DOLORES PINCHEIRA
(Concepción, 1914 - 1994)
Dolores Pincheira Oyarzún nació en Concepción de Chile, en cuyo Liceo de Niñas realizó sus primeros estudios, siguiendo luego la educación superior en la Universidad penquista.
Obtuvo su título de Profesora de Estado en la asignatura de Inglés, desempeñándose como docente y Directora de los Liceos de Puerto Monnt, Temuco y San Fernando. En todas estas ciudades desarrolló una activa labor en favor de la cultura, principalmente a través de conferencias y artículos tanto en la prensa como en las radios locales.
Dolores Pincheira Oyarzún es autora de cuatro libros de poemas y dos de ensayo: APOLOGÍA DE LA TIERRA (1968), con prólogo del Académico de la Lengua, Raúl Silva Castro; CANTO A CONCEPCIÓN(1963), prologado por el crítico y Premio Nacional de Literatura, Hernán del Solar; MI CIELO DERRIBADO, elegía a la muerte de su esposo el escritor Julio Silva Lazo, con prólogo del poeta Carlos René Corea (1974); CAMPANAS DEL RECUERDO(1981), con prólogo del Académico de la Lengua, Matías Rafide; WHALT WHITMAN con prólogo de Eugenio García-Díaz; GABRIELA MISTRAL, GUARDIANA DE LA VIDA(1979), ensayo prologado por el crítico de Arte y Literatura, Gonzalo Orrego Salazar.
Todos sus libros de poemas y su ensayo sobre Gabriela Mistral, han sido declarados por el Ministerio de Educación: Textos auxiliares para la enseñanza del castellano en las escuelas, liceos y universidades del país.
La autora fue galardonada en dos Certámenes Panamericanos de Poesía realizados en Buenos Aires, bajo el auspicio de la Ilustre Fundación Givré.
Ha dictado charlas, aparte de Buenos Aires y Montevideo, Santiago, San Fernando, Linares, La Serena, Coquimbo, Vicuña, Concepción, Talcahuano y Puente Alto.
La autora es miembro de la Sociedad de Escritores de Chile (SECH) y como tal funda en 1979 la filial Concepción de dicha institución; socia también del Grupo Fuego de la Poesía; de la Agrupación de Amigos del Libro; del Pen Club; del Instituto Chileno-Chino de Cultura y del Club Femenino América.
Ha sido distinguida como Representante para Chile de la Asociación de Literatura Femenina Hispánica que dirige la ilustre Catedrática de la Universidad de Lamar, Texas, U.S.A. doctora Victoria E. Urbano.
“El sol cayó de bruces
en la tierra el agua ha recogido
el canto de las aves y del viento.
Sangran las ubres savias olorosas
y en el río titilan
los signos del instante”.
PÉTALOS DE SANGRE
El volcán
con sus ángeles blancos
decora el cielo oscuro.
Es un balcón de luz
que señala las cosas
con una lividez de mundo muerto.
Abajo la pradera solitaria.
La oscuridad y el llanto.
Busco un refugio, una voz
que quiebre el silencio helado.
Estrellas inmóviles
en el firmamento
y en el pecho lloran
pétalos de sangre.
MI CIELO DERRIBADO, escrito por Dolores Pincheira en memoria de su esposo, el escritor Julio Silva Lazo y que fuera publicado en Santiago de Chile, el año 1974 con el sello del Grupo Fuego de la Poesía e ilustraciones de Mario Torrealba.
"La vida de todo hombre es
un camino hacia sí mismo, la
tentativa de un camino, la
huella de un sendero."
Hermann Hesse
A Julio
Las neblinas de junio, adormiladas
entre el rosa y el gris de la mañana,
sin premura, grávidas, descendían
de un vasto cielo impávido
con su blanco cabello derramado.
¿Te llevaron, amado, para siempre!
Estoy viviendo
en idioma de lágrima y espanto;
estoy curvada
ante el altar del día,
sangrando sobre el quieto secreto de lo eterno
con las sienes desoladas.
Paso a las sombras con sus ciegos relámpagos
rescatando tu nombre y sus tiernas colmenas
mientras un gran silencio
como grillo quemante
nos anuda.
Veo
una luna larga
blandir como un cuchillo
sobre el pálido lirio de tu frente,
partir tu carne,
escindir la caricia para siempre,
recorrerte como viento afilado,
vencer tu voz de sol,
rodear nuestra casa de un letal silencio.
Claramente vi que te dormías.
Tu rostro se iba haciendo lejano,
extraño para mí,
se volvía más cirio y nube
que piel pura.
Allí,
tendido,
estabas con la muerte
que cuajaba sus racimos secretos.
El viaje terminaba en vuelo desalado;
la alianza con la vida mostraba sus arenas,
y la noche entregaba sus designios eternos.
Todo en ese instante fue presentimiento.
La garganta quemaba,
un temblor invisible nos unía,
tu mirada me arañó las entrañas.
Comprendimos, de súbito,
que en las alboradas azules
se habían derrumbado las almenas de oro.
Ráfagas se abatían sobre las recias ramas;
ningún ruido llegaba de los cielos cerrados;
un estertor quebró tu débil balbuceo,
y las flores del alba se cerraron.
Eras, amado, la sombra de tu sombra
en esa realidad brutal que transformó
la rosa roja de tu sangre en nieve pálida.
Tus pies de espigas lentamente subían
las escalas del cielo,
con ese olor a campo todavía en tu cuerpo
y la miel de tu bondad radiando
sobre tus sienes blancas.
Un huracán de escarcha y de cenizas
se despeño
por la catarata reseca de mi llanto,
y una eternidad de angustia
cayó sobre mi pecho.
Presentía
que todos los caminos se cerraban,
que tu estrella
no asomaría jamás en la montaña,
que la noche era sólo una losa envejecida.
Toda mi carne en grito!
Entre la arcilla inerme de tus manos,
quedó trizada la Creación entera.
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