David Miralles (Valdivia, Chile) es profesor de Castellano y Filosofía por la Universidad Austral de Chile; Master of Arts y Philosophy Doctor por la Universidad de Oregón, EE.UU. Ha sido profesor visitante en la Universidad del Estado de Dakota del Sur (2003-2004); profesor adjunto en la Universidad de Oregón (2004-2005) y profesor asistente en la Universidad de Villanova, Pensilvania (2005-2009). Actualmente enseña Literatura Hispanoamericana y Teoría Literaria en la Universidad Autónoma de Querétaro en México. Su trabajo de investigación ha estado enfocado en el estudio de las literaturas surgidas durante las dictaduras militares del Cono Sur. Sus áreas de interés específico incluyen poesía chilena y argentina contemporánea, novela y cuento latinoamericano del siglo XX, Teoría Literaria y Estudios Culturales.
David Miralles ha publicado tres libros de poesía. Zona Transitiva (Caballo de Proa, 1984) Los Malos Pasos (Paginadura, 1990) y Contrapunto (Paginadura, 1997).
En narrativa ha publicado El chamullo y otros grandes relatos (Paginadura, 2003) -formato electrónico-; Lord Banana y otros cuentos (El Kultrún, 2007).
Es coautor, junto al profesor Óscar Galindo, de la antología Poetas Actuales del Sur de Chile (Paginadura, 1994). Fue director y editor de la revista Paginadura y de la editorial del mismo nombre. Su poesía ha sido recogida en las antologías Poesía universitaria (Universidad Austral de Chile, 2000) de Yanko González e Iván Carrasco y en El árbol de los libres: Poetas de la generación NN de Chile (Ediciones Arlequín, 2008), de Fabián Muñoz, entre otras.
Su trabajo ha sido estudiado en El paraíso Vedado: Ensayos sobre poesía chilena del contragolpe. (European Press Academic Publishing, 2002) de Sergio Mansilla Torres.
Ha obtenido en dos oportunidades la beca del Fondo para el desarrollo de la cultura y las artes (FONDART) otorgadas por el gobierno de Chile (1994 y 1996)
ME ATRAVIESA UN RÍO SIN NOMBRE
“Me atraviesa un río sin nombre”.
Frase que podría corresponder a alguna carta perdida
o a la carta que ahora escribo falseando su argumento
como si fuese un antiguo Capitán del Rey
hundido en la lluvia del territorio sur.
Mis hombres han hecho una fogata
y asan un cerdo junto al río
en cuyas aguas tiembla mi rostro antes de los nombres
que han de brotar sobre los mapas del nuevo territorio.
Lo cierto es que no me atrevo a reconocer que no soy el Capitán
y que mis hombres son fantasmas que orinan en mi esfinge
en un pequeño parque abandonado.
COMPAÑERO
Compañero
sobre ti nadie ha puesto la verdad.
Nadie se atreve a meterse en tu camisa
a hundir las manos en la tierrra
en pos de tu osamenta
de tu cédula de identidad o del botón
para mostrar el torturado amor a tu bandera
o simplemente para soñar
la palidez de tu cara deshaciéndose
con un vago resplandor en la corriente
que trato tal vez de remontar.
“Los Malos Pasos”
Se lee Miralles a sí mismo
imaginando su lectura
como una pantalla que lo salva
de los terribles sueños del Imperio.
Pero olvida echar la llave
a esta cerradura
por la que atisba e1 ojo de un perro
que agita su cola escandalosamente. (LMP p.70)
Pedí que no soplara el viento del norte ni del sur;
que estuviéramos solos en un bar sin esperanzas de rescate.
Sin palabras.
Sin recuerdos.
Pedí vivir este momento
y no LA ETERNIDAD. (LMP p. 20)
Podría haberte amado
mientras buscabas tu príncipe azul.
Podría haberte, besado
en las estaciones
de las que siempre partías
con una urgencia incontenible
en pos de LA FELICIDAD.
Hubiéramos compartido
el despreciable tiempo de la espera,
pero guardabas también tu castidad
para un estúpido príncipe de fabula (LMP p. 14).
Aprendiste a reír
bajo una dictadura,
a hacer el nudo de rosa,
a escribir la palabra Chile
en la oscuridad del pizarrón.
Y aprendiste a amar años mas tarde
o simplemente a fornicar
en las esquinas de tu vida (LMP p. 26).
Hemos perdido tu cuerpo en el naufragio
en la mitad del miedo
que ha hundido tu osamenta.
En la mitad del llanto hemos perdido
tus ojos bajo el mar.
Sólo pesadas cadenas de recuerdos
envuelven a tu viuda
y tu velamen roto entre las olas
como un pañuelo ondeando en el adiós.
Y despojada de tu amor
ella se aleja al impulso de otros vientos,
roída por tu muerte se aleja,
abandonando el peso de sus ropas,
abriendo sus manos en medio de la noche
para sobrevivir. ( LMP p.35).
:La muerte seguía (hablando) nuestros cuerpos,
pero no hablábamos nosotros.
No respirábamos.
Era temprano todavía. No crecían girasoles.
Estábamos completos
armando trampas en nuestro corazón.
Podíamos pensarnos (escribirnos)
mientras furiosos legislaban
e ignorábamos las caras violadas de la Patria
(LMP, “Dictados”, II, p. 44)
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