jueves, 30 de mayo de 2013

WILLIAM WORDSWORTH [9924]


William Wordsworth
William Wordsworth (7 de abril de 1770 – 23 de abril de 1850) fue uno de los más importantes poetas románticos ingleses. Con Samuel Taylor Coleridge, ayudó al despegue de la época romántica en la literatura inglesa con su publicación conjunta de Baladas líricas en 1798. Esta obra influyó de modo determinante en el paisaje literario del siglo XIX. Fue el poeta laureado de Inglaterra desde 1843 hasta su muerte en 1850.
El carácter fuertemente innovador de su poesía, ambientada en el sugerente paisaje del Lake District (la región de los lagos), en el norte de Cumberland, radica en la elección de los protagonistas, personajes de humilde extracción, del tema, que es la vida cotidiana, y del lenguaje, sencillo e inmediato.
Wordsworth, Coleridge y Southey fueron conocidos como lakistas, por inspirarse en el mismo paisaje de los lagos.

Primeros años y educación 

El segundo de cinco hermanos, Wordsworth nació en Cockermouth en Cumberland, parte de la pintoresca región de los lagos. Al morir su madre en 1778, su padre lo envió al colegio de Hawkshead. En 1783 murió su padre, que era abogado y asesor de James Lowther, primer conde de Lonsdale, un hombre muy despreciado en la región. La herencia consistía en cerca de £5000, gran parte de ella reclamada al conde, quien frustró estas demandas hasta su muerte en 1802. El sucesor del conde, sin embargo, pagó lo reclamado con interés. Después de la muerte de su padre, los niños Wordsworth quedaron bajo la tutela de sus tíos. Aunque muchos aspectos de su infancia fueron positivos, Wordsworth recordaba brotes de soledad y ansiedad. Tardó muchos años en recobrarse de la muerte de sus padres y la separación de sus hermanos.
Comenzó a estudiar en el St John's College, de Cambridge en 1787. En 1790, con su amigo Robert Jones, emprendió un viaje a pie por el continente, visitando la Francia revolucionaria. Llegó a París justo cuando se celebraba el primer aniversario de la Toma de la Bastilla, y apoyó el movimiento republicano. Después estuvo en Italia. Regresó a Inglaterra y, al año siguiente, se graduó en Cambridge sin honores.
Francia [editar]
En noviembre de 1791, Wordsworth regresó a Francia, donde estuvo cerca de un año. El ambiente parisino lo llevó a abrazar los ideales anarquistas y libertarios de tantos pensadores rebeldes y revolucionarios de la época. Su viaje por Europa que incluyó los Alpes e Italia. Llevado de las ideas revolucionarias, repudió no sólo la fe cristiana sino incluso la institución de la familia y del matrimonio. Se relacionó con diversas mujeres, entre ellas la francesa, Annette Vallon, de quien se enamoró. En 1792 tuvieron una hija, Caroline. Debido a la falta de dinero y a las tensiones entre Gran Bretaña y Francia, ese año regresó a Inglaterra. En 1793, Wordsworth expresó abiertamente sus convicciones políticas en A Letter to the Bishop of Llandaff (Carta al obispo de Llandaff), en la que defiende el ateísmo y la causa revolucionaria, alabando la ejecución de Luis XVI de Francia. Involucrado en las luchas intestinas de los girondinos, su vida estuvo en peligro cuando Robespierre reprimió con sangre a su facción. El Reinado del Terror le apartó del movimiento republicano, y la guerra entre Francia y Gran Bretaña le impidió volver a ver a Annette y Caroline durante varios años. Es posible que en esta época sufriera depresión e inestabilidad emocional.
Primera publicación y Baladas líricas [editar]
En 1793 se publicó la primera poesía de Wordsworth: las colecciones An Evening Walk (Un paseo por la tarde) y Descriptive Sketches (Bocetos descriptivos). En 1795 recibió un legado de £900, lo que le permitió seguir escribiendo poesía. Ese mismo año conoció a Samuel Taylor Coleridge, lo que determinó su acercamiento a la filosofía de Immanuel Kant y al romanticismo alemán. El trauma que le supuso la separación de la Francia revolucionaria y de Annette se encuentra expresado en el drama The Borderers (1795). Coleridge y Wordsworth desarrollaron rápidamente una amistad íntima. En 1797, Wordsworth y su hermana, Dorothy, se trasladaron a Somerset, tan solo a unas millas de la casa de Coleridge en Nether Stowey. Wordsworth y Coleridge produjeron Baladas líricas (1798). Entre sus poemas, destacan Tintern Abbey (Versos escritos pocas millas más allá de la abadía de Tintern) y Michael, en la que muestra "la dignidad trágica que se le puede dar a la historia de un pastor y su hijo" (Ifor Evans).
Coleridge participó en la colección con cuatro poesías, entre ellas la The Rime of the Ancient Mariner (Rima del anciano marinero); estas poesías no desentonan, ni por su estilo, ni por su lenguaje, del resto de la obra.
Las Baladas mostraron una naturaleza vibrante de una espiritualidad y de una sensualidad bien lejana de la fría diosa razón de los ilustrados, aunque quedara en Wordsworth aquella sensibilidad democrática y una espontánea simpatía hacia las clases más humildes o desaventajadas, inspirada por la revolución.
Ediciones posteriores de las Baladas incluyeron más poemas y un Preface (Prefacio) a los poemas. Este Prefacio es considerado obra central de la teoría literaria romántica. Wordsworth expone lo que considera los elementos de un nuevo tipo de poesía, una basada en el “verdadero idioma de los hombres”. Evita la dicción poética de mucha de la poesía del siglo XVIII. Proporciona su famosa definición de poesía como el espontáneo desbordamiento de poderosos sentimientos, de “emociones recogidas en el sosiego”.

Alemania 

Wordsworth, Dorothy, y Coleridge viajaron a Alemania. Durante el duro invierno de 1798-1799, Wordsworth y Dorothy vivieron en Goslar, y a pesar de su extrema soledad y estrés, empezó a trabajar en una pieza autobiográfica luego titulada The Prelude (El preludio).
Se cree que en 1799 escribió los cuatro primeros poemas de los cinco agrupados normalmente con el título de Lucy poems (Poemas de Lucy). Están dedicados a una mujer muerta en juventud, no identificada; en ellos expresa su culto a la juventud, a la ingenuidad y el candor, así como la visión panteísta de la naturaleza.
Los Wordsworth regresaron a Inglaterra, instalándose en Dove Cottage, Grasmere, siempre en el Lake District, y esta vez los acompañaba el poeta Robert Southey. En esta época, muchos de sus poemas giran en torno a la muerte, la resistencia, la separación y el dolor.

Matrimonio 

En el año 1802 viajó con su hermana Dorothy a Francia a visitar a Annette y Caroline. Gracias al éxito de las Baladas líricas y a 4.500 libras esterlinas recibidas a la muerte del conde de Lonsdale, gozó de cierto alivio económico, enviando a Annette parte de ese dinero.
Es el mismo año en que se casa con Mary Hutchinson, amiga de la infancia, de quien Dorothy, que siguió viviendo con ellos, acabó haciéndose íntima amiga. Al año siguiente, Mary dio a luz al primero de sus cinco hijos, John.
En 1802 escribe algunos de sus más famosos sonetos, forma que expleaba para expresar momentos conmovedores de su propia experiencia: Composed upon Westminster Bridge (Compuesto bajo el puente de Westminster) y (I griev’d for Buonaparte with a vain And an unthinking grief).
Madurez: el Wordsworth conservador [editar]
Durante años, Wordsworth había planeado escribir un largo poema filosófico en tres partes, que pretendía llamar The Recluse.
Como apéndice al mismo, empezó a escribir en 1798-1799 un poema autobiográfico, al que llamaba el "Poema a Coleridge". Comenzó a ampliarlo y finalmente decidió que fuese un prólogo y no un apéndice.
Tanto la salud de Coleridge como su relación con Wordsworth empezaron a decaer en 1804, año en que tuvieron una viva discusión que determinó el final de su colaboración. El enfrentamiento entre ambos derivaba, por un lado, de la creciente adicción de Coleridge al opio y, por otro, de sus divergencias ideológicas: Wordsworth fue adoptando posiciones más conservadoras, tanto en el plano poético como en el político y social, mientras que Coleridge tendía al idealismo alemán y a la búsqueda simbólica. Ese año Wordsworth se hizo amigo de Robert Southey.
Con la proclamación de Napoleón como emperador de Francia (1805), el último resto de liberalismo de Wordsworth cayó, y a partir de entonces se identificó a sí mismo como tory. Él, que en Francia había visto el emblema de la democracia y la libertad, se sintió traicionado y comenzó a replegarse gradualmente a posiciones moderadas, incluso conservadoras, sobre todo de 1808 en adelante, hasta abrazar la religión anglicana y la monarquía con el compromiso victoriano.
Ese mismo año murió ahogado en el mar su hermano John, lo cual le afectó profundamente. Su muerte, y la de Nelson, le llevaron a hacer, en Character of the Happy Warrior, un "noble resumen de la vida de acción" (Evans). Al tiempo, acabó de escribir su Poema a Coleridge, pero rehusaba publicar un trabajo tan personal hasta que hubiese terminado The Recluse.
Poems in Two Volumes (1807), que contienen la famosa Ode: Intimations of Immortality from Recollections of early Childhood u Oda a la inmortalidad, que contiene el conocido fragmento Though nothing can bring back the hour / Of splendour in the grass, of glory in the flower (Aunque nada puede hacer volver la hora / del esplendor en la hierba, de la gloria en flor). En esta obra recuerda la intuición mística de una vida anterior al nacimiento, que muere en este mundo material, pero que puede recuperarse en algunos momentos afortunados en presencia de la naturaleza (Evans). Hasta entonces, solo se le conocía públicamente por sus Baladas líricas, y confiaba en que esta colección cimentaría su reputación; sin embargo, tuvo una tibia recepción.

En la época de las guerras napoleónicas escribió varios poemas de tema español, entre ellos, Hail, Zaragoza! If with unwet eye (1809); Ah! where is Palafox? Nor tongue nor pen (1810); The Oak of Guernica (1810); o The French and the Spanish Guerillas (1810).
Dos de sus hijos, Thomas y Catherine, murieron en 1812. Al año siguiente, se trasladó a Rydal Mount, Ambleside donde pasó el resto de su vida, salvo algún viaje esporádico.
En 1814 publicó The Excursión (La excursión) como la segunda parte de la obra en tres partes The Recluse. Nunca completó las partes primera y tercera. Escribió un poético Prospectus a The Recluse en el que expone la estructura e intención del poema; este Prospectus contiene algunas de sus más famosas frases sobre la relación entre la mente humana y la naturaleza.
Algunos críticos modernos consideran que su producción decayó a partir de mediados de los años 1810. Pero este declive pudo obedecer más bien a un cambio en su estilo de vida y sus creencias. En torno a 1820, disfrutó del éxito al tiempo que se produjo un cambio en la opinión crítica contemporánea hacia sus primeras obras. Ese mismo año viajó a Italia, y en la misma década, a Holanda (1823) y a Bélgica (1828).
De esta época de decadencia en su obra poética destaca Inside King’s College Chapel, Cambridge (En la capilla de King’s College, Cambridge, 1822).
Su hermana Dorothy padeció una grave enfermedad en 1829, quedando inválida para el resto de su vida. El gobierno le incluyó en la lista civil, cobrando una pensión que llegaba a £300 por año en 1842. En la cumbre de su fama y riqueza, fue distinguido con el título de poeta laureado en 1843. Cuando su hija Dora murió en 1847 cesó su producción poética.
Murió en Rydal Mount el 23 de abril de 1850 y fue enterrado en la iglesia de St. Oswald en Grasmere.
Su viuda Mary publicó el Poema a Coleridge, como The Prelude (El preludio) meses después de su muerte. Aunque esto no provocó mucho interés en 1850, desde entonces ha sido reconocido como su obra maestra. Así, Ifor Evans considera que quizás se trate “del más grande de los poemas modernos en inglés: la memoria espiritual de una mente singular, que recuerda con honestidad sus propias experiencias íntimas, a la que debemos unir una extraña capacidad para hacer inteligibles los recuerdos”.

Obra 

Significado de las Baladas líricas. 

La revolución romántica llega a Inglaterra con las Baladas líricas. Es cierto que autores de tendencia aparentemente romántica, como Blake, le habían precedido en aquel decenio, y que la sensibilidad romántica, un poco como todos los movimientos artísticos, no se aparta totalmente de la tradición inmediatamente anterior.
La gran moda de las baladas “populares” (McPherson) presentaba estas poesías como redescubiertas o respetuosas con las tradiciones populares, pero en realidad habían sido escritas o ampliamente manipuladas por los autores. Obras como las Night Thoughts (Meditaciones nocturnas) de Young y la Elegy Written in a Country Churchyard (Oda escrita en un cementerio campesino) de Gray mostraban el interés por aquellos difuntos sin nombre por pertenecer a los estratos más humildes de la sociedad.
En el Prefacio de 1802 escribió: : «el principal objeto propuesto con estos poemas era escoger incidentes y situaciones de la vida ordinaria y relatarlos o describirlos completamente y, en tanto como fuera posible, en una selección de lenguaje realmente usado por los hombres, y al mismo tiempo verter sobre aquéllos un cierto colorido de la imaginación, por el cual las cosas corrientes serían presentadas al espíritu con inusitado aspecto» (Gullón). Abandonó, declaradamente, el modelo clasicista del siglo XVIII, no tanto por motivos estéticos como por razones éticas.
Sin embargo, sólo aparentemente se trata de una poesía “artless”, sin arte. Utiliza sabiamente el verso blanco tradicional, que le permite evitar la rima y utilizar palabras y expresiones populares, con el efecto de imitar el habla común. A diferencia de Pope y Dryden, el arte se encuentra aquí hábilmente disimulado, reducido a lo indispensable, porque que el mensaje poético está más en el contenido que en la forma. No se dirige a un público cortesano, sino a la sociedad en general.
En esto se opone a Coleridge, quien no renuncia a los arcaísmos ni a la rima. Los dos poetas se consideraban investidos de una misión espiritual: para los románticos la poesía es algo “más que la pura y simple puesta en verso de la verdad filosófica: el poeta era también el profeta, y no se limitaba a transcribir la verdad recibida de otros más era él mismo el iniciador de la verdad” Anthony Burgess).

El valor del recuerdo 

Mientras Coleridge ve la poesía como fuga de la realidad, Wordsworth dialoga con el presente y la sociedad.
Aunque su poesía se ambienta en el paisaje rural de los lagos ingleses, es también “recollection in tranquillity”, literalmente, “recuerdo en la quietud” de experiencias personales vividas en la naturaleza que enriquecen al que vive constreñido por la realidad de la metrópoli industrial. El evocar pasiones y emociones ya extinguidas en el tiempo implican al lector activamente.
Ninguna de sus poesías ejemplifica mejor esta tendencia que Tintern Abbey.
La ética de la naturaleza [editar]
Inmortalizando el Lake District en su poesía, Wordsworth hizo que el mundo conociera esta región favorecida por la naturaleza y, además, puso en evidencia los valores éticos y no puramente materiales o utilitarios del entorno.
La naturaleza, según él mismo dijo, lo inició a la vida: las largas caminatas por las montañas de Cumberland despertaron sus sentidos forzándolo a salir de la profunda introversión en la que estaba encerrado desde pequeño debido a sus graves problemas familiares.
Este amor a la naturaleza se refleja en su poema Iba solitario como una nube.
No debe sorprender, pues, que la naturaleza sea esa providencial y divina: Dios se identifica con todo lo creado, es un Dios inmanente y visible. Tal visión panteísta y neoplatónica del Universo invade su primera poesía, como puede verse en el más famoso de los Poemas de Lucy: A slumber Did My Spirit Seal.
También es neoplatónica la creencia de Wordsworth en que los niños y los pueblos no civilizados se encuentran más cercanos a Dios porque en ellos permanece la memoria del mundo celeste anterior al nacimiento. En sus Baladas líricas hay niños, vagabundos, discapacitados, locos: sujetos “inconvenientes” que escandalizaron en los primeros años después de la publicación de la obra pero que, con el tiempo, abrieron el camino a una mayor solidaridad social, provocando que tantos victorianos lucharan por grandes reformas sociales, tanto en sus escritos como en la política.

Juicios críticos 

Siglo XIX 

Es difícil imaginar la evolución del Romanticismo inglés sin las Baladas líricas.
Gracias a las limitaciones de los derechos de autor de la época, que permitían publicar parcialmente de una colección de parte de otros editores sin pagar derechos, sus Baladas acabaron por ser publicadas en millares de copias en periódicos, proporcionándole una fama mayor que la que habría tenido con la sola publicación de su libro. La primera edición vendió quinientas copias, una buena tirada para aquella época, mientras que periódicos como The Critical Review y la Lady Magazine alcanzaban cifras entre cuatro mil y diez mil copias.
Su éxito llegó a los Estados Unidos, donde se publicó en revistas como la Literary Magazine.
Durante la época victoriana Matthew Arnold defendió la revolución poética de Wordsworth frente a detractores que sólo se fijaban en su aspecto solemne de poeta laureado.

El siglo XX 

A principios del siglo XX, se produjo un redescubrimiento de las Baladas líricas por parte de la crítica, con numerosos estudios, como el de Herbert Read (1930). De aquellos años fue el trabajo de Basil Willey, sobre la cultura inglesa del siglo XVII y XVIII, que evidencia la relación entre el poeta y el empirismo y la Revolución francesa.
Magistral es The Mirror and the Lamp de M.H. Abraham. Una voz disidente es la de Robert Mayo (1954), que vio en muchos personajes de Wordsworth una falta de originalidad y una deuda excesiva con las baladas dieciochescas. Muy interesantes son estudios más recientes, como los de P.D. Sheats (1973) y John J. Jordan (1970 y 1976).
Ifor Evans advierte que, aunque su visión de la naturaleza fuera una ilusión, al registrarla “alcanzó muchas experiencias en los rincones secretos de la naturaleza humana, hasta el punto de que muy pocas mentes sensibles dejarán de descubrir en sus poemas algo que responda a sus propias intuiciones”.

Obras principales 

Lyrical Ballads, with a Few Other Poems (Baladas líricas, 1798).
Lyrical Ballads, with Other Poems (Baladas líricas, 1800).
Poems, in Two Volumes (Poemas, en dos volúmenes, 1807)
Memorials of a Tour in Scotland (1803), en la que destaca The Solitary Reaper.
Elegiac Stanzas, suggested by a Picture of Peele Castle in a Storm, painted by Sir George Beaumont (1805)
The Excursion (La excursion, 1814)
The Recluse, con su Prospectus
Ecclesiastical Sonnets. In Series (1821), en la que destacan Mutability e Inside of King's College Chapel, Cambridge
The Prelude or, Growth of a Poet's Mind: Advertisement (1850, póstumo)




Agua, puro elemento, dondequiera abandonas…

Agua, puro elemento, dondequiera abandonas
tu mansión subterránea, hierbas verdes y flores
de brillante color y plantas con sus bayas,
surgiendo hacia la vida, adornan tu cortejo;
y en el estío, cuando el sol arde, veloces
insectos resplandecen y, volando, te siguen.
Si falta tu bondad, resuella el bosque, y ciervo
y cierva y cazador con su venablo, juntos
languidecen y caen. No deja de sentirse
en el alma turbada tu benigna influencia;
y tal vez en la entraña marmórea de la tierra,
donde sufren tormento espíritus que lloran
gracia y bondad perdidas, tus murmullos apagan
su angustia ya los tuyos mezclan sus dulces cantos.

Versión de Màrie Montand



Ahora, mientras los pájaros cantan alegres melodías…

Ahora, mientras los pájaros cantan alegres melodías
y los pequeños corderos retozan
como si bailaran al son de un tambor,
a mí me invade la pena: un lamento me brindó alivio pasajero
y ahora recobro la fortaleza.

Desde arriba, resuenan las trompetas de las cascadas,
un dolor mío no enturbiará otra vez la primavera.
Oigo los ecos que retumban en las montañas,
el viento llega hasta mí desde valles de ensueño
y mi mundo interior se vuelve feliz.

La tierra y el mar se entregan a la felicidad,
y a mediados de mayo cada animal se siente alegre.
¡Tú, hijo de esa alegría, grita a mi alrededor,
quiero oírte gritar, oh, pastor feliz!

Versión de Pedro Bádenas de la Peña




Amonestación y respuesta

«¿Por qué sobre esa vieja piedra,
durante toda la jornada,
William, así solo te sientas
y entre sueños el tiempo pasas?

¿Dónde están tus libros? ¡La luz
a este ciego mundo legada!
¡Arriba! Aspira la salud
que en ellos los muertos exhalan.

Miras la tierra como un hijo
que a su madre pidiese cuentas
o como el primer hombre vivo
que conociese la existencia».

Así, del Esthwaite a la orilla,
la vida dulce y sin porqué,
el buen Matthew me habló un día
y así le quise responder:

«El ojo sólo mirar puede
y el oído nunca está en paz;
siquiera que va, el cuerpo siente
contra o con nuestra voluntad.

Así, creo que existen fuerzas
que al pensamiento dan traza,
que nutrimos nuestras ideas
con una pasividad sabia.

¿Crees, en el mundo infinito
de estos seres que hablan sin verbo,
que nada vendrá por sí mismo
y que siempre buscar debemos?

Pues no preguntes por qué a solas,
según me plazca conversando,
me siento en esta vieja roca
y entre sueños el tiempo paso».

Versión de Gabriel Insausti



Aves acuáticas

Observadas frecuentemente sobre los lagos dtei Rydal y Grasmere

VED cómo los plumosos habitantes del agua,
con tal gracia al moverse, que apenas se diría
inferior a la angélica, prolongan
su curioso placer. Describen en el aire
(y a veces con volar osado, que se cierne
hasta las mismas cumbres),
un círculo más amplio que el lago, allá en lo hondo,
su dominio; y en tanto que se aplican
a trazar, una vez y otra vez, el gran círculo,
su jubilosa actividad describe
centenares de curvas y círculos menudos,
ora abajo, ora arriba, en avance intrincado,
pero seguro, como si guiase un espíritu
su vuelo infatigable. Ya el juego terminó:
así lo imaginé diez 0 más veces;
pero, mira: la banda, desvanecida ya,
vuelve a ascender. Se acercan. Rumorean sus alas,
leves al pronto, y luego su enérgico batir
pasa a mi vera y vuelve a oírse el rumor leve.
Al sol invitan, para que juegue con sus plumas,
y al agua o bien al hielo chispeante,
que les muestren su bella imagen. Ellos mismos,
sus bellas formas son en el luciente llano,
con colores más suaves y hermosos, cuando bajan,
casi rozándole… y luego alzan el vuelo
de nuevo, con un súbito empuje presuroso,
como si hicieran burla del lago y del reposo.

Versión de Màrie Montand



Camposanto en el sur de Escocia

ACOTADO del hombre y al borde de una sima
donde el torrente espuma, veréis el cementerio.
Allí la liebre alcanza su más tranquilo sueño
y los elfos, nevados de luna, entran y danzan
para crédulos ojos. De aquelarre ni templo
no queda ya vestigio, pero allí se deslizan
desconsoladas gentes, que con velada angustia
le lloran su oración al viento y al celaje.
No hay tumbas orgullosas. Mas rudos caballeros,
que esculpiera el humilde querer de tiempos idos,
en tierra yacen, entre verdores de cicuta;
no es una mezcla triste, si quiebra el alba clara
el resplandor del césped, y cerca, en los arbustos,
coros primaverales entonan su alborozo.

Versión de Màrie Montand



Cielo tras la borrasca

De «La Excursión». Libro II

UN solo paso, que me libertó de los límites
de aquel ciego vapor, abrió a mis ojos
un tan vivo esplendor como no viera nunca
el despierto sentido ni el alma en sus ensueños.
Fué la visión, de pronto desplegada,
una inmensa ciudad; se hubiera dicho
gran selva de edificios, hacia lo hondo
retirada de algún ilimitado abismo,
naufragando entre glorias, ya sin fin.
Fábricas parecían de diamantes y oro,
cúpulas de alabastro y argénteas agujas
y encendidas terrazas sobre terrazas, hacia
lo alto; aquí, apacibles, brillantes pabellones,
en avenidas; torres, allí, adornadas
de almenas, que en sus frentes incansables
sostenían los astros, luciente pedrería.
La terrestre natura labraba aquel efecto
con la oscura materia de la borrasca, ya
apaciguada. En ella y en las cavernas y
en las faldas abruptas y en cresterías, donde
se habían los vapores retirado, fijando
su estancia bajo aquel cerúleo cielo.
¡Visión no imaginada! Nubes, nieblas,
arroyos, peñas húmedas y hierba de esmeralda,
nubes de cien colores y rocas y zafiro
de cielo: confundido, mezclado, en mutuo ardor,
fundido todo y componiendo,
todo en todo perdido, el asombroso adorno
de templo y ciudadela y palacio, y la ingente
y fantástica pompa de vagos edificios,
envueltos como en lana, en vastos pliegues…

Versión de Màrie Montand



El barranco encantado

No era ficción de tiempos remotos: una piedra
de azul celeste, al fondo del barranco sin sol,
muestra aún claramente las pisadas
que los pequeños elfos, en la escena pulida
dejaron, al danzar con brillante cortejo,
en festejos ocultos, tras el robo de un niño
dulce, como una flor, trocada por hierbajos,
con que intenta la madre abstraída acallar
su pena, si es posible. Pero decidme: ¿dónde
hallaréis un vestigio de las notas
que guiaron aquellos salvajes bailoteos?
¿En la tierra profunda o en las cumbres del aire,
en el nocturno cierzo o en los bancales donde
telarañas de otoño flotan en el crepúsculo?

Versión de Màrie Montand



El preludio

Libro primero

Introducción- Infancia y Escuela

Hay en la suave brisa una ventura
o visita que roza mi mejilla
y es casi sabedora de ese gozo
que trae desde los campos y del cielo.
Sea cual sea su misión, a nadie
hallará más agradecido, hastiado
de la urbe donde he sobrellevado
perpetuo descontento y libre ahora
cual ave que se posa donde quiera.
¿Qué hogar me acogerá? ¿Entre qué valles
tendré mi puerto? ¿Bajo qué arboleda
construiré mi morada? ¿Qué hondo río
me dará la canción de su murmullo?
La tierra está ante mí. Con corazón
alegre y sin temer la libertad,
contemplo. Y aunque sea sólo alguna
nubecilla quien guíe mi camino,
extraviarme no puedo. ¡Al fin respiro!
Pensamientos e impulsos de la mente
me asaltan, se desprende esa onerosa
máscara que traiciona mi alma auténtica,
el peso de los días que me fueron
ajenos, como hechos para otros.
Largos meses de paz (si acaso esta palabra
concuerda con promesas de lo humano),
largos meses de gozo sin molestia
esperan ante mí. ¿Adónde iré,
por los caminos o cruzando el campo,
cuesta arriba o abajo? ¿O tal vez
me guiará alguna rama por el río?

¡Amada libertad! ¿Y de qué sirve
si no es don que consagra la alegría?
Pues mientras el dulce aliento del cielo
soplaba en mi cuerpo, creí sentir
otra brisa en respuesta que corría
con suave rapidez, pero se ha vuelto
tempestad, energía ya excesiva
que su creación destruye. Gracias doy
a ambas y a sus fuerzas, que al unirse
ponen fin a una pertinaz helada
y traen tiernas promesas, la esperanza
de los días y horas de alegría,
¡días de dulce ocio y pensamiento
profundo, sí, con el divino oficio
de maitines y vísperas en verso!

Hasta ahora, mi amigo, no he solido
escoger como asunto la alegría
pero hoy quiero verter mi alma en versos
a salvo del olvido, que aquí quedan
guardados. A los campos he lanzado
mi profecía: sílabas llegaban
espontáneas, vistiendo con sagrados
hábitos al espíritu escogido
-ésa era mi fe- para el sacramento.
Mi propia voz me henchía y en mi mente 55
reverberaba ese imperfecto son.
A ambos yo escuchaba y obtenía
de ellos la confianza en el futuro (…)

Versión de Gabriel Insausti



Halcones

Una abeja zumbadora, un pequeño y susurrante arroyo
un par de halcones girando al vuelo
en clamorosa agitación alrededor de la cima
de una alta roca-su aérea citadela;
por cada una y todas estas cosas
gozó el oído pensativo en el silencio que siguió,
cuando hubimos pasado por el umbral de la cabaña
y al fondo de ese solitario valle,
se destacaba, una vez más, debajo de la bóveda
azul y sin una sola nube.

Versión de Jaime Valdivieso



Iba solitario como una nube…

Iba solitario como una nube
que flota sobre valles y colinas,
cuando de pronto vi una muchedumbre
de dorados narcisos: se extendían
junto al lago, a la sombra de los árboles,
en danza con la brisa de la tarde.

Reunidos como estrellas que brillaran
en el cielo lechoso del verano,
Poblaban una orilla junto al agua
dibujando un sendero ilimitado.
Miles se me ofrecían a la vista,
moviendo sus cabezas danzarinas.

El agua se ondeaba, pero ellas
mostraban una más viva alegría.
¿Cómo, si no feliz, será un poeta
en tan clara y gozosa compañía?
Mis ojos se embebían, ignorando
que aquel prodigio suponía un bálsamo.

Porque a menudo, tendido en mi cama,
pensativo o con ánimo cansado, 20
los veo en el ojo interior del alma
que es la gloria del hombre solitario.
y mi pecho recobra su hondo ritmo
y baila una vez más con los narcisos.

Versión de Gabriel Insausti



La casa de un párroco en el Oxfordshire

DÓNDE empieza la tierra sagrada o dónde acaba
la profana, no hay línea visible que lo muestre;
mézclase el césped y los senderos se enlazan,
y dondequiera vague tu paso sigiloso,
el jardín y el dominio en que deudos y amigos
y vecinos descansan unidos, aquí funden
su vario aspecto, al modo de un rumor
de muchas aguas, o como la tarde en mezcla
con la sombría noche. Dulces brisas de arbustos
y flores son mensajes a las tumbas calladas;
y mientras estremecen esos chopos altísimos
sus copas, aparece y se apaga un azul
brillante, como aquellos atisbos de lo eterno
que a los santos se otorgan en el supremo día.

Versión de Màrie Montand



La excursión

Prospecto

«Cuando medito a solas en el hombre,
en la naturaleza, en esta vida,
veo alzarse ante mí series de imágenes
que acompaña un resquicio de delicia
pura, sin mezcla de tristeza. Y soy
consciente de afectuosos pensamientos
y de gratos recuerdos que sosiegan
el alma que desea sopesar
el bien y el mal en nuestra condición.
A estas emociones -sobrevengan
por una circunstancia sólo externa
o de un impulso propio del espíritu-
quisiera dedicar copiosos versos.
Verdad, amor, belleza o esperanza,
miedo o nostalgia por la fe domados,
palabras de consuelo en la tristeza,
fuerza moral, poder del intelecto,
alegría esparcida por el mundo,
espíritu del hombre que mantiene
su ascético retiro, solamente
sujeto a la conciencia y a la ley
suprema de aquel Ser que todo rige,
esto canto. ¡Que encuentre mi auditorio!»

Así rezaba el bardo en su sagrado
arrobamiento. «¡Urania, necesito
la guía de una musa, si es que hay tales
y la tierra o el alto cielo habitan!
Porque he de fatigar oscuras simas,
hollar profundidades y otros mundos
para los que el Azul no es más que un velo.
Ningún terror o fuerza indescriptible
que haya cobrado jamás una forma,
el mismo Yahvé, su trueno y sus ángeles
canoros en los tronos del Empíreo,
ninguno temo. Ni siquiera el Caos
ni el más oscuro pozo del Erebo
ni el vacío insondable que los sueños
escrutan, me provoca este temor
que cae sobre nosotros al volvernos
hacia el alma del hombre, mi obsesión
y región principal de este mi canto.
La belleza -presencia de la tierra
que supera las más hermosas formas
que el arte haya compuesto con materias
terrenales- vigila mi trayecto,
prepara el campamento mientras ando
y me sigue de cerca. Paraísos,
Campos Elíseos que en el Atlántico
se buscaban antaño ¿por qué deben
ser sólo crónica de un mundo extinto
o una mera ficción, jamás reales?
Porque cuando el intelecto del hombre
Desposa este universo de hermosura
con amor y pasión, los halla como
un hecho cotidiano cualquier día.
Antes de la hora definitiva
cantaré solitario la alegría
de este gran desposorio y, con palabras
que tan sólo refieren lo que somos,
despertaré al sensual del mortal sueño
y al vacuo y vanidoso propondré
nobles empresas, mientras mi voz canta
con qué delicadeza el alma humana
(quizá también las mismas facultades
de la especie en conjunto) se conforma
a este mundo exterior; y al mismo tiempo
-tema éste olvidado por los hombres-
cómo el mundo se adecua al alma humana.
También he de cantar la creación
-no merece otro nombre- que esta unión
puede alcanzar: es éste mi argumento.
Con estos mis propósitos, si a veces
me vuelvo hacia otra parte -con las tribus
y pueblos de los hombres, donde abundan
recíprocas pasiones de locura,
oigo a la Humanidad cantar su angustia
en los campos, o rumio la tormenta
del dolor, refugiado ya por siempre
en la ciudad- que suenen estos versos
ante oídos benévolos y yo
no sea despreciado ni abatido.
¡Desciende, aire profético que inspiras
al alma con la voz del universo,
soñando el porvenir, y que posees
un templo en los henchidos corazones
de los grandes poetas! Vierte en mí
el don de la visión y que mi canto
brille con la virtud en su lugar,
derramando benéfica influencia
segura de sí misma y siempre a salvo
del efecto fatal que nos envían,
desde el mundo inferior, las mutaciones
que acechan a lo humano. Y si con esto
mezclo asuntos más bajos (el objeto
contemplado y la mente que contempla,
el qué y el quién, el hombre transitorio
que tuvo esa visión, el cuándo, el dónde
y cómo fue su vida) no habrá sido
en vano esta tarea. Si este tema
roza objetos más altos -¡pavoroso
Poder cuyo favor es la semilla
de la iluminación!- que mi existencia
sea imagen de un tiempo más perfecto,
maneras más sencillas, más juiciosos
deseos. Nutre mi alma en libertad
y puros pensamientos: sea entonces
tu amor mi guía, alivio y esperanza.

Versión de Gabriel Insausti




Las dos sepulturas

Tal como en una soleada hondura
se oculta, defendido de los vientos de Marzo,
un tierno cordero
resguardado por su familia,
igualmente ese montoncito de tierra
se halla al amparo de otro muy próximo,
el pequeño montículo habla por sí mismo:
allí descansa un niño
protegido por un túmulo, tumba de su madre.

Versión de Jaime Valdivieso



Lucía

VIVÍA en las regiones solitarias,
por donde nace el Dove,
una doncella a quien nadie alababa
y a quien querían pocos:

violeta junto a una musgosa piedra,
medio oculta al viandante,
bella como un lucero, cuando brilla,
muy solo, en el espacio.

Ignorada vivió, y pocos supieron
la muerte de Lucía;
mas ella está en la tumba, y para mí
ya todo ¡qué distinto!

* * *

Selló el sueño mi espíritu
y miedo no sentía:
ella me parecía corno algo que no siente
el roce de los años.

No tiene movimiento ya, ni fuerza,
no oye ni ve nada;
mezclada con el curso diario de la tierra,
con las rocas, las piedras y los árboles.

Versión de Màrie Montand



¡Oh ruiseñor!

¡Oh ruiseñor! Tú eres
de ardiente corazón :
tus notas nos penetran, nos penetran,
tumultuosa, indómita armonía.
Cantas como si el dios del vino
te dictara un mensaje de sátira amorosa:
una canción de burla y de desprecio
a la sombra, al rocío y a la noche callada
y a la ventura firme y a todos los amores
que descansan en esos tranquilos bosquecillos.
Escuché a una paloma torcaz, el mismo día,
cantando o recitando su doméstica historia.
Su voz se sepultaba entre los árboles
y en alas de la brisa me llegaba.
No cesaba jamás: arrullaba, arrullaba,
y era su cortejar un tanto pensativo.
Amor cantaba, muy mezclado en calma,
muy lento al empezar y sin acabar nunca:
la grave fe y el íntimo alborozo.
Ese es el canto, el canto para mí.

Versión de Màrie Montand




¿Por qué estás silenciosa?

¿Por qué estás silenciosa? ¿Es una planta
tu amor, tan deleznable y pequeñita,
que el aire de la ausencia lo marchita?
Oye gemir la voz en mi garganta:

Yo te he servido como a regia Infanta.
Mendigo soy que amores solicita…
¡Oh limosna de amor! Piensa y medita
que sin tu amor mi vida se quebranta.

¡Háblame! no hay tormento cual la duda:
Si mi amoroso pecho te ha perdido
¿su desolada imagen no te mueve?

¡No permanezcas a mis ruegos muda!
que estoy más desolado que, en su nido,
el ave a la que cubre blanca nieve.

Versión de Pedro Bádenas de la Peña



Versos escritos pocas millas más allá de la Abadía de Tintern,
al volver a las orillas del Wye durante una excursión

Trece de julio de 1798

¡Cinco años han pasado y sus veranos
largos como inviernos! Y oigo de nuevo
estas aguas correr desde sus fuentes
con un suave murmullo. También veo
estas altas colinas escarpadas
cuya imagen salvaje y solitaria
propicia solitarios pensamientos
y une el lugar con la quietud del cielo.
Por fin, hoy es el día en que descanso
bajo este oscuro árbol y contemplo
que ahora, con sus frutos inmaduros,
visten un verde intenso y se abandonan
entre soto y maleza. Al cabo miro
estos setos escasos, más bien líneas
de bosque asilvestrado, aquellas granjas
verdes hasta la puerta misma, el humo
que asciende silencioso entre los árboles
como el incierto aviso de un errante
buhonero de los bosques despoblados
o cueva de ermitaño donde aguarda
alguien junto al hogar.

Estas hermosas
formas, cuando era ausente, no me han sido
como un paisaje a la vista de un ciego
sino que a veces, en frías estancias
y entre el rumor de la ciudad, me han dado
en las horas de hastío la dulzura
que sentía en el pecho y en la sangre
y alcanzaba el más puro pensamiento
con tranquilo reposo; sentimientos
de placer olvidado que tal vez
ejercen un influjo no pequeño
en la parte mejor del ser humano:
sus secretas, anónimas acciones
de amor y de bondad. A ellos creo
deber un don de aspecto más sublime,
ese bendito estado en que el objeto
del misterio y la onerosa carga
que compone este mundo incomprensible
se aligeran; estado más sereno
en el que los afectos nos conducen
con suavidad, hasta que el terco aliento
de este cerco corpóreo e incluso
el movimiento de la sangre casi
parecen detenerse y llega el sueño
del cuerpo, la vigilia de las almas:
cuando, el ojo calmado por el orden
yel poder de la alegría, contemplamos
la vida de las cosas.

Si ésta es vana
creencia, sin embargo qué a menudo
en la penumbra o en las formas múltiples
de una luz sin viveza o en la estéril
impaciencia y la fiebre de este mundo,
he sentido en mi pulso su dominio;
¡qué a menudo, en espíritu, me he vuelto
hacia ti! ¡Wye silvestre, que entre bosques
caminas, cuánto ha vuelto a ti mi espíritu!
Y ahora, con destellos de un agónico
pensamiento y sus débiles recuerdos
y un algo de perpleja pesadumbre,
la imagen de la muerte resucita:
no sólo mueve aquí mi pensamiento
el presente placer sino la idea
de que este instante nutrirá los años
por venir. Pues esto oso esperar
aunque sea distinto del que fui
cuando por vez primera visité
estas colinas, como un corzo anduve
por montañas y arroyos solitarios,
donde Naturaleza me dictase:
era más una huida que una búsqueda.
Pues la Naturaleza entonces (idos
mis salvajes placeres de la infancia,
sus alegres mociones animales)
lo era todo en mi seno; no sabría
decir quién era yo: la catarata
suponía un hechizo; los peñascos,
las cumbres, el profundo, oscuro bosque,
sus colores y formas, provocaban
una sed, un amor, un sentimiento
ajeno a los encantos más remotos
de la idea ya todo otro interés
que el del mundo visible. Ya ha pasado
ese tiempo y no viven su alegría
y su inquieto arrebato. Sin embargo,
no encuentro en mí lamento ni desmayo:
otros dones compensan esta pérdida
pues hoy sé contemplar Naturaleza
no con esa inconsciencia juvenil
sino escuchando en ella la nostálgica
música de lo humano, que no es áspera
pero tiene el poder de castigar
y procurar alivio. Y he sentido
un algo que me aturde con la dicha
de claros pensamientos: la sublime
noción de una simpar omnipresencia
cuyo hogar es la luz del sol poniente
y el océano inmenso, el aire vivo,
el cielo azul, el alma de los hombres;
un rapto y un espíritu que empujan
a todo cuanto piensa, a todo objeto
y por todo discurren. De este modo,
soy aún el amante de los bosques
y montañas, de todo cuanto vemos
en esta verde tierra: el amplio mundo
de oído y ojo, cuanto a medias crean
o perciben, contento de tener
en la Naturaleza y los sentidos
el ancla  de mis puros pensamientos,
guardián, guía y nodriza de mi alma
y de mi ser moral.

Si hubiese sido
instruido de otro modo, sufriría
aún más la decadencia de mi espíritu;
pero tú estás conmigo en esta orilla,
mi más amada, más querida Amiga,
y en tu voz recupera aquel lenguaje
mi antiguo corazón y leo aquellos
placeres en la lumbre temblorosa
de tus ojos. ¡Oh, sólo por un rato
puedo ver en tus ojos al que fui,
querida hermana! Y rezo esta oración
sabiendo que jamás Naturaleza
traiciona al que la ama; es privilegio
suyo guiarnos siempre entre alegrías
a través de los años, darle forma
a la vida que bulle y expresarla
con quietud y belleza, alimentarla
con claros pensamientos de tal modo
que ni las malas lenguas, la calumnia,
la mofa o el saludo indiferente
o el tedioso transcurso de la vida
nos venzan o perturben nuestra alegre
fe en que todo cuanto contemplamos
es bendito. Así, deja a la luna
brillar en tu paseo solitario
y soplar sobre ti los neblinosos
vientos; que al cabo de los años, cuando
este éxtasis madure en un placer
más sobrio y tu cabeza dé cobijo
a toda forma hermosa que haya habido,
tu memoria será perfecto albergue
de bellas armonías. Oh, entonces,
si miedo, soledad, dolor o angustia
te asedian, ¡qué consuelo, qué entrañable
alegría podrá darte el recuerdo
de estos consejos míos! Y si entonces
estoy donde no pueda ya escuchar
tu voz ni ver tus ojos refulgentes
con la vida pasada, tú podrás
recordar que en la orilla de este río
unidos estuvimos y que yo,
adorador de la Naturaleza,
llegué hasta aquí gozoso en tal servicio,
incluso con mayor celo y amor
santo. Y también recordarás
que tras los muchos viajes, muchos años
de ausencia estos peñascos y estos bosques
y esta escena bucólica me fueron
amables por sí mismos y por ti.

Versión de Gabriel Insausti






A Character

I marvel how Nature could ever find space 
For so many strange contrasts in one human face: 
There's thought and no thought, and there's paleness and bloom 
And bustle and sluggishness, pleasure and gloom. 

There's weakness, and strength both redundant and vain; 
Such strength as, if ever affliction and pain 
Could pierce through a temper that's soft to disease, 
Would be rational peace--a philosopher's ease. 

There's indifference, alike when he fails or succeeds, 
And attention full ten times as much as there needs; 
Pride where there's no envy, there's so much of joy; 
And mildness, and spirit both forward and coy. 

There's freedom, and sometimes a diffident stare 
Of shame scarcely seeming to know that she's there, 
There's virtue, the title it surely may claim, 
Yet wants heaven knows what to be worthy the name. 

This picture from nature may seem to depart, 
Yet the Man would at once run away with your heart; 
And I for five centuries right gladly would be 
Such an odd such a kind happy creature as he. 






A Fact, And An Imagination, Or, Canute And Alfred, On The Seashore

THE Danish Conqueror, on his royal chair,
Mustering a face of haughty sovereignty,
To aid a covert purpose, cried--'O ye
Approaching Waters of the deep, that share
With this green isle my fortunes, come not where
Your Master's throne is set.'--Deaf was the Sea;
Her waves rolled on, respecting his decree
Less than they heed a breath of wanton air.
--Then Canute, rising from the invaded throne,
Said to his servile Courtiers,--'Poor the reach, 
The undisguised extent, of mortal sway!
He only is a King, and he alone
Deserves the name (this truth the billows preach)
Whose everlasting laws, sea, earth, and heaven, obey.'
This just reproof the prosperous Dane
Drew, from the influx of the main,
For some whose rugged northern mouths would strain
At oriental flattery;
And Canute (fact more worthy to be known)
From that time forth did for his brows disown 
The ostentatious symbol of a crown;
Esteeming earthly royalty
Contemptible as vain.
Now hear what one of elder days,
Rich theme of England's fondest praise,
Her darling Alfred, 'might' have spoken;
To cheer the remnant of his host
When he was driven from coast to coast,
Distressed and harassed, but with mind unbroken:
'My faithful followers, lo! the tide is spent 
That rose, and steadily advanced to fill
The shores and channels, working Nature's will
Among the mazy streams that backward went,
And in the sluggish pools where ships are pent:
And now, his task performed, the flood stands still,
At the green base of many an inland hill,
In placid beauty and sublime content!
Such the repose that sage and hero find;
Such measured rest the sedulous and good
Of humbler name; whose souls do, like the flood 
Of Ocean, press right on; or gently wind,
Neither to be diverted nor withstood,
Until they reach the bounds by Heaven assigned.' 






A Flower Garden At Coleorton Hall, Leicestershire.

TELL me, ye Zephyrs! that unfold,
While fluttering o'er this gay Recess,
Pinions that fanned the teeming mould
Of Eden's blissful wilderness,
Did only softly-stealing hours
There close the peaceful lives of flowers?

Say, when the 'moving' creatures saw
All kinds commingled without fear,
Prevailed a like indulgent law
For the still growths that prosper here?
Did wanton fawn and kid forbear
The half-blown rose, the lily spare?

Or peeped they often from their beds
And prematurely disappeared,
Devoured like pleasure ere it spreads
A bosom to the sun endeared?
If such their harsh untimely doom,
It falls not 'here' on bud or bloom.

All summer long the happy Eve
Of this fair Spot her flowers may bind,
Nor e'er, with ruffled fancy, grieve,
From the next glance she casts, to find
That love for little things by Fate
Is rendered vain as love for great.

Yet, where the guardian fence is wound,
So subtly are our eyes beguiled
We see not nor suspect a bound,
No more than in some forest wild;
The sight is free as air--or crost
Only by art in nature lost.

And, though the jealous turf refuse
By random footsteps to be prest,
And feed on never-sullied dews,
'Ye', gentle breezes from the west,
With all the ministers of hope
Are tempted to this sunny slope!

And hither throngs of birds resort;
Some, inmates lodged in shady nests,
Some, perched on stems of stately port
That nod to welcome transient guests;
While hare and leveret, seen at play,
'Appear' not more shut out than they.

Apt emblem (for reproof of pride)
This delicate Enclosure shows
Of modest kindness, that would hide
The firm protection she bestows;
Of manners, like its viewless fence,
Ensuring peace to innocence.

Thus spake the moral Muse--her wing
Abruptly spreading to depart,
She left that farewell offering,
Momento for some docile heart;
That may respect the good old age
When Fancy was Truth's willing Page;
And Truth would skim the flowery glade,
Though entering but as Fancy's Shade. 

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