Alejandro Coronado Teijeiro (1985; Cuernavaca, Morelos. MÉXICO): «El primer texto que escribí fue un breve poema dirigido a mi madre cuando recién aprendí a escribir. No conservo el recuerdo de haberlo escrito pero mi madre ha guardado ese trocito de papel y me lo mostró cuando comencé a escribir (o volví a la escritura) alrededor de los catorce o quince años, etapa en la que me vinculé con la literatura e incorporé la lectura a mi cotidianidad. Desde entonces he escrito poemas —su mayoría en prosa—. No he publicado ningún material. He compartido mis poemas con amistades cercanas y en círculos íntimos. No obstante, la poesía me ha otorgado la posibilidad de forjar vínculos particularmente especiales con otros escritores a través de Internet convirtiéndose algunos de ellos, incluso, en sólidas amistades».
Contacto con el autor: coronado[alt]live.com.mx.
El ruido del agua
I
Qué violenta se extiende tu tragedia
que es de todos
Mi nación de barrios tristes
De deleites tristes
Cada día es un perro que llora herido
como la gente de tus pueblos
Duele vivirte
Duele vivirte estando lejos
pues tus hijos quieren vivirte
sacudirse el yugo y dormirse
en tu ombligo
II
En tus selvas caía la luz sencilla
no es para nosotros tu palabra vacía de verdad
sino tu verdad vacía de palabra nuestra
¿Cómo interpretar tu lastimosa realidad?
Cada recodo tuyo despierta un misterio
Portas un rostro distinto
Resultas tan desconocida
Vale la pena el riesgo
pues tanto vales la pena
con tus piedras y plumas
tus calaveras y tus juguetes
Un conjunto de voces tiembla dentro de tus caracoles
¿Cuándo podremos caminarte con ritos simples?
Dar el paso sin angustia sobre los márgenes de tu gloria
III
La contradicción es el vértice
El día a día
Qué incierto eres y qué absurdo
Y qué posible y siempre otro
Qué ambiguo eres
Palacio de serpientes y tunas
Y tan común y corriente
Tu gente está confundida
y del silencio florece una tortuga
un murmullo que suplica
un movimiento
IV
La manifestación de la justicia roída
enmudece a palmos
como si muriera un sentimiento antiguo
como si hubiera sido otra tierra otro vientre
Enfermos sueñan tus volcanes y tus niños
y mientras tú: ungida de muerte
Muerte plena en la sensación consciente
del árbol y la estrella más allá de las ramas altas
Tu bandera no ondea
cuelga siniestra como un cuerpo avergonzado
flota quizá invertida opaca
El tono de tu circunstancia es de fatalidad
de oquedad terrible
de atroz vértigo y tendencia indisciplinada
De vigilada soledad
de gesto y voz condenada
de vulnerable y abusada soledad
¿Qué punto de apoyo existe
sino el filo del poema?
V
Hoy no cantas ningún huateque
te tuerces como el color del cielo
entre el ridículo y la dolorosa experiencia
Te absorbes en tu propia ruptura
Te hundes en tu desastre
Afónicas están tus mujeres
pues tejen rezos silentes noche tras noche
y día tras día por sus niños y sus hombres
soportan la impiedad del tiempo roto
Lenguajes
Se proyecta
la lengua del sueño
mientras duermo.
Se disuelve el sueño
en mi lengua
mientras digo.
El pez
Te he visto robar noche
y me curtes en el oficio
te he visto temblar de frío
ser maíz y polvo
te he visto temblar de danza
y ser canción y serpiente
y duende
es tu andar paciente
el que escurre en el hábito
de perderse
de reventar en mis venas
afiladas
puedo decir que te he visto
te vi nacer en el beso
del copal y del fuego
en la arruga del higo
en el no decir nada
estás nadando entre susurros
distinto fracasas vez tras vez
húmedo entre mis dedos
resbalas de lo cotidiano
y te miro en el cielo diciendo otra cosa
dormido estás
vas como dormido
no estás en mis manos
me hablas desde dentro
discurres natural y dúctil
por el jardín
desde la infancia.
En la noche, tú
En la noche tú
con tu noche de piedra
y tu boca blanda y rosa
tu carne entre mis piedras
tu carne como arroyo
como un jugo
tenso el juego de mi carne
niña
una sombra que cruje
una rama de carne
tu carne como arrullo
como comienzo
como el sueño que es camino
y vas volando tú conmigo
entre las piedras
por el agua
en tu vientre
reconociéndonos en la arena
y con vicios recostados
como un reflejo recostado en sus espejos
y en tu ombligo
vivimos un conjuro
éste de estar sentados
ignorando un mar muy visto
sueña el café en tus manos
violentas y pequeñas tus manos
y el metal el óxido los barcos
tanta luna en tus muslos
que también sueñan
tú con todo el tiempo
detrás de las telas
tras las risas puras siendo ellas
soñando que estás sola
taciturna
y que despiertas
cogiendo piedras en el camino
que son manzanas y también
peras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario