Kostas Psarakis nació en 1957 en el pueblo de Járakas, a los pies de Asterusia (en el sur de Creta, a 38 kilómetros de Iraklio), donde vive y trabaja como profesor de matemáticas en el pequeño instituto provincial de Asimi. Ha escrito los libros inéditos Formas del tiempo (Morfés tu jronu, 2006), Los cuadernos de V. K. (Ta tetradia tu B. K., 2010) y El capitán Perdikis y los sentimientos de muerte (O Kapetán Perdikis ke ta syneszímata zanatu, 2012). Algunos de sus poemas se han publicado en antologías como Núcleo poético (Piitikós Pyrinas, http://ppirinas.blogspot.com.es/, una antología de la editorial Endymión, 2012), y en revistas en la red. Estos poemas pertenecen a su libro Formas del tiempo. Mantiene un blog: http://psarakis-k.blogspot.com.es/.
Traducción y nota bio-bibliográfica: Mario Domínguez Parra
tú, viejo amigo
Llegó y me halló mientras miraba el mar
enloquecido
bebía cafés batidos uno tras otro y fumaba
(como hacíamos entonces)
y me decía lo que a los dieciocho decíamos
sobre las mujeres y la muerte.
En lo profundo de sus ojos uno de mis yos
me miraba también olvidado e ignoto
como mi viejo amigo
perdidos los dos en los vórtices del tiempo
y de la preterición
Toda la noche habló y habló, fumó, bebió cafés batidos
vinieron y lo recogieron al día siguiente…
betesda
ya hace cuarenta años
que veo al Ángel
descender del cielo
para agitar las aguas.
Estos últimos años
todos partieron
los viejos se curaron
los jóvenes perdieron la fe
el lugar fue olvidado
me quedé sólo yo.
Yo y el Ángel.
Ya no tiene prisa por irse
está sentado al borde del aljibe
agita por mucho tiempo las aguas
ya nadie tiene prisa
estamos solos
yo paralítico en cama
y él con alas
de águila.
Sus ojos
tienen estrellas dentro
su corazón es el de un niño de ocho años
está hecho
de fuego y amor
un niño me dijo
su nombre
es dice
el León de Dios
en el Sol
Llegó el invierno
hace frío por las noches.
Antes de volar
con precisión
hacia mis pensamientos pecaminosos
que por desgracia
ni siquiera aquí van a abandonarme
me arregla la ropa de cama
y abre las alas
hacia el cielo
Nada me salva
excepto la paciencia.
crónica
Como poetas corremos peligro en los precipicios.
La montaña que normalmente se eleva desde el norte a mil metros
se precipita de golpe en el mar del sur.
Muchos kilómetros escarpados precipicios…
Enormes rocas pétreos arcontes
con la mar cual esclava a sus pies.
Por entre los frisos soplan los vientos eternos
que nos entorpecen confundiendo nuestras cuerdas
Hallamos los antiguos senderos
en mitad del caos
aquí donde aprendieron a no tener miedo
los montañeses.
Encuentro señales de hombres valerosos
que se distinguieron
en estos difíciles parajes, refugios de águilas
que no ensucian sus garras en la tierra.
Hallamos los refugios de los razonamientos
que ya no pueden vivir
con los hombres.
Cuando la luna sale
nos detenemos en las orillas del tiempo.
Mientras nuestro corazón aguante.
No nos quedamos mucho en las fabulosas playas de la memoria
que están hechas
de luz de luna y olvido.
Allí donde se escuchan
las olas del tiempo
en la noche y el silencio.
Este sonido es la canción de la noche.
Las palabras secretas de los vientos en lugares desiertos.
Ésta es la flor de la luna que es a la vez el mañana y el ayer.
Ésta es la canción de la noche.
Las palabras secretas de la belleza insoportable.
Partimos. Nuestro corazón no aguanta.
Tenemos prisa.
Amanece un día laborable.
mientras agonizo
... sumerjo mi mano izquierda en la roca.
Está hecha de tiempo antiguo y fuego.
La muerte es una brizna de seca hierba áurea
en sus riberas.
Algunas voces vuelan despacio de un lado del desfiladero al otro.
Mis tres hijos lloran y me siento tranquilo
la mesa, la casa, las montañas… ¡todo!
todo está hecho de tiempo
como las olas de agua
como las nubes de niebla
No todo
¡Yo soy como un árbol!
ramas ramitas
dibujos bifurcaciones
de algo que no es tiempo
soy algo en el tiempo
frágil como el azúcar
que cristalizó
en una antigua bebida dulce.
Llegaron los fallecidos
para ayudar
es difícil estar muerto.
Estoy lento y perplejo
arrastro
trozos de mi vida
una gran roca
en medio del precipicio meridional
los juncos del patio
mediodías estivales
y un trozo de mar
una pequeña iglesia secreta en el desván
la sangre que se derramó una Primavera.
Todos partieron vivos y fallecidos.
El viento sopla
escucho ladrar a los perros a lo lejos
indignados por la soledad
asciende la noche desde los desfiladeros…
Sólo quedó la luna
para agujerear taciturna
el tiempo sobre la roca
http://lasrazonesdelaviador.blogspot.com.es/
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