Leidy Bibiana Bernal. Poeta colombiana. Nació en Calarcá, Quindío, en 1985. Es también editora y minicuentista. Directora de la Fundación Pundarika, Cuadernos Negros Editorial, la Revista Minificciones y el Centro de Investigación y Difusión del Minicuento, Lauro Zavala, especializados en minificción. Ganadora del Concurso de Poesía Comfenalco en la categoría juvenil (2003). En 2010 recibió la medalla de oro al Mérito Literario que entrega el Municipio de Calarcá. Es socia fundadora y miembro de la Junta Directiva de la Red de Editoriales Independientes Colombianas (REIC). Sus textos en prosa y verso han sido incluidos en libros y revistas nacionales. Algunos de sus poemas fueron traducidos al griego y publicados en las revistas Parodos y Figos (Atenas, 2009-2010). Es orientadora del semillero de literatura de Calarcá, dirigido a niños. Su primer libro de poemas, Silencio de Hadaverde (2007), es un recorrido por la poesía breve. Ha participado en la reciente antología Raíces del viento (2011). También publicó en las obras conjuntas Mujeres minicuentistas, 8 Cuentistas Quindianos, 5 Ensayistas Quindianos, Minificción Quindiana, Ellas cuentan menos.
Del libro Silencios de Hadaverde
(Calarcá, 2007)
La miseria no tiene
ojos que la expliquen.
Su voz espera la tarde
para llover,
su voz que no existe
anochece y llega.
Miseria muda,
sin ojos,
ojos miserables y mudos
que todo lo dicen con el silencio
de la tarde
y de la noche.
Espera,
caminante invisible de mi sangre.
Bebe de mis ojos sin saciarte,
sin abrir los tuyos.
Deslízate por mis venas,
como si fueras hombre,
hambre o sangre de mi cuerpo.
¿Qué haré con el peso de mi sombra
ahora que no tengo cuerpo
para desaparecerla
ni alma para reflejarla?
No llores, me dijo.
Contesté que no sabía
nada de la noche,
que una canción
escapó de la aurora.
¿Es aquella que cantan las hojas
en el funeral del caracol?
Parece, respondí.
Pero es imposible
confundir la voz de seda
con que la entonaban
los murciélagos.
No llores, insistió.
Le conté que ya no
existen las frases
que puse en el jarrón
que sólo hay palabras
marchitas.
¿Es aquella que danzan los cuervos?
Parece, respondí.
Pero extraño la danza
de las margaritas.
Desde que los búhos
robaron mi violín,
la música con que
las acompañaba, murió.
Deseo escribir
con el lenguaje que hablan
a través de mí, los sueños.
Exigirles que dicten
el silencio que acude
cuando los ojos se cierran
y se abre el sueño, donde
las palabras esperan
mi lengua para poseerla.
Abandona
tu río de aguas ciegas.
Crea
un lugar donde sus ojos
no apaguen la luz
de tu corriente.
Grita
que eres agua ciega
deslizándose por la tierra
dormida con ojos de piedra.
Salva
los peces que se ahogan
en las manos del agua vidente.
Relojes esperando la noche
para despertarla.
Canto de horas afligidas
por el tiempo que las devora,
abandona y olvida.
Espacio inerte de los ojos
que miran el reloj detenido
desde hace muchas vidas.
Dije que eras ocaso
para que liberaras el rocío
dormido en tu pelo.
Digo que eres silencio
para que no protestes
por tu cabeza en cenizas.
Dije que hablabas
como la roca cuando llueve
para que callaras.
Digo que tu sombra
vive cansada en tu casa
para que vayas a buscarla.
No dije nada.
Sólo unas pocas arañas
salieron de mi boca.
No acompañé la mañana
para que mi vuelo,
a través de tus alas,
no terminara.
Lléveme con usted,
vendedor de naranjas:
prometo amargar las noches
de sus compradores.
Lléveme con usted,
vendedor de amantes:
prometo llover
toda la noche.
Lléveme con usted,
vendedor de espacios:
prometo desaparecer
cuando llegue el vacío.
Lléveme con usted,
vendedor de argumentos:
prometo silenciarme
cuando aparezcan semáforos.
Lléveme con usted,
vendedor de rocío:
prometo evaporarme
cuando mis ojos se inunden.
Lléveme con usted,
vendedor de pasos:
prometo ir después de la vida
y antes de la muerte.
Escribo el día
para que anochezca
y la noche llega.
No es de día ni de noche,
pero escribo, escribo.
Una serpiente canta
y llega el día.
Escribo sobre la serpiente
el día, y canta sólo noche.
Amanezco.
Anochezco.
Canto.
La fresa a mi boca
pasa sin el jugo
que bebe de mí su carne.
Del beso de su carne
paso a mi jugo dulce de fresa.
De la fresa a mi cuerpo
cruzo por mi sexo de carne dulce.
A mi sexo de carne y jugo de fresa
no llego pero la fresa…
de rojo fresa
de carne fresa
de jugo fresa
de sexo fresa
de beso fresa
de senos fresa
fresa de mi carne
fresa de mi boca
labios de fresa
que besan, ritualizan fresa.
Danza de fresa sobre mi piel.
Jugo de fresa que emana de mí.
Carne, sangre y jugo de fresa.
Besos de fresa que mi piel endulzan.
Sabor a fresa mi carne.
Sangre de su sangre, mi jugo.
Jugo de fresa que circula por mis venas.
Perfume de fresa en mis axilas.
Mi lengua, fresa en la boca
que se come a sí misma.
POEMAS
INÉDITOS
-Nocturna saudade
Larghissimo
Mis pies desnudos en el lodo.
Despiertan las palabras en mi piel.
Desgarrador silencio fluye de mis ojos.
Murmuro deseos, contengo sollozos.
Inquieto a los peces nadando en la yerba.
Grito que rebosa el recuerdo.
Soledad tibia, pasos deshechos,
caricias represadas, tormento dulce
de la carne y los sentidos.
Hambre sensual desbordada.
Larghetto
Confieso la espera y el deseo.
Mis dudas se diluyen en la penumbra.
Amanecen en ti, solas.
Esperan tras la puerta que cierra mis vacíos.
Las siembro en mi vientre,
germinan en el recuerdo absurdo de tu cabello
y mueren bajo este árbol de frondosa oscuridad.
Moderato
Me encuentro en el dulce delirio de las manos.
Mi llanto oculto, inhibido por las sombras
no fluye, ni grita, no dice nada del dolor ni de la dicha.
Coincido con mi cuerpo desnudo, ávido,
agrietado sin remedio.
La húmedad de la yerba penetra mis pies,
apaga su fuego.
No lo apaga no lo enciende
no hay fuego no hay yerba no hay pies
no estás.
Vivace
Un tango suena
mis pies hundiéndose en el lodo
la yerba los viste
Un tango suena
la penumbra acalla mis movimientos
Un tango de violín tibio de noche sola
mi llanto oculto entre sus cuerdas
Un tango suena y yo silenciosa fría
atenuando soledades
Un tango suena
tu aliento escapa
Un tango suena
la yerba duerme en mis pies
Un tango suena
mi falda abandona mi cuerpo
lo descubre para la noche me pone frente a ella
Un tango suena suena sueña un tango un tango
Él y yo
En el hastío de su mirada
se derrumba mi sonrisa
que espera en la ventana.
Destierro la ternura,
el deseo y la trampa del cuerpo.
Anudo silencios en los espacios que deja.
Escondo el verso triste que despide la tarde
e intento recuperar sonrisas en su voz dormida.
En el hastío de su voz concilio el sueño,
despido instantes del día y de la noche.
En el hastío de sus manos dibujo caricias de neblina.
Nadie en París
París deshabitado
será el escenario
para escuchar la ópera
de las mariposas
la alcoba donde duerma
el hastío de los espantapájaros
el jardín del pánico
donde crezcan libros muertos
París deshabitado
será un bosque de espejos
donde repique el reflejo de las campanas
París deshabitado
será la galería
donde expondré mis recuerdos
pero deshabitado
siempre deshabitado
París deshabitado
Pizarnik
me miro al espejo
y estás ahí
lila igual que tu silencio
esperando ser vista
por tus palabras
que enmudecen en mis ojos
acaricias el espejo
me miro
te miro
sonreímos
embriagamos el silencio
que nos observa
a través del espejo
escribimos
He olvidado amar a otros hombres
He olvidado amar a otros hombres.
Desde cuando te conozco
sus cuerpos ofrecen rutas
que no transito.
Sus pieles desiertas
no sacian mis manos.
En sus labios sin palabras húmedas
no alivio el silencio.
Olvidé mis espacios
dónde albergar sus deseos.
Nada de cuanto habita sus miradas
penetra las mías.
Olvidé la cronología de sus pasos
yendo y viniendo entre nuestros cuerpos.
No recuerdo sus sombras desnudas.
No conservo en mi boca sus secretos.
Olvidé a qué saben sus besos.
No tengo memoria para los encuentros.
Sus sonidos enmudecen en mi recuerdo.
He olvidado amar a otros hombres.
Desaprendí sus misterios.
No me guardes en ti
Esa tendencia a refugiarnos en alguien,
tendencia perenne a buscar en sus espacios
lugar para nuestro ser…
Yo, en cambio, habito los míos. Me guardo en mí.
Así, cuando sólo quede una orilla con interrogantes
por las aguas que se marchan, encontrarme será posible.
Aunque sin respuestas, me contendré
y no me arrastrará la corriente del otro.
Entre Bretón y Bukowski
Eres tan sólo un sueño,
pero en ti sueña el mundo
y su mudez habla con tus palabras.
Octavio Paz
Soy la mujer
de rosados labios de fuego de vela
Soy la mujer
de copiosa mirada de ojos palpitantes que abren y cierran cortinas de piel.
Soy la mujer
de cabellos de cuerdas de guitarra de hielo,
quien bota la basura lunes, miércoles y viernes.
Soy la mujer
de poemas de versos de madera
de pendil dorado de botones de uñas tibias de dedos húmedos.
Soy la mujer
de cintura de agua de cascada de montaña de aire,
quien limpia el patio y recoge los excrementos del perro.
Soy la mujer
de vientre de ombligo de tallo de pera
Soy la mujer
de lengua de serpiente de arena de luna
Soy la mujer
de pies de danza de viento de danza,
quien cumple con la monótona tarea de química a la profesora Martha.
Soy la mujer
de saliva de granizo de agua de coco
Soy la mujer
de danzarinas manos de caída de hojas de libélula
Soy la mujer
de tristeza de roca de oasis,
quien arranca el arroz pegado en la olla.
Soy la mujer
de fantasías de reloj de ramas intemporales
Soy la mujer
de gestos de mujer de seda de marfil
Soy la mujer
de sensaciones de misa de flores de luz de estrella,
quien suplica a Jairo el engreído profesor de física
la recuperación de un logro.
Soy la mujer
de esperanza retorcida
Soy la mujer
de sangre de catedral encendida de girasoles
Soy la mujer
de brazos de olas de tornados de mariposa,
quien comparte con la profesora de español, Martha Lucía, desde una receta culinaria hasta un cuento de Bukowski.
Soy la mujer
de amor envejecido de huellas de pirámide
Soy la mujer
de nuca de otoño de mañana de pueblo
Soy la mujer
de ira de plumas de alas de río,
quien huye con el libro cerrado cuando escucha a la coordinadora Rosalba gritar: “Me cierra ya ese libro y se me va para la actividad cultural” (mímica ojos así de Shakira, presentación de raperos y humor ordinario).
Soy la mujer de palabras rugosas
Soy la mujer
de movimientos de sombra de nieve
Soy la mujer
de dientes de noche de espuelas,
quien paga los servicios, va a la tienda, merca y utiliza a diario microporo en su nariz.
Poema ganador del Concurso Departamental de poesía Comfenalco Quindío, 2003. Categoría juvenil.
http://circulodepoesia.com/nueva/2012/08/19118/
No hay comentarios:
Publicar un comentario