lo que fue la literatura… para instaurar una proyección” (Cuevas, 2006).
Lacroix por su parte, nos dice: “Hay un duende, un Golem, un gnomo, un elfo, un mutante, un ogro, un leviatán, un toro; un ser multiforme que se arriesga y no me arriesgo, que me vence y no me venzo, que me humilla y me humillo. Hay un cubo, un artefacto de sangre, prehistórico, desde siglos, luchando por mi caída, aquella que no cumplo” (Lacroix, 2011:35)
Se trata por ende de una invocación tal como Der Golem expone en el poema Cubo de sangre, nombrando seres mitológicos, antropomórficos y constituyentes de bestiarios. Lacroix por medio de esta interacción de significantes logra un torrente agresivo que mana a través de toda la piel, piel que se análoga a hoja en blanco, espacio donde la sangre coagula y es con las costras y partes de piel que el autor regenera, que se escribe y (re)construye este cuerpo. La materia que dará vida a su engendro.
Por ende, de lo abstracto de esa sangre ininteligible que se nutre de lecturas, imágenes poéticas similares a los fotogramas que nos presenta el autor previo a cada nuevo capítulo del libro, además de aquellas referencias excéntricas a cartas Magic, links de you tube, o epígrafes perdidos que nos hacen reevaluar la excentricidad de la cita “Cada elemento citado, dice Derrida, «rompe la continuidad o la linealidad del discurso y lleva necesariamente a una doble lectura: la del fragmento concebido en relación con su texto de origen; y la del fragmento incorporado a un nuevo conjunto, a una totalidad diferente”. En esa tensión nace este hombre reestructurándose.
“me presento ante ti, diosa gangrenada
atascando rituales que continúan nuestra vida
te entrego parte de mi carne,
sangre de mi sangre y el resto de mis huesos” (Lacroix, 2011:21).
Nueva carne que primero es coagulo y allí el poeta se introyecta y emerge por medio de la creación, nueva verdad autónoma, materia pensante que muchas veces se rebela contra su creador, lo interpela, lo lee, lo explica y destruye.
“Bendigo tus ojos desde el instante en que nacerás como cuerpo que no será hombre, ni sangre mamífera que fluya por tu humor. Te volverás arte, lengua, destrozo y lujuria, tu nombre de mutante será DER GOLEM y tu conciencia dará luz, cuando pares el derrame de este Cubo de Sangre” (Lacroix, 2011:48).
En síntesis, puedo afirmar lo hermoso del proceso que Lacroix realiza en esta bitácora que a mi parecer escapa a los lindes de la poesía y nos muestra cercano a la fragmentación y discontinuidad, la raíz del proceso de lectura, el borrador y tachadura de la creación misma y el sufrimiento del autor al vaciarse y dar vida a entes que no son máquinas sino carne que se desprende de la matriz del genio detrás de la obra, y también consciencia que se trasplanta y comparte, como diría Vallejo a su creador:
“Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber tomado de tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado” (César Vallejo).
Lacroix nos dice: “Estoy en mi proceso, voy en tu búsqueda, me reconstruyo. Y recordaré en mi sarcófago que mi nombre es DER GOLEM, que he dejado de ser hombre para ser Carne del Poema” (Lacroix, 2011:49).
En calidad de escritor, concuerdo con lo que Andrés Sáenz dice en la reseña del libro al afirmar “Un viaje sea tal vez lo que mejor defina Der Golem, pero no un viaje corriente u ordinario, sino aquel profundo, aquel cambio de sentido que la vida misma genera desde su centro cada vez que se emprende la marcha para encontrarse consigo (o escapar de sí), travesía que cruza los espacios clausurados, lugares reprimidos interiormente, forzándolos incluso, a costa de saber que al hacerlo morimos o renacemos en la ruta interna que atravesamos para lograrlo”.
La fascinación por la escritura nos va a comunicar indefectiblemente con lo abyecto, con los miedos más profundos, con esos límites infranqueables que tentamos esperando el abismo nos devuelva la mirada. Siempre en busca de esa revelación, de un liberarse que quizá puede parecer un despropósito, o incluso una criatura aberrante, exagerada o mórbida y exagerada por el afán de abarcar o no saber cuándo y cómo frenar el genio, sin embargo, esto no resta valentía al trabajo poético de Lacroix, por ello me sumo a las palabras del autor:
“¿Es mórbido Der Golem? Sí ¡y mucho! Pero no lo suficiente para impedirle el paso. Este mito camina y hasta corre, porque hay un Golem en cada lector, esperando la instancia de salir y rebelarse. Esta CARNE POEMARIA es gorda de palabra, embutida de significante y de un continuo significado; despertar” (Lacroix, 2011:104).
El cubo de sangre es la matriz, ese útero larvario, desde el cual el poeta se auto engendra Sólo me queda esgrimir un último cuestionamiento, ¿Cuántas veces volvemos al torrente, a ese principio de la carne para limpiarnos con nuestra propia sangre?
Quizá Anguita entrega una iluminación al decir:
“Si alguien pregunta por mí, respondan:
Salió y no puede entrar
Entró y no sabe salir” (Lacroix, 2011:89).
*
Referencias bibliográficas.
- Cuevas, Carlos. (2006) Escritura e hipérbole: Lectura de 2666 de Roberto Bolaño. En XXVI Simposio Internacional de Literatura: “Presente y Futuro de la literatura Hispanoamericana”.
- Lacroix, Pablo. (2011). Der Golem. Concepción: Ediciones Etcétera.
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