Rosina Conde
Hilda Rosina Conde Zambada (10 de febrero de 1954) es una escritora, lingüista y novelista mexicana nacida en Mexicali, Baja California.
Estudió la licenciatura en lengua y literaturas hispánicas y la maestría en literatura española (Universidad Nacional Autónoma de México). Tiene publicados 22 libros de cuento, dramaturgia, ensayo, novela y poesía; ha grabado tres discos de blues; ha creado y representado cinco obras de arte-acción (performance) con guión, vestuario y escenografía original, y ha sido traducida al inglés y alemán. Su obra ha sido merecedora de 12 reconocimientos nacionales, estatales y municipales. Ha sido incluida, aproximadamente, en 40 antologías de México, Estados Unidos, Francia, España, Inglaterra, Austria/Alemania y Cuba. Durante un año trabajó en la elaboración de argumento original y 160 guiones para telenovela (Televisa). Desde hace 36 años se dedica a la docencia y desde hace 33, a la labor editorial.
Entre otros reconocimientos, obtuvo el Premio Nacional de Literatura "Gilberto Owen", en la categoría de cuento (1993); el Premio Nacional de Literatura "Carlos Monsiváis" (2010), y fue nombrada Creadora Emérita 2010 de Baja California por sus actividades artísticas y literarias. Ese mismo año, la XXVIII Feria del Libro de Tijuana le rindió un homenaje por su actividad como escritora. Actualmente, forma parte de la Academia de Creación Literaria de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.
Publicaciones
Ha publicado en numerosas revistas y suplementos culturales, tanto de México como del extranjero:
Caravelle
El Cuento
El Buscón
Cultura Norte
Blanco Móvil
Zurda
Tierra Adentro
El Último Vuelo
La Línea Quebrada
Obras
Algunos de sus libros publicados incluyen:
Poemas de seducción (1981)
El agente secreto (1991)
Arrieras somos (Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen 1993, DIFOCUR, 1994)
La Genara
Como cashora al sol (2007), novela
QUIERO PALABRAS FUERTES
Quiero palabras fuertes, detonantes;
que rujan, que destellen;
exploten en sonidos delirantes;
iluminen el ruido de la noche;
a los muertos levanten:
palabras-fósforo, palabras-trueno,
cañón, metralla, cohete.
Quiero palabras que no se intimiden
ni se arredren con sombras de nostalgia;
palabras migratorias
que permitan cruzar sin pasaporte:
palabras-salida, palabras-túnel,
vía rápida, avenida,
palabras-puente.
Quiero palabras que aplasten gigantes,
palabras-dragón, palabras-montaña,
grandiosas palabras-kamikase.
Denme palabras mil, palabras denme
se tornen en palabras-semillero
y otras mil me regalen, sólo quiero
convertir-las palabras-artillero
que derritan palabras-desencanto,
y así también destierren
palabras-bomba, snuff, cuerno de chivo,
las aplasten, derroten;
que cimbren los cimientos de la guerra
del viaje sin retorno.
TESTAMENTO
A Daniel Sada, in memoriam
En posición fetal quiero mi tumba
sin gemidos ni llantos ni lamentos
sólo un canto febril, zumba que zumba
que amortigüe el camino en el momento.
Bacanora, sotol, una marimba;
son jarocho plagado de recuerdos;
un tequila, un mezcal, cimba que cimba
que acompañen mi paso sempiterno.
Llevar quiero un baile placentero;
del mariachi, su música y su canto,
un fandango, un danzón, un buen bolero;
pan de trigo y maíz con amaranto.
De la vida me llevo el argumento
de mis hijos, mis padres, mis carnales;
yo adopté desde el mismo nacimiento
los amigos, los cuates, los amantes.
No embalsamen mi cuerpo, en la mortaja
vivir quiero al unirme a los gusanos
que en su gran devenir darán ventaja
a la tierra en su danza con el guano.
Viviré al morir con la certeza
de ser planta, animal, tierra fecunda,
formaré con mis alas la corteza
de la abeja y su miel, zumba que zumba.
(2011)
PENINSULAR
En desérticos montes
el órgano me mira a la distancia;
retando al horizonte,
renuncia a la fragancia:
magnitud que reviste su elegancia.
Despojado de flores
el órgano se yergue misterioso,
frente al mar de colores
bajo el sol silencioso
en medio de cactáceas, luminoso.
Expeler al supremo
no pretende este ser meditabundo,
sino hallar en su fuero
en cerúleo inframundo:
absorber lo fugaz y lo fecundo.
Retener con audacia
los ríos que acompañan su entreceño
para dar eficacia
a un saludo costeño
más no aquel que se piensa caribeño.
La playa lo acompaña
en medio de silencio y maravilla:
la arena se lo apaña
el sol por coronilla
y una choya que le hace segundilla.
No ceja el horizonte
perpetrar su silueta en alborada
cual si fuera Creonte
con las horas marcadas
por hercúleas proezas generadas.
Pacífico despide
con la luz del océano que se apaga
a las olas humildes
cual diosas que naufragan
que tratan de aferrarse a las biznagas.
(2009)
Poemas de seducción IV
Te seduciré
con una pera y un racimo de uvas.
Con las uvas
bañaré tu cuerpo
para beber sus gotas una a una.
La pera la comeré en cuclillas
sobre tu rostro.
De preferencia
I
Se solicita señorita
para trabajo fácil,
que sepa cocinar y lavar platos,
servir la mesa, coser, planchar,
zurcir calcetas, barrer, trapear.
De preferencia bilingüe
(con pasaporte).
Se quede a dormir.
II
Se solicita señorita
para trabajo fácil.
No importa que ignore el lenguaje académico
y quiera comprarse televisión a colores.
Lo que importa es que no exija
un lugar en la historia,
que no ponga en crisis el servicio…
III
Se solicita señorita
para trabajo fácil.
No se requiere experiencia.
Ofrecemos salario superior al mínimo indispensable,
un ambiente agradable
y la seguridad de que nunca se enterará
de que lo maquilado por usted
contamina al mundo entero,
de que sus hijos nacerán con malformaciones
cerebrales
y que a los veintiún años
usted no servirá ni para contestar el teléfono.
DE SOSLAYO
para mi hermano Jorge
I
Mis padres
me han cobrado miedo
tanto
o quizás más
del que yo les tuve
alguna vez a ellos.
Ahora me miran con distancia
y piensan las cosas
dos o tres veces
antes de dirigirse a mí.
Yo solo las pensé una vez.
II
Mi madre teje memorias luminosas
realidades inciertas preñadas de nostalgia
mentiras escabrosas cargadas de idea:
Un pasado se inventa.
Arrepentida
de haber escogido el camino
“fácil” de la vida
huye espantada a través de recuerdos
ungidos de artimañas.
Viciosamente narra historias
redentoras de alegrías.
Viciosamente corrige el hilo
entre sus dedos
y los teje con arte y con maestría
con gusto morboso y placentero
para hacer más soportable la vejez.
III
Cierta noche
mis padres se asustaron
era noviembre, mes de vientos
y en la calle ululaban los fantasmas.
Sacaron guitarra, violón y maracas;
los recuerdos más dulces y elegantes
sentaron a la mesa
rodeándolos de música y encanto;
pero el miedo intimidó a las presencias
quienes corrieron a ocultarse
en el toldo de la casa.
Mis padres, desilusionados,
me miraron confusos
queriendo esconder su vergüenza
y yo, malévola,
serví los platos rebosantes de optimismo
que, al tragárselo,
oprimió aún más su corazón.
IV
De soslayo me miran
redimen objetos de la casa
en rincones esconden sus recuerdos
(quienes solariegos gimen)
atrapan angustias inventadas
y las destrozan
para formar caleidoscopios
que me enseñan cuando llego.
V
Con catalejos me espían
queriendo atrapar las fantasías
surgidas de mi mente;
me reprochan vivir en un mundo
alejado del suyo
y tratan de hurgar en mis recuerdos
para verse como en las fotografías.
VI
Huye el recuerdo atesorado
se escapa de la mano sonriente
de mis padres
y se posa en el techo del vecino;
desde ahí los mira burlón.
Con coraje le siguen sin descanso
le gritan ordenando su regreso
pero el recuerdo, travieso y juguetón
como pluma se pierde en el vacío.
VII
Solitario
el recuerdo llora
me pide un lugar en mi existencia
tiene ganas de seguir atesorado
tiene ganas de vivir
así sea transformado por el
caleidoscopio,
pero vivir,
al fin y al cabo.
VIII
Mi padre me ha cedido su lugar en la mesa
(durante veinticinco años ocupó la cabecera
junto a la ventana que mira hacia el levante).
Hoy, sin decir palabra
ocupó la del poniente
y el resto sentose en el lugar de costumbre
para ritualizar mi nuevo nombramiento.
Cuando miré el cuadro
sentí la soga en el cuello.
Quise salir
pero mi madre me tomó del brazo
me instaló a su diestra
y sirviome las viandas de costumbre
con las ceremonias anteriormente ofrecidas a él.
Sentí una bola de comida en la garganta:
Ahora tendría que vivenciar los lugares comunes de mi
padre
sostener las miradas de odio del hermano
soportar los quejidos de la hembra que pariera mi cuerpo
cargar sobre la espalda la entrada principal.
Dos grandes lágrimas bañaron mi mejilla izquierda
sólo la izquierda.
Él
pensando que brotaban por humildad
elogiome con dulzura
y lloró conmigo el cambio de papeles.
Sólo yo sé lo que ganó mi padre
al nombrarme su albacea.
Sólo yo sé lo que ganaron ellos
al rendirme su puesto.
Sólo yo sé la chinga que me espera.
MARY KEY
I
Mary key se volvió hippie en los sesenta,
se fue a la India y no volví a saber nada de ella;
entonces yo era demasiado idiota como para volverme hippie,
con trabajos me enteraba de Vietnam
y de la Plaza de las Tres Culturas
(en Tijuana, difícilmente se oía hablar de los Black Panters o del Movimiento Chicano).
II
Mi novio me chantajeaba con su leucemia;
dos años le quedaban, dijeron hace veinte,
y ahora lo veo con su mujer y sus cinco hijos.
Me narraba su entierro para oírme llorar,
haciéndome prometer que lo recordaría para siempre.
Yo no entendía a los Beatles y era demasiado ingenua como para volverme hippie:
me entretenía con Chucho el roto en la radio o leyendo a Memín Pingüín.
María Isabel fue mi tormento, mientras mi madre me enseñaba a cocinar con enlatados.
III
Mi padre se negó a que compitiera para Reina de la Primavera: sus hijas, aseguró, valían por ellas mismas sin tener que demostrar que eran las más bonitas.
Hoy tengo un marido que piensa que voy a apoderarme de él y de su cartera.
Me reta con el abandono
y competimos para ver cuál de los dos es capaz de despreciar más al otro.
Mi único error, dicem fue haber nacido mujer.
IV
Cuando conocí a Mary Key, conocí el sabor de la cebada y el arroz integral;
supe también de la guerra sin entenderla;
pero a mí me preocupaban la leucemia y su curación;
yo juraba estudiar medicina para atacarla.
Mi padre se negó.
Mi novio no murió a los dos años como le pronosticaran.
Me había mentido para oírme llorar, pensé después,
cuando terminó conmigo para irse con alguien que no conociera a una Mary Key.
Entonces supe de unas ruinas del Templo Mayor y pensé estdiar antropología;
pero mi padre se negó también:
me buscó una carrera apropiada y me envió a u.s.a. a estudiar decoración de interiores.
Ahora visto casas con cortinas de terciopelo y muebles art déco.
V
Gracias a Mary Key, escuché a Dylan y a los Rolling.
Yo, a cambio, le mostré Tijuana.
Entonces no entendí por qué lloró con Cartolandia,
la de debajo del Puente
con su lepra y disentería.
Fue cuando me dijo que se iría a la India.
Usaba pelo largo y huaraches mexicanos.
Era muy gringa.
Cocinaba en ollas de barro y había tirado la licuadora a la basura, cuando mi madre descubriera el abrelatas eléctrico.
Mi padre se negaba a que la visitara;
pero, decía, él era el culpable por haberme enviado a estudiar a u.s.a.
Luego se preguntaba qué sería peor:
si mi amiga hippie o la Plaza de las Tres Culturas;
porque, decía, de los males, el menor,
y lo comprendo ahora al ver a mis hijos imitar a Capulina o al Chavo del Ocho.
Bueno, Mary Key usaba el pelo largo y huaraches mexicanos;
compraba aretes de chaquira y pulseritas elaboradas por los pieles rojas;
gustaba de las blusas bordadas en la India y largas faldas con estrellitas o flores de colores.
Igual que Lucy.
Ella sí vio I love you Alice B. Touklas
y fue violada a los quince por su novio que partía para Vietnam
Él murió allá.
Entonces yo no sabía del hambre ni del frío ni de la falta de un hogar,
y oía de los biafranitos, como quien escucha sobre las Cataratas del Niágara: ¡asombrosos!
No sé si mi amiga Mary Key sabría mucho de eso;
pero se volvió vegetariana y se fue a la India.
VI
Eugenia se enamoró de su maestro de matemáticas;
rompió todos los poemas que había escrito y leído, así como sus cartas de Mary Key
porque su maestro la obligó a hacerlo;
tuvo una hija a escondidas, ya que él, divorciado y con mujer, no podía comprometerse;
por eso se enclaustró, mientras encontró la manera de emigrarse.
Ahora él la visita cada mes o se van de vacaciones
y se jacta de cuidar muy bien sus tres casas.
VII
Mi amiga Alicia es más lista, dice ella;
se mantuvo virgen y consiguió abogado de renombre.
Lo veía poco, para su suerte,
y de vez en cuando lo acompañaba a Acapulco o Europa.
Ha enviudado.
Ahora sabe que no tiene que esperarlo toda la noche,
con la cena enfriándose y las piernas abiertas;
ahora puede estirarse en su chaise longue y dormirse si quiere,
sin tener que vestir su negligé que, de cualquier forma, no lucía.
VIII
Cuando decidí volverme hippie ya habían pasado de moda;
luego me enteré que María Sabina había muerto
y que Wookstock y Avándaro había ocurrido veinte años atrás,
mientras mi novio me atormentaba con su leucemia y yo le juraba que me haría monja.
Entonces comprendí que ya no estaba para Reina de la Primavera
y que los negligés son demasiado largos para mí.
Fue cuando recordé a Mary Key y deseé volver a verla para saber de sus andanzas por la India.
¡Quizás hasta tuviera un hijo que les enseñaría a los míos el compromiso con la existencia!
Éstos piensan, al igual que su padre y su abuelo, que aún existe el feudalismo,
que la mujer ideal es aquella que no habla
y que heredarán la tierra junto con los vasallos.
SOLILOQUIO DE CONTEMPLACIONES
I
Aunque soy más conocida por mi segundo nombre,
mis amigos de confianza me llaman la Rorró,
otros me dicen Roxy Music
y los más atrevidos, Big Mamma Rosy.
Cada momento de felicidad, frustración y coraje
me han enseñado a apreciar lo que se me brinda.
Gustosa recibo el pavo y el bolillo,
y soy feliz cuando puedo obsequiar una parte de mi lecho
y el calor de mi cocina.
II
Cinco religiones confluyen en la palma de mi mano
y las cinco afirman ser la correcta.
Cinco lenguas me persiguen,
cinco ramas,
cinco ritmos y cantares
cinco mares.
Desde cinco continentes cinco
he de llegar a la tierra prometida,
a los cinco territorios cinco
timbiriche de éxodos certeros.
III
Reconozco a mi ancestro asesinando a mi ancestro
mi cultura sometiendo mi cultura
mis pasos aniquilando mis pasos:
un centauro sobre un reptil emplumado,
una cruz sobre la diosa de la maternidad
una soástica sobre la estrella de David.
Una lengua se impone sobre las otras y me define como híbrida.
El fuego eterno aplasta el fuego de la hoguera.
Todo dentro de mí se retuerce y se enaltece
porque de la putrefacción nace la vida.
IV
Me cobijo tras el sahuaro y agradezco su sombra,
el frescor de sus espinas en la regia morada:
pequeñísimo oasis que sacia mis labios y alimenta mis carnes.
Un mito soterrado renace en este cuerpo
mitad piedra, mitad barro,
ecos de plenilunio candente:
mis estrías.
El sol y las palmeras custodian el templo:
llamoroso horizonte de un mito creado por los yoris.
Reconozco, sin embargo, que cada parte de mí tiene algo de verdad,
y no puedo traicionarla.
V
Algunos detestan mi color por lo que representa:
siglos de usura y dominación
holocausto, imperialismo, plaga eterna.
Cada átomo de mi cuerpo lucha consigo mismo.
Sin embargo, no puedo preferir una lengua sobre la otra;
no puedo permitir que se repita la historia:
dejaré vivir en paz esta concordia
de mezclas, oleajes y canículas,
porque la endogamia conduce a la extinción.
VI
Provengo de una tatarabuela africana explotada en la siembra de amapola;
un tatarabuelo holandés traficante de esclavos en la costa de marfil;
un bisabuelo cantones, calcinado en la pizca de algodón;
una bisabuela alemana, secuestrada y violada por un mestizo de la sierra de San Luis;
una abuela frígida con veintiún hijos de la alta aristocracia criolla;
un abuelo iraní que traicionó a mi abuela después de embarazarla;
una abuela libanesa a la que arrancaron el marido en la revolución sinarquista;
un abuelo japonés que espiaba embarcaciones antes del ataque a Pearl Harbor;
una madre que, de soltera, recorrió campamentos en busca del padre perdido.
Todos ellos heredaron su carta de rumbos,
brújula sin tiempo,
sendero abierto al remolino.
VII
Como Ulises, persigo la pauta inconforme del guerrero.
Toda partida y su retorno conforman una aventura.
Guía es, mi mano, en la crónica de viaje.
Abro mis dedos y los lanzo al horizonte:
cinco senderos dispuestos a seguirme;
cinco genealogías clamando por mi origen.
Cargo mi mochila y elijo el camino más largo.
Parto con el deleite de encontrar la cueva del eslabón perdido;
con la inconsciencia de dejar atrás a quienes me reclaman como suyos;
con la certeza de mirar el mundo de los conquistadores y los vencidos.
Aun cuando estoy del lado de mi madre,
no puedo dejar de reconocer que soy producto de mi padre.
VIII
He honrado a la abuela con un potaje.
En él he mezclado los ingredientes que la artista culinaria vierte al acariciarme con sus viandas.
Evité los condimentos fuertes y las especias que pudieran engañar a las papilas.
No he querido traicionar el gusto por los ingredientes originales;
quiero que mi abuela sepa que he aprendido de su magia
y reconozco sus caricias por la vida,
la magnitud de su alegría,
al hacerme revivir cada mañana.
IX
Mi abuela vestía muñecas;
daba clases de baile, y empacaba abulón en Ensenada.
Cinco años le pedía, a Dios, todos los días
para liberar a mi madre de las garras de mi padre.
Unos le decían “luchona”, otros “hija de puta”,
porque cargaba un seguro en la solapa
para pinchar al que agredirla quisiera.
Porque mi abuela había nacido en la sierra,
entre las sábanas de seda que su padre le diera a su madre en su noche de bodas,
“para conquistarla”, después de secuestrarla.
Mi bisabuelo no se conformó con robarle a Carlota su adolescencia,
también la despojó de lenguaje y religión,
y después de violarla,
¡la premió con el matrimonio!
Por eso mi abuela aborreció el epitalamio
y se negó a ser mujer de un solo hombre.
X
Rechazo de toda cultura la xenofobia, el genocidio,
el agotamiento de la naturaleza.
Trato de asimilar aquello que considero lo justo y lo correcto;
influirme con sus cantos y su arte.
Con paciencia espero la sopa humeante
del hogar que me aguarda para aliviar mi paso.
En mi recorrido mundano, frecuento monumentos
con el ansia de explorar los pasos en bifurcación continua.
Existe el mundo utópico.
Tan está ahí, que todos deseamos encontrarlo
para apearnos en la próxima parada.
Cada arruga de mi cuerpo marca una etapa del viaje.
Nada poseo,
ni siquiera esta vida que, según yo, me pertenece,
sólo este cuaderno y esta pluma que registran las estrías de mis sandalias.
XI
Mientras se acerca la partida de la nave,
retribuyo el esfuerzo de mis ancestros con el canto de Orfeo;
reconozco el trayecto silencioso del migrante al surcar mi historia.
Tengo a Cronos en mis manos:
cientos de años llegaron hasta mi morada a obsequiarme con su memoria genética.
No hay tiempo perdido.
Todo momento es una experiencia trascendente,
incluso la hora de espera de la visita impuntual.
XII
Directriz de senderos ocultos y ensueños misteriosos,
tinta de calzados fascinantes y estelas escondidas,
brota la tinta con soliviantado verso,
soliloquio quevediano de encabalgamientos
y mundos creados en metáforas, antítesis y metonimias.
Dicen que no es pertinente hablar de sortilegios con carga política.
Pero ¿qué es lo pertinente?, me pregunto.
¿Para qué sirve la tinta;
para qué inventar el lenguaje, si no para hablar de lo impertinente?
¿Para qué sirve la tinta, si no para escribir un poema con tu nombre,
cruel y despiadadamente silencioso;
pulido y acabado en el tatuaje sáfico, el verso adónico,
terceto encadenado, cardenal petrarquista,
madrigal violáceo de tus ojos?
XIII
Escucho con agrado lenguas desconocidas.
Saboreo su ritmo y colorido: su riqueza.
Fonemas, vocablos y sintaxis me acompañan:
armoniosa rima cual dulce canción de amor.
Escudriño sus silencios, cada tesitura.
Cada inflexión de voz me recuerda melodías memorizadas en la infancia con voraz alegría.
Eso me enseña a aprender a conocer mi lengua.
XIV
Los dedos de la hilandera danzan
sobre el tramado cual arpista.
La urdimbre del encaje se desliza jocoso y elegante.
El cariño da rienda suelta al barroco de sus ojos:
espuma bajo la yema de sus dedos,
brocado tras el dorso de las manos,
orden reinante del caos...
contemplación ascética.
XV
Se enjuta mi mano ante la luciérnaga
que apaga su luz de madrugada.
Hégira de cuerpos sigilosos tras el matorral de la mañana,
cientos de polizontes atraviesan la frontera.
Tras el enjambre de concreto:
urbe de venturosos encuentros.
Oigo volar el calor de una sonrisa infantil.
Detengo el furgón y me apeo
para dar paso a una vida en ciernes.
XVI
Observo el paisaje en silencioso recuento de los siglos.
Hurgo entre los asientos del furgón un espacio que hospede mi cuerpo.
Hay sonrisas de empatía por el largo vestido que delata mi origen
y el peinado que antitético borda un pasado legendario de confluencias exóticas.
Las miradas confluyen con extrañeza y sorpresa:
aun cuando parezco europea, los listones de mi falda muestran una americanidad definitiva.
El joven de al lado me pregunta en lengua extraña si puede fumar.
“Yo también fumo”, le respondo en mi idioma,
y el joven enciende una sonrisa al darse cuenta que miento.
XVII
Le he tomado el pulso al viaje sin retorno.
Con ritmo late: sin prisa ni agotamiento.
Dispongo del tiempo necesario para partir.
Hay quienes lo miden por minutos,
horas, semanas, meses, estaciones del año;
hay quienes lo medimos en función de los acontecimientos.
Pero tengo miedo de la obsolescencia.
Cuando haya agotado todos los viajes del mundo,
las historias de los viejos,
cuando haya resuelto el enigma de la ruta,
será tiempo de levar anclas.
XVIII
Cargo con el tótem de mi inconsciencia:
la nariz y el color me delatan.
No he podido mentir:
cada línea del tatuaje marca el sendero de mi estirpe.
No necesito el Día de Muertos para honrar a los ancestros.
XIX
He yuxtapuesto el futuro.
El paisaje se barre cual lienzo de Monet...
amarillentos campos del norte de Francia.
Viajo al fin del tiempo y descubro que nada es nuevo:
todo es un principio interminable,
inagotable, intercambiable.
Encuentro mi fotografía al otro lado del mundo.
XX
Reconozco al turista porque visita los museos como si llegara a una fiesta de presentación en sociedad.
El caminante, en cambio, acaricia con su vista cada línea del paisaje;
reposa el silencio sobre los matices y texturas de las obras de arte;
recoge con esmero los fonemas de la canción nativa.
Treinta años aguardé para ver La hilandera de Vermeer de Delft.
Un turista exige que me aparte para tomarse una fotografía.
Suelta mi mano una leve sonrisa
y, cual paloma, vuela hasta el ala más alta del museo.
Mi vista regresa a posarse sobre el lienzo
para honrar esa pieza durante horas trabajada con esmero.
XXI
Peregrina del mundo,
me sumo a los andantes que eliminan fronteras y diseminan razas.
Con ello, acreciento el horizonte
de crear mañana una lengua y un ritmo alternativos.
XXII
Me acicalo el cabello con aceites y esencias
perfumo mi cuerpo con hierbas de olor
y corro a la selva de asfalto a darle un toque de fragancia:
todas las mañanas doy lustre a mis zapatos
en silencioso ritual por esa res
que me alimentó con su carne
y me protegió con su piel.
XXIII
He ensanchado el horizonte con mis piernas saeta
que buscan cual veleta el blanco estocado del artista.
Durante años he llevado ofrendas a la orilla de un paisaje
que resguarda los mitos que me engendran.
Un silencio tan puro me rodea
que me hace volver sobre lo muerto.
Retrato cada nube, cada estrella, cada eclipse.
Son pocos los momentos en que puedo reconocer el tiempo eterno.
Cada constelación,
cada sistema solar,
cada planeta,
cada número en el mapa
me hacen ver la pequeñez de mi existencia;
me recuerdan que formo parte de un mayúsculo engranaje
en el que todos contamos,
aun cuando seamos Nadie.
XXIV
Todas las representaciones de dios son divinas.
Aunque atea,
no dejo de reconocer que soy profundamente ritualista.
XXV
He obsequiado a la Creación con un jardín de orquídeas
frescas, radiantes y cargadas de rocío.
Con ellas, he dejado este mensaje:
“Gracias, dios mío, por haberme hecho mujer
y haberme dotado con el fruto de tu simiente.”
XXVI
Incondicional y cariñosa me da a beber de su tinta,
a medida que trasmite la imaginería del reposo.
Testiga silenciosa,
mas no muda,
la pluma me acompaña con su carga de saetas.
Rosina Conde. Poesía reunida. Desliz Ediciones. México D.F. 2014
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