Nérvinson Machado
(Caracas, VENEZUELA 1976) Autor de los libros: El libro de los muertos o caminos de sueños insomnes (Chile, 2005), La noche latinoamericana (Ecuador, 2012) y Dub-Sar: La angustia de Gilgamesh por la muerte de la escritura (México, 2013). Textos suyos aparecen en las antologías: 4m3r1Ca: novísima poesía latinoamericana (Chile, 2011), Hallucinated horse: new Latin American poets (Inglaterra, 2012) y Barcos sobre el agua natal (México-España, 2012). También es coeditor y cofundador de la Regia Cartonera y editor en jefe de la revista Vanguardia Educativa. Mantiene la columna de reseña literaria Exhumando letras en el periódico Vida Universitaria y el blog: www.exhumandoletras.blogspot.com
Enuma Elish
(Fragmentos de la creación)
A veces pienso que vivo desde hace mucho tiempo en un sitio húmedo y
oscuro
Mi cuerpo está invadido de máquinas horrendas mientras floto en el líquido
amniótico del lenguaje
Aquí solo veo mis manos raquíticas pintando un siglo
dentro de este sanatorio
Permanezco [cada sonido permanece] convaleciente
colgado de un cordón umbilical a un lector tan muerto como yo
anclado a una genética que me hará repetir la angustia
y esperando ser encerrado en la caja fúnebre del papel
Por la manguera intravenosa [conectada] a mi madre
transitan millones de palabras por segundo
Respiro la enfermedad de los que sufren al huir de sí mismos
Las palabras actúan y son la peste necesaria para prolongar mi diminuto
cuerpo
Te veo desde el fin [que es mi propio nacimiento]
balbuceo de convaleciente a convaleciente
[espectador]
II
Hace frío
mi cuerpo está a punto de ceder
y ni siquiera puedo ser un donador de órganos
si mis entrañas están llenas de perros
que clavan el residuo de sus lenguas al viajero
Al fin y al cabo no nos dirás por qué estamos
en el mismo desasosiego
en lo insaciable de nuestra derrota
con la letra en la mano
III
[…] Y ahora que tengo que cortar el aire
debo pegar las rocas al texto
esculpir el ruido
escupirme en trocitos de canciones fúnebre
[He aquí mi nacimiento]
dejar que la muerte hable por mí
Yo, Asurbanipal, rey de las legiones, rey de las naciones, rey de Asiria,
a quien los dioses han dado oídos atentos y ojos abiertos, he leído
todos los escritos que han acumulado los príncipes, mis predecesores.
En mi respeto por el hijo de Marduk, Nabu, dios de la inteligencia, he recogido
estas tablas, las he mandado a transcribir y, después de cotejarlas con las originales,
las he firmado con mi nombre para conservarlas en mi palacio.
Enkidú y Gilgamesh
van en busca de Humbaba
Ríanse de mí porque cuando entré a este libro vi
pedazos de piel cayendo inundados de lepra hasta
dejar la página en blanco [Que te lloren los que te
leen y no entienden que éste es tu libro del
desprecio] Ríanse de mí y de mis huesos al aire
con el alfabeto de la pobreza a la vista de todos y las
piedras de carcajadas que lanzaron porque sólo fueron
aplausos dentro de un mundo construido de
cenizas [Que te lloren los que declinaron la
quimera y produjeron átomos de realidad que nadie
entendió] Ríanse porque ciertas noches se tienen
que erigir para darle credibilidad a la ficción [Que
te lloren los que hicieron una biblia de pobre leída
sólo por ricos para decorarse de temblores y ciudades
ardiendo que desaparecían al amanecer de la noche
latinoamericana] Ríanse de mí por la mano
que tengo metida en el siglo apretándome la garganta
y me hace hablar mejor porque sé que son palabras de
un muerto [Que te lloren por todas esas páginas
destinadas a horas de plegarias donde el único santo y
mártir fue un autor que dejó su alma al aire para que
nadie lo encontrara] Ríanse de mí y del simulacro del
equilibrista porque en algún momento las letras con
que subí a esta cuerda floja caerán al vacío sin ningún
país o región donde puedan rebotar Ríanse entonces
porque antes de que hubiese cielos mares árboles y
tierra que pisar sólo había una escritura solitaria en un
papel arrugado con el que hicieron tu forma y la del
escritor que nunca supo treparse a la escalera para
levantar la noche que llegaría a la mitad del día
Gilgamesh le habla a Enkidú
sobre sus recuerdos
No sé por qué las letras huelen a cenizas No sé
si sea ése mi olor o el de todas las bibliotecas
que ardieron para que yo no recordara mi infancia
y llorara un hombre en páginas De qué sirve
hacerse árbol si dentro de mí hay una fogata
y entre mis manos hojas secas
De qué sirve la tierra y que otros tengan
mis cicatrices instaladas en sus ojos
si llevan pintados sus rostros
con esta sangre blanca sin pudor
Me aterroriza que el tiempo
haya sido robado para ocultarlo en otro bosque
de árboles de piedras porque en su búsqueda
encontraré caminos llenos de vísceras de los libros
que alguna vez robaron mis palabras
Enkidú le habla de sus sueños
a Gilgamesh
Yo había descubierto el bosque de Amoxcalli
un peldaño más arriba de la cama del cielo
arrastrando la madrugada de los ojos
y con un continente en mi espalda
En el camino los salones estaban
repletos de damas de alcurnia
pero yo no buscaba diversión entre las aves de rapiña
Fue más verme como el aire que como escritorio
donde se acostara el corazón y la venganza
lo que me llevó a darle de comer a la sepultura
Estaba en busca del tiempo esa fragata perdida
en tierra después de esa lluvia bíblica
del Saqueo Universal Yo sabía el verdadero nombre
de mi angustia Yo estaba detrás de Humbaba
Gilgamesh confunde a Denis Diderot
con Ziusudra
Señor adentro metimos el universo y un almohadazo
de cigarrillos hombrecitos de porcelana listos para
la guerra la guillotina forrada de seda y terciopelo y
ver [caminar] a cada forajido con una pluma en la
mano nos alentó a llenarnos la boca con sus páginas
Eran disparos de tambores los que anunciaron que
éramos una dinastía de barro a punto de desaparecer
mientras escuchamos caer [como si fuera] hecho
furia a un ejército venido de las nubes De nada
sirvieron los cañonazos manuzios ni habernos volado
al concilio de Trento [el primer] suicida
[habitante de mi cuerpo] saltó desde lo alto
Quería ver cómo levantábamos una enciclopedia
como escalera y llevábamos los rumores al cielo
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