Sydia Candanedo de Zúñiga
Nació en la ciudad de David, provincia de Chiriquí, República de Panamá, en el año 1927.
Hizo sus estudios primarios en su ciudad natal y en otros lugares del país. En el Liceo de Señoritas obtuvo su Bachillerato en Letras con el primer puesto de honor. En la Universidad de Panamá obtuvo su título de Profesora de Segunda Enseñanza con especialidad en Español y ocupó en su graduación el segundo puesto de honor. Pertenece al capitulo Sigma Landa por su alto índice académico. Posteriormente hizo estudios de post-grado en el Pedagógico de la Universidad de Chile; y en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima, Perú, obtuvo su doctorado en Educación.
Ejerció la cátedra de Español y de Metodología del Español en la Universidad de Panamá y en algunos colegios secundarios del país, enseñó la materia de su especialidad, el Español.
Poemas suyos aparecen en distintas antologías. Ha sido galardonada con el premio Ricardo Miró en el genero poesía y cuento.
Obras de Sydia Candanedo de Zúñiga
Universidad y Reforma.
Poesías y artículos de crítica pedagógica y literaria en la Revista Tareas.
El estilo poético de Rogelio Sinán (ensayo). Tesis para optar el título de profesora de Español.
Una rosada estrella en la vendimia. Segundo Premio Nacional de Poesía en el Concurso Ricardo Miró.
El girasol caminante (Poesía).
Memorial de la casa grande (Poesía).
Arbolino.
Aprendo en mi libro de 4 grado. Lectura Lenguaje y Trabajo (co-autora)
Sinfonía del agua y De las pequeñas cosas. (poesía)
La Educación Media Panameña comparada con la Educación Media Peruana. Tesis para optar el título de Doctora en Educación.
Los papelillos del Dr. Escarria. Premio Nacional de Cuento en el Concurso Ricardo Miró. INAC.
Las Flores de Mi Vendimia. (Poesía)
Amor Materno
Cuando se tiene un hijo, no sé cómo decirlo,
se abren las compuertas del amor hecho sangre;
todo se contamina de una dulce ternura
y el horizonte claro se siente en las entrañas.
¿Por qué será que entonces todo se ve distinto:
la hormiga que murmura en su débil corola,
la blanca flor de armiño que estremece la aurora
y la pupila abierta que arrulla nuestro espíritu?
Tener un hijo cambia la vida de las vidas,
es como renacer y sentirse de nuevo
como un capullo blanco, inocente y eterno,
tal como niño sano corriendo en la llanura.
Y en esa idea fecunda de mareas y de ensueños,
en el alumbramiento de años y de días,
va la madre en silencio cubriendo los altares
de los nuevos retoños abiertos a la vida.
Romance del Alba
Mi libro es un mar de luces
como los ojos del suelo
y en el agua de sus olas
se retrata el pensamiento.
Las hojas y las pestañas
del girasol marinero,
despiertan entre las páginas
numerosos los recuerdos.
Hay olas grandes y chicas
en cada gota de aliento,
cuchillos en las espumas,
gajos, en gajos muy tiernos,
pero además en mi libro
el polen sigue cubriendo
la calva de muchas piedras
a lo largo del sendero.
Así en mi redondo canto
cabalga en mis ojos lleno,
un sollozo de esperanza
orillando los anhelos.
Del libro El Girasol Caminante. 1975
El germen adormecido
Sólo cuando se siente aquí en el pecho
ese querer romper el alma toda,
ese minimizarse en mil pedazos,
ese volverse sombra entre los brazos;
sólo entonces será que se haya muerto.
¡Tenerle acaso apego a las aristas,
desear ese variar del ser inmóvil!
¡Es acaso espejismo humanizante
una triste morada entre los bosques?
Loca será la vida transformada:
la pupila feliz, las manos suaves,
la sonrisa sutil, la leve brisa;
la brillante mirada del amado.
No, la caricia lejos del regazo.
Sí, la fuerte atadura de los lazos,
para estar en la tierra enriquecida
como una blanca flor en el verano.
Del libro Una Rosada Estrella en la Vendimia, 1969
Todo el año y un día
Mi lirio de fino encaje
va caminando en tu canto
para arrullarte en sus brazos
por tu bondad de mil tardes.
Hoy como siempre te adoro,
mi cielo, mi amor, mi encanto,
chispa de fuego en mi mente,
dulzura en noches de nardo.
Eres ensueño de lluvia
eres amor en la sangre
rojos son todos mis frutos
que te ofrezco en navidades.
Amor de toda mi vida,
pascua infinita en el alma,
paz en mi tierno capullo
sabiéndote entre mis brazos.
Del libro Una Rosada Estrella en la Vendimia, 1969
Liberada en mis sueños tu sonrisa
Los caminos,
los infinitos caminos,
se doblan y se desdoblan
en la eterna tristura del que vive...
Si pudiera tomar por la cintura,
ese manojo eléctrico de penas,
esa injusticia diaria de la noche,
esa lenta tristeza del que muere;
desdoblara el camino
y lo doblara
extendiendo sus puntas arrugadas,
para brindar en el abierto espacio,
una mano,
un cántico,
un lucero.
Del libro Una Rosada Estrella en la Vendimia, 1969
Verdes serán las ramas de este cielo
Tronco de árbol, dulce cuerpo,
estás calando mis venas
como la lluvia en el techo.
Trozo de carne caliente
como la tierra asoleada,
muestra el humo,
tu esencia,
en las tardes de relámpago.
Te palpo con toda el alma,
mirándote por los valles,
al igual que hace la lluvia
en esa noche invernada.
Fuerzas extrañas me inundan
al sentirte tibiamente,
y canto porque te siento
en tus luces y en la savia;
porque me siento en tu vida
como oración sin palabras.
Del libro Una Rosada Estrella en la Vendimia, 1969
Un amargo designio del otoño
La casita era de macano y de roble;
sus vigas eran de pino y sus tablas de cedro.
¡Todo era algarabía!
Las risas de los niños caminaban desnudas;
y las vacas mugían llamando a su ternero.
Así era la casa solariega.
Pero...,
una tarde de polvo y aguacero
todo se vino abajo...
El viejo que cuidaba,
con su cachimba, se fue muy lejos
y nos dejó muy solos
viviendo en el recuerdo.
Del libro Una Rosada Estrella en la Vendimia, 1969
Solo miro tu rostro
Me ofreciste la sangre que no estaba conmigo,
me brindaste lo claro del ensueño sin luna,
y estremeciste el aire en busca de la imagen
y una marina estrella llevaste a mi celda.
Grandezas y ternuras conquistaban la ofrenda
de triste mariposa a fruto bendecido;
hoy por doquiera vives con esperanza inerme
en alas y en horarios y en el aire sencillo.
Eres como el espejo de amorosos halagos
y saturas mis pasos de luces y de almíbares
cuando las ansias mueren
y el brazo se derrite.
Sólo así te concibo,
hijo de mi memoria,
en el lecho sin nombre de las edades viejas.
Del libro Una Rosada Estrella en la Vendimia, 1969
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