Sergio Coddou Mc Manus
Santiago de Chile (1973).
Ha cursado estudios de literatura en la Universidad Católica y Universidad de Chile. Además de traductor, trabaja escribiendo artículos de música y literatura en diversos medios.
Autor de Lyrics (Ediciones Rottweiler, 2005) y Machina (2007).
Soy un hotel
Soy un hotel
engalanado para recibir tus lamentos
con una habitación
especialmente acomodada
para desgranarme en tu presencia
y hagas de mí
sublime pop corn
con el fuego de tu mirada.
Y así yo,
como despojo en tus muelas,
saborearé el rastro de tus besos.
Lyrics (2005)
Mi Dios canta como Van Morrison
Lágrimas secas humedecen la memoria,
versos podridos por el calor otoñal
Es ya muy tarde para parar y hacer arte
Todo fue tramado urdido y solamente
queda reorganizar fragmentos, retazos
como un niño de tres que arma su propio puzzle
sin conocer las reglas de composición
Poetas calculadamente despeinados
ignorantes de los preceptos de la métrica
declaman el caos con el candor del lego
o bien exaltan la perfección matemática
de paisajes bucólicos que evocan algo
hasta en el guarisapo más incompetente,
y se sientan a observar el mar desde lo alto
sin saber que lo mejor para, de una vez,
enriquecer su raquítica y adiposa
obra, inventario de lo irrelevante,
lo que sea,
es saltar.
Manera elegante de callar y dejar
que cante quien debe hacerlo
Morrison, Van.
-
Nota del Autor:
Próximamente en Spleen (Ediciones Rottweiler, Santiago, 2015).
EPIFANÍA AHOGADA EN EL ESTANQUE
In my mind`s darkness a sloth of the
underworld, reluctant, shy of brightness.
James Joyce, Ulysses.
El sol no cae,
nosotros sí.
La intensidad de la luz
se desploma lentamente como párpados dopados
por el perfume de infame finitud
que se respira en el pabellón de pediatría
(tenues melodías apocalípticas)
Un glockenspiel quiebra la fogosa dulzura
del silencio –de este silencio–
y caigo como piedra sobre el estanque
–coágulos como nenúfares–
a fundirme en licuefacto bistec
en el hijo y el padre del hombre
para ver mi vida reproyectada
desde el exilio acuoso del ahogado.
Feblas, el marinero fenicio,
y yo somos uno
en dos instantes distintos.
Es mi compadre de otros tiempos
cuando el naufragio era un blackout
dispersión en los mares de la conciencia.
Morir ahogados es cosa de todos los días
y la muerte nos dice en ese momento
–el único verdadero–
que el pasado no es transparente
sino una majamama de imágenes extrapoladas
que se reflejan en este estanque
turbado por la caída de las rocas.
Es imposible
(la pereza me inmoviliza en el fondo del estanque)
incluso fantasear
con asir
el verdadero momento
pues éste es ahora
y el ahora es siempre
una costra del ayer.
READ MY LIPS
Lee mis labios partidos
por el roce con el derrumbe
sináptico de mi boba
cabeza que puedes leer
como el referente profundo
de la cara de marmota
con que siempre me dibujan
los exégetas de mi sombra
Lee mi gordura atrapada
en mi escuálida figura
que pide limosna
neuronal en los sótanos
donde la decencia
yace apilada junto
a las sagradas escrituras
que nadie todavía
se ha tomado
la molestia
de glosar.
Lee mis labios
trata de ver más allá
del contorno de mis palabras
y verás la obesidad ignorante
que danza con el beneficio
de la duda y las leyes tácitas
de convivencia
siempre flageladas
en un carrusel macabro
de máscaras verdaderas.
Lee mis labios
y lee mis ojos
redacta el panegírico
de mis oscuras pupilas
y verás que todo juicio
es una hoja de dos caras
igual de antipáticas
a las miradas de la piedad.
Mis labios son ilegibles
pues padecen la miopía
de mi hastío irredentista
el cáncer de tu piel
descansa a salvo en mis labios
que no piden nada muy difícil
sólo que los lean
despojados de todo prejuicio
y teoría
pues en realidad no quieren
no pueden
decir nada.
EPÍSTOLA DE UN CIUDADANO CASI PROMEDIO A UNA EX SEÑORA CASI SEÑORITA
BASTANTE FAMOSA CUYO NOMBRE ESTÁ EN LA PUNTA DE SU LENGUA PERO NO LOGRA RECORDAR
Podemos tendernos bajo las luces que iluminan su abrigo de piel, señorita
y estaremos así instalados sobre su figura
como los antifetiches de su excelsa belleza
señorita (¿o es señora?)
que me huele y se me aparece tan profunda y cautivante
como podría serlo la lectura ininterrumpida
de la guía telefónica o el inventario de mis carencias
(nadie sabe los placeres que pueden deparar semejantes tareas
así como nadie sabe lo que depara para el amante de turno
su amoldada figura, hecha por los alfareros de bisturí
a imagen y semejanza del american dream
que es –extraña coincidencia– casi igual al nuestro
¿ve señorita-señora?)
sí, señorita
mi reina, princesa, mijita rica
podemos lamer los afiches en que usted sale en bikini
y masturbarnos con el vívido recuerdo
de nuestros ardientes veranos pornográficos en miami
y el caribe o nuestras furtivas escapaditas a la costa
¿ya no se acuerda,
señorita?
nosotros somos los dueños del poder
los maestros de su ceremonia
señorita (ah, usted es ex ex señora – o sea casi señorita)
somos los espectros a los cuales usted le teme cuando reza
las estatuas que se le aparecen
como muertos vivientes
en los semáforos
en las colas del banco
los desamparados que nos alimentamos de su brillo estelar
y que pagamos con nuestro sudor
el pelaje de su abrigo
cada centímetro y kilo de busto
cada zapato nuevo que usted adquiere en pollini
señorita
podemos tendernos sobre su abrigo de piel
desnudos
señorita
y cantar una canción de amor
para decirle cuánto la queremos
señora
señorita
ex señora casi casi señorita
a pesar de que la odiemos tanto.
El peso de mi máquina
La resaca no deja ver nada.
En esta hora violeta
con vocación de negrura
un recuento: lagañas, mal aliento
el párpado izquierdo
y las manos
en fase telúrica
La vida en ralentí
hace de las palabras
algo impronunciable
ilegible
Con estos ojos
es imposible leer los labios
que se confunden
con los rostros, las narices
Los globos oculares
desorbitados
en el espejo roto
configuran una imagen cubista
El dolor de cabeza
hiere el alma de los hombres
de buena voluntad
pero la voluntad es lo primero
que se pierde
y la cabeza ya nadie
la puede encontrar
Al caminar por estas calles
con el corazón abandonado
la resaca se aparece como un deja vú
de la tragedia minimalista
que protagonizas todos los días
en el cruel escenario de la almohada
Las causas y consecuencias
se trenzan a golpes
en una coreografía macabra
por el privilegio de torturarte
mientras las voluptuosas
modelos de cuerpos aceitados
te piden limosna
Pero tú eres el único mendigo
aquí, el dueño
de toda el hambre del mundo
el maestro de la miseria.
Cartílagos, sorbos del rocío
un espíritu adormecido
que levita ante los ojos
libidinosos que te ha injertado
la desvergüenza epicúrea
con que te has paseado
y deambulado por éstos,
los únicos callejones infernales.
Un mamotreto te pena.
Los mastodónticos martillos
con que aplastas
los aúreos jardines
de mármol y fierro
sirven también para alzar
un nuevo monumento.
Les jardins son el eco
meloso de tu vitalidad
la analogía del desangramiento.
Violas eléctricas
que no se detienen
ni aunque la audiencia
tire sillas
escupa.
No hay fuerzas
No hay energía
para que la saliva
emprenda vuelo.
No hay saliva
No hay boca
Ergo: no hay palabras.
La verborrea prosaica
al exprimir lenguas traposas.
LaMonte Young tortura
a sus discípulos
y los obliga a mantener
la misma nota
el mismo tono
por horas, por días
por años fraccionados
en segundos
hasta que la náusea
ahogue los tímpanos.
Todos lo han abandonado.
Es el teatro de la música eterna
la misma que hace
trizas los oídos
periódicamente
con una furia exacta
y mecánica,
como las palabras
que escribo
sobre el cielo raso
para consolarme
ante la improbable
promesa del paraíso.
Este desasosiego
busca fundamentos
en los recónditos dolores
que lentamente van torciendo
la pureza de las ideas.
Tell me the plot
of this movie.
“Mi reino dodecafónico
por una hoja de ruta”
El ruido blanco
El ruido blanco
resuena en oídos moribundos
y desorbita
los ojos espías
Es sólo el lastre
que se roba
la carrera
Un motor
que no mueve
ni es capaz de mover
a ninguna máquina.
El sueño del humo
emana de los tubos de escape
en el cementerio
de automóviles.
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