Raquel Abend van Dalen
(Caracas, Venezuela 1989). Poeta, narradora y periodista. Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Monteávila y Magíster en Escritura Creativa en Español por la New York University. Autora de los poemarios: Sobre las fábricas, (Nueva York, Sudaquia Editores, 2014) y Lengua Mundana (Bogotá, Común Presencia Editores, 2012); de la novela Andor (Caracas, Bid&Co.Editor, 2013; Miami, SubUrbano Ediciones, 2017), y coautora del libro Los días pasan y las formas regresan (Caracas, Bid&Co. Editor, 2013). Seleccionó y prologó la compilación de no ficción La cajita cabrona, Sistemas inc. (Caracas, Editorial Cráter, 2016). En el 2016 fue escritora residente en el programa para artistas en Camac Centre D’art, Marnay-sur-Seine, Francia. Actualmente dirige la colección de No Ficción Papeles Salvajes en Editorial Igneo (Caracas-Miami-Lima).
del libro Lengua mundana
Me basta
Por qué
hay que ser hombre
para recibir whisky bolígrafos y corbatas
en los cumpleaños
para ser perro callejero
borracho y simpatizante de las putas
por qué
hay que ser hombre
para ser esclavo del sexo
y masticador de cigarros largos
para sentirse acogido entre un par de piernas
y observar las tetas de las mujeres
al entrar en un bar
por qué
hay que ser hombre
para reírse duro y rascarse la barbilla
para usar zapatos de cuero sin tacón
y caminar con las manos en los bolsillos
para conquistar a siete personas por hora
y cogerse al doble en lo que resta de la semana
para dar la mano y apretar con fuerza
creyendo que te ven
como a un Bach, a un Dostoievsky,
o a un Brando
por qué
hay que ser hombre
para escribir de la vida masculina
yo soy perra
y no necesito escroto.
Cuna
Los hombres
lengüetean
mastican
vaginas
se pierden en su olor
pliegue
cavidad
en los gritos de su tacto
no tienen la intención de recordar
que de mujer nacieron.
Relevo
Ella
mata a la madre
para convertirse en mujer
poder coger, fumar y beber
no se puede tener mamá y sentir placer
al mismo tiempo
no se puede.
Inopia
Las flores no tiran
aunque se les deje solas
húmedas
abiertas
chorreando
dilatan sus pétalos
y estalla un hedor agudo
íntimo
desde su carne ondulada
brotan en la mirada desconocida
las flores
no saben lidiar con el tacto
un roce las infecta
las conduce
al suicidio.
De qué sirve tener cuerpo
si no sé sostener sus órganos
ni los de mi amado
si la sangre es lo único que sabe moverse
y me encamina en sus ondas desproporcionadas
de qué sirve encerrar el alma que no se sabe
que es parásito absurdo y crueldad compartida
si sus bestias no saben aguardar la leche
ni honrar los refugios del excremento
si el final no nació para ser capturado
y la verdad permanece como una frontera tribal
si los días sólo son ceremonias
que no sostienen secretos ni palabras de tropiezo
de qué sirve
contener a una mujer absolutamente solitaria
si sus ruidos hacen eco hasta en los ranchos
y sus deberes resuenan como manchas en paredes ajenas
si las enfermedades carecen de vastedad
y sus sábanas se fermentan en los gritos del sexo
si la espuma es un sudor negro
que se coagula en el costado de la boca
de qué sirve tener cuerpo.
APUESTA
Jugamos a que el fin está por llegar
a que nuestros cuerpos sólo saben desayunar
con semen, flujo, café y cigarros
–muy cerca de una ventana
que no muestra nada–
jugamos a que no hay una felicidad
igual a la nuestra
a revelarnos dos pasados deudores
que no reciben más que la digna tentación
de aliarse
jugamos a vaciarnos en el cuerpo del otro
a decir que nos queremos entregar por amor
cuando sabemos que lo hacemos
por supervivencia
a recostar nuestras vidas
en una sola mirada serena
que no pretende acabar.
Juguemos siempre.
LAS OTRAS NOCHES
Mientras
leo Siete Noches
pienso:
“Para ser Dante, está Dante
para ser Borges, está Borges”,
a nosotros nos queda
vivir nuestra propia oscuridad
nuestras madrugadas infectadas
escogidas y disecadas
en una sola caja de cigarros
intacta.
VENIA
A los libros usados
se les deja dormir
con uno
se les deja abiertos en la cama
hay que permitirles
recordar
las manos que los han hurgado
se les besa el polvo
los rayones de tinta vieja
las esquinas masticadas
a los libros usados
hay que amarlos
como se quiere al extraño
ciegamente.
SABLAZO
Deja de ver desde mis ojos
yo no deseo ver
desde los tuyos
el pecado femenino
es incapaz de suturarme las piernas
ver desde mis ojos
significa renunciar a todo
lo que eres
para adoptar
esto que nunca he sabido
ni sabré ser
quédate siendo bruto, ordinario, hombre
sólo así
querré conservarte.
COMUNIÓN
Todo lo que brota
entre nosotros
es un salpicado
que tienta a lo imposible
todo lo que hemos vivido se renueva
desde otro universo
ya nos hemos conocido
acuosos de placenta
también con la muerte
recién masticada en los ojos
todo lo que somos
es un cúmulo frenético
insondable
que nos exige el olvido
para sumergirnos en una entrega
furiosa
auxiliada
por una conspiración insomne.
CALLEJERO
Te recojo
de todas las basuras
de Nueva York
como a un gato
infectado
agónico
de bigotes desteñidos
abro mis manos a ti
(no están limpias)
para que enrolles tu cola
en mis dedos
decido ser ese alfabeto
que dedica sus letras
a tu amparo
permíteme limpiarte la tierra
de la boca
y lamer
esa muerte desvelada
que aferras en tus puños.
II
Nuestro sepulcro
yace
prevenido
con sus puertas sin cerrar
en un terreno que nunca podrá ceder
a un ente ajeno
esta muerte
no es un compromiso eludible
nuestro contrato
es más fecundo
es la permanencia
fuera del cuerpo
en el cuerpo del otro.
PICNIC
Te ensancho
como a un mantel de tela
manchado
por el semen de mi boca
te aireo sobre mi cuerpo
para que caiga sobre mí
tu mugre vieja
te acuesto encima
abierto y mojado
vaciado por ese apetito
insaciable
que no deja de rascarme la piel
saboreo todo lo que decide entrar en mi boca
y no lo dejo bajar por la garganta
el alimento bendito
no se mastica
se mantiene entre el paladar y la lengua
como penitencia.
RITUAL
La vigilia
se quema a punta
de secretos
consume a quien la bosteza
esconde los canales
insomnes
lo que se derrumba
bajo el tacto
creído
te veo del otro lado de la madrugada
ayuno en tu cuello
nos pronunciamos
por un pulso
inconfesable
por el desvelo
que muerde
hinchado
que rescata
dos abandonos imposibles de arrancar
el límite se ensancha
quieto
casi escondido
y desde un rumor
sonríe, se dilata en la esquina
se vuelve un signo
entrañable
una confesión pulcra
son noches que visten
mueven el sueño
hasta matarlo
contra una cama ajena
y queda un aliento
apagado
sin nombre
ni cuerpo para exasperarse
se vuelve
materia erguida
culposa
hambrienta
se ensombrece
respira en tus plegarias
en una sequía
arrogante
ya nada se sostiene sin tu lejanía errada
desconozco una noche
antigua
Sobre las fábricas, (Nueva York, Sudaquia Editores, 2014)
Las ciudades
se vuelven piernas sin huesos,
barcos de luz artificial,
hoteles de vidrio que flotan
(¿existe algún edificio que no sepa volar?)
no piensan en nuestra transición,
en los pies viejos y trabajadores,
en el viento goteante de las madrugadas
(¿las fábricas asumen su propia fórmula?)
pasean las crisis de las generaciones,
cautivan el revuelo del nacimiento,
regresan la tierra a sus aguas
(¿es la muerte la que tiñe de negro las carreteras?).
La ciudades son cartas arrugadas
que se enfrían en los bolsillos de sus extranjeros.
*
El ataúd resuelve todos
nuestros problemas:
de pronto los coño e’ madres
son santos,
los bastardos consiguen padres,
las viudas se enamoran otra vez de
sus pobres, difuntos maridos,
los criminales consiguen a Dios
piden perdón, permiso, préstamos
para ser hombres nuevos,
las putas se hacen vírgenes
y las vírgenes son canonizadas,
las enfermedades consiguen apellidos
vuelven al hombre importante
lo hacen Nobel,
dejan el orfanato, se mudan al pulmón
más prestigioso de la tabaquería,
los asesinos pagan sus asesinatos,
los profesores de pronto son queridos,
incluso cotizados por sus estudiantes,
los artistas comienzan a vender obras,
los reyes nos derraman sangre azul,
los pueblos perdonan
a sus presidentes difuntos,
los hacen marca: gorra, franela, llavero,
figurilla de altar, centro de vela,
estrella de ataúd.
*
Escribí sobre enfermedad, dolor,
y religión
porque de eso se habla cuando creemos
la muerte cercana
presencia fría, incolora,
con ojos de polilla abierta
que se mantiene erguida y sin zapatos
esperando que la reconozcamos real
y es que el extranjero
sufre su primera muerte en el exilio
se deja el espíritu en aquel hospital
en el que se nació
y el cuerpo, como envoltorio de plástico,
camina buscando una nueva
cuna, caliente, que esta vez
tenga ruedas.
*
Olvidé cómo alimentarme
no quiero guisar en la cocina de esta casa,
no me pertenece, no reconozco esas manchas de grasa,
mi mano no se atreve a entrar en el guante negro y viejo
que guinda del horno,
la nevera es compartida con desconocidos,
tengo que enjuagar todo lo que ensucio,
me siento sucia,
mi estómago vacío aprendió a cosechar plegarias,
Gracias, señor, por estos alimentos,
no puedo hacer ruido, no puedo usar las servilletas de tela,
mi cuerpo no digiere lo que tocan las sartenes,
cuando compro una botella de vino
se la toman otros, tengo que esconder mis cambures
en el cuarto, los chocolates, el café,
qué me queda, sino ser un olvido legal en mi propia casa.
*
Soy este vecino
de mi cuerpo,
que viene de visita
y me baña,
me afeita,
saca restos de comida entre mis dientes,
convierte mi silencio
en una ceremonia.
Un vecino que habla
como si nada malo
pasara.
Limpia, limpia,
borra un pasado confiscado.
*
¿y en quién
estoy muriendo ahora?
Aún no sé
en cuántos cuerpos
he podido enterrar mi nombre.
La ebriedad ya no facilita nada
el vino deshidrata, la cerveza engorda,
el whisky es muy caro
para unas manos tan jóvenes que solo
reconocen el peso de un caballo loco;
todavía lo recuerdo:
mi hermano le pedía a mi padre
que lo montara en su espalda, ¡caballito, caballito!,
y él respondía: caballo está viejo y cansado.
Yo nunca pedí que me elevaran
que me llevaran en la espalda o que corrieran
conmigo en brazos,
siempre fui discreta, quizás
demasiado discreta.
*
La madre llega de visita.
Hay que compartir la cama
de nuevo,
porque ella necesita sostener
a esa bebé,
ella no puede pasar la noche
sin ondear ese primer llanto
que le perteneció.
La madre llega de visita.
Hay que compartir la nevera
de nuevo,
porque ella te donó sangre
te alimentó en una burbuja de piel
que nunca quiso explotar
que aún busca cada noche detrás del ombligo.
La madre llega de visita.
Hay que compartir la poceta
de nuevo,
porque ella tiene que limpiar su vagina
en el mismo hueco que su hija
porque aún necesita esa agua sucia
que le recuerde: no son la misma mujer.
*
¿Cómo se sacuden
las colillas de papel
los olores que no nos pertenecen
la pintura de otros labios
enganchados en un vaso sucio
la tristeza envuelta
en 20 cigarrillos Montecristo Club
de caja amarilla y negra?
*
En mi familia nos enseñaron
a coleccionar cosas inservibles:
frascos de mermelada de uva, cajas de tabaco,
virutas de ébano,
clavos de todos los tamaños, monedas romanas.
A mí me ilusionaba agarrar las cartas viejas,
pero nunca las abría, no sabía leer,
solo las postraba en agua,
por horas, a veces por días,
hasta que la tinta se cansaba de estar en el papel,
de significar algo, de ser un recuerdo inútil
y yo, delicadamente, con pinza
despegaba la estampilla.
Mi colección debe estar en algún lado.
*
Limpio el piso del baño,
la poceta, las paredes, la ducha,
limpio la casa,
me limpio,
limpio,
el cuerpo, lo que digo,
limpio,
pago penitencia
por todo lo que digo –
*
No me bastó quedarme
con la soledad
enclaustrada en la entrepierna
ni condimentar cartas secretas
como nuevas propuestas de divorcio
ahora me llueven amigos
por todas partes
y no sé qué hacer con sus vidas
nunca he sabido.
*
Me escondo
en las sombras húmedas
de los rascacielos
huyo de ese instante
en que el día escapa de las ventanas
me arrodillo
caigo en las alcantarillas
rezo sobre el sonido del metro.
Mi anonimato
devora.
*
Todos morimos diariamente
en el último pestañeo de la noche.
Nos escondemos en una cama indestructible,
en un abismo intransitable por desconocidos
(sus resquicios nos ayudan a permanecer casi inocentes).
Rezo desde ese fallecimiento diario.
______________
Órganos de setecientas están exhibidos ante el sol
las reliquias no dejan ningún misterio por resolver
no hay autoridad que conozca su lenguaje
o muestre interés por las cenizas de una víctima
no me llames mártir, que no he muerto por nada ni nadie
lo que dejó este mundo no vuelve a
pensar en voz alta ni a pronunciar el grito de la ciudad
por qué rechazar su delirio
cuando los tiros son tan elevados
despacio
irás entendiendo que así funciona la memoria de un pueblo.
*
Lanzadas al precipicio de la sociedad
cantamos desde una escenografía absurda
todo ocurre en los turnos de la noche
cuando el efecto de la luz cae
y los borrachos siguen el himno hasta
acabar con él
estrangulan la geometría de la voz
adentro y afuera de las casas
es lo mismo
adentro y afuera de las tumbas de grama
es lo mismo
[adentro y afuera del útero]
tus disparos responden por nosotras
el diálogo del mal oyente.
*
Diana, nunca aprendiste a mover los pies mecánicamente
o las muñecas que hablan como si solo supieran de flamenco
apareces y desapareces como a los santos les place
con entrada triunfal, pétalos y todo,
sin anunciar EXIT al final del rezo, eres
el tránsito que solo registran las máquinas de la noche.
*
Las heroínas sin diploma circulan con los pies
de punta, calladitas
para no despertar a nadie
a nosotras nos enseñan a lavar bien los objetos
a no dejar evidencia
somos la plaga que ocupa los sitios
resumidos de este mundo.
*
No sabía que si entraba a ese bus sería
un viaje a la eternidad
¿podemos llamarnos beatas?
¿qué dios estaría de acuerdo?
si me hubieran alertado me hubiera arrancado la ropa yo misma,
violado a mí misma, estrangulado a mí misma, cortado a mí misma, y solo hubiera guardado mis orejas
[solo seguiría escuchando, es lo único que realmente importa]
exhibiéndome, Diana, frente a ti
desnuda y muerta.
.
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