Emilio Guaquín Barrientos, poesía williche Futa Wapi Chilwe.
Emilio Guaquín (1975, Isla Lemuy- Chiloé, CHILE)
"Poeta i eskultor wiyiche"
Desprende ventisca o errante molino
cien, cien un gritos
imberbes olientes a canelo
a bien maduro pegüen.
Casus belli, don Alonso, no hay tal proeza
en a cuestas cargar un tronco,
mas, cierto y omnipotente es el momento
de la alquimia.
A coram populo
veíanse yertos padecientes
enfrentados a blancos ídolos tallados quejantes
extraños adoloridos en cera.
Los atraganta fulgentes inmortales
lumbrar gentes nuevas
rojos niños sucios e ignorantes
hincaos ante vuesa merced
casi desnudos
aprendiendo
india hideputa
a fonetizar extraños alaridos.
A voz del germen
los castran azotan los vuelven
a la tierra.
Finis coronat opus dei.
LOS ENCANTADOS DEL VIENTO
Los muchachos y
viejos
encantados del viento
manos enterradas preñan la tierra
cuando
el sol les penetra
y no sangran
sino mas que de agua
cuando los espíritus de sus frentes
cogen goteras
y corren
en el aire volteando sus cabellos.
Los muchachos y viejos
después
de cosechar los frutos
del parto
comen
se emborrachan
cuentan historias y cantan.
Tranquilos siguen
la rueda de la vida.
las mujeres
encantadas del viento retan al amanecer
hacen recias sus pieles
por tanto vapor y humo
por tanto barro
y mar
en sus descalzas
cargando calor y lluvia
en sus canastos de cabeza.
No descansan
acabada la faena
preparan la barriga
para dar a
al viento
otro hijo encantado.
CANTO DEL INDIO
Cuan fuerte
rompiendo sus cabezas
sintieron nuestros golpes de maza
y la rabia
como fiera arrancada de su criatura
arrojándose sobre su oro
quemándoles
los ojos de tanto fuego reflejado
en ellos.
Preguntaron.
Do se esconde el indio leftraru.
Descubrieron.
que no hay esclavo.
ni hay grilletes.
deshiciéronse de manos
y tobillos envueltos por cicatrices
y dieron en la tierra.
Es ella quien le ha rescatado ofreciéndole bosques
y cada
polvo
cada rama
u hoja
que tocó su huida
sintió ardor de guerra
y se forjaron flechas
de canelos tumbados en valles
y dieron las nubes un trueno
que como palabra
alzó pálidas miradas y salió
por los gruesos labios del indio
diciéndoles
yo soy Leftraru
yo mataré a Valdivia
yo pondré en fuga al invasor.
Su cabeza talaron
arraigándose su sangre y el dolor
de Guacolda en la tierra.
entonces, otra vez las calles
con vastas miradas de cobardía le vieron.
Cuan brava fue la mortaja
que alimentó guerreros
y clavó al viento las palabras:
Yo soy Leftraru,
yo maté a Valdivia
yo maté al invasor
EL SILENCIO Y EL GRITO
Anda el silencio
creciendo como una fuerza irrefrenable,
organizando
cuadrillas de voces mordidas,
de basurero en basurero juntando el músculo y el fuego,
desde el humo de las barricadas
desde las bancas nocturnas desde sus frazadas de cartón,
rompe el capullo
y comienza su marcha.
Para convertirse en un grito feroz
ha juntado todos los silencios en el último silencio
y quedado a la espera en primera línea
de la voz clandestina que llame al avance
sin considerar ni una sola vez la duda
con el corazón limpio y latiendo.
incendiando el miedo
venciéndolo desde el alma.
LA SORPRESA Y EL SUEÑO
El destructor que ha humillado la vida
sueña que muere de un tiro y despierta.
En el territorio de los sueños
noche tras noche
lo espera un puma detrás del bosque de la piedra de la montaña.
soles y lunas pasan y siempre lo sigue
sin dejarse ver jamás
sin claudicar ni un instante.
Para saber el camino que recorre
el hogar que habita
las horas que ocupa para el sueño y el trabajo.
Y entonces despierta el puma también de su sueño
con el puño y los dientes apretados
en el cuerpo de un joven guerrero.
Decide que a llegado el tiempo de sepultar la espera
OFICIAL CONFORMISMO
Usted ha decidido
ver el río que baja de la montaña
sin pisar las piedras donde choca
y vuelve andar.
O escuchar el ruido de la cascada
sin sentir esa niebla de gotas diminutas
que refrescan tanto.
Ud. simplemente ha decidido sentarse
frente a un televisor
a unos parlantes
esperando llenar su cabeza con nuevas órdenes.
Escondido en su cueva.
Duerme trabaja come y caga toca la bocina
y habla de la vida de sus jefes.
Usted finalmente ha pasado las riendas
de su corta vida
al oficial conformismo.
Y ni una palabra más sobre usted
vale la pena decir.
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