Marcelo Silva
Marcelo Gustavo Silva (Quito, 1964) Profesor y poeta, Doctor en Derecho. Con estudios superiores en Literatura y Sociología. Ha escrito los libros de poesía Pre-esencias (Primera Mención de Honor en el Concurso Nacional de Poesía Casa de la Cultura Ecuatoriana y el Ángel Editor) y Material de la distancia (Inédito); y el ensayo Arte: arista de lo sagrado. Poemas suyos se hallan incluidos en la Antología ecuatoriana Ciudad en Verso, así como en otras publicaciones nacionales. Ha sido miembro del jurado en los concursos Jorge Carrera Andrade (2008) e Isabel Tobar Guarderas (2009), organizados por el ilustre Municipio de Quito. Actualmente prepara un estudio sobre el símbolo en la obra poética de César Dávila Andrade.
Con el poemario Pre-esencias obtuvo la Primera Mención de Honor en el Concurso Nacional Paralelo Cero 2010-2011. Poemas suyos se hallan incluidos en la antología ecuatoriana Ciudad en Verso, así como en otras publicaciones nacionales. Actualmente prepara un nuevo poemario titulado Materiales de la tierra agreste.
“Quizás en la puerta interior del espíritu
se pueda escuchar el más allá de uno mismo”
( Alejandro Jodorowsky )
Del silencio viene
percibiendo el olor de la sangre
y cuando busca saciar el instinto
registra piedras negras
en sus cuerpos más densos
Carne come
Así deleita su espíritu
** Supo del peso de sus ojos **
de huellas labradas por los astros
y árboles talados
por la furia del instinto
No conoció el dulce abismo
que luego describimos como cielo
ni aquel oasis rojo
donde se formó su carne
Lo llamaron hombre
(sobre rosas negras
llenas de polvo)
Recorrer el líquido adoquín
en tu palma navegante
En la otra acera
antes del desdoblamiento de la carne
me aguarda un pálido centauro
agitando una manzana
Me llevarà
sin saberlo
a una calle tejida de rojo – añil
sol salado y sin aliento
que confunde las líneas de mi espacio
y separa la mente de mi cuerpo
bajo el lejano
golpeteo de tu carne
( hendiduras )
Mi primer beso fue a un hueco
Hoy lo lleno con saliva y saliva
labios que lamieron el vacío
bocas
sabor intenso de las ratas
Como es de suponer
mi primer beso fue al aire
y el aire me dio más que todas esas bocas
Me dio la vida …
sin pedirme nada
( carencias )
“ La luz que nos hiere
Es un filo cada vez más sutil ”
(Giuseppe Ungaretti)
No bastaba
que un beso espeso
cubra tus pechos fragmentados
ni que mi lengua encallara
insinuante
en tu cavidad más jugosa
–firmamento a punto de estallar–
Faltaba
el pequeño remanente que el cielo nos robó
un instante inacabado
para que la luz prendiera
ángeles
que furiosamente calienten nuestra piel
“¡De qué perdida claridad venimos!”
( Blanca Varela )
Cuando no existía infierno ni vampiros
ya éramos animales de la luna
Existíamos pegados al recuerdo
de horas más livianas
Rozábamos las piedras
–sombras incompletas–
El éter era aún llama líquida
y el hidrógeno
no unía cautivas formas
sin embargo en el tiempo no había niebla
Éramos animales de la luna
y aspirábamos a colmar la tierra
o al menos
humedecerla con sonidos y cometas
– fuego y lluvia para la futura carne –
Éramos animales de la luna
pero la luna nos expulsó muy pronto de su lecho
Sufrimos
¿El silencio?
Forma pura del sonido
Mercurial materia
cuando escucho menstruar la noche
(pecado original)
“De eternidad se tejen los malos tiempos”
( Juan M. Roca )
En el acto primigenio
cuando fuimos bautizados por el fuego
la serpiente nos parió
Nuestras cabezas rodaron entre el espejo y la caverna
Nuestros ojos ya no eran nuestros ojos:
eran cuervos abanderados de la muerte
Nuestras manos no lamían el rocío:
se hicieron garras que picaron como arañas
Nuestros pies luego pezuñas ya no andaban
Sólo mataban sueños
mordiendo la distancia
No asimilamos el sonido de los astros que hacen el amor
apenas percibimos gemidos de ancianos suplicando perdón
Después
ante tanto salvajismo
inventamos el infierno
sin pensar que cada día nos quemamos
en un mundo uno pero siempre divisible
de un dios errático
que casi siempre ignoramos
(metamorfosis 1)
Alguna vez tuve un río
el aire que endulzaba los cipreses
un Dios resucitado
Alguna vez caminé por un pasto sano
pisé vidrios sin herirme
ascendí por cumbres embrujadas
–silencio y sombra bajo una luna magra–
Alguna vez tuve la certeza
que mis pasos y mis sueños
formaron parte de lo humano
Temblor de alas
y un corazón cubierto por sombras
colmillos que giran
tras el hervor de un húmedo cuello
Ni aullidos ni hechizos
Sólo el vapor de la noche
presagiando la sangre
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