Alberto Masferrer
Vicente Alberto Masferrer Mónico, fue un maestro, filósofo, periodista, ensayista, poeta y político salvadoreño nacido el 24 de julio de 1868 en Alegría (antes Tecapa), Usulután y fallecido en el exilio el 4 de septiembre de 1932 en Tegucigalpa, Honduras. Escritor que marca con sus letras toda una época de la literatura salvadoreña a través de la definición de su pensamiento inclinado a la defensa de los más desposeídos y de denuncia social.
Alberto Masferrer nació en una población del oriente de El Salvador, de origen pipil y dominado posteriormente por los lencas. Su educación fue autodidáctica en combinación con educación formal. Su gusto por la lectura le llevó a escoger la docencia como carrera. Al respecto, Arturo Ambrogi expresaba: "Pocas veces he visto un lector tan tremendo como Alberto".
Carrera
Como periodista y político
Entre 1928 y 1930 fundó y dirigió el periódico Patria, en el cual hacía denuncia social y abogaba por la justicia para con los más necesitados en el marco de la pobreza generalizada del país. Trabajó periódicos y revistas nacionales e internacionales, fue redactor de los diarios El Chileno y El Mercurio, de Santiago de Chile; el semanario La Reforma, diario Los obreros unidos; en las revistas La República de Centroamérica, Actualidades, Bibliográfica Científico-Literaria, El Simiente y otros.
Inició su carrera política al ser nombrado cónsul de El Salvador en Argentina (1901), Chile (1902), Costa Rica (1907) y Bélgica (1910), así como en la Corte Internacional de Justicia en 1912; además se desempeñó como archivero de la contaduría mayor de la nación, redactor y director del Diario Oficial (1892), Secretario del Instituto Nacional (1890) y Asesor del Ministerio de Instrucción Pública (1916). Bajo la premisa fundamental de la lucha pacífica por los derechos de cada individuo, se convirtió en el ideólogo y director de la campaña política que en 1930 llevó a la presidencia al ingeniero Arturo Araujo. Ese mismo año fue electo como diputado nacional, y se separó políticamente del presidente y de sus posturas.
Pese a su oposición a la llegada a la presidencia del general Maximiliano Hernández Martínez, la toma del poder del militar fue inevitable. Desde ese momento, Masferrer trató de contener la violencia que se desataría meses después, en el levantamiento campesino de 1932, que dejaría como saldo la muerte de miles de indígenas y el exilio de Masferrer a Honduras. Su relación con el Partido Comunista Salvadoreño es poco clara, aunque sí hay referencias de la influencia pacifista que el escritor, de manera fallida, intentó ejercer.
Como maestro y escritor
Ejerció la docencia en Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica, Chile y Argentina, siendo bautizado como "maestro y director de multitudes" por Claudia Lars.
Como escritor, su obra se caracterizó fundamentalmente por tratar temas sociales, exigiendo un mínimo de derechos para cada persona, dignificando al ser humano a través del uso de palabras fundamentalmente duras, polemizando sobre las costumbres socialmente aceptadas.8 Utilizó ocasionalmente el seudónimo "Lutrin".
Muerte
Tras su derrota política y moral por el estallido de la violencia que trató de contener, se exilió en Honduras, donde falleció víctima de su endeble salud y por parada cardiorrespiratoria. Durante toda su vida adoleció de diversas enfermedades como tuberculosis, sífilis, severas neumonías y una serie de serios accidentes cardiovasculares los cuales lo dejaron postrado en una silla de ruedas por periodos cortos en más que numerosas ocasiones, pasando casi la mitad de su vida en una de ellas. Los detalles escabrosos de su muerte son desconocidos puesto que falleció en soledad. Por este mismo motivo, se ha levantado un debate acerca del sitio de su muerte, pudiendo encontrar minoritariamente fuentes que afirman que falleció en San Salvador. Carlos Cañas Dinarte, escritor, licenciado en Letras y miembro de número de la Academia Salvadoreña de la Historia, en su libro "Diccionario de autoras y autores de El Salvador", afirma, en la página 320 de dicha obra: "Aquejado por la parálisis y por cierto nivel de lagunas mentales, su vida estuvo en peligro al retornar a El Salvador, cuando el avión que lo conducía tuvo que realizar un aterrizaje de emergencia en la hacienda La Carrera (Usulután), el 24 de agosto de 1932". Y más adelante, dice el mismo autor: "Falleció en la ciudad de San Salvador, en la noche del domingo 4 de septiembre de 1932. Considerado una verdadera manifestación nacional de duelo, su sepelio tuvo lugar en la tarde del día siguiente, en el Cementerio General capitalino".
En homenaje a Masferrer, existen diversas escuelas, universidades, plazas y monumentos que llevan su nombre, honrándole a nivel oficial y reconociendo su fuerte influencia sobre las generaciones de educandos y literatos nacionales. Además, por decreto legislativo del 30 de agosto de 1949, la tumba de Masferrer se considera monumento nacional.
Obras publicadas
Pese a la prolifera publicación de ensayos y escritos aislados, las obras completas publicadas por Masferrer son:
Páginas (1893)
Niñerías (1900)
¿Qué debemos saber? (ensayo epistolar, 1913)
Leer y escribir (ensayo sociológico, 1915)
Una vida en el cine (1922)
Ensayo sobre el destino (1925)
Las siete cuerdas de la lira (ensayo filosófico, 1926)
El dinero maldito (ensayo moral, 1927)
Helios (ensayo, 1928)
La religión universal (ensayo, 1928)
El minimum vital (ensayo político-social, 1929)
Estudios y figuraciones de la vida de Jesús (ensayo filosófico, 1930)
El rosal deshojado (versos publicados póstumamente en 1935)
Prosas escogidas (prosas publicadas póstumamente en 1968)
BLASÓN
Un andrajo de mi vida me queda: se perdió
en misérrimas luchas lo que era fuerza y flor.
Rateros y falsarios hacen explotación
de mi luz, de mi anhelo, de mi fe y mi valor.
¡Cuánta odiosa mentira serví, sin querer yo!
¡Cuánto lucro y engaño con mi luz se amasó!
Porque fui humilde y simple; porque en toda ocasión
creí que quien me hablaba tenía sed de Dios.
Lo que no profanaron los demás, lo mejor
que me diera el Destino, eso lo manché yo;
porque siempre fui débil, inestable, y porque soy
tal vez un pobre loco que enloqueció el fervor...
Y entre el diablo y el mundo hicieron de mi sol,
en vez de luz, tinieblas; en vez de paz, dolor.
Mas yo no culpo a nadie de mis caídas, no;
ni me inquieta un instante mi justificación:
si por necio o por débil mi vida fracasó
y en mi jardín florecen el mal y el error,
inútil ya sería saber si he sido yo
el culpable o la víctima de una maquinación.
Si el fruto está podrido, es que el gusano halló
en él propicio ambiente para su corrupción.
¿Fue la obra de un demonio, del azar o de un Dios?
Es igual... No revive una flor que se agostó.
Ahora con los harapos de mi fe y mi valor
y lo que todavía me resta de ilusión,
he de alzar un castillo y en él, como blasón,
en un palo de escoba y hecho un sucio jirón,
haré flamear al viento mi enfermo corazón.
Y en ese vil andrajo que será mi perdón
escribiré con sangre, menosprecio y rencor
este emblema del hombre que es su propio señor:
“Para juzgarme, nadie; para acusarme, yo.”
JUSTICIA PARA EL INDIO
Hace ya cuatrocientos y treinta años que los indios de América fueron subyugados, y
desde entonces son víctimas del asesinato, del robo, de la extorsión, del menosprecio,
el vilipendio en toda forma.
Se les ha ultrajado en su cuerpo, en su propiedad, en sus sentimientos, en
su trabajo, en su honra, en sus creencias. Se ha embrutecido a fuerza de malos tratamientos, se les ha enseñado a viciosos para explotarlos y para dominarlos, y una vez caídos en el vicio, se les ha tratado de imbéciles , de haraganes, de reacios al progreso, de sucios, de incivilizables.
Este crimen se está cometiendo en América hace ya más de cuatro siglos. Y no cesa
de perpetrarse, aunque su forma vaya cambiando según lo aconseja el interés o la hipocresía de los victimarios.
Ahora bien, este crimen colectivo, perenne y secular, es la causa principal de que América, Indoamérica, yazga en la postración, en la dependencia y en la humillación. Los blancos y los semiblancos de la América India , que son una muy pequeña minoría, ejercitan sus fuerzas en extirpar a los indios, que son los más , el ochenta por ciento de la población. Tanto valdría que la cabeza cifrara su interés y su ideal en deshacerse de sus brazos, de sus piernas, del tronco, de todo lo que forma el cuerpo.
NUEVAS PATRIAS
¿Para que sirven una, dos, tres naciones mas, o muchas, organizadas
según el molde civilizado, explotadoras, asesinas, prostitutas, morfinómanas,
pauperistas, militaristas, suicidas, rapaces y mentirosas?
¿Qué gracia, que mérito puede encontrar un hombre, si no fuese
perverso e insensato, en fundar una nueva familia, si esta ha de ser tuberculosa,
sifilítica, alienada o alcoholica? ¿NO pensará y sentirá que el fundar y sostener
tal familia es una desgracia, una vergüenza?
No así para el hombre que está cierto de casarse con una mujer honesta;
de ser el mismo un hombre sano y honesto; de que sus hijos, entonces, resultaran normales, sanos y honestos.
Pues así deberían pensar y sentir los hombres que se empeñan en fundar nuevas patrias. Deberían pensar que una patria más, civilizada, es decir,
carcomida por la explotación, la usura, la miseria, el militarismo, la prostitución, el alcoholismo, el morfinismo, la ignorancia y demás plagas y pestes de
la civilización, no solo no sería una patria digna de crearse y amarse, sino
que sería una desgracia más, una vergüenza más.
"El Rosal Deshojado"
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