Ania Varez
Nace en Caracas, VENEZUELA 1991. Se dedicó a la danza, fue miembro del taller Experimental de Danza . Piso Rojo. En el 2011 su ensayo sobre educación fue ganador del II Concurso BCVoz Económico, mención publicación. Actualmente cursa la carrera de Estudios Internacionales en la Universidad Central de Venezuela. Ha participado en talleres de poesía dictados por Edda Armas y Gabriela Kizer. En el presente año 2012, la editorial Bid&Co publicó su poemario, titulado “No es la línea ni el segundo”.
MI PADRE CAMINA POR CARACAS
Mi padre camina por Caracas
como si ésta le hubiera ofrecido un beso.
No lo ahoga el cemento,
cuando viene muerte
se extrae un árbol de los ojos y lo deja en la esquina.
Mi padre fue bautizado entre el frío y la guerra
cerca de una playa sin gaviotas,
Mediterráneo y manzanas.
Creció entre piedras, cepillando el cabello de una anciana
a la que me parezco,
el vino con el que lo alimentaron
traía pedazos de tierra y temblaba en el tazón de madera
con el ladrido de los perros.
Lo cierto es que más tarde
mi padre eligió esta ciudad como a una mujer.
Pero nunca pudo cambiar su forma de caminar,
con paso de agua sobre piedra,
como en el camino a Santiago.
Así, de pie bajo el sol extraño, mi padre
respira aún con restos de tierra en la garganta,
y alza un gesto entre la espesura señalando
lo blanco del árbol, de la niña, de la calle que ha de caminar
cuando la tarde le pida un techo
y él se retire a preparar café, a beberlo gris
como cabello de anciana,
tinto como ladrido.
Mi padre sabe que los hombres deben aprender de las piedras,
que sólo sobre piedra el paso no se da en falso.
Me digo que una ciudad es cosa de ojos, de humo o agua en los labios
que la nombran,
de piedras en las venas, en la espalda
o en las manos.
Yo sólo sé que el Mediterráneo no es mío,
pero sigo buscándole las piedras
a Caracas.
No puedo nombrarte. Déjame creer que fuiste tú quien me abandonó en este cuerpo. Que mi furia seguirá atada a tu sombra, que reirás mis pasos y bastará tu gesto para detenerme. Tú, que me has hecho venir desde tan lejos, me dices márchate al primer beso, porque sólo es belleza lo que jamás tendremos. Tú, que estarás mirándome aunque no vista el tórax adecuado, mirándome cada vez que regrese a mis cuatro dedos torpes y te dibuje un rostro. Dime que ayer me esperabas con cuchillos ocultos tras tu espalda y decidiste darme otra tarde, como la promesa de una sed que por fin sacie al mar y a su vigilia. Dime que es para ti este poema que habito, este cansancio que, sin embargo, creó una brisa.
Aunque el gancho del carnicero
sigue halándome de la nuca,
ya no lo siento.
Es la culpa de subsistir colgada
lo que me fuerza a bailar de puntillas.
Plié
¡Al menos te recuerda
que sigues siendo carne!
Más abajo
con las piernas abiertas
la fortaleza se talla
en bambú
Ya lo sabías.
Te esperaba con la alergia y el sueño ocultos
en el sostén.
Cuando finalmente me mires, dejaré escurrir a propósito lo flácido
de mis nalgas y lo impreciso de mis costillas,
como en un burdel barato.
Sonriendo, halaré mis pliegues, mi mirada
amarilla zanjará tu entereza.
Nunca acertaré a tocarte, pero sé persuadir a los cuerpos
que quiero.
Suelo extender mis dedos de alambre a su paso, así
dejar sus ropas prendadas en la fuga.
Entonces les ruego que canten desnudos para mí,
que canten aunque me haya ido,
porque el eco de los tacones no cesa de arrastrarme.
La ira no te servirá de nada.
Antes de oír el disparo, muerdo.
Pero aquí tienes
aquí mi ternura de párpados gastados
aquí mi inapetencia mi urgente discernir
aquí los años que me sobran
aquí mi deseo
aquí el muslo que me queda.
Soy tu ficción
pese a que no dilucido
mi cuerpo en ti desconozco mi origen o qué murmuro
ni el momento en que te sorprendo no sé.
Pero allí me tallas allí
donde soy greña de otra lengua
me ofrendas a las máscaras
y mi voz lavada golpea el estómago de la quimera
que lleva mi nombre
y mis cejas.
Te pertenezco cuando mi mano alcanza la taza y
la grieta, y el tacto sabe de los siglos que lo esperaron
de los siglos que esperará.
Porque vacías los rostros de esta vida
vida que llevo al médico que objeto
que uno en santo matrimonio
vida de trazos
no más que resonancias de tu gesto.
Poema
aunque sea yo la mentira
caminaré desde ti
con las manos blancas.
De nuevo
seré creada en tu adentro.
Del libro No es la línea ni el segundo 2012
I
cada vez
me vencen los cipreses
vuelven nítida la noche
en donde rasgas todo silencio
al tocarme
cada vez
mi grieta y tu sosiego
ágiles volvemos a disgregar los celajes
en aguas calmas
cada vez
me miras desde tu tarde de sol
y mis andares de naufragio te siguen
para ti, todo lo cálido del dolor
para ti, toda la luz
aunque me ciegue
II
no es la línea lo que buscas
ni el segundo
solo la vastedad de la urgencia
y sus fugas
siempre
la tinta trepidante
y el blanco vulnerable
de las manos
III
lo heroico queda latiendo en las piedras
caídas
esas que fueron una vez vértices del anhelo
de la montaña
las que desbordaron tantos versos
tantos
para luego dejarse ir
porque la cumbre no colmaba
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