Cristina Saavedra Ramírez, (Santiago de Chile, 1985). Licenciada en Literatura Creativa de la Universidad Diego Portales y Profesora de Lengua Castellana y Literatura de la misma universidad. Realizó y publicó su tesis poética de pregrado “Esculpiciones” con el poeta chileno Raúl Zurita. Ha cursado talleres con los poetas chilenos Soledad Fariña, Adán Méndez y Gonzalo Millán. Fue publicada en la antología universitaria “Lanzaletras”. Actualmente se desempeña como profesora de Literatura. Los siguientes poemas son inéditos.
Como si existieras
Como si de verdad existieras
y tus ojos no fueran más que dos esferas de agua
humor vítreo rodando a toda velocidad
por mi piel de escamas verdes.
De tanto ahogarme me salieron branquias y aletas
como si no estuviese cayendo la luna en tu pelo
o yo no fuera más que un pez
respirando el oxígeno de la muerte empapada de arroz
tu nido girando en su eje infinito
los círculos no sirven las plumas de abrigo.
Podría amarrar el anzuelo a mi boca
y sigue el camino con tu caña de pescar hacia mi escondite
o simplemente tira del hilo y estaré en tu garganta
oscuridad de una caverna de agua
en tu boca yo nado
y no podrás masticarme
pero que problema habría en tragarme
y escamar tu estómago
de escarcha celeste.
Solo tus dedos redibujando contornos
yo presa en una pecera imaginaria
vomitando peces y una más entre ellos.
Me he sentado en tus dientes a esperar si vuelves
o si existieras
todo se borra de un trago y en humo me derrites.
Por si de verdad existieras he cosido el anzuelo a mi boca
y tu caña no pesca flotando tras de mí sola
domesticar la hilacha de tu cinturón
que me agobia en pasadizos de rocas
colgada mi cola aleteando de un lado a otro
tu nido y ni siquiera alimento para tus huesos.
Como si existieras
y mis uñas fueran el reflejo de tu hundimiento
caña de pescar hecha trizas
o acaso si te nombrara y las estrellas
te incendiaran haciéndote visible
pero jamás podría nombrarte
no existes.
Este peso en los ojos son las noches sin párpados
y el anzuelo recogido inservible
busca tu caña al otro extremo
como si no me gustara el sabor acero
de un anzuelo gancho inútil
que no necesita carnada
al otro extremo de la caña tu lengua al revés
y yo arriba como si existieras
o no te hubiese soñado
con un beso de tijeras rodando en el pasto
y el hilo me lleva desde dentro a tu boca de hielo
y congeladas mis escamas se hacen polvo.
Abismos
Los balcones se suicidan lanzándose al vacío
el pichón murió sin haber aprendido a volar
de mi boca a la suya regurgitación de elementos disímiles
tengo el pelo estilando lenguas sin memoria
enroscadas se arrastran para enterrarse en el cerebro
con la cabeza hacia un lado cayendo perpetua
una cebolla entre las piernas se deshace entre capas
y nunca se llega al centro.
El jardín de cañones apuntando a la nada
pelusas tejidas con palillos carbón deforme y la espera
los arcos de mis pies construyen el cuerpo de una guitarra muda
o no la escucho
no tengo oídos ni notas en la garganta
el tornasol del mar púrpura celeste verde agua
azota las pupilas sembradas en la arena
para que crezcan algas o no.
Las cortinas se me caen a filamentos
hilo a hilo madeja a madeja la primavera no es tal
la cadena silenciosa y todo flotando
escondo el pan en la cintura las migas taponean el ombligo
y que no se escape la tripa que todo lo traga
mientras los párpados se cierran
las pestañas son agujas que se clavan sin abrirse.
Hay un caracol donde transitan muertos
subiendo bajando
y donde se cierran las vueltas
saltan al vacío por donde nacieron algunos
meciéndose en las cuencas
de un laberinto que resbala pegajoso
no se avanza no se puede
y cuando.
Los zapatos de la noche
Los zapatos de la noche
y el aullido del lobo con cara de luna
invocado tu gruñido en la niebla del aliento
nunca más remarte
ni echar el ancla a tu fondo
naufragio inminente
ahogo
cadáver inflado de agua
ánima en pena.
Un cuerpo de incendios jamás apagados
las llamas rompiendo
la carne y el mármol
quedarse sin rostro llorando máscaras.
Por cada vaso
las burbujas de un alma hablante
bajo la cama acechan.
Mi vicio tan mío tan mío tan mío.
Hay vicios incorpóreos que se huelen en el aire
Hay otros que carcomen los huesos.
Algunos vicios se estancan de huecos
con musgo en los ojos
cada vez que veo un gusano brotar como tallo
o diente de dragón.
Yo tengo más que un vicio
cogollo azucarado
con chinitas comiéndote por la boca
Se me pega tu polen en las manos cuando voy a tocarte
y soy aún más blanca
Cangrejo almidonado
mis venas en tus inyecciones
moretones y brazos
con tenazas de piel afilada
y tu olor dentro mío
flotando hacia abajo
rellena de espuma
me despanzurras y aureolas
dejan tus colmillos
en mi cuerpo de trapo.
En la pared de lo indecible
Junto a la espera de la quietud
y los lagos de tus ojos sin olas
con un punto de petróleo al centro
que empequeñece ante la luz
y traga oscuridad así de grande.
Ultramar y cosechas que botan
las orillas de tus olas rompiéndose
peñascos frente a mis manos
unidas a los juncos esponjosos
de tus cápsulas.
Laberintos en el arrecife de tu garganta
a flor de agua empedrada
las enredaderas cuello a cuello
nos trepan hojas
y azulejos que tapizan tus vertebras
le dicen adiós a mis dedos.
Imantadas escaleras nos conducen
los azulejos se quiebran
escalón por escalón se hacen polvo
y magnéticamente iguales
somos carne del metal me dices.
Acero e imán son uno en el mar elástico
flotando el tejido de tus misterios eléctricos
escalofríos en las aletas de mi espalda
me devuelven una a una tus pestañas
descocidas de las rocas.
Nácar la capa interna de tus huesos
irisados reflejos difractados en mis ojos
molusco adherida a tus peñascos
ni la última marea me borró a tus pasos.
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