Samuel Noyola
Nació en Monterrey, Nuevo León, MÉXICO el 8 de febrero de 1965. Poeta. Ha sido profesor e investigador de lengua y literatura española en el Instituto de Cooperación Iberoamericana de Madrid; corrector y traductor de las editoriales Vuelta, Santillana y Mondadori (España); fundador de Perros Bravos Editores. Colaborador de Aquí Vamos, Deslinde, El Nuevo Diario (Nicaragua), Sábado y Vuelta.
México vivió a principios de los ochenta un pequeño pero fluido éxodo de jóvenes idealistas que viajaban a Centroamérica para apoyar las revoluciones en marcha. La lista, entre muchos otros, abarca a desde quien luego sería el líder del EZLN, el Subcomandante Marcos , hasta el poeta Mario Santiago Papasquiaro, inmortalizado por el escritor Roberto Bolaño como Ulises Lima, en su novela Los detectives salvajes .
Otro de los jóvenes idealistas mexicanos de aquel éxodo era un dibujante quinceañero llamado Samuel Noyola, quien se dirigió a Nicaragua para respaldar la lucha sandinista, aunque acabó marcado por un Marathon Internacional de Poesía celebrado al calor de la insurrección, en honor de Rubén Darío. Tras una estancia de medio año, el joven Noyola volvió a México con la firme decisión de entregar su vida, no a la lucha armada, sí a la poesía.
En 1985 publicó su primer libro, Nadar sabe mi llama , el cual llamó la atención de Octavio Paz, quien participaba activamente en la vida política y cultural de Hispanoamérica a través de la revista Vuelta . Paz le abrió un espacio al joven Noyola en su grupo y lo cobijó como si se tratara de uno de los suyos. Resultado de esa improbable amistad que surgió entre ambos, el Premio Nobel escribió en 1988 una cálida carta de recomendación para que Noyola viajara por Europa. Se cuenta que en 1990, cuando Paz acudió a Estocolmo a recibir el Premio Nobel de Literatura , uno de sus acompañantes era el joven Noyola.
Al regreso de su periplo europeo, Editorial Vuelta publicó en 1992 el segundo libro de Noyola: Tequila con calavera . El joven poeta nacido en Monterrey fue colándose a la élite cultural de la Ciudad de México, donde algunos escritores llegaron a verlo como el sucesor del Premio Nobel . Sin embargo, luego de la muerte de Paz, Noyola intensificó su carrera vertiginosa hacia el abismo, que incluyó constantes peleas a puño limpio con otros poetas, visitas esporádicas a la cárcel acusado de asaltos a mano armada y largas estancias en la Noche Fatídica de los márgenes extremos mexicanos.
En 2006, un periódico nacional informó que “Samuel Noyola, el poeta vagabundo”, había muerto tras vivir por semanas como indigente dentro de una vieja y descompuesta Caribe estacionada en la colonia Condesa del Distrito Federal. Pero ese mismo día, el poeta se apareció en la redacción del diario y desmintió la noticia de su anunciada muerte.
A finales de 2007, familiares, amigos y enemigos dejaron de tener noticias de él. El último empleo que se le conoció fue como franelero del estacionamiento de los artistas que iban a tocar a La Maraka, un populoso centro nocturno del Distrito Federal, donde supuestamente Noyola se encargaba también de conseguir droga para los músicos y cantantes que amenizaban las veladas salseras. En uno de los últimos escritos que se conocen de él –publicado en Letras libres (la versión contemporánea de Vuelta )– Noyola dice que durante sus días en La Maraka era el niño consentido de la cantante Margarita, la Diosa de la Cumbia : “No tenía sueldo, sino propinas. Poseía amistad y me cobijó el deber. Vivía de a grapas ”.
Antes de su ausencia –ocurrida en un contexto de desapariciones masivas en México, pero, al parecer, por motivos distintos– Noyola representaba, entre muchos otros (de Rimbaud a Corso) el estereotipo de un poeta infrarrealista, la corriente marginal que precisamente había nacido para combatir a Octavio Paz. Mario Santiago Papasquiaro, fundador del infrarrealismo y uno de los jóvenes que como Noyola tuvieron un revelador viaje de juventud a Nicaragua, apreciaba al heredero de Paz y lo describió como Vaquero del Mediodía .
Ese Vaquero del Mediodía era un auténtico poeta. Escribió cosas como ésta:.
Vértigo cantando
Te quiero de golpe, amor,
somos el reflejo terrestre de alguna estrella.
Para ti la llama espiritual de mis besos
y el sol profundo del deseo,
déjame a mi la altura y el abismo del corazón,
déjame el rascacielos en la sangre.
Porque desde la firme rosa madre vengo cayendo,
como abeja en celo volaba vagabundo
hacia la soledad de un jardín más oscuro,
caí largo hasta que el vértigo me hizo mártir,
luego me perdió para siempre el infarto del amor.
La pirámide
Una vez que entramos a la cantina La Pirámide, el extraño decidió presentarse. “Me llamo Samuel Noyola y soy poeta”, soltó. Samuel era un personaje medio mítico de la literatura en Monterrey. Algunos decían que no existía. Que se trataba de una alucinación generalizada o, bien, de un heterónimo de otro de los poetas enormes de la ciudad, el amigo Arnulfo Vigil. Le dije que sabía quién era, aunque no aclaré que en ese entonces –1998– no había leído ni uno solo de sus poemas. Empezó a hablar de una tarde que había pasado en Toledo, España, caminando con Octavio Paz, en la cual éste le había dicho que el cielo de ese día parecía una pintura de Goya. Las cervezas hicieron ronda una y otra vez mientras Samuel nos desvelaba a Alma Ramírez, Raymundo Pérez Arellano y a mí –poetas de pacotilla–, el deleite de la poesía en La Pirámide. Al final, rascamos los bolsillos de los pantalones para pagar nuestra cuenta y la del poeta Noyola, quien había desaparecido en el momento oportuno.
Nunca más volví a conversar bien con Samuel. Me lo topé varias veces, pero siempre andábamos muchos o había demasiado ruido de por medio. Luego algunas historias vitales se entrecruzaron y prevaleció el silencio. Ya luego, cuando quise verlo, me dijeron que había desaparecido. Y, además, que nadie quería saber de él, porque se había vuelto un tipo problemático.
Eso fue hace cuatro años y desde entonces, cada día que pasa lo recuerdo más. No sólo por su poesía, que leo fascinado una y otra vez y que ayuda a soportar el hastío de los días de vértigo. También por su portentosa, descarada y auténtica figura de poeta.
Quisiera encontrarlo para decirle algunas cosas importantes en lo personal. Y también para oírlo cantar su poesía. Pocos poetas la recitan tan bien como él lo hace con sus poemas. Debo buscarlo en serio. Iniciar la pesquisa. Un día de éstos voy a dejarlo todo hasta dar con él.
Pesquisa
Uno de los últimos que vieron a Samuel Noyola antes de que desapareciera fue el joven poeta Óscar David López, quien me contó que se lo había encontrado durante una fiesta en la casa del escritor Guillermo Fadanelli, en la colonia Condesa, del Distrito Federal. Óscar David le hizo a Samuel esta foto que luego publicó en su blog , junto al poema Reflexión sobre un recinto barroco . Se trata de una foto enigmática por el bolso rosa de mujer que cuelga de su cuello, pero también es una foto valiosa, porque es una de las escasas imágenes que hay del poeta justo antes de que desapareciera.
Cualquier información que usted tenga sobre él será de mucha utilidad para encontrarlo. Favor de enviarla a dondeandasamuel@gmail.com. Se respetará la confidencialidad, si así se desea.
Seismona
Voy a arrojar un número de granos.
Casi caso la pluma con papel
en un pacto de signos deslenguados:
forcejeo de ideas emplumadas.
Seismona duerme con un arco
para mojar las flechas en el sueño.
Desplaza sobre el llano la memoria,
se cruza con la sombra del venado
y las huellas de un tigre perdido
que traza el ocho de la fiera en celo.
Seismona sueña con Ocho-Venado
Garra-de-Tigre y cambia de postura
sobre el lecho de pieles atigradas
que tatúan su cuerpo cada noche.
Seismona sueña con un charco
para quemar las fechas en el viento.
La Espera
Podría esperar a que la Inspiración
me muerda una oreja, y en la espera
encender el incienso de mariguana,
el televisor o llamar a Tabata
para que me traiga una botella de tequila,
beberla en el cuenco de la calavera.
Pero puede llegar cuando distraído
más ando, cuando me saco un moco
o duermo enamorado. Sin embargo,
sospecho que Doña Inspiración no me espera.
Así que me acerco al Libreto, paro
la oreja, miro la realidad con estrías,
y su ojo descarado me contempla.
Asisea
Ridículo padre
Bajo el cielo de Tucson
Que mandas todavía cartas de amor
A la madre.
No olvido mi nombre sellado en tu cara,
herrado a tres sílabas
y en labios de ella generoso chispazo
abriendo con fe lo oscuro,
fuego en el espejo desvelado del alba.
No venga más memoria
a perturbar
flor de sangre inquieta en el costado.
Años Luz O Luciérnagas
Todas las noches
llegan en coche espacial
Son una luz viajera
Son llamas bastante añejas
En donde esté siempre veo
palpitando las luciérnagas
Pero la raza no cree aunque las vea
Se trata del miedo ancestral
que encandila un gobierno animal
Sin ofender a la inocente fauna
Subiremos hasta ellos
en el elevador de las alma
Cuando tranquila mente la muerte
nos invite a abrir los sellos
del sueño de ojos abiertos
donde el cuerpo es una casa
de vitalicia renta pagada
Llegaremos hasta ellas
Beberemos sin botella
La leche de las estrellas
Aquel día dormí temprano
Tres extras
terrestres de tres metros
iluminaron mi nombre
con un bautizo estelar
Desaparecido de la almohada
desatomizado como el Doc Spock
en otro planeta me tambaleaba
embriagado en la visión
Cuando desperté me llamaba Sol
Siempre las noches buenas
llegan en nave solar
Son una luz verdadera
Luciérnagas bastante viejas
Viajaremos hasta ellas
Beberemos sin botella
La leche de las estrellas
¡Come together, right now, over us!
U-FO-FO-FO-U-FO-FO-FO-U-FO-FO-FO
Reflexión sobre un recinto barroco
A Severo Sarduy
En un claustro geométrico de luces,
la garra de la monja escribe, sella
su ardor, con una imagen dual de estrella
que, al sol con corte de astros, cae de bruces.
La envidia se encapucha. Fijas cruces
proyectan filo o sombra en la faz bella,
(rayas que en la memoria blanca de ella
trascienden a barrotes: -tragaluces).
Puede ser expansivo su mañana.
Su pulso es orbitado por la plana
superficie del mundo, y no despacio.
En la celda sonora de sor Juana
resuenan resplandores de palacio:
los signos dispersados al espacio.
Dies irae
A Gabriel Favela
Ardiendo la ceniza, arrinconado
por su rostro en fragmentos de esquinas rotas
por un relámpago de mar: ojo
de brasa, luminaria
del camposanto, llama
a la sombra limitada, risas
amarillas en corredor apagado,
ebria la muerte encalla
a las siete y diecinueve de la mañana.
Estalla la punta del lápiz, quebra-
do chorro de sílabas salpica
piedras de ley, a Blake: ¿puede
lo eterno de la centella enamorarse?
Tiempo del arte,
todo altar que se rinde es perdonado.
La ruina es pirámide,
reconciliación entre escombros.
Orilla de siglo y de milenio:
la naturaleza, la historia,
simétricas sus olas de cien años.
Septiembre, 1985
Especulum
A civil war in my face?
FORREST GANDER
Chimuelo -sin los dientes de la leche-
soy el retrato duro de un pirata
dormido en la corriente, sin la pata
de palo, cerrado un ojo en Campeche,
por culpa de la desfondada Meche
que piedrota me dio con una lata.
Así anduve de aquí a salto de mata,
antes de conservarme en escabeche.
Hubo una guerra en mi rostro arado.
Allí:
.....la saga etílica y el frío
adoctrinado desde la intemperie.
Sobrio los doce pasos e inclinado.
Los meses en la cárcel del estío.
Y una mirada de mujer en serie.
(Tomado de El puerto sepultado)
Abuelo
Las espuelas de plata que arrastrabas
por el barro de las calles de tu pueblo
se quedaron constelando
el fondo del ropero de mi abuela y su memoria,
junto al brillo de tu navaja de rasurar
y el rizo cortado de cuando ella era tu novia.
A veces las reconozco en las fotografías
donde los zapatistas las encajaban
a la oscura piel de sus caballos
abriendo bajo las enconadas pezuñas una dirección de pólvora:
que casi roce de avispas,
chispas del fósforo contra la suela gastada del zapato,
sangre de la mano que al tocar la blancura de unas nalgas
vuela.
(Nadar sabe mi llama (1980-1985), edición SEP-CREA, México, 1986.)
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